La palabra colapso trae a la mente ideas de amenaza, miedo, desesperanza; la identificamos con destrucción, ruina de vidas, de sistemas, de instituciones económicas y políticas, de estados y naciones. A principios de los años noventa la prensa mundial usó la palabra «colapso» con frecuencia en conección con «el colapso del comunismo», más amistosamente llamado […]
La palabra colapso trae a la mente ideas de amenaza, miedo, desesperanza; la identificamos con destrucción, ruina de vidas, de sistemas, de instituciones económicas y políticas, de estados y naciones. A principios de los años noventa la prensa mundial usó la palabra «colapso» con frecuencia en conección con «el colapso del comunismo», más amistosamente llamado «socialismo» en cuanto a que así se llamaba la entonces la URSS, y luego llamado «socialismo real» para distinguirlo del otro, el de la utopía, el que aún no ha colapsado. La prensa describía ese colapso como beneficioso para la humanidad, ya que con él habría de reinar -para siempre jamás, el «buen sistema» de libre mercado en el planeta, y un «nuevo orden mundial» con mucha prosperidad y democracia, al fin todos mitos.
Hoy, una década y media después, el término colapso reaparece, esta vez como una sombra amenazadora sobre el planeta todo, en la voz del americano del norte Jared Diamond. Hoy la prensa dominante no lo propagandiza frenética, más bien lo calla en favor de los poderosos intereses que representa y que continuamente niegan reportes, investigaciones, trabajos publicados, y entre ellos este libro de Jared Diamond, titulado en inglés «Collapse. How Societies Choose to Fail or Succeed.»
Jared Diamond es conocido por un libro anterior suyo, «Guns, Germs and Steel,» en el que hace uso de sus conocimientos de geografía y antropología para tratar de darle respuesta a la pregunta de Yali: «¿Por qué nosotros no contamos con la misma tecnología y desarrollo que los extranjeros blancos? En este nuevo libro Diamond, usando el método comparativo, examina la historia de varias sociedades en cuanto a diferentes variables (precipitaciones, suelos, relaciones con sociedades vecinas, instituciones políticas) para exponer los factores responsables de su colapso o de su supervivencia. Ambos proyectos de Diamond son ambiciosos, y si bien podemos no estar de acuerdo con sus resultados, el viaje con el autor da para pensar.
Diamond examina varios ejemplos de sociedades y lugares geográficos que están colapsando en el presente -Haiti es uno, el estado de Montana en Estados Unidos es otro, y a ellos agrega ejemplos de sociedades colapsadas del pasado -como la de Isla de Pascua, o las colonias vikingas del norte del Atlántico, o la cultura Anasazi del Suroeste de Estados Unidos. Diamond nos presenta nuevamente un análisis fascinante,entretenido, rico en contenido y en perspectivas profundas sobre los desafíos que enfrentamos en cuanto a sobrevivir o no en medio de condiciones en extremo dificiles.
Los primeros humanos, que vivian como cazadores y recolectores de frutos, arrivaron al Suroeste de lo que hoy es Estados Unidos 11.000 años antes de nuestra era, eran parte de la inmigración que llegó desde Asia. Los Anasazi comenzaron a experimentar escasez de recursos en los territorios que habitaban como grupos nómades. Quizás influenciados por Mesoamérica, comenzaron a cultivar la tierra y a vivir en pequeños poblados; cultivaron el maíz, el frijol y el zapallo y comenzaron también a talar árboles que estaban a su alcance. No eran una sóla cultura sino una serie de ellas que colapsaron y se reorganizaron en diferentes lugares y tiempos. Por ejemplo, los Mimbres cerca del año 1130 de nuestra era, Chaco Canyon, North Black Mesa y los Virgen Anasazi a mediados del siglo 12. Mesa Verde y Kayenta Anasazi alrededor del año 1300. Los Mogollon en el año 1400. Y, los Hohokan a finales de siglo 15 -estos últimos desarrollaron un trabajado y eficaz sistema de regadío agrícola.
Para su agricultura usaron tres opciones:la primera, era cultivar en las partes más altas y valiéndose de las lluvias. La segunda, de quienes vivían en las partes bajas (cañadas o cañónes) era usar la humedad del suelo, por ejemplo la agricultura de los Chaco Canyon dependia de las masas de agua bajo la superficie. La tercera fue acumular agua en zanjas y canales que luego eran usadas para regadío de campos, como los Hohokam. Sus estrategias se extendieron y fueron usadas por casi mil años; la mayoría de estas culturas se estabilizaron por cientos de años sin problemas. Pero, los tres sistemas que usaron eventualmente encontraron difficultades y finalmente las sociedades de los Anasazi colapsaron por los problemas ambientales resultantes del impacto humano sobre el medio ambiente. Los Anasazi no ignoraron esto y trataron de encontrar soluciones, por ejemplo, rotaron la plantación de granos y ocuparon un área sólo por un período de tiempo -asegurándose que el suelo agotado descansara. Sus soluciones sirvieron a grupos poblacionales pequeños. Pero, cuando la densidad poblacional aumentó, incluso soluciones políticas más complicadas no resultaron -como plantar granos en varios lugares y distribuir las cosechas entre los que allí vivían, que requería de un sistema social más sofisticado. Y, una vez que su sistema colapsó, la población sufrió hambre y muerte por falta de alimentación.
Múltiples factores influenciaron el colapso de estos pueblos, pero el fundamental dice Diamond, fue el frágil y vulnerable medio ambiente del Suroeste de Estados Unidos en el contexto del desarrolo de la agricultura. Esto sucede hoy, argumenta Diamond, en la mayoría de las tierras cultivadas del mundo, invitándonos a prestar atención al ejemplo de los Anasazis. Los Anasazis no desaparecieron, otras sociedades aborígenes se les incorporaron y algunos de sus descendientes sobreviven hoy, como es el caso de los Hopi y los Zuni.
Así como los Anasazis, colapsaron los Sumerios tres mil años antes de nuestra era. Los Sumerios habitaban el Creciente Fértil (hoy sur de Iraq), las tierras más fértiles del planeta en la antiguedad, a diferencia de los Anasazis vivían en un medio ambiente menos frágil y desarrollaron una de las primeras civilizaciones del mundo. Pero, usaron la irrigación y el sobrecultivo, y como resultado, salificaron sus suelos. Los agricultores y quienes trabajaban la tierra, sabían que deberían dejar los suelos descansar pero las clases dominantes exigían incrementos en la producción, por ello para el año 1800, antes de nuestra era, el Creciente Fértil no era ya cultivable y los Sumerios habían desaparecido.
Hoy, enfrentamos desafíos similares y somos una civilización planetaria. No ignoramos, creo, los peligros que enfrentamos, lo sabemos a través de la ciencia, la historia, los estudios sociales y antropológicos a nuestro alcance. Sabemos las consecuencias a corto y a largo plazo. Por ejemplo, el informe de la FAO (Organización para la alimentación y la agricultura de las Naciones Unidas) explica que hoy en el mundo 854 millones de personas padecen hambre, hambre que no tiene por qué ser su destino fatal pues la agricultura del planeta puede alimentar con 2700 calorías diarias a doce mil millones de personas -el doble de su actual población. Pero, el sistema económico imperante, que Diamond no nombra pero que debemos nombrar, el capitalismo, hace imposible la redistribución justa. Entonces, ¿que sucederá el dia en que la producción alimenticia no alcance para alimentar a la población, por ejemplo porque sobrepasamos los 12 mil millones de habitantes, o porque hemos empobrecido a tal punto los suelos que la producción decae? Algunos hablan de carestía de alimentos con consecuencias graves -o sea comerán sólo quienes puedan pagar.
Hoy domina el sistema económico-político mundial un pequeño grupo, los muy muy ricos y ellos favorecen políticas totalmente contrarias a las políticas de conservación de recursos naturales que necesitamos para sobrevivir. Y, aún cuando somos más concientes de la vulnerabilidad de nuestro medio ambiente que nunca antes, y de la posibilidad de un colapso por cambios climáticos y otros, poco entendemos sobre como sobreponernos a estos peligros creando alternativas viables para la población y el planeta. El mentado fracaso del socialismo tiene un peso porque ha aparentemente eliminado la posibilidad de un mundo planificado, que considere las necesidades de la población al tiempo que presta atención al balance con el medio ambiente, y a la utilización de recursos en forma racional y moderada al tiempo que da solución al problema de nuestros desechos y contaminantes.
Nuestros antepasados, cazadores y recolectores de frutos, antecesores de las civilizaciones jerárquicas cuyos herederos somos, pueden tentarnos como visión romántica hoy más que nunca. Recorrieron las praderas y montañas usando la libertad que esa vida les brindaba; organizados en círculos reflejaban de forma más flexible un paradigma social más igualitaria y deseable, en completo equilibrio con la naturaleza a su alrededor y con el desarrollo humano interior. Son elementos deseables más que nunca antes hoy cuando necesitamos tanto del balance y nos alejamos de él más y más irremediablemente. Pero, ¿como volver a ese pasado con poblaciones del tamaño de las que hoy tenemos? ¿Como asegurar su supervivencia sin jerarquías? El camino no puede ser volver atrás, ¿como encontrar el camino hacia adelante? ¿Como detener la vorágine implacable que nos devora, devorando nuestro suelo, nuestro aire, nuestro mar y nuestro mundo?