Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. […]
Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. La Guerra civil a Catalunya, 1936-1937 (2012) y Territori capital. La La Guerra civil a Catalunya, 1937-1939 (2015).
***
Felicidades por tu nuevo libro. ¡No paras! ¿Por qué sobre el Frente Popular? Salvo error por mi parte, no habías publicado ningún otro libro sobre este tema. ¿Me equivoco?
No y sí. Mis dos libros sobre la guerra civil en Cataluña, que son el antecedente de este trabajo, habían abordado la cuestión de una manera parcial
¡Me he equivocado! ¡Empiezo bien! ¿Fue tan importante, como se suele decir, la formación y triunfo del Frente Popular? ¿No se exagera?
Sin el Frente Popular la derecha antidemocrática habría ganado las elecciones en España; el resultado habría sido, sin ninguna duda, un viraje autoritario de la República que habría caído, ya en 1936, en el campo del fascismo. En Francia, la victoria de la derecha habría significado el triunfo de los partidarios de la entente con la Alemania nazi. Ésta habría adelantado en tres años su ofensiva en Europa, sin tener que desgastarse.
Y desde la perspectiva positiva, tanto en España como en Francia el triunfo del Frente Popular significó la incorporación plena de las clases trabajadoras a una victoria de la democracia. No creo que haya exageración en considerarlo como uno de los sucesos políticos fundamentales del siglo; y la prueba es que sus ecos nos llegan todavía.
¿A qué remite popular en este caso? ¿Qué clases, qué grupos formaban el pueblo en aquellos años treinta? ¿A qué llamas frente populismo?
Popular era el bloque popular, la alianza de trabajadores de la ciudad y del campo, campesinos arrendatarios y pequeños propietarios, una parte de la clases medias integradas desde hacía tiempo en la defensa de la democracia. Y su correlato la coalición de las formaciones políticas que representaban a esos sectores. Frentepopulismo será la política que defiende esa alianza y esa coalición, y el programa que constituya en el encuentro entre sus diversos intereses materiales y reivindicaciones, resolviendo las contradicciones que pueda haber entre los componentes, que las había como en toda política de alianza y de coalición.
¿Por qué hablamos ahora, cuando hablamos, de unidad popular y no de frente popular?
Sobre el frente popular se extendió en la guerra fría y en la dictadura franquista una manta de mentiras, que hizo difícil recuperar en términos políticos esa imagen de marca. Luego la experiencia de Allende en Chile dio un nuevo término el de unidad popular. Salvando diferencias, de momento y de objetivos, entre ambas había un elemento común: que la defensa y profundización de la democracia, imprescindible para la izquierda, precisa de una política de alianzas sociales amplia, sin la cual, además, el avance hacia el socialismo es un albur. Tiene mucho que ver con las propuestas de Gramsci sobre el bloque histórico y la consecución de la hegemonía y con el concepto de revolución popular que tanto él como Togliatti defendieron para situar en un terreno estratégico la lucha contra el fascismo.
En el subtítulo hablas de victoria y derrota de la democracia en España. ¿A qué tipo de democracia te estás refiriendo? ¿No era ya democrática, aunque hubiera en aquellos momentos un gobierno muy conservador, la II República Española?
Desde luego, la República era democrática, pero la disyuntiva que se planteaba en 1936 era si seguiría siendo democrática, como defendía el Frente Popular, o se rectificaba en un sentido autoritario o incluso fascista, como postulaban la CEDA y Renovación Española. Era una disyuntiva europea. En Alemania el nazismo, desde la República, había acabado con la democracia y en Austria, el golpe autoritario de Dollfuss -admirado por la CEDA- había acabado también con la democracia y abierto las puertas al nazismo, en definitiva. En Francia, la disyuntiva entre autoritarismo y democracia estuvo también presente y sólo la victoria del Frente Popular garantizó que no se impusiera la primera opción, cuyo peso afloró en el régimen de Vichy.
Victoria de la democracia, por tanto, en más de un sentido. Primero porque fueron las elecciones con mayor participación en la Segunda República y con un mínimo de incidentes, como el propio Tusell reconoció, que no determinaron el resultado general. Segundo porque el triunfo, legítimo, legal y ajustado a los que se estaba produciendo en el resto de Europa occidental- con resultados electorales apretados, ya que la disyuntiva era general – fue el del bloque que defendía la democracia, no el que estaba en contra de ella y reclamaba el voto para elaborar una nueva constitución autoritaria.
¿España remite a la totalidad de España o excluyes alguna nacionalidad, nación o territorio?
Todo el territorio.
Imagínate que sostengo la siguiente tesis: el frente popular pudo estar bien para el conjunto de España pero no para Cataluña porque difuminó o situó en lugar secundario la cuestión territorial, los derechos nacionales de Cataluña. ¿Razono, señalo bien?
No tiene ningún sentido; además en el programa del frente popular se incluía la defensa de esos derechos, razón por la cual el PNV se desmarcó de la derecha católica y acabó dando su apoyo a la República gobernada por el Frente Popular frente a la sublevación militar. La batalla política de febrero de 1936 fue una batalla general, no por partes, no territorializada; como lo fue la guerra civil, promovida por la opción golpista de un sector del ejército y de los derrotados en las elecciones de febrero.
Las palabras iniciales del preámbulo. «Este libro es un ensayo de historia». ¿Qué es para ti la historia? ¿Con mayúsculas o con minúsculas?
No hacen falta las mayúsculas para que algo sea importante. Para mí la historia es la reconstrucción del pasado, sobre bases documentales contrastables e hipótesis explicitadas -incluyendo los interrogantes si es preciso- no en términos descriptivos (eso sería una crónica, una cronología, que pueden formar parte del oficio de historia, pero que no es la historia), mediante un relato que interprete ese pasado. Reconstrucción e interpretación.
Dices que discrepas de las interpretaciones que aún dominan en el ámbito académico y en la divulgación y lo que llamas la cultura histórica social. ¿Nos puedes adelantar algún ejemplo de esas discrepancias?
Las reticencias a reconocer la legitimidad del Frente Popular, el carácter democrático de su propuesta y de su victoria. Que carga sobre el gobierno la responsabilidad del enfrentamiento social y político, e incluso – de una manera u otra, por activa o por pasiva – del estallido de la sublevación- Hablo de la cultura histórica social, como el relato y la interpretación dominante en la sociedad; que es diferente de la memoria histórica. Y es evidente que en ese relato siguen predominando todos los prejuicios y falsedades que señalo. O las deformaciones; por ejemplo, las que hacen de Azaña un izquierdista extremo, incluso anticlerical, lo cual es rigurosamente falso. En el cuadro político de la España de entonces, Izquierda Republicana representó la posición de centro, que no tiene que significar equidistante; y no el Partido Radical como frecuentemente se pretende, ni tampoco Alcalá Zamora, Portela Valladares y su invento, desde el poder, de un pretendido partido centrista, que ni siquiera tenía un programa claro.
Anuncias en el preámbulo que ofreces una interpretación beligerante. ¿Beligerante respecto a qué?
Con esas líneas mayoritarias en la historiografía académica y en la cultura histórica social.
Por lo demás, ¿esa beligerancia no es contradictoria con la tarea científica del historiador? ¿No parece más bien la perspectiva del político o del ideólogo?
En absoluto. La tarea científica del historiador está en su método, pero no excluye la interpretación; sin ella no hay historia, y quien pretende hacerla así nos cuela de matute una determinada interpretación, que acostumbra a ser la dominante. Y la interpretación, cuando rectifica posiciones contrarias, sobre todo si, insisto, son mayoritarias, no puede dejar de ser beligerante. La justicia aunque sea ciega, es beligerante con el delito.
Usas un concepto que sería bueno definir: democracia de masas. ¿Cuándo una democracia es una democracia de masas?
Para diferenciarlo de la estricta democracia parlamentaria. Una democracia que solo es posible con la universalización del sufragio en pie de igualdad, y que supone la participación del ciudadano no sólo en los procesos de elección de representantes sino en todo el desarrollo de la acción y la gestión política. En el siglo XX se consiguió el primer paso, pero todavía no se ha consumado el segundo; y ahora ya hay procesos que conspirar incluso por revertir el primer paso. Para la etapa que yo considero un elemento fundamental de la construcción de una democracia de masas -y no solo de un parlamentarismo funcionalmente democrático- era la aceptación de la interrelación positiva entre gestión institucional y movilización social, que controla la gestión de los representantes y pone al día el programa común de la opción vencedora en las elecciones, que como la realidad habrá de ser forzosamente dinámico y no estático.
Hablas también de la construcción de una democracia legítimamente reformista. El concepto reformista es polisémico. Ahora, como sabes, incluso Ciudadanos alardea de él. ¿Qué tipo de democracia reformista fue aquella democracia reformista?
La polisemia se resuelve en los hechos. Tendríamos que entrar en el detalles de la historia de la segunda república. Por el momento solo apuntaré que en ella se suceden dos proyectos de reforma, el primer centrado en el aspecto político, en la construcción de sus sistema democrático; es el del bienio azañista. El segundo el que integra, de manera activa, a los sectores sociales populares en esa construcción, empezando por convertirlos en los primeros defensores de la democracia; es el del frente popular.
Sostienes que el cenit del Frente Popular se alcanzó con Negrín. ¿Y por qué en esos momentos?
Esta quizás sería una pregunta para el detalle. Sin perder de vista que cenit significa el punto más alto, pero también el momento anterior al ocaso.
De acuerdo, para más adelante. Hablas, y hablas muy bien, de la obra del historiador Ángel Viñas. ¿Qué representa su obra para ti? ¿Dónde reside su importancia?
Viñas, que había hecho ya un par de aportaciones imprescindibles, sobre la cuestión de la financiación de la guerra y el pago de los suministros soviéticos y la participación alemana a favor de Franco, convulsionó el escenario historiográfico sobre la República y la guerra , en el que poco a poco se iba imponiendo un revisionismo liberal, con su trilogía publicada por Crítica. Pero además se convirtió en un «activista» de la vindicación de la República, también durante la guerra, y repartió juego a una nueva, o no tan nueva, generación de historiadores. Un ejemplo fue el volumen que promovió y dirigió, «En el combate de la historia» para hacer frente a la imagen que de aquel período y del franquismo se dio en el diccionario de la Academia de la historia, presidida y dirigido por Gonzalo Anes. Fue como una patada a seguir, que nos movilizó a unos cuantos; entre ellos a mí, que venía trabajando en aspectos concretos -las patrullas de control y la violencia de retaguardia- pero que me decidí a intentar una historia general, primero de la guerra en Cataluña y ahora, de manera muy sintética esto último, al frente popular.
Si me permites, te pregunto ahora con más detalle por cada uno de los seis capítulos que forman el libro.
Cuando quieras. Poco a poco si no te importa,
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes