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Oaxaca, México

Temen oaxaqueñas que «mientras esté Ulises en el poder estaremos en peligro»

Fuentes: La Jornada

Mujeres narran sus experiencias en las movilizaciones sociales en la entidad

«Si no tenemos un lugar donde se pueda vivir con dignidad y justicia, no podremos vivir en ningún lado», asegura Leyla, una de las participantes en diversas movilizaciones en Oaxaca.

 

El documento Voces de la valentía en Oaxaca, elaborado por organizaciones sociales, entre ellas la Liga Mexicana de Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh), recopila los testimonios de cientos de mujeres que han formado parte de la movilización desde distintas trincheras; en él, ellas narran cómo han sufrido su participación social con hostigamientos, amenazas y agresiones a manos de policías y grupos paramilitares.

 

«Que nos van a violar, que van a matar a nuestros hijos, que van a robar nuestras casas. Van varios meses que vivimos con el temor, a salto de mata, pensando lo peor (…). Las agresiones contra las mujeres son específicas, nos meten miedo para que nos salgamos de esto», afirma Patricia, sindicalista e integrante de la Coordinadora de Mujeres de Oaxaca Primero de Mayo (Como).

 

«Les digo a mis compañeras: hay que estar fuertes, aunque luego en las noches volvamos a tener mucho miedo, que muchas veces no compartimos con las demás porque ellas ya tienen sus propios temores. Creo que el miedo es el mismo, como si fuéramos una sola mujer», continúa el relato de Patricia.

 

La sindicalista asevera que a partir del primero de agosto, cuando cientos de mujeres emprendieron la llamada marcha de las cacerolas, «la vida nos cambió. Muchas vinieron a instalarse en Radio Cacerola y Tv APPO. Dejamos casa, hijos. Transmitimos todo lo que teníamos pendiente de decir y resistimos lo que pudimos.

 

La mujer denuncia que desde la irrupción de la Policía Federal Preventiva en la ciudad, el pasado 29 de octubre, ha sufrido persecuciones y hostigamientos: «También me han mandado mensajes amenazadores y soeces a mi celular que decían, de manera grosera, que los policías nos iban a violar a las mujeres que andamos en esto. Con todo esto tuve que enviar a mis hijos fuera de Oaxaca, no los he visto desde hace más de un mes; eso es doloroso».

 

Patricia continúa: «Nuestra vida ha cambiado mucho; no estamos tranquilamente viendo (tele)novelas, estamos con el miedo a cada rato. Nuestra vida es otra y no sabemos en qué va a parar, con todas las cosas que están pasando, la verdad que me da mucho coraje (…). Tenemos que estar fuertes para lo que venga, que yo creo que va a ser feo porque el gobierno no soporta que se le haya cuestionado. Mientras esté Ulises (Ruiz Ortiz) en el poder estamos en peligro».

 

«Encañonada como criminal»

 

La maestra María del Rosario, quien fue golpeada y amenazada durante el intento de desalojo del 14 de junio de los integrantes de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, relata: «Los policías entraron a mi cuarto, me encañonaron y me gritaron groserías. Me llevaron a la sala del hotel, encañonada como criminal».

 

«Soy una de las víctimas de los diferentes gobiernos que ha tenido Oaxaca, donde las injusticias se ven a todas luces. En 1987, mi esposo, el profesor Enrique Andrés Velasco, fue asesinado por un grupo vinculado al gobierno. Me quedé viuda con cuatro hijos menores de edad, sin dinero ni pensión alguna».

 

La profesora señala que tras el trancurso de los días y los acontecimientos, el miedo «ya no tiene sentido», sino que sólo se ha transformado en un recuerdo que hiere.

 

Marisela, ama de casa de 48 años, cuenta que fue acosada sexualmente por varios policías federales cuando atravesaba por una de las calles cercanas al zócalo de la capital oaxaqueña: «Fui al Seguro Social, pero como ya no alcancé cita, aproveché para ir al centro a comprar mi medicamento (…). Allí estaban estos señores (los agentes federales). No es justo, uno me paró y me dijo: ‘voy a revisarla’, le conteste qué me iba a revisar y le tendí la mano diciendo que no traía nada. El me dijo: ‘no, es que la vamos a revisar porque puede traer charpe (resortera) y canicas'».

 

La mujer continúa: «Cuando sentí ya me jaló y me empezó a tentonear y a jalar, y se me acercaron otros dos. No sabía qué hacer. Cuando sentí me estrechó, me acercó la boca a la cara, me iba a besar; me dio asco; me empezó a tocar los senos y me apretó los glúteos y mi vagina (sic) con la mano. Me decían: ‘mamacita linda, te ves apetitosa'». Y la burla siguió: «después me soltaron y comenzaron a reír; me dijeron que me quejara a derechos humanos, que no les importaba. Me sentí humillada, con ganas de llorar».