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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Toda sociedad genera una forma de vida inherente al orden que la organiza»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. *** Estábamos en esto. Habías dicho: «Pero quiero dejar de lado ahora esta fundamentación biológica de la metafísica de […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.

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Estábamos en esto. Habías dicho: «Pero quiero dejar de lado ahora esta fundamentación biológica de la metafísica de la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, hecha desde las propias ciencias biológicas, para pasar a la política, refiriéndome a tres asuntos».Empecemos por el primero.

Sobre el primero: lo he tratado ya, es el patriarcalismo. En nuestra sociedad se combate decididamente este tipo de comportamiento. Y se castiga con la coacción de la ley y de los tribunales la violencia machista. Podemos discutir si se lo combate con toda la contundencia debida o no. Pero el patriarcalismo, el machismo, es ethos, es costumbre cultural. ¿Consideraremos liberticida, carencia de respeto a la diferencia, la intervención decidida y la punición de este comportamiento?

Toda sociedad genera una forma de vida inherente al orden que la organiza. Siempre. En el capitalismo, este orden es «el del mercado», el del consumo. Este hacer y vivir no es «natural» ni ha existido siempre; surge tras la segunda guerra mundial.

Sabemos que esta civilización nuestra tiene el tiempo contado. Su fundamento es el uso masivo de combustibles fósiles. Y estos se agotan. Treinta años, cuarenta…

Hay diferentes predicciones pero se entiende lo que señalas.

Toda alternativa de sociedad deberá controlar en comunidad la generación y distribución de la energía disponible. Energía, por fuerza, renovable, cuyo poder energético es infinitamente inferior a la fósil. Esto exigirá -en el caso deseable de que seamos capaces de articular proyectos sociales democráticos- que cada individuo tenga racionado obligatoriamente el acceso a la energía, tenga limitado obligatoriamente el consumo, sus opciones de viajar, etc. Que la prioridad esté dirigida al consumo público, etc. Habrá que elaborar nuevas formas de vida, nuevas formas sobrias de consumo, de accesos a los recursos naturales, nuevo ethos. Limitar el consumo, por imperativo para preservar la igualdad, ¿es esto aplastamiento del individuo?

En mi opinión no. En absoluto. Todo lo contrario más bien.

Por otro lado, sin embargo, en ese caso, habrá mucho tiempo libre, a disposición de los individuos, dado que la actividad productiva deberá ser muy restringida por la limitación de uso de energía y de materias primas. ¿Será considerada una imposición la disposición de tiempo personal libre?

Has apuntado el segundo. El tercero.

Un último asunto más, para terminar. ¿Consideraremos derecho a la libertad y a la diferencia la posesión material de recursos, de capital, que posibilita la explotación de los demás seres humanos, una posesión de capital que es imposible sin la explotación de fuerza de trabajo asalariada?

Desigualdad no es diferencia; ni igualdad es homogeneidad. Y en lo que hace a los demo republicanos, luchamos desde siempre por instaurar un ethos igualitario, donde cada sujeto pueda ser reconocido como igual al otro y pueda tener igual derecho a autoelegirse en sus diferentes capacidades y en sus expectativas auto desarrolladas. Toda injusticia, toda desigualdad todo atentado contra la libertad, está en el ethos. El ser humano, por naturaleza, onto antropológicamente, ni es liberticida ni tampoco es libre y moral, tal como afirma el individualismo ontológico trascendental, que, por esta consideración misma, se puede permitir desechar la reflexión sobre el ethos, dado que no considera que la cultura material de vida forme, construya la individualidad. Podemos leer a Rousseau, que nos recuerda que cuanta más diferencia haya entre las costumbres -el ethos- y la ley republicanas, por un lado, y el ethos que desarrollan los individuos particulares, por otro, más violencia deberá usarse para imponer la república. Y que la volonté general debe imponer su cumplimiento obligando a los individuos a ser libres -igualmente libres-. La reflexión de Rousseau sobre la necesaria organicidad de ethos y nomos, y sobre las consecuencias de su divergencia es un primer caso de reflexión sobre la necesidad de una hegemonía cultural del ethos republicano como condición para la constitución de un orden nuevo res publicano. Está en el capítulo primero del libro tercero de El contrato social. Me he permitido ir al libro para documentar la cita: «ahora bien, cuanto menos se relacionen las voluntades particulares con la voluntad general, es decir, con las costumbres [republicanas] y la ley [republicana], más debe aumentar la fuerza represiva».

Hegemonía cultural es noción política fuerte, que ha sido muy elaborada, como sabemos por Antonio Gramsci.

Central sin duda por lo que decís los gramscianos documentados. Paco Fernández Buey, como sabes, escribió mucho esta noción que tú llamas polítia fuerte.

Esta categoría solo adquiere sentido cuando se parte de la antropología ontológica de la prioridad de la comunidad sobre el individuo y de la plasticidad del individuo cuya auto constitución como sujeto es consecuencia de un ethos, de unas «costumbres». Y de la organicidad entre orden político y ethos , entre sociedad política y sociedad civil. Una reflexión que pone el fundamento del Estado en el ethos o cultura antropológica organizada.

Vuelvo a Rousseau; precisamente poco antes de la cita que he incluido, al final del libro segundo, Rousseau escribe que las leyes más importantes para la preservación de una república son las costumbres, los usos, y la opinión. Estas nociones, que no se inspiran en un individualismo trascendental, sino en la plasticidad humana, en la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, y en la subsiguiente necesidad de que haya un ethos res publicano para que exista una res publica son las propias del auténtico republicanismo. No otra cosa escribe Montesquieu cuando explica que libertad es cumplir con la ley republicana. Esta es la tradición aristotélica. La continuada por estos autores, por Hegel, por Marx y el hegelo marxismo. En esta tradición es condición de posibilidad de la existencia de una república la creación de un ethos republicano. Si queremos una res publica, deberemos luchar por cambiar el actual ethos, desde el cual no es posible una res publica

Hablas también, con esto finalizado las preguntas de hoy, de la necesidad de elaborar en común un proyecto de vida buena. ¿Vida buena? ¿Y qué era eso para ellos?

Toda sociedad está gobernada por un saber vivir hegemónico que impone -«inspira», «orienta»- un vivir. Ese vivir mayoritariamente elegido y seguido, que es cultural e histórico, que no es innato, que no está determinado por una Razón trascendental universal, es, para quienes lo siguen, un modelo de vida buena.

Es el liberalismo -antes, también la corriente mayoritaria de la Ilustración, los filósofos economistas, los fisiócratas- el pensamiento que ha tratado de naturalizar la opción de ethos que es orgánica a los intereses del capitalismo. Y por ello, ha borrado el carácter histórico, cultural, del vivir, de la «vida privada», y ha borrado de nuestra concepción la noción clásica de Vida Buena, de «eú zen».

Toda sociedad tiene como fundamento, como condición de posibilidad, un ethos determinado y este ethos se sostiene mayoritariamente en la medida en que es considerado por la mayoría de la sociedad como un buen vivir, un modelo de Vida Buena.

Es el ethos, la reflexión sobre el ethos, las costumbres o cultura material de vida, como condición para la creación de una res publica, de un orden nuevo justo, lo que abre a su vez la reflexión sobre la lucha por la hegemonía: por la hegemonía de nuevas costumbres de vida, como condición sin la cual no es posible el nuevo orden público res publicano.

En consecuencia, el republicanismo, al menos el republicanismo clásico y el actual que conscientemente, se relaciona e inspira en aquel, también tiene consciencia de que una república no puede existir sin un ethos orgánico, sin cuya hegemonía cultural no se afianza, no existe una res publica. El ethos, desde luego, deberá surgir, no del talento prescriptivo de una minoría ilustre o ilustrada o selecta o dotada de consciencia exterior, sino de la actividad creativa organizada de la inmensa mayoría organizada en movimiento para constituir un nuevo orden comunitario, una res publica.

Insistes en ello, lo hemos hablado varias veces. Es importante.

Es importante. Este ethos res publicano será el conjunto de comportamientos humanos que posibilitan el desarrollo de una antropología adecuada a la polis y a su sostenimiento como comunidad de sujetos libres e iguales.

Es la comunidad la que produce una cantidad de bienes y de posibilidades de vida inaccesibles a la familia y a la aldea. La vida buena es aquella que permite el acceso a esos bienes: o para decirlo todo, es aquella que organiza la creación de bienes y que los distribuye de forma igualitaria, evitando que unos ciudadanos se conviertan en objeto de explotación y de dominio por parte de otros. La Vida buena es aquel ethos que favorece que todo individuo se sienta concernido en la reproducción de esa sociedad igualitaria. Que se considere un bien ser solidario, y se considere placentero participar en las deliberaciones de la política, actuar en comunidad por el bien de la comunidad. Que se considere que el consumo público -teatro, juegos, espacios públicos, sanidad, enseñanza, actividades comunes, tales como la política, etc- es superior al privado. Y que se condene todo comportamiento insolidario. Que se anime la creatividad humana, pues es la creatividad humana la que genera, la que produce y reproduce la comunidad. Y que se favorezca la búsqueda de la satisfacción personal en el hacer, en la actividad, en el autodesarrollo de la propia capacidad -política, estudio, hacer productivo…- y no en el consumo material privado.

Precisamente para Aristóteles, la felicidad es una sensación inherente a la actividad. El ser humano, ser social activo, carece de una forma preformada, innata, de vivir, e incluso carece de capacidades y facultades innatas, tal como queda claro en las ideas que he resumido de Aristóteles: el acto es anterior a la potencia, nos hacemos citaristas tocando la cítara, etc.

Esa praxis, esa práctica humana (acaso en plural) de la que hablas con tanta insistencia.

El ser humano solo alcanza a constituirse como tal, mediante su actividad: solo mediante la actividad se auto constituye como sujeto. La actividad es elemento imprescindible para su auto creación como subjetividad humana. La actividad es el elemento de cuyo desarrollo depende la sensación, que le es inherente, de felicidad humana. El gran filósofo marxista -hegelo marxista: aristotélico-hegelo-marxista- Georg Lukács, precisamente, insistía mucho en este elemento de la filosofía práxica de Aristóteles: en la correlación entre el modelo de vida feliz y la onto antropología del ser social-práxico. Ser feliz es algo que solo puede alcanzar el individuo activo. Una actividad, adecuada a la polis y a su reproducción, una actividad dentro del ethos, por tanto, una actividad «como se debe», pues la actividad humana es social y requiere de la sociedad. Se requiere poseer, además, unos moderados recursos, no pasar privaciones, y tener salud, pero esas son, tan solo, las condiciones para la felicidad, que surge inherentemente de la actividad en general: praxis y poiesis.

Una distinción, que como recuerdas, Sacristán señalaba en su Advertencia a la Antología de Gramsci.

Lo recuerdo, lo recuedo. La actividad humana es cultural, es siempre social, solo en sociedad se puede desarrollar, dentro de la comunidad social concreta histórica, y de su concreto ethos. Desde luego, un ethos abocado al consumo privado, a la emulación de lujos, etc, es incompatible con un ethos republicano, con el socialismo. Y no produce felicidad, solo insatisfacción e hinchazón de nuevas necesidades de consumo. El tenor de vida del polites es sobrio en consumo material, pero su vida es activa, auto dirigida, auto elegida.

Lo dejamos por el momento. Continuamos en breve querido Joaquín.

Cuando quieras.  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.