Los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, el V Centenario del Descubrimiento de América, la Cumbre Iberoamericana de Madrid, la capitalidad cultural europea de Madrid, la puesta en marcha del Instituto Cervantes. Se conmemoraron los 500 años de la primera gramática castellana de Antonio de Nebrija, del fin de la Reconquista —programa […]
Los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, el V Centenario del Descubrimiento de América, la Cumbre Iberoamericana de Madrid, la capitalidad cultural europea de Madrid, la puesta en marcha del Instituto Cervantes. Se conmemoraron los 500 años de la primera gramática castellana de Antonio de Nebrija, del fin de la Reconquista —programa Al Andalus 92— y de la expulsión de los judíos —Sefarad 92—. Hasta se puso en órbita el primer satélite Hispasat y comenzaron a rodar los trenes AVE de alta velocidad.
Todo esto y aún más aconteció a la vez en todas partes en la España de 1992, un año especialmente prolífico y prolijo con el que nuestro país culminó la remontada de los años ochenta, vivió un punto de inflexión y reivindicó un lugar en el mundo que había perdido casi un siglo antes con el desastroso 1898, seguido por la guerra civil y las décadas interminables de dictadura franquista. 1992 fue, en definitiva, el año, aunque todo venía de antes.
«Todo empezó antes incluso de la llegada del PSOE al Gobierno, ya que cuando Tejero está dando el intento de golpe de Estado en 1981 se empieza a pensar en que va a haber que celebrar en 1992 el V Centenario del descubrimiento de América, para lo que se crea una pequeña comisión y se hace algún nombramiento. Así empezó todo, muy poco a poco, para pensar en qué se puede hacer de cara a 1992″, explica a infoLibre el doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid Julio Sanz López, autor a su vez de un ensayo titulado precisa y muy adecuadamente 1992: El año de España en el mundo (Sílex Ediciones). «Y hay que tener en cuenta cómo está el país en aquel momento, porque Franco acababa de morir hacía seis años y ya se está preparando una gran operación para 1992 que se fue desarrollando mientras había tantísimos cambios en el país», apostilla, recordando por ejemplo que por entonces se estaba desarrollando el Estado de las Autonomías, mientras que en el plano internacional el país también ha cambiado económicamente al pasar de recibir dinero de otros países a dar cooperación internacional por ejemplo a muchos países de América Latina.
De esta manera, recordando el contexto y sin escatimar en documentación, el historiador y docente analiza en este libro, adaptado para todos los públicos a partir de una tesis doctoral, uno de los momentos más relevantes de la historia reciente de España. Tras un minucioso trabajo de investigación, Sanz traza así un ameno y completo recorrido por aquella fecha mágica en el recuerdo de tantos en la que España se volvió a presentar ante el mundo a través de un conjunto de grandes eventos internacionales, con la intención última de mostrar los cambios que había experimentado desde la muerte de Franco, así como de consolidarse internacionalmente tras su entrada en la Comunidad Económica Europea y su permanencia en la OTAN. Para el autor, «fueron los años dorados de la diplomacia española«, así como una «muestra de confianza de muchos organismos internacionales» que también se arriesgaron, por lo que España sencillamente no podía fallar.
Por eso, traza Sanz un paralelismo entre la «contrariedad» y el «pesimismo» del año 1898 con la pérdida de Cuba y Filipinas, cuando España «deja de importar a nivel internacional», y este 1992 de regreso por todo lo alto. «Son cien años hasta que regresa con un papel que le corresponde», señala, destacando a su vez que además de esa mirada al exterior, también tuvo mucha importancia hacia el interior como un «empujón de autoestima nacional para todos los españoles» después de la intentona que se hizo con el Mundial de Fútbol de 1982, que «fue un poco desastre» y dio una «imagen mala del país por ser demasiado anticipado celebrarlo cuando no había todavía cambiado tanto». «Por eso, 1992 se utilizó también como una operación de autoestima nacional para que los españoles se dieran cuenta de lo que eran capaces de hacer, porque había mucho escepticismo tanto fuera como dentro. Pero fueron capaces de hacer todos estos eventos, que fueron muchos y a la vez», remarca.
Multitud de acontecimientos que se resumen, con el paso de los años, en las anécdotas y las imágenes impactantes como el encendido del pebetero de los Juegos Olímpicos. Como las mascotas Cobi y Curro. O como la imagen del rey Juan Carlos I en el palco del Estadio Olímpico rodeado por todos los Jefes de Estado. Hubo mucho más, pero en la memoria colectiva de la mayoría no hay tantos recuerdos por todos compartidos. Y lo cierto es que ahí hubo una «operación en doble sentido» en la que el Estado necesitaba el papel de la monarquía, porque en América Latina el rey Juan Carlos «tenía mucho prestigio», al mismo tiempo que la monarquía necesitaba estos eventos para presentarse ante un país que había vuelto a la monarquía. Y necesitaba, en palabras de Sanz, «poner de manifiesto su gran papel a nivel internacional». Por eso, otra de las imágenes icónicas es la del entonces príncipe Felipe como abanderado de la delegación de deportistas española.
Otro de los puntos álgidos de 1992, que ha quedado igualmente opacado con el paso de los lustros, fue la celebración en Madrid de la segunda Cumbre Iberoamericana, con presencia de líderes políticos de América Latina como Fidel Castro, Carlos Menem o Carlos Salinas de Gortari. «Aquel 25 de julio de 1992, todos los líderes de Iberoamérica celebran la cumbre, inauguran la Casa de América en Cibeles, se van a los Juegos Olímpicos y a la Expo de Sevilla. Hacen un tour completo para conocer una España totalmente nueva», destaca el historiador, poniendo así en valor la efectiva operación de márketing que se produjo durante aquellos días. en los que la principal preocupación, igual que antes y también después, era el terrorismo.
«ETA fue, sin duda, el mayor problema y riesgo que hubo durante todos esos años y sobre todo para los eventos internacionales», destaca Sanz, añadiendo: «Al igual que España quiere tener el foco, ETA lógicamente tiene el trabajo hecho si hace un atentado en el momento en el que está todo el mundo mirando. También por eso, no es ninguna casualidad que en 1992 se desarticulara la cúpula de ETA en una operación antiterrorista antes de todos estos eventos, Aunque sí que llegaron a atentar y enviaron una carta bomba a una oficina de la Expo de Sevilla y una trabajadora perdió una mano. No llegaron a tener un impacto importante, pero sí fue el mayor riesgo y todos los responsables estuvieron preocupados por el terrorismo de ETA, aparte de otros grupos de menor importante como Terra Lliure».
Pero ETA no logró hacerse notar, todo se sacó adelante con mayor o menor éxito y tan solo se produjeron unos pocos fallos importantes como el incendio de varios pabellones de la Expo antes de empezar o el naufragio de la réplica de la nao Victoria con la mascota Curro dentro. Peor fue la aparición de una corrupción política que aprovechó aquellas fechas para «dar grandes pelotazos urbanísticos«. Y es que, tal y como plantea, Sanz, aquel fue un momento de confluencia en el que «todo el mundo aprovechó la ocasión: ETA para intentar atentar, España para colocarse a nivel internacional y los corruptos para llevarse dinero por las obras urbanísticas». «Todo el mundo vio la ocasión perfecta para algo en 1992«, apostilla.
«La resaca fue importante porque la fiesta había sido muy grande y coincidió con la crisis económica de 1993″, apunta el historiador, quien recuerda los problemas para arrancar el Instituto Cervantes por falta de fondos o el abandono de la isla de La Cartuja tras la Expo. «La resaca estuvo a la altura de la fiesta», por tanto, alentando las dudas sobre la influencia de tanto gasto durante la crisis que llegó después, aunque no fuera exclusivamente española: «Pero lógicamente influye, porque, además, en estos acontecimientos los presupuestos siempre son subestimados y todo el mundo sabe que se va a gastar mucho más de lo que se está previendo. Es muy difícil calcular cuanto dinero se gastó para todo, pero lo importante es que se dio en el contexto en el que se tenía que dar. Ese derroche está justificado porque en ese contexto España lo necesitaba a nivel internacional», termina.