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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Todo lo que en la historia se ha hecho ‘grande’ ha comenzado por unos pequeños pasos»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán, ex profesor de Historia, es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.  Te pregunto por estos jóvenes a los que aludías en la anterior entrevista. ¿No son los que han […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán, ex profesor de Historia, es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. 

Te pregunto por estos jóvenes a los que aludías en la anterior entrevista. ¿No son los que han irrumpido en el ágora política, institucional o no, en los últimos años? Te cito algunos nombres: Garzón, Iglesias, Colau, Domènech, Pisarello, Asens,.. Todos son jóvenes. 

Son cuarentones, cuarentones muy largos, alguno de ellos, pero en ropa de una generación o dos posteriores a la suya. Son más jóvenes que nosotros dos, eso sí.

De acuerdo, sin duda. Pero algunos de los citados no son cuarentones y, menos aún, cuarentones muy largos. 

Ya nos entendemos. Siempre objeté que se considerase al Lukács que escribe Historia y consciencia de clase, el «joven Lukács»: la obra es de 1919 y él había nacido en 1885. Estaba en la mitad de la vida, según Dante -ojo, no Dante Albano Fachín-

Se mueven según la concepción política de la representación liberal, adobada con la pretensión de tener asambleas de electores. Dejo de lado la parte declarativa nueva de los dirigentes de Unidos Podemos -sobre todo, las últimas de Garzón-, por entero distintas a lo que se cuece aquí, en Cataluña, siempre todo más discretamente silente y más vinculado al espíritu del Observatori DESC, centro con pretensión de think tank liberal progresista, creado y animado -ahora presidido- por Jordi Borja. Ojalá cuajen en realidades esas declaraciones que desean convertir a Unidos Podemos en lo que se reconoce que no es, un movimiento sociopolítico.

El modelo en obra es como el de la Inicitiva per Catalunya inicial, el impulsado por Saura y Guillot, etc. justo al comienzo, cuando los encuentros en la primera fase de las diversas fuerzas políticas que se coaligaban. Fase constitutiva, y que comenzó con la creación de asambleas de electores y de comisiones abiertas a los electores, para definir lo que se iba a aprobar como programa institucional -recuerdo una asamblea, de «intelectuales», en la que participaban Nuria Pompeia y Laura Tremosa, verdaderamente desopilantes en sus comentarios por lo bajo, pero que no por eso dejaban de estar a la maniobra…-; esa es siempre la primera fase. Luego, tras el lanzamiento, las asambleas son el envase vacío de la fase de ignición, y se desprenden: después de todo, no hay nada que hacer en ellas… una vez se ha escrito la carta a los reyes magos, la gente se aburre… bueno, es lo que estamos viendo ahora una nueva vez. Es el mismo ADN, perdón, el mismo modelo organizativo, el mismo tran tran: nosotros en las instituciones, vosotros en el voto. Esto, lo de ICV, claro, solo a los de nuestra edad les puede recordar algo.

Por eso me reafirmo: mi tarea es ayudar a traspasar el legado intelectual de la izquierda a aquella parte de la generación joven que considere que la política no es simple acción institucional, de forma que puedan elaborar su propia interpretación a partir de su nueva experiencia.

Un sujeto, así señalas en el libro, que no es creación nuestras, que es autocreación de los subalternos activados. Por otra parte afirmas: una creatividad, la actividad, la praxis social humana, que nosotros queremos ayudar organizar y a poner en obra para producir a la vez un sujeto soberano activo. ¿No hay aquí una cierta contradicción? Primero autocreación; luego intervención externa de unos ciudadanos con buena voluntad que quieren poner en obra ese sujeto.

Pretendo decir que un sujeto social, que es intersubjetividad activa, voluntaria, en acto, no puede ser diseñado por nadie a priori, o según su saber. Y que «nosotros», cada uno de los diversos «nosotros» que existen, se incorporan al proceso en el mismo grado de participación intersubjetiva que todos los demás, aportando lo que poseemos, cuya valoración y recepción dependerá de todos los nosotros organizados.

Un sujeto social solo puede ser autocreado por las voluntades que se incorporen a él, que lo generen con su hacer organizado, deliberado entre todos. Hacer organizado y deliberación que son ambas procesos que se retroalimentan en el tiempo: la auto creación en común es proceso largo, paciente, es proceso de razón práctica, no de razón teórica; es proceso de prudencia-consciencia, no de ciencia-episteme. Sí creo haber insistido en que un movimiento así no es un instrumento para alcanzar otros objetivos. Autocreación indica activación de los ciudadanos, no es creación de algo y luego intento de intervenir externamente mediante ese instrumento. Quizá lo que hemos hablado sobre «Wirklichkeit» aclare lo que pretendo decir. Es el nuevo sujeto en creación el que genera la nueva hegemonía cultural, porque sin creación de a poco de esa cultura, no se auto constituye como sujeto. No existe un sujeto social que una vez creado intente generar una hegemonía, un ethos, en plan causa efecto. Ni un nosotros institucional constituido que, una vez así formado, pueda proponer la creación del sujeto social o, si este existe, pueda proponerse dirigirlo.

Hay un momento en que no existe sujeto; y poco a poco, a veces, comienza a haber actividad concreta en los mundos cotidianos, que fragua en grupos estables de gentes que buscan interrelacionarse; a veces lo logran; otros los imitan; unos llevan tal saber experiencial, otros, otro; entre todos generan comunidades de acción y de vida, ethos cotidiano nuevo; comparten principios; sienten como catastrófico el nuevo mundo que, sin embargo, el «banco mundial» de su época valoraba como mil veces mejor que el del pasado. Lo mismo hace ahora: más de 4000 campesinos indios se suicidan, cada año -y entre 1995 y 2011 casi 400.000- desde que en 1985 el Banco Mundial impuso la política de sustitución de semillas por las transgénicas y los sometió a un endeudamiento y ruina a plazo fijo; pero el Banco Mundial dice que son unos equivocados, que nunca han vivido como ahora-; algunos aportan tradiciones intelectuales varias, metodistas, evangélicas, de las «viejas libertades inglesas», jacobinas… La formación de la clase obrera en Inglaterra. Una vez comienza a producirse la génesis de lo nuevo, porque aquí y allí, las experiencias y las voluntades de las personas les inducen a protagonizar su actividad y a moverla en tal sentido, cada cual se incorpora con el saber que tiene. Saber que sirve en la medida en que los otros lo aceptan como válido, esta aceptación compartida de lo que se va creando, de las nuevas costumbres, a las que se suman más gentes para proseguir creando praxis nueva con su actividad, eso, es la hegemonía. Se trata del mismo quehacer visto como objetualidad, como proceso objetivo de un movimiento objetivo y a la vez, como actividad, como generación de auto actividad de intersubjetividades que se unen y como resultado de ello, son capaces de generarla. A tener en cuenta que cualquier ciudadano que se incorpora a un proceso de interacción práctica, no solo genera nueva actividad antes imposible en aislamiento, sino que él se autogenera, genera en sí nuevas capacidades, nuevas necesidades. Cambia su propia antropología… 

Ya no es el mismo 

No, no lo es. 

Ha sufrido un proceso de conversión. 

Como quieras decirlo. Referido a lo que acarrea el proceso de incorporación a la actividad intersubjetiva, Hegel escribe en Fenomenología del Espíritu que «el individuo no puede saber lo que él es antes de haberse llevado a la realidad efectiva [la Wirklichkeit de marras] por medio de la actividad…» «más justamente por eso tiene que empezar inmediatamente cualesquiera que sean las circunstancias, a avanzar hacia la actividad, sin darle más vueltas al comienzo, el medio y el final». Esto está citado en mi libro. Por tanto, cuando me refería a los ciudadanos, a los individuos que se incorporan al proceso de intersubjetividad activa, trataba de analizarlo, de explicarlo, desde el microfundamento, desde la integración de cada individuo que constituye, que es, coparte del proceso, desde la incorporación a ese proceso a partir de su vida cotidiana, integración interna, a, ejecutada en, desde, su vivir cotidiano. Un proceso de actividad que surge de la intersubjetividad, que es interactividad, y que se basa en un organizarse voluntario de personas que, al hacerlo, se cambian y generan capacidades antes inexistentes, es un proceso interactivo que no solo no puede ser previsto sino que además, depende inmediatamente de la actividad que emerge de cada uno de sus miembros.

Esto es lo que quería decir.

Te has explicado. Una afirmación tuya de los últimos compases de este apartado que comentamos: «Nada podemos vaticinar sobre el futuro». ¿Puedo hacerte un vaticinio para demostrarse que sí podemos decir algo sobre el futuro? Helo aquí: si seguimos produciendo, distribuyendo y consumiendo de la forma en que lo hacemos en los países desarrollados, la suerte está echada, y en menos de un siglo la relación de nuestra especie con la Naturaleza puede ubicarse en el listón más bajo con grandes peligros para la continuidad de la Humanidad tal como la concebimos actualmente.

Sí, ese tipo de afirmación que se basa en la precisión de unas condiciones de validez de una afirmación, es posible y es válida. Pero el ser humano es historicidad. No podemos saber lo que vamos a hacer surgir de nosotros, como actividad, como consecuencia de nuestras decisiones. Si haremos caso de esas informaciones. Unas decisiones no cognoscibles, no por nuestro número masivo, sino porque están por ser decididas, conforme a nuevas formas de hacer ahora también inexistentes. ¿Seremos capaces de crear una alternativa al problema que tú planteas? Que no se vea ahora intentos por generar una alternativa no quiere decir que no vayan a aparecer, por obra nuestra. Ni sabemos qué elementos mínimos actuales, quizá, puedan ser fermento de algo mayor, y nuevo. Lo mínimo actual es, por su falta de entidad, despreciable. Sin embargo, todo lo que en la historia se ha hecho «grande» ha comenzado por unos pequeños pasos, unos grupos activos, grupos de razón práctica, no grupos de teóricos -grupos de «microbios», no grupos de científicos con microscopio que los estudian, valga el ejemplo para evitar equívocos-…¿Cuáles? Pues no se puede saber a priori. Este es el tipo de ejemplo posible: vago. Si pudiésemos precisar más, prescribir más, pronosticar mejor, no seríamos seres históricos.

Sí, pero si me permites, admitiendo nuestra historicidad, sin perder ese norte de nuestra brújula, ¿no podría ser que llegáramos tarde, que cuando esos microbios a los que aludes tuvieran una mayor dimensión la suerte podría estar echada y a lo máximo que podríamos aspirar es a salvar un poco los muebles? Todo lo deseable, por urgente y necesario que sea, no se puede alcanzar siempre y en cualesquiera circunstancias. 

 Sí, es así. La historicidad implica eso: no hay teodicea de salvación. Se hunde el imperio Romano. La Guerra de los Treinta años, extermina a una tercera parte de la población de habla alemana, campo de batalla principal de la misma, y produce hambrunas, epidemias y mortandades en todos los países involucrados. Las guerras napoleónicas, la primera y la segunda mundiales…Todo eso es, también, posible. Lo ha sido. Decir que no hay teleología histórica es asumir esa realidad. No hay teleología ni de mano divina ni de parte de un sistema que se auto informa y sabe que tiene que simplificarse, que opera mediante catástrofes parciales y se depura…y salva a la especie…

Hablas también de «una política verdaderamente democrática». ¿Qué es eso? ¿Una política en la que todo se discuta, se delibere y se acuerde entre todos? ¿Puede funcionar, podemos vivir de este modo? ¿Es posible una comunidad regida con esta norma central?

Para no reiterarme quiero partir aquí, implícitamente, de lo que hemos hablado sobre la democracia como democratización, como proceso: Como democratización del vivir cotidiano, de la vida cotidiana también: fundamentalmente, de ella, del ethos que la informa, que le da forma. Además de sobre la creación de las leyes, claro. El mundo de vida actual, las relaciones sociales que regimentan la actividad microfundamentadora de la sociedad, que ordenan los procesos de actividad en las empresas, en los grupos de actividad, en las instituciones que organizan interacción: todas esas actividades están regimentadas conforme a relaciones sociales que dan el poder de decisión, de dominio, y dan el acceso a los resultados de la actividad, a las riqueza por ellas producida cuando se trata de centros de trabajo, a una minoría, al capital, a la burguesía, en ese caso. Nadie piensa que eso implique que la minoría esté constantemente ejerciendo el esfuerzo ímprobo de estar sometiendo a cada instante, a la mayoría que esté realizando actos organizados, previa reunión deliberatoria de los capitalistas, con el fin de saber cómo someter a los explotados, a los subalternos. Eso no es así, el orden de explotación de clase está entrañado en las normas , en las costumbres con las que actuamos, gracias a las cuales hacemos, vivimos: está en el ethos, en la vida cotidiana y sus usos y costumbres. Aparentemente, sólo se nos complica la cosa cuando tratamos de imaginar un orden democrático. ¿Vamos a pretender sustituir, a suprimir, el hacer cotidiano, el ethos, las costumbres de vida, y vamos a intentar poner en su lugar acciones asamblearias deliberativas constantes? ¿Vamos a doblar el hacer cotidiano con el «pluriempleo» de unas asambleas democráticas perpetuas? La democratización del vivir, la democracia, exige deliberación, pero luego exige acción en común conforme a lo deliberado. Y si esa acción tiene éxito, se impone un hacer que se cotidianiza, y que es simétrico, entre iguales, que reparte el trabajo, la actividad de forma igualitaria, que dota a cada cual de control sobre la actividad común mediante uso y costumbre automatizados. Un hacer concretado en nuevos hábitos y costumbres nuevas, en vida cotidiana nueva, en ethos nuevo, conocido, interiorizado y puesto en obra por cada individuo.

Se impone alguna ilustración. Te pregunto ahora sobre ella. 

 Cuando quieras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.