Recomiendo:
0

«Tombeau» para José Luís Perez de Arteaga

Fuentes: Rebelión

Hoy hace una semana de su prematura desaparición y aún no me he podido hacer a la idea porque realmente estoy muy afectado. Las personas que lean esta carta, ya que usted por desgracia no podrá hacerlo, espero que se sientan reconfortadas para vivir y padecer el vacío que nos deja. Desde el mismo inicio […]

Hoy hace una semana de su prematura desaparición y aún no me he podido hacer a la idea porque realmente estoy muy afectado. Las personas que lean esta carta, ya que usted por desgracia no podrá hacerlo, espero que se sientan reconfortadas para vivir y padecer el vacío que nos deja.

Desde el mismo inicio de su programa, me convertí en un seguidor fiel y los fines de semana, de forma rutinaria, se organizaban de un modo u otro entorno a los contenidos que usted nos iba ofreciendo. Primero era oyéndolos en la versión de 4 a 19h de sábados y domingos, más tarde en las repeticiones nocturnas, y desde unos años hasta hoy en los podcast que están en la página web del programa.

Desde hace tiempo atrás, empecé el ejercicio de visitar los más antiguos programas que en la actual página web empiezan en «Mahler intérprete e interpretado» y se van continuando hasta nuestros días. Faltan joyas antiguas como la larga serie sobre la música de Petersson, la de las pianolas Welte-Mignon donde Wanda Landowska tocaba música romántica o la entrañable serie «20 años sin Pau Casals».

Pese a estas joyas «perdidas», revisitar la página comporta un inmenso placer no solo por la música que usted nos ofrecía y nos preparaba con mimo, sino también por sus comentarios cuidadosos, documentados, críticos, y por encima de todo muy sabios.

Revisitando retrógradamente los programas hasta el día de su muerte había llegado hasta el del día 2 de julio de 2011 donde usted disertaba sobre un personaje fundamental para los amantes de la música de Wagner, la del director y compositor Mottl.

Espero que la página no desaparezca, y así pueda seguir oyendo una y otra vez estas músicas y estos comentarios que me permitieron durante más de tres décadas no solo organizar mis fines de semana, sino también descubrir compositores, directores, orquestas, solistas y todo tipo de formas musicales que usted nos presentaba como un océano inacabable.

Este sábado pasado, hacia un tiempo frío en Barcelona, mucha lluvia y mucho viento y cuando puse a las 16 horas Radio Clásica, me puse a llorar oyendo la primera sinfonía de Mahler, los «Kindertotenlieder» cantados por la probablemente la mejor contralto de todos los tiempos, Kathleen Ferrier, y luego la segunda sinfonía de su compositor dilecto al que usted dedicó tantas y tantas horas.

Me armé con unos auriculares, cogí la radio y salí a pasear. Mejor enfrentarse a la lluvia fría y a un viento acerado que a la muerte de alguien que ha formado parte de mi familia durante buena parte de mi vida. Escucharlo así, me dio una inmensa paz aun cuando sigo negando en mi interior que usted se nos haya marchado. Le estoy eternamente reconocido por haber aguantado hasta el final.

En los días que vengan, espero que me pueda concentrar en escuchar con calma los últimos programas y volverme hacer a la idea de todo lo que allí fue dicho, y poderlo introyectar como parte de mi propia memoria. Luego, volveré a escuchar retrógradamente los programas hasta llegar al presente.

Me habría hecho gracia si me permite la pequeña broma que algún día me hubiera examinado de «el mundo de la fonografía». Seguramente se quedaría sorprendido hasta qué punto un maestro puede influenciar a personas deseosas de conocer. No sé si merecería aprobar en «mundo-de- la- fonografía-logía» pero pienso que sí.

También me pregunto dolorido quien nos presentará ahora las retrasmisiones de Bayreuth porque sus comentarios eran impagables. Podría citar decenas y decenas de anécdotas a cual más divertida, entre las que destaco -para poner una nota de humor- aquel desgraciado verano donde un tenor supuestamente wagneriano que hacía de Sigfrido mereció de usted un «fulanito no canta… profiere».

Como en el caso de Couperin o de tantos otros músicos, he pensado que la mejor forma de homenaje era dedicarle esta carta de agradecimiento por lo que usted ha sido y hecho. Deploración, y luto, pero a sabiendas que lo físico, lo material, la obra hecha, siguen ahí.

Antes de acabar este «tombeau» y recordando la música funeraria tan corriente en la cultura occidental, por un momento me detengo en los programas de finales de abril y principios de mayo de 2011, donde usted nos disertó una hermosísima clase sobre Kabalevsky, Shostakovich y Katchaturian. Aquel día nos ofreció si no recuerdo mal, la tercera sinfonía coral de Kabalevsky escrita en honor a un personaje que llevaba una barba calcada a la suya.

Este personaje escribió en un libro citando a un poeta, que «es necesario soñar». Un sueño que siempre he tenido, era poder haberlo conocido. Pero ya que no es posible, emito una propuesta que probablemente sea otro sueño irrealizable, que vendría a ser que, todos los «mundo-de-la-fonografía-lologos» y los «mundo-de-la- fonografía-lófilos», nos encontráramos algún día en esto que ahora se denomina «una quedada» para compartir aquello que Schiller dejo escrito: Lo que está destinado a vivir eternamente en los cantos, debe, antes, perecer en la existencia. Me gustaría que sus compañeros de Radio Clásica evaluaran la posibilidad de realización de este sueño.

Descanse en paz.

Afectuosamente, para toda su familia y compañeros de Radio Clásica.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.