A lo peor estamos asistiendo a un viejo juego, hoy remozado, donde nos entregan alternativamente una carga de cal y otra de arena tan desproporcionadas y tan contaminadas que no llegamos a obtener el mortero. Mucha cal y poca arena.
El refrán alude a la alternancia de cosas diversas o contrarias que se ofrecen para contemporizar. En el caso de España y su implicación en las guerras de Ucrania y de Palestina, no sólo hay que identificar lo que nos dan como cal y como arena, (por si queremos y nos dejan tener claros los componentes de cada conflicto), sino la proporción de la mezcla, no vaya a ser que nos estén construyendo un castillo… de arena que no aguanta la subida de la marea. En este momento, España se encuentra en dos tesituras complejas que se influyen mutuamente para crear un escenario general conflictivo, animado por el imperialismo y su otánico brazo armado, que el Gobierno Sánchez está “gestionando” dificultosamente y no con la deseable transparencia y coherencia.
Por un lado, España entregará armamento a Ucrania por 1.129 millones de euros. Al mismo tiempo, reconoce el estado de Palestina.
Los mil millones son una cifra sin precedentes en la ayuda militar española a Ucrania o a cualquier otro país, y van acompañados por un acuerdo bilateral de seguridad que incluye suministros de una panoplia de equipos militares, que van desde misiles Patriot a carros de combate Leopard, así como una amplia gama de productos made in Spain. A diferencia de lo sucedido hasta ahora, la mayor parte del material no saldrá de los arsenales chatarreros de nuestras Fuerzas Armadas, sino que será fabricado ex profeso por la industria de guerra española. Empresas como TRC, Indra, Escribano, Uro, Expal o Instalaza van a hacer un buen negocio.
El material se entrega con manual de uso. España extenderá a otros 400 reclutas el programa de instrucción de combate para militares ucranios, de los que ya ha n sido adiestrados 4.000 bajo la dirección del Toledo Training Coordination Centre (TTCC). Y si se producen accidentes laborales entre los que se entrenan para hacer daño, los heridos serán tratados en el hospital militar de Zaragoza.
La referencia oficial que “informaba” sobre la decisión política inicial se limitaba a señalar que «la situación internacional actual está incursa en un contexto de alta volatilidad, incertidumbre e inestabilidad, por lo que es necesario realizar un refuerzo urgente de las capacidades militares al objeto de incrementar la reserva estratégica disponible». “El objeto del acuerdo marco”, añadía, «es el suministro de diverso material para el refuerzo de capacidades de diversos sistemas de armamento, material, munición y equipamiento militar». El diario ABC denunciaba en su edición del 28 de mayo último que «Sánchez ocultó al Ejército y al Congreso que los mil millones en armamento eran para Ucrania». Entonces, ni una palabra sobre el Gobierno de Kiev o la geopolítica del momento se decía por el ejecutivo.
Por otra parte, el acuerdo bilateral de seguridad entre España y Ucrania supone dar estabilidad y previsibilidad al apoyo militar que España ya viene brindando a Kiev a través de la entrega de armamento, la instrucción de combatientes o la atención de decenas de heridos en el hospital militar de Zaragoza. El pacto compromete a España a prestar a Kiev asistencia militar a medio plazo, suministrarle armamento, colaborar en el adiestramiento de sus tropas y ayudarle a desarrollar su industria de defensa, además de intercambiar información en las áreas de inteligencia y ciberseguridad. Los acuerdos bilaterales suscritos por Kiev con varios países europeos responden al llamamiento que hizo en julio pasado el G-7, el club de los países más ricos del mundo, en compensación por el hecho de que la cumbre de la OTAN en Vilna (Lituania) diese largas a la petición de ingreso de Ucrania. Que quede claro que el G-7 tiene un don de mando y una capacidad de influencia en la toma de decisiones del Gobierno de España que ya los quisiera manejar nuestro Congreso de los Diputados. Por cierto, el Gobierno no consideró oportuno someter el pacto de seguridad bilateral a la ratificación del Congreso, al no haberle dado la categoría legal de tratado internacional. Tampoco estaba claro, como queda dicho, que el destino de este material militar fuese Ucrania, y se llegó a interpretar como un aumento del presupuesto para las Fuerzas Armadas españolas.
Este acuerdo, además, nos ofrece la peligrosa lectura de que nuestro país, aunque de forma implícita, le declara la guerra a la Federación de Rusia, con todas las consecuencias que puedan derivarse en el futuro, nada positivas para la seguridad de nuestra ciudadanía.
Zelenski nos ha visitado en camiseta, Felipe VI lo ha recibido a pie de escalerilla, como si fuera el turista que llega a Mallorca, y Sumar ha cerrado filas con el “ lado socialista” del Gobierno Sánchez en pro de “la legítima defensa”, si bien muestra disconformidad con la boca chica por no haberse tratado y acordado este tema en el Congreso de los Diputados, algo que Pedro Sánchez achaca, con acierto, a la coyuntura electoral actual, mientras que en Podemos han embestido, con toda la mala uva, contra Sánchez, manifestando traviesamente sus temores por si está haciendo méritos para ser el próximo secretario general de la OTAN.
Tenemos un bonito lío de declaraciones políticas fangosas (ni siquiera cal o arena, puro barro), que ponen al descubierto las luchas de intereses partidarios, estrategias comunicacionales y rivalidades electorales entre las derechas, con profusión de descalificaciones y supuestos argumentarios que nos sirven más que nada, para cansarnos del espectáculo de la rivalidad entre la Derecha y la Extrema Derecha. Y cuando el encontronazo se produce en el ámbito situado, supuestamente, (por sus actos los conoceréis) a la izquierda del PSOE, al cansancio se une una cierta desmoralización propiciada por el repetido y sistematizado horror de las matanzas y la incertidumbre amenazante de que nos arrastren a un belicismo de cuerpos y mentes que dificulta el debate y la utilidad de una libertad de opinión que también está amenazada de prohibición y de degradación.
Hasta viejas consignas de amplia difusión e impacto, como fueron en su momento el “NO a la guerra” o, con cierto recochineo cuando se la recuerda con distanciamiento, “OTAN, de entrada no”, han perdido valor de uso frente a las formulaciones geográficas tipo “Palestina desde el río hasta el mar”, que tanto enfada a Netanyahu, ese señor que mezcla todo lo que le apetece manipular para que cualquier intento de pedirle cuentas sea considerado como una agresión contra la supervivencia de un Israel que “ejerce su derecho de defensa”. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró que el reconocimiento de Palestina por el gobierno que preside Sánchez es “una recompensa al terrorismo” y que “al mal no se le puede dar un Estado”. Miren por donde, en España, el Partido Popular utiliza un dicho muy parecido que se refiere a Bildu y ETA.
De otro lado, el reconocimiento del estado de Palestina ha sido limitado e insuficiente. En su comparecencia del 28 de mayo pasado, Sánchez ha expuesto que el objetivo es lograr «Un estado viable con Cisjordania y Gaza conectadas por un corredor y unificadas bajo el gobierno de la Autoridad Palestina», ignorando el gran apoyo político que desde hace años viene acrecentando la Resistencia Palestina, encabezada por Hamás, que en las ultimas elecciones parlamentarias en Palestina en 2006 había obtenido un contundente resultado de un 44,45% del total de votos emitidos que le otorgaban la mayoría absoluta de la cámara con 74 diputados de un total de 132 escaños. Sánchez indicó al respecto que «reconocer a Palestina va contra Hamás, porque este grupo terrorista está contra la solución de los dos Estados, que es la apuesta española y de toda la comunidad internacional. “Es una decisión que no adoptamos contra nadie. Menos aún en contra de Israel, un pueblo amigo al que respetamos y con el que queremos tener la mejor relación posible. Queremos mostrar nuestro rechazo rotundo a Hamás. España condenó desde el primer momento el atentado del 7 de octubre. “La Autoridad Palestina es nuestro socio para la paz.»
La calificación de terrorista del principal valedor de la Resistencia Palestina frente a la ocupación sionista de los territorios históricos de Palestina contradice la consideración de héroes de la lucha armada, por ejemplo, contra el invasor napoleónico en la guerra de la independencia ¿Fueron terroristas Luis Daoiz, Pedro Velarde, Manuela Malasaña, el cura Merino, el Empecinado, Agustina de Aragón, Francisco Espoz o el Tío Camuñas, junto a esos 300.000 hombres y mujeres que perdieron la vida, con las armas en la mano, contra el ejército francés agresor y colonialista?
¿Qué posibilidades reales hay de crear un Estado? ¿Qué soberanía real tiene la Autoridad Palestina, cuya gestión gubernamental es permanentemente cuestionada? y, sobre todo, ¿qué va a pasar con Gaza, cómo entra eso en la construcción de un nuevo Estado? ¿Por qué se confunde ser antisionista con antisemita? A lo peor estamos asistiendo a un viejo juego, hoy remozado, donde nos entregan alternativamente una carga de cal y otra de arena tan desproporcionadas y tan contaminadas que no llegamos a obtener el mortero. Mucha cal y poca arena.
Fuente: https://hojasdebate.es/internacional/ucrania-y-palestina-una-de-cal-y-otra-de-arena/
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