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Un acto entrañable de solidaridad

Fuentes: Rebelión

Escribo este artículo a propósito del llamamiento de Cuba al Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Neoliberalismo, que tendrá lugar en La Habana del 1 al 3 de noviembre próximos, organizado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el Capítulo Cubano […]

Escribo este artículo a propósito del llamamiento de Cuba al Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Neoliberalismo, que tendrá lugar en La Habana del 1 al 3 de noviembre próximos, organizado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el Capítulo Cubano de los Movimientos Sociales y la Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo.

No hay duda que el Encuentro será una importante contribución a la búsqueda de la imprescindible unidad de la izquierda de nuestra región y al fortalecimiento de la solidaridad con las causas justas por las que luchan nuestros pueblos.

El llamamiento del Encuentro señala la importancia de la participación en el mismo de una heterogénea representación de Estados Unidos y Canadá, amigos, señala el llamamiento, «que siempre se han puesto del lado de la justicia» en el caso de las luchas del pueblo cubano por su liberación.

Precisamente quiero aprovechar la oportunidad para referirme a un acto de genuina y profunda solidaridad en la historia patria. Por casualidad estaba releyendo el valioso libro de la respetada académica cubana, Marial Iglesias Utset, Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902, cuando llego a los asuntos concernientes a la política educacional del gobierno interventor durante la primera intervención estadounidense en Cuba (1899-1902).

La notable acción solidaria con el pueblo cubano en aquel vital momento histórico fue obra de Alexis Everett Frye -estadounidense-, Superintendente de Escuelas de Cuba, nombrado por el gobernador militar provisional de Cuba, Leonard Wood.

Únicamente quiero añadir al relato de la autora del libro, el cual citaré a continuación, es que Alexis E. Frye, nació en el estado de Maine, EE.UU.; fue educador, dedicado a los métodos de la enseñanza y a la geografía. Contaba entonces con 40 años de edad, y estaba recién casado con una educadora cubana, María Teresa Arruebarrena. Cuba en aquellos años tenía una población aproximada de 1 millón 600 mil personas, entre estos 350 mil jóvenes entre 5 y 14 años de edad. De sólo 775 escuelas públicas que había en toda la Isla en 1887, al terminar la devastadora Guerra de Independencia en 1898 solamente existían 541. La inmensa mayoría de la población cubana de entonces era analfabeta. Pero el clamor general por la independencia era continuo y profundo.

Escribe sobre estos asuntos la autora:

[…] El mismo Máximo Gómez relata en una carta escrita en 1900 como, al visitar con su familia el 10 de octubre la tumba de su hijo y la de Maceo, coincidió con más de 400 niños de las escuelas cercanas al lugar que fueron allí «en orden y compostura admirable a colocar flores sobre la tumba de los héroes».

[…] Entonces, a contrapelo de la política cultural anexionista del Gobierno de ocupación, la escuela pública se convirtió en esos años en un importante espacio de difusión y reproducción de prácticas nacionalistas y en particular de la simbología patriótica.

[…] Además de la fuerte presencia de sentimientos nacionalistas entre los mismos maestros y miembros de las juntas de educación locales, el hecho de que el superintendente norteamericano de escuelas de Cuba [Alexis Frye] fuese un hombre de ideas progresistas, expresadas a menudo en abierta contradicción con los típicos funcionarios neocoloniales como era el caso del gobernador de Cuba, Leonard Wood, propició este tipo de conversiones.

De hecho por increíble que pueda parecer, la primera edición masiva hecha en la Isla del «Himno de Bayamo» (100,000 ejemplares) fue impresa en diciembre de 1900 por iniciativa de Alexis Frye, costeada de su propio peculio.

«Cuba -se enfatiza en la carta [fechada en La Habana el 17 de diciembre de 1900 con la firma del señor Frye] que acompañó a la distribución del folleto – debe enseñar a sus hijos que cualquier nación que intente pisotear la libertad humana es tirana y que todo tirano es cobarde. Debe enseñarles que es forzoso que los héroes cubanos estén siempre apercibidos para defender con su vida y su tesoro, la independencia patria, contra todo poder extranjero, sea cual fuere, que en años venideros intente empuñar el cetro del tirano.»

El folleto con la letra del himno patriótico fue repartido entre los niños de las escuelas de toda Cuba, con el propósito de que en «el primer día de este nuevo siglo en todas partes de la Isla se escuche el Himno Nacional, en forma tal que los niños de todos los hogares puedan elevar su voz en coro, y que todos aprendan la más alta lección de patriotismo, que para siempre, escudará de todo peligro a esta bella y heroica tierra».

Andrés Gómez, director de Areitodigital

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.