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Un argumento contra el cortoplacismo y la rentabilidad inmediata en política científica y cultural

Fuentes: Rebelión

Lucas Sánchez Lindau ha entrevistado recientemente a Aaron Ciechanover para Público [1]. Tiene interés recoger un argumento esgrimido por este reconocido científico que obtuvo el Premio Nobel de Medicina, no en solitario, por su trabajo sobre la degradación de las proteínas, un estudio que ha acabado explicando un amplio abanico de enfermedades; entre ellas, diversos […]

Lucas Sánchez Lindau ha entrevistado recientemente a Aaron Ciechanover para Público [1]. Tiene interés recoger un argumento esgrimido por este reconocido científico que obtuvo el Premio Nobel de Medicina, no en solitario, por su trabajo sobre la degradación de las proteínas, un estudio que ha acabado explicando un amplio abanico de enfermedades; entre ellas, diversos tipos de cáncer y patologías neurodegenerativas como el parkinson [2].

Ciechanover ha señalado que estudió medicina porque era «una profesión con futuro» y porque le fascinaba la posibilidad de poder curar enfermedades. Decidió probar con la investigación básica, por curiosidad científica, sin otros aditamentos externos ni cálculos mercantilistas. En los años sesenta, las comunidades científicas implicadas -no sólo las usamericanas- estaban preocupadas por descubrir cómo se construían las moléculas de la vida. Ciechanover, junto a Abraham Hershko, decidió intentar descubrir cómo se destruían las proteínas, una de las inciertas aventuras del saber en aquel período.

Un conocimiento de ciencia básica -cómo se regula el sistema del proteasoma, la trituradora celular de las proteínas- ha permitido, está permitiendo, obtener fármacos específicos que actualmente «se prueban en ensayos clínicos contra el mieloma, la leucemia crónica, el cáncer de próstata o el de páncreas». No había ninguna seguridad de ello en los inicios del incierto programa de investigación. No se conocían ni podían conocerse sus resultados prácticos, sus utilidades.

Preguntado por la inspiración de su trabajo, Ciechanover ha respondido: «[…] Al acabar medicina y obtener el doctorado me marché a EEUU… Pude elegir a mi mentor y él me propuso investigar algo que nadie estudiaba. Normalmente la gente te incita a estudiar el cáncer o el cerebro, pero él me dijo: ‘Estoy estudiando algo que no sé lo que es». A Ciechanover le atrajo aquel misterio, seguir la senda de lo inesperado, transitar por caminos no trillados ni congestionados.

Lucas Sánchez, el periodista de Público, preguntó también a Ciechanover si esperaba la relevancia clínica en medicina de sus descubrimientos cuando empezó sus investigaciones. Su respuesta merece destacarse: «En absoluto, uno se deja llevar por su corazón y su curiosidad. Yo no tenía intención de curar el cáncer o las enfermedades del cerebro. Sencillamente, quería resolver un problema biológico, y creo que lo mejor para ello es olvidarse de objetivos alejados, de soluciones al final del camino. No puedes mirar tan lejos. No debes mirar a más allá de un milímetro de tus narices. Pero luego, si tu investigación es importante, abrirá el camino para otros. Soy médico, así que aprecio mucho esta relevancia clínica de mi trabajo que me permite ir y volver sobre la medicina y formar a médicos en mi laboratorio» [las cursivas son mías].

Dejarse llevar por el corazón y la curiosidad; resolución de un problema biológico; olvidarse de objetivos alejados, de soluciones al final del camino que apenas pueden vislumbrarse inicialmente; convencimiento de que si la investigación es importante, abrirá nuevas vías. Otra música, una melodías nada frecuente.

No es propiamente un argumento, es una sugerencia más bien, un paso de un entrevista periodística, pero en tiempos de cólera y codicia cuando la instrucción básica, los estudios profesionales y el mundo universitario parecen tener (a ello se les condena y orienta) como premisa básica la rentabilidad -no social desde luego sino económica- y a corto plazo, a la vuelta de la esquina de Wall Street o equipamientos financieros similares, vale la pena tener en cuenta las ideas y la experiencia de un científico que investigando sobre temas esenciales, sobre ciencia básica, ha permitido desarrollados de enorme importancia para el tratamiento y curación de enfermedades humanas nada inocuas. Bien mirado: mayor practicidad es inimaginable, mayor eficacia imposible. Los caminos de la ciencia y de sus técnicas anexas no describen en general una recta euclídea que parta de A y llega siempre a B por el camino más breve y con resultados prácticos e inmediatos.

PS. Hay, desde luego, otras caras de la medicina y la industria occidental (o no occidental). Frederik Joelving [3] daba cuenta recientemente de la siguiente estrategia comercial. «Si usted duerme menos de seis horas por noche, está elevando su riesgo de desarrollar o morir de una enfermedad cardiaca en un 48 por ciento». Este es el lema que la gigante farmacéutica Abbott quiere hacer creer a millones de indios. En la publicidad, una sonriente actriz, made in Bollywood esta vez, aparece parada junto a las palabras «Trabajar mucho nunca mata. La falta de sueño sí». Continúa: «Estudios (sic) demuestran que dormir menos de seis horas por noche aumenta en un 48 por ciento (¡un 48%!) el riesgo de desarrollar o morir de enfermedad cardiaca».

El mensaje, que apareció en la publicidad en un diario indio de 2011, no tiene ningún fundamento según destacados grupos médicos. Temen, con razón, que la campaña comercial de Abbott pueda ser la mayor amenaza: asusta a personas saludables que deciden comprar píldoras para dormir que en absoluto necesitan. Su propio fármaco Zolfresh es un ejemplo. La verdad científica actual es más bien la proposición contraria. «Están sugiriendo que tomar píldoras para dormir puede ayudar a vivir más tiempo, cuando los datos muestran que tomar píldoras para dormir está asociado con una mayor mortalidad». Lo ha comentado Daniel F. Kripke, psiquiatra de la University of California, San Diego. Las personas que toman píldoras para facilitar el sueño tienen un mayor riesgo de muerte que aquellas que no las consumen. «El uso de píldoras para dormir, incluyendo zolpidem, está asociado con una mayor mortalidad». Existen unos 18 estudios que lo muestran, añadió Kripke, un crítico de ese tipo de fármacos.

Hay, no hay que olvidarlo, una actitud colonial. Benjamin England, de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), ha observado que los laboratorios tienen estándares más bajos para sus operaciones en mercados emergentes donde, en principio, el control de los gobiernos es más débil.

Los negocios son los negocios. Según un informe de McKinsey de 2010, el mercado de fármacos de India valdrá 55.000 millones de dólares para 2020, en apenas diez años. ¡Hay que hacerse con él! ¡Cómo sea y a costa de quien sea! Hay que cazar ratones, no importa cómo.

Notas:

[1]

http://www.publico.es/ciencias/391476/la-medicina-es-cada-dia-mas-impersonal

[2] Gracias a su trabajo, y al de otros investigadores, nos es posible entender el modo en que la célula controla molecularmente un buen número de procesos centrales mediante la ruptura de determinadas proteínas (algunos ejemplos de procesos con proteínas controladas por la mediación de la ubiquitina serían los siguientes: división celular, reparación del ADN, control de calidad de las proteínas recién creadas, y partes importantes de la defensa inmunológica). Cuando el proceso de degradación no funciona correctamente, caemos enfermos; el cáncer cervical y la fibrosis quística son ejemplos de esto (el conocimiento de la degradación de proteínas asistida por ubiquitinas permite la oportunidad de desarrollar drogas contra estas y otras enfermedades).

[3] http://www.publico.es/385901/medicina-occidental-incursiona-en-salud-india-a-traves-del-miedo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR