El abuso o castigo físico son las principales formas de maltrato infantil intrafamiliar detectadas por un estudio en el municipio habanero de Playa, que también constató un daño psíquico permanente en todos los menores que viven en hogares disfuncionales. El maltrato físico a los infantes se evidenció en 75 por ciento de dichos núcleos familiares […]
El abuso o castigo físico son las principales formas de maltrato infantil intrafamiliar detectadas por un estudio en el municipio habanero de Playa, que también constató un daño psíquico permanente en todos los menores que viven en hogares disfuncionales.
El maltrato físico a los infantes se evidenció en 75 por ciento de dichos núcleos familiares en seis o más ocasiones durante el lapso estudiado, a través de castigos en los cuales se emplearon preferentemente las manos, aunque también zapatos, correas o cintos, por ese orden.
Coincidió que, precisamente, en tres cuartas partes de las familias estudiadas los padres y madres afirmaron que fueron niños y adolescentes maltratados en sus hogares.
Tales resultados están contenidos en el artículo «Caracterización del maltrato infantil en familias disfuncionales del Policlínico Ana Betancourt, enero a junio de 2017», publicado en el número 2/2018 de la Revista Habanera de Ciencias Médicas.
La violencia tiene múltiples aristas y se manifiesta hasta en los juegos entre niños y adolescentes.
Un colectivo de profesionales de distintas instituciones de salud efectuó un estudio descriptivo con 24 familias catalogadas como disfuncionales y pertenecientes a la citada institución de atención primaria.
Entre los principales hallazgos, se citan la prevalencia del estilo autoritario y de reiteradas críticas en la relación paterno-filial, con un 54 por ciento de familias donde los padres y madres mostraron tal comportamiento.
Reconocieron que durante la educación y formación de sus hijos nunca emplearon la conciliación o la negociación como vía para intentar solucionar conflictos en el marco familiar, ni métodos reflexivos y persuasivos para controlarlos y disciplinarlos.
Asimismo, las riñas y disputas familiares constantes, con agresividad física y psicológica constituyeron el principal factor de riesgo familiar asociado a este problema de salud.
En la totalidad de los hogares, los progenitores afirmaron que como consecuencia de sus actitudes violentas sus hijos sufren un daño psíquico permanente, señalaron baja autoestima, desprecio a la autoridad dentro y fuera del hogar, y rechazo escolar como los más frecuentes.
El 61 por ciento de las familias señaló al padre como causante del daño físico, en más de la mitad de las ocasiones.
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De igual forma, en 44 por ciento de las familias, el progenitor que causó daño físico estaba bajo el efecto del alcohol.
El maltrato psicológico se constató en 25 por ciento de los grupos, casi siempre mediante frases ofensivas e incluso críticas y humillaciones a los hijos delante de otras personas.
Recordaron los autores que, «si bien en Cuba fue abolida la forma general de este flagelo, de afectación macrosocial, persisten formas particulares del síndrome de maltrato infantil, cuya solución depende del conocimiento que se tenga de cada síndrome, de la conciencia que se haga al respecto y el apoyo social que se les brinde a las familias en crisis».
Argumentaron que la caracterización de la situación real del maltrato infantil en el contexto doméstico-familiar cubano «ayudará a entender más claramente el problema, y con ello desarrollar acciones preventivas y de intervención que, a su vez, permitan, a mediano o largo plazos, el mantenimiento de la armonía en nuestros hogares».
Estudios que analizan el carácter intergeneracional de la violencia demuestran que las niñas que la sufren en sus hogares tienen más probabilidad de aceptarla como parte normal del matrimonio en su vida futura; mientras los varones tenderán a ser violentos con sus compañeras.
Otros problemas detectados
En el estudio, los autores reprocharon «un grado notable de subregistro para el fenómeno del maltrato infantil» en el policlínico Ana Betancourt.
Ello ocurre, matizaron, a pesar de que se apreció un aumento del porcentaje correspondiente a familias catalogadas como disfuncionales.
Resaltaron que en estos núcleos suelen aparecer situaciones violentas que afectan el desarrollo de niños y adolescentes fundamentalmente, y que traen como consecuencia el deterioro de la autoestima, falta de motivación, temor, problemas de salud de los hijos, deserción escolar, predisposición al consumo de alcohol y otras drogas, entre otras.
También llamaron la atención de que el especialista que labora en el Equipo Básico de Salud, «en ocasiones descuida el pesquisaje, registro y seguimiento clínico adecuado de los pacientes que sufren violencia, en cualquiera de sus modalidades de expresión e ignoran o no reconocen, sus principales signos de alarma».
En las Historias de Salud Familiar habitualmente solo se registra el diagnóstico del llamado maltrato o daño físico.
Pero se obvian a pacientes que sufren perfiles o modalidades aparentemente menos severas como el abuso financiero, por negligencia y el psicológico, sobre los cuales deberá recaer el peso de las acciones de salud comunitarias, por constituir, fundamentalmente este último, una forma solapada de agresión o coerción, advirtieron.