Genere los gritos que genere, toca corregir una anomalía que nunca debió darse: la justicia haciendo el trabajo sucio de la política
Prepárense para un desfile de la crispación pocas veces visto, lo cual ya es decir. Háganse a la idea de Aznar acudiendo a una manifestación en desagravio por el indulto y denunciando, con gesto El 16 de octubre de 2017 los Jordis entraban en prisión. Eran los primeros líderes catalanes en pisar la cárcel por el 1-O y sus alrededores. Lo hacían acusados de delitos gravísimos –rebelión, desobediencia, sedición– que, hasta ese momento, nos sonaban de alguna peli americana sobre la Guerra Fría. ¿Vendió usted uranio a los rusos? Casi cuatro años ya de aquello. Casi cuatro años de prisión política, como político fue el delito que se juzgó y condenó, y político será el indulto que asoma por la esquina.
Pasadas las elecciones madrileñas y con lo peor de la pandemia quedando atrás, Pedro Sánchez va preparando el terreno para lo que podría suponerle a su gobierno no ya un chaparrón, sino el diluvio universal. O nacional, para ser más precisos, que tampoco es plan de exportarle al universo nuestras miserias. Debemos construir el futuro desde el entendimiento y no desde la venganza, ha declarado Sánchez desde Bruselas con esa seguridad que da saber que, a dos mil kilómetros de casa, uno puede hablar de entendimiento con catalanes sin que un grupo de garantes de la democracia aparezcan aporreándote el coche oficial al grito de arribaspaña. Cuando un presidente del gobierno hace unas declaraciones como estas, no es hablar por hablar. La estrategia de Sánchez, adelantando lo que aún no es oficial, es clara: ir abriéndole la puerta al escándalo que supondrá esta decisión. Ir dejando escapar la presión de la olla para evitar que se produzca un estallido político, social y mediático el día que esos nueve condenados por sedición –vaya palabro– crucen en libertad la puerta de la cárcel tras ser indultados por el Gobierno. Si la estrategia de Sánchez es clara, la de la oposición de derechas es cristalina: hablando de pelis americanas, se trata de que Pedro Sánchez no se sienta las piernas. Casado ya ha anunciado que, si se concede ese indulto, se acabó la legislatura para Sánchez. Viniendo de alguien que pedía elecciones a la semana de arrancar la legislatura, no sabemos qué podría significar esto. Que Cataluña es el plato especialidad de la casa de la derecha española nadie lo duda. Y le sale de rechupete. ¿Se imaginan una oportunidad más sabrosa que tener sobre la mesa ingredientes como el indulto a independentistas y un gobierno socialcomunista que lo concede? Vellos de punta.
Prepárense para un desfile de la crispación pocas veces visto, lo cual ya es decir. Háganse a la idea de Aznar acudiendo a una manifestación en desagravio por el indulto y denunciando, con gesto grave, el ataque a la democracia que esto supone. Por supuesto, sin caer en la cuenta de los 6.132 indultos que concedió durante sus ocho años de gobierno. Dos al día, lo cual le deja a uno el tiempo justo para liberalizar el suelo, negociar con el Frente Vasco de Liberación Nacional, meternos en una guerra y poco más. Prepárense para ver al Pablo Casado que bloquea el gobierno de los jueces presentándose ante la sociedad civil de Gotham como el Batman de la independencia de la justicia. Preparen la pupila para disfrutar de Abascal desfilando marcial por el barri de Gràcia de Barcelona con aquella camiseta de la legión que un buen día se compró por Amazon. No descarten que, incluso Leopoldo López, participante en un golpe de Estado en 2002 y huido de Venezuela tras ser condenado por liderar un alzamiento público que, al contrario que en Cataluña, acabó con 43 muertos, se pase por la fiesta.
Háganse a la idea de que el chaparrón es inevitable, pero también de que España nunca avanza sin chaparrones. El indulto es necesario para cerrar algunas de las heridas abiertas por un proceso tan caótico y doloroso como fue el procés y su gestión desde Barcelona y Madrid. El indulto es necesario porque, a pesar de lo repetido por televisiones y guardias civiles desfilando por el tribunal, la única violencia que se produjo aquellos días en Cataluña fue la que sufrieron quienes acudieron a votar en unas elecciones que fueron una chapuza, un acto de desobediencia o una performance, pero nunca, como quedó demostrado, un golpe de Estado. El indulto es necesario porque, pasados los años, prestigiosos juristas poco sospechosos de independentistas siguen sin ver clara una condena por sedición que se pareció más a una salida digna para el Estado que a una sentencia aplicada con rigor. Pero, sobre todo, el indulto es necesario porque, genere los gritos que genere, llueva lo que llueva, toca corregir una anomalía que nunca debió darse: la justicia haciendo el trabajo sucio de la política.