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Un libro recuerda a estudiantes y profesores de la Universidad Católica asesinados o desaparecidos por Pinochet

Fuentes: Clarín de Chile

Una treintena de estudiantes, graduados y profesores jóvenes de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), que la dictadura de Pinochet (1973-1990) asesinó o hizo desaparecer por  sus ideas políticas, fueron rescatados del olvido 37 años después en el libro Una luz sobre la sombra: detenidos desaparecidos y asesinados de la Pontificia Universidad Católica de […]

Una treintena de estudiantes, graduados y profesores jóvenes de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), que la dictadura de Pinochet (1973-1990) asesinó o hizo desaparecer por  sus ideas políticas, fueron rescatados del olvido 37 años después en el libro Una luz sobre la sombra: detenidos desaparecidos y asesinados de la Pontificia Universidad Católica de Chile, editado por el Colectivo Memoria PUC, integrado por una quincena de ex estudiantes sobrevivientes de la peor tragedia del siglo 20 en los celebrados 200 años de historia política de esta nación gobernada de nuevo por las mismas fuerzas que derrocaron a Salvador Allende e instalaron la dictadura.

Una luz sobre la sombra… será presentado el miércoles 6 de octubre, a las 19 horas, en el aula magna del campus San Joaquín de la UC por el académico Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia y ex profesor de esa casa de estudios; Joaquín Walker, actual presidente de la Federación de Estudiantes de esa casa de estudios (Feuc); y Fernando Castillo Velasco, de 90, rector de la PUC en los años 60/70. El texto de 180 páginas refleja una investigación del equipo editor y de la periodista y escritora Nancy Guzmán, con prólogo del historiador Salazar y diseño gráfico y portada de José Bórquez. El libro tiene un rasgo atípico en el negocio editorial contemporáneo: en vez de invocar la propiedad intelectual y prohibir/amenazar, autoriza su reproducción por cualquier medio con la única condición de citar la fuente.
 
Entre las víctimas se encuentran talentosos jóvenes, como las (os) periodistas Diana Arón y Eduardo Jara, la incipiente cinematografista Carmen Bueno y su pareja documentalista Jorge Hernán Müller Silva -cámara de La batalla de Chile–, el estudiante de ingeniería Allan Bruce, el profesor de inglés Alejandro Ávalos, el pedagogo y ex sacerdote Omar Venturelli y otras vidas truncadas. El ex fiscal del ejército Alfonso Podlech, abogado y terrateniente anticomunista que envío a la muerte a Venturelli y a decenas de personas en la Araucanía-Temuco, hoy se encuentra preso en Italia desde 2006, juzgado por un tribunal que investiga el asesinato de éste y otros ciudadanos de origen italiano ultimados en Chile, Argentina y Uruguay.

Cinco víctimas –Ismael Chávez, María Teresa Eltit, Ángel Guerrero, Samuel Lazo y Ernesto Ríos– estudiaban en el Departamento Universitario Obrero Campesino (DUOC), que nació en 1968, con la Reforma Universitaria y el primer rector laico de la PUC, Castillo Velasco, para dar educación gratuita a hijos de obreros y campesinos, tal como otros programas de las universidades de Chile, Técnica del Estado y Federico Santa María dirigidos a trabajadores y alumnos pobres que recibían formación en carreras técnicas de alto nivel. Al año de fundarse, el DUOC tenía 475 alumnos y siguió creciendo, pero hoy la educación debe pagarse.
 
Entre las víctimas figuran también Eugenio Ruiz Tagle-Orrego, ingeniero civil y militante del Mapu, pariente del ex presidente y actual senador demócrata cristiano Eduardo Frei R-T, quien perdió las elecciones ante Sebastián Piñera. Sus ideas políticas condujeron a todas las víctimas de la Católica a militar o simpatizar con los diferentes partidos y movimientos que caracterizaron la diversidad política de la época que marcaron la presidencia de Salvador Allende (1970-1973) y el ascenso de las luchas sociales en Chile en la década del 60.
 
Según el orden alfabético de sus apellidos, el libro rinde tributo a la memoria de Diana Frida Arón Svigilsky, Alejandro Ávalos Davidson, Jenny del Carmen Barra Rosales, Leopoldo Raúl Benítez Herrera, Patricio Biedma Schadewaldet, Alan Roberto Bruce Catalán, Carmen Cecilia Bueno Cifuentes, Mauricio Jean Carrasco Valdivia, María Teresa Eltit Contreras, Ismael Darío Chávez Lobos, Ángel Gabriel Guerrero Carrillo, Ignacio Orlando González Espinoza, Luis Enrique González González, José Eduardo Jara Aravena, Juan Alberto Leiva Vargas, José Patricio del Carmen León Gálvez, Samuel del Tránsito Lazo Maldonado, Enrique López Olmedo, Víctor Eduardo Oliva Troncoso, Jaime Ignacio Ossa Galdámez, Ernesto Igor Ríos Céspedes, Alicia Viviana Ríos Crocco, Juan Carlos Rodríguez Araya, Eugenio Ruiz Tagle Orrego, Enrique Antonio Saavedra González, Jilberto Patricio Urbina Chamorro, Omar Roberto Venturelli Leonelli y Héctor Patricio Vergara Doxrud.
 
De las víctimas, 5 pertenecieron al Mapu, 2 al PC, 1 al partido Socialista, 18 al MIR y 3 no registran militancia, como Ernesto Ríos, de 18 años, muerto en 1986 de un balazo en el cráneo disparado desde un helicóptero durante una protesta popular. También hay tres extranjeros, como el sociólogo Enrique López Olmedo nacido en España y el arquitecto Patricio Biedma, nacido en Buenos Aires, quien terminó sus estudios en la Católica y se quedó a vivir y trabajar en Chile, tras huir de la dictadura argentina de Juan Carlos Onganía. Su asesinato secreto, al igual que la desaparición de otras 118 personas, fue enmascarado por la Operación Colombo del Plan Cóndor, con el montaje periodístico sobre un falso enfrentamiento «en las pampas argentinas» en que murieron 119 supuestos refugiados que huían de Chile. Esta colosal mentira fabricada por los diarios de las cadenas El Mercurio, La Tercera y otros grandes medios, con la complicidad de ciertos periodistas de la época, también es conocida como el caso de «Los 119» .
 
Otro caso terrorífico sesgó la vida del joven boliviano Enrique Saavedra, 18, quien jamás mostró ningún interés por la política. Sólo viajó a Chile para formarse como ingeniero comercial en la Católica, que ya había adquirido prestigio internacional como una suerte de sucursal de las teorías neoliberales que impartía la escuela de economía de la universidad de Chicago. Alcanzó a aprobar el primer semestre en 1973 y con su primo Ramiro Carlos González enfrentaban la aventura de vivir solos en un hotel céntrico de la capital chilena. Cuatro días después del golpe salieron a caminar por las calles, a curiosear y comprar alimentos tras el prolongado toque de queda implantado el día del golpe, 11 de septiembre de 1973. Jamás regresaron al hotel, nunca más se supo de ellos. No aparecieron sus cadáveres, ni hubo causa judicial. Nada. Pasaron al olvido como si nunca hubieran existido.
 
La única explicación de esta desaparición es la fobia racista contra todos los extranjeros estandarizada por los militares como pilar ideológico del golpe contra Allende «para defender a la patria amenazada por el comunismo internacional». Las fantasías castrenses pregonaban el mito de un ejército secreto de 10.000 checoslovacos, húngaros, cubanos, etc., y toda clase de «comunistas» empeñados en dominar el país. Cualquier latinoamericano sospechoso de «tropical» o que hablara de manera distinta al chileno se convirtió tras el golpe en un peligroso «comunista cubano», aunque fuera brasilero o centroamericano, y si era negro, peor. Por lo demás, desde la expansión territorial chilena con la guerra de 1879, los bolivianos siempre han padecido la xenofobia racista propagada por la clase propietaria bicentenaria, que hoy se vuelca masivamente en el odio casi generalizado contra los trabajadores inmigrantes peruanos y de cualquier otro origen que llegan a un Chile supuestamente próspero en busca de mejores horizontes.
 
Empatía PUC-dictadura
 
La UC, que también se llama Pontificia porque pertenece al Vaticano, fue un importante soporte ideológico y teórico de los militares. La universidad jamás mostró interés en rescatar la memoria de estas víctimas de la casa de estudios, en contradicción con el innegable esfuerzo de 17 años de la jerarquía católica por «dar voz a quienes no la tienen» defendiendo los derechos humanos de las víctimas de la dictadura (1973-1990) a través de la Vicaría de la Solidaridad. La facultad de economía de la PUC importó en los ’60 las nuevas teorías político-económicas acuñadas por Milton Friedman en la Universidad de Chicago, que del debate académico pasaron a implantarse por la fuerza en Chile sobre un pueblo incapaz de defenderse a causa de la feroz represión castrense, en el primer experimento neoliberal de la historia contemporánea en todo el planeta.
 
Muchos académicos de la facultad de economía de la PUC se convirtieron en millonarios, ministros y altos cuadros del aparato económico-financiero del estado, que bajo la dictadura militar privatizó todas las empresas públicas, incluida la línea aérea LAN, que al cabo de los años terminó en manos de Sebastián Piñera. El mayor aporte teórico de esos ingenieros comerciales fue un pesado texto fundamentalista de teoría económica apodado «El Ladrillo», que se convirtió en el catecismo neoliberal de la dictadura.
 
En el ámbito jurídico, el académico de derecha Jaime Guzmán, ideólogo del régimen militar, muy cercano a Pinochet y profesor de derecho de la Católica, fue uno de los forjadores de la constitución impuesta por la dictadura en 1980, después de gobernar 7 años sin ninguna carta fundamental. Esta constitución sigue vigente en Chile con el maquillaje de varias modificaciones que más bien legitimaron y eternizan una carta que satisface los intereses de la clase política actual. Algunos profesores, como el abogado y ex senador UDI Carlos Bombal, incluso ayudaron a la DINA a capturar y torturar a sus colegas y alumnos de ideología izquierdista.
 
«Son conocidos los casos del abogado Carlos Bombal, que ayudó a la DINA en la detención de Alejandro Ávalos Davidson, [de] Andrés Terrisse, quien habría participado en interrogatorios a detenidos de la Universidad Católica , y el de la enfermera egresada de esta casa de estudios María Eliana Bolumburú Taboada, que fue conocida en la DINA como la ‘Reina del Pentotal’ por ser quien lo inyectaba a los detenidos antes de ser subidos al helicóptero que los lanzaba al mar», cita un párrafo del libro (pág. 24).
 
Manto de silencio
 
«Durante más de 37 años de silencio oficial se apoderó de la memoria de quienes dejaron sus vidas por un Chile mejor; ellos eran estudiantes, académicos y trabajadores de la Pontificia UC «, anunció el periodista Carlos Antonio Vergara, en una conferencia de prensa convocada para promover la presentación del libro. «Se rompe un silencio de 37 años sobre una treintena de personas que luchó por la justicia social y los cambios legítimos, pero fueron víctimas de una represión brutal», dijo el historiador Gabriel Salazar. «Esto no sólo es un recuerdo, también es un mensaje al futuro», añadió el académico, «para que la gente de la misma generación y nuevos dirigentes sepan que también antes hubo movilización de los estudiantes por sus ideales».
 
«Pretendemos dejar una huella, después que se tendió un manto oscuro y nadie dijo nada», afirmó el ex estudiante Luis Aguilar, uno de los promotores del libro, hoy ingeniero civil. Relató que en 1993 se instaló una placa recordatoria en la cafetería de la escuela de sociología, pero al parecer el grabado resultó molesto porque desapareció de manera misteriosa, nadie sabe cuándo, por qué, ni quién la retiró. En 2007 hubo una misa y eso fue todo… «Esta es la primera vez que se reivindica seriamente la memoria de nuestros compañeros, que junto a nosotros protagonizaron la reforma universitaria de 1967» , dijo el ex estudiante Sergio Requena Rueda, hoy ingeniero civil residente en Inglaterra.
 
» La Universidad Católica se abre con este reconocimiento y rescate del olvido de nuestros compañeros del pasado que están en nuestro recuerdo con afecto y cariño», dijo Joaquín Walker, presidente de la Feuc, en la conferencia de prensa realizada en la sede de la casa central. El apoyo de la federación estudiantil resultó clave para lograr que la presentación de Una luz sobre la sombra se realice en un recinto de la propia PUC.
 
«¡El Mercurio miente!»
 
El movimiento estudiantil, que en 1967 se tomó la casa central de la PUC para impulsar la reforma universitaria antes que el «mayo francés de 1968» , concitó la ira de los conservadores de la época y en respuesta a los ataques de la gran prensa instaló en el frontis del histórico edificio principal un memorable lienzo gigante con la frase «¡El Mercurio miente!», que conserva plena vigencia casi 40 años después.
 
La reforma universitaria, impulsada por jóvenes católicos, en su mayoría demócrata cristianos que terminaron rompiendo con su partido original, cuando Castillo Velasco era el rector de la PUC, dio origen en 1968 al Movimiento 11 de Agosto, que fue el primer embrión del futuro partido izquierdista Mapu (Movimiento de Acción Popular Unitaria), que a pesar de su origen cristiano se declaró marxista y apoyó decididamente al gobierno de Salvador Allende (1970-1973). Cinco de las víctimas rescatadas por el libro pertenecieron al Mapu.
 
Una vez instalada la «democracia negociada» que sustituyó a la dictadura, parte del Mapu se incorporó al partido Por la Democracia (PPD), en tanto el grueso se fundió con el PS, pero conservó cierta identidad como fracción influyente en la conducción de ese partido durante los 20 años de gobiernos post Pinochet, pero abrazando la ideología socialdemócrata neoliberal adoptada por la mayoría de los partidos «socialistas» del mundo. El Mapu fue la primera cuna política de destacados ministros, jefes políticos, legisladores y altos funcionarios de dos décadas de gobiernos de la coalición Concertación de Partidos por la Democracia.
 
«Yo fui miembro del consejo superior de la universidad, elegido dos veces por los estudiantes», recordó el ingeniero Marcelo Duhalde, quien hoy reside en París y viajó a la presentación del libro, al igual que Héctor Vásquez, otro ingeniero, ex estudiante de la Católica y hoy residente en Francia, también del equipo productor del libro. La reforma universitaria, que después la dictadura hizo polvo, conquistó una representación estudiantil de 20% en el consejo universitario, que observó 75% para los docentes y 5% para los trabajadores no académicos, recordó Duhalde.
 
La PUC ha sido históricamente la cuna formadora de la gran mayoría de la clase política de las dos facciones de la derecha conservadora que hoy gobiernan Chile con Sebastián Piñera, la alianza UDI y RN. Casi todos los ministros y altos funcionarios del actual gobierno se formaron en las aulas de la PUC y después cursaron los clásicos postgrados en las universidades más emblemáticas del capitalismo estadounidense, Harvard, Yale, Chicago y otras. Hoy la PUC compite con nuevas y numerosas universidades privadas creadas en Chile para formar en el dogma neoliberal a los futuros cuadros del capitalismo salvaje, en un país donde también se paga la educación superior impartida por las escasas «universidades públicas» que sobreviven con un magro presupuesto fiscal.

Fuente: http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=22548&Itemid=44