Recomiendo:
0

Reflexiones

Un nuevo escenario

Fuentes: Rebelión

1.Tras la ruptura de la tregua que acompaño al acuerdo de Lizarra-Garazi, ETA desencadeno una ofensiva, que sin bien no alcanzo, ni de lejos, la dimensión cualitativa de los primeros años de la transición, supuso un dramático salto en la estrategia de «socialización del dolor», ampliando y extendiendo sus blancos, sobre todo hacia cargos electos […]

1.Tras la ruptura de la tregua que acompaño al acuerdo de Lizarra-Garazi, ETA desencadeno una ofensiva, que sin bien no alcanzo, ni de lejos, la dimensión cualitativa de los primeros años de la transición, supuso un dramático salto en la estrategia de «socialización del dolor», ampliando y extendiendo sus blancos, sobre todo hacia cargos electos de los partidos políticos constitucionalistas-españolistas, agudizando de esa forma sus ribetes mas anti-demócraticos y anti-pluralistas, amen de conculcadores de los derechos humanos de su estrategia militarista.

El gobierno español, dirigido en aquel entonces por el Partido Popular (con el apoyo tácito de PSOE) respondió por su parte, con un aumento de la represión policial y penitenciaria y un drástico recorte de libertades con leyes y decretos (que supusieron el cierre de Egunkaria) orientados fundamentalmente a estrangular a la izquierda abertzale personificada en Batasuna (por ejemplo su ilegalización), pero también, con una furibunda ofensiva para derrotar política y moralmente al nacionalismo y cambiar la correlación de fuerzas con el fin de alcanzar el gobierno autónomo.

Sin embargo, de la polarización resultante fue el PNV, y notablemente, Ibarretxe quien en un principio salió notablemente beneficiado. En las elecciones del 2002, arrastro a su favor a una buena parte del electorado de Batasuna (muy disconforme con la ruptura de la tregua ya su temerosa de una posible victoria del PP) y derrotó estrepitosamente al PP.

2. El criminal atentado de marzo del 2004, y la torpe gestión que del mismo hace el gobierno, intentando descaradamente sacar réditos electorales, genera el efecto contrario posibilitando una sorpresiva victoria del PSOE. Quien una vez instalado en el gobierno, sustituirá el estilo tosco y confrontativo del gobierno anterior por otro de mas abierto y dialogante, que poco a poco, afectara también a Euskal Herria.

El efecto combinado de presión policiaco y judicial, y sobre todo, los desbastadores efectos de los atentados del 11-m sobre la conciencia de la sociedad vasca y española achican el espacio de ETA, obligándola a un cambio de estrategia. De entrada, deja de cometer atentados mortales, iniciando al poco un cambio de discurso que ira desarrollándose a gran velocidad, aunque siempre con el handicap de correr en contra de un tiempo desde hace tiempo agotado. La presentación en el velódromo de Anoeta por parte de Batasuna, de una metodología de resolución del conflicto, consistente en el establecimiento de dos carriles paralelos: el uno para que ETA y el Gobierno negocien lo relativo a la «desmilitarización» del conflicto, y el otro, para que los partidos políticos discutan una salida democrática al «contencioso» político, si bien no hace mas que responder a una evidencia (que lo relativo a ETA y los problemas políticos de la sociedad vasca no pueden in en un mismo paquete), supone un autentico cambio para la forma de razonar y operar de la izquierda abertzale.

3. Vivimos momentos en los cuales es se mezclan la incertidumbre y la esperanza. La tregua de la actividad armada promulgada por ETA y la decisión del gobierno español de oficializar los contactos con ETA, con el fin de iniciar un proceso que culmine con el logro de la paz y la curación de las profundas heridas creadas durante tantos años de sangriento enfrentamiento, son datos que abren las puertas a la esperanza. La incertidumbre, deviene, de las enormes dificultades existentes a la hora de superar los múltiples obstáculos que unos y otros encontraran en el camino.

Dichos obstáculos tienen que ver con la complejidad que reviste el conflicto político (interno y externo) que ha sufrido Euskal Herria, y de la cual la dialéctica lucha armada represión jurídico policial no ha sido mas que una de sus expresiones, si bien la más dolorosa y sangrante. Varios d de sus efectos, han sido las dinámicas frentistas y los bloques cerrados, no siempre de la misma naturaleza (no fue lo mismo el de Ajuria Enea y el de Lizarra-Garazi, ni el que formo el PP y PSOE ) que a lo largo de los últimos años se han ido conformando, impidiendo acuerdos y avances en la resolución de los conflictos intercomunitarios.

Estos últimos, afortunadamente, nunca han tenido demasiada trascendencia ni relieve social, mas que en lo relativo a la conformación y polarización de los bloques político electorales.

4. A corto plazo, y con el fin de avanzar en el proceso de paz, así como en la desactivación de las dinámicas de bloques (lo cual en absoluto significa la que no deban articularse determinadas alianzas en pos de objetivos comunes), consideramos muy importante que vayan afianzándose en la política vasca los siguientes principios:

.- el respecto de los derechos humanos sin excepción, sea en las calles, cárceles o comisarias.

.- el reconocimiento y reparación material y moral de todas las víctimas habidas (por parte de ETA y del Estado) sin excepción.

.- el reconocimiento expreso del principio democrático de la aceptación de las posiciones mayoritarias en la sociedad vasco-navarra y el respeto de las minoritarias.

.- aceptación de la legitimidad de todas las propuestas democráticas, que nos lleve a establecer un principio de reciprocidad en materia de identidades nacionales.

.- establecimiento de una mesa de dialogo sin exclusiones cuyo objeto sea un paz sin vencedores ni vencidos, a partir de la cual se puedan materializarse todos los proyectos políticos en dependencia de la legitimidad y representatividad alcanzada en la nuestra sociedad.

5. Y con todo ello el final de ETA. Con el atentado de Hipercor, ETA, consciente o inconscientemente dio por perdida la batalla por ganarse a la opinión pública, no ya del Estado español, sino incluso de Euskal Herria. Si toda estrategia armada, incluso la mejor planteada, tiene siempre problemas de militarismo, tal deriva militarista, a contracorriente de la evolución internacional, estatal y nacional vasca, agravó sus efectos más negativos.

Además, para aquel entonces, en todo el mundo, salvo en lugares muy específicos, se iba abandonado paulatinamente la lucha armada por considerarla desproporcionada con relación a los costes y las posibilidades de éxito. Y, sobre todo, porque incluso involuntariamente, dichos conflictos empujan hacia formas de conducta opuestas al humanismo. Humanismo que incluso en el marco de la lucha armada debe de observarse, si quiere lograr un impacto social y político favorable y ganar el corazón de las mayorías.

Y es que, cuando la dinámica armada, arrastrada por las circunstancias y por no reflexionar suficientemente sobre ello, entra en una dialéctica cada vez más incontrolable que pone la contundencia en el puesto de mando en detrimento de otros elementos éticos y políticos (por ejemplo la distinción entre el aparato de Estado y el cuerpo civil), la lucha armada entra en una fase degenerativa, sé retroalimenta de un modo negativo, desacumula fuerzas sociales y políticas; pierde fuerza moral y ética.

Todo ello se agrava, si como en nuestro caso, coincidieron en el tiempo (sin que pueda establecerse una relación de causa efecto, aunque si una evidente influencia) una persistente y eficaz lucha ideológica llevada a cabo conjuntamente desde los medios de comunicación y diferentes aparatos del poder, con cambios de importantes en la percepción del conflicto dentro de la propia sociedad vasca, para la cual la actividad de ETA era cada vez un contrasentido y un factor muy negativo, a resolver por los medios necesarios (si bien sobre esto ultimo las opiniones podrían divergir entre diferentes variantes).

Para las izquierdas, además, la lucha armada ocupaba un excesivo espacio, no sólo social y político, también intelectual. Alimentaba una cultura-coraza de la cual brotaban muchos e inevitables dogmatismos, y no pocos sectarismos, además de hipotecar sus fines, por los medios utilizados.

Por todo ello, el final de ETA, se nos antoja totalmente necesario.

6. Hay que dar carpetazo también, a un periodo, donde la actividad de ETA ha sido excusa y coartada de restricciones democráticas, negación de derechos básicos, y sobre todo fortalecimiento del statu quo.

No queremos que vencedores ni vencidos, ni revanchismo en lo que a grupos ideologías y opciones políticas se refiere. Solo queremos un triunfante: la democracia y la sociedad vasca. La plena democracia para la sociedad vasca.

El paso de la dictadura a la democracia, supuso cambios importantes en su modelo de organización territorial que paso de ser férreamente centralista a organizarse a modo de Estado de las autonomías, a un reparto de poder de gestión, así mismo reconoció la existencia de nacionalidades internas; pero no altero lo sustancial del modelo nacional español. Esto es, la única nación es la española y el pueblo español el único depositario de la soberanía nacional. En consonancia la autodeterminación para las nacionalidades o naciones que conforman el Estado español no tiene encaje legal en la Constitución española cuyo texto afirma la indivisibilidad de la nación española y su integridad territorial. A la vez que prohibe la federación entre comunidades autonomas (por ejemplo la CAV y la CFN), y solo permite al estado la convocatoria de referéndum.

Por lo tanto, no hay igualdad entre los que son partidarios de pertenecer a España y los que propugnan la independencia para Euskal Herria.

Esto fue posible, merced a un proceso tutelado por las fuerzas armadas del ejercito, por aquel entonces marcadamente franquista y que impuso serias restricciones a la democracia, sobre todo en el terreno nacional. Posteriormente, al rebufo de la intentona golpista del 23- se inicio un proceso de recortes de armonización, en realidad recorte de las autonomías a resultas de la cual, todavía siguen sin ser transferidas a la CAV un importante numero de competencias.

Es notable también la cerrazón del estado, y los partidos políticos que lo defienden, ante las ofertas de cambio del actual ordenamiento jurídico político. Por ejemplo, lo ocurrido con el Llamado Plan Ibarretxe. Por nuestra parte, son varias e importantes son las divergencias con dicho Plan: su marcado electoralismo; diversos aspectos relativos a su concepción de la nación vasca ; lo poco claros que quedan los derechos de la ciudadanía relativos al trabajo, la vivienda, un salario social digno. Así mismo, el énfasis que se hace de la libertad de empresa, la propiedad privada de claro sesgo liberal, mientras que apenas hay mención o apuesta por un sector público en la economía, ni sobre la tan necesaria intervención del mercado, etc. Lamentable ha sido también como se ha gestionado. Dejando a la ciudadanía de lado, o en espera del «día d hora h»de la gran consulta…

Sin embargo, la respuesta de Parlamento español a dicho proyecto, cuyo eje central es su propuesta de «libre asociación» es decir su reubicación en el seno del estado español, refleja claramente los limites en que se mueve la lo mas progresista de la democracia española en lo relativo a la cuestión nacional. Una de cal (al permitir la comparecencia del Lehendakari en el parlamento español), y otra de arena al rechazar le plano toda posibilidad de un pacto «en pie de igualdad» entre el Estado y el parlamento vasco. La excusa de que dicha propuesta no gozaba de una mayoría – para ellos- suficiente, ni en el parlamento ni en la sociedad vasca se ha convertido en parodia en relación al Estatuto de Cataluña. Ciertamente, Ibarretxe y el PNV, lejos de trasladar a la sociedad el debate para que esta decidiese que hacer, opto por adelantar las elecciones con la esperanza de lograr mejores resultados que en las anteriores y adquirir una mayor capacidad de maniobra. Pero el resultado electoral supone un duro revés para la pretensiones electoralistas del PNV .

7. El derecho de autodeterminación es una de las asignaturas pendientes de la democracia española y columna vertebral de la solución de un contencioso que enfrenta proyectos nacionales diferentes. Esto es, a pesar de sus dificultades de aplicación, y de que una parte de la sociedad vasca piense de que es una reivindicación nacionalista, el principio de autodeterminación es la mejor formula, o si se quiere, la única que puede posibilitar una solución efectiva ya que reúne las siguientes cualidades:

1. Parte de un principio elemental y profundamente democrático: corresponde al pueblo o la sociedad vasca el decidir el grado de poder y de autogobierno que desea tener.

2. Plantea la exigencia de democratización del propio estado español que se tiene por propietario del territorio vasco-navarro. Por tanto, su planteamiento ético es superior al del estado, en la medida de que se supedita su (nuestro) programa nacional vasco a la voluntad de la población, mientras que el estado revela su insuficiencia democrática al no tenerla en cuenta (evidentemente, este principio debe de aplicarse también al propio espacio vasco-navarro).

3. Clarifica el conflicto interior vasco en la medida de que una sociedad plural que necesita crear, por libre acuerdo entre las partes, una base comunitaria de convivencia más consistentes. En esa medida, favorece la mejor integración de la sociedad vasca. Ya que un pueblo que, decide lo que decide (separase o reunificarse) al hacerlo de forma democrática y sin injerencia alguna, avanza sustancialmente en su cohesión interna.

4. La autodeterminación es un modo razonable de solucionar democráticamente un conflicto de aspiraciones nacionales diferentes y lograr una sociedad mas cohesionada, más integrada y aunque respetuosa de su pluralidad. Es ademas, un buen un punto partida para toda la sociedad vasca en la medida de que no que no supone de entrada, una opción determinada (nacionalista o constitucionalista) sino el auto-reconocimiento por parte de la sociedad vasca de su mayoría de edad para poder decidir con toda libertad la solución de sus problemas internos, así como el encaje o la forma de relacionarse con el exterior.

En lo inmediato, esta reivindicación puede adoptar diversas formas tales como el derecho a consulta o referéndum, sea de cara al modelo de relaciones con los respectivos estados, sea de cara al proceso de normalización y pacificación.

La realidad de nuestra sociedad diversa y plural, escenificada de forma diferente según territorios, obliga a plantearse un proceso que contemple fases y marcos de decisión diferenciados:

En una primera fase, defenderemos que la consulta se realice en tres espacios diferentes: Iparralde, Comunidad Foral de Navarra y la Cav, cada una por su lado. Que la consulta verse en torno a la libre adhesión de los distintos territorios a un proyecto en común, (se puede llamar, espacio vasco-navarro en erdera, y Euskal Herria en Euskara). Este planteamiento estará avalado por razones de realismo pero también por convicción democrática. Además de imposible, no es deseable la conformación de Navarra o Iparralde dentro de un proceso auto determinativo común, y mucho menos de un final común, sin previa adhesión.

En una segunda fase, y caso de que el resultado sea favorable a la Construcción de una Euskal Herria política, abogaríamos por la consulta en todo el territorio vasco (navarro) sobre su pertenencia o no a los Estados Francés y español y sobre su posterior ubicación en Europa en tanto que Estado Soberano.

Las virtudes de un proceso autodeterminativo no se limita a lo nacional, puesto que su ejercicio alienta valores y aspiraciones que engarzan con el ideal libertario e igualitarista, de un mundo formado por pueblos y personas libres, que eligen en libertad sus formas de gobiernos y sus relaciones sociales. De ahí, que siempre estuviese presente en el diccionario de los movimientos progresistas y no de los conservadores o reaccionarios.

Y sobre todo engarza, con la democracia en su sentido mas fuerte, de autogobierno y autoactividad popular, bastante asentada en la cultura y de las sociedades occidentales (aunque muchas veces conculcada con guerras, golpes, fascismos y dictaduras varias): que el pueblo decida libremente es un argumento fuertemente democrático, y si además así ocurriese, difícilmente objetable, tal como afirmaba el Tribunal Constitucional de Canadá respecto a un hipotética mayoría en Quebec…

7. Entendemos por soberanía, un poder no derivado de otro, que funciona como reserva permanente del poder y le permite afrontar situaciones extraordinarias; un poder con potestad para dotarse de un nuevo ordenamiento jurídico propio; un poder que tiene que ver con la cualidad del autogobierno, mas que a la cantidad y al ámbito de sus competencias… La aspiración soberanista. Todos/as somos conscientes, que en el mundo de hoy, la soberanía nacional-estatal, esta sufriendo fuertes limitaciones, hasta el extremo de que salvo por parte de determinados países (imperios que deciden sobre otros y no permiten que nadie se inmiscuya en lo suyo, por ejemplo, la política de los USA ante Irak) se hable mas de soberanías compartidas, que de soberanías totalmente independientes (prueba de ello es el proceso de Construcción Europa).

En efecto, son muchos los poderes surgidos en la era de la globalización, tales como las instituciones transnacionales, los pactos entre Estados, intereses geopolíticos, los cuales, sea, por «libre» aceptación sea, por imposición, condicionan y limitan la soberanía de los estados nacionales, y no digamos de las gentes y los pueblos sin Estado propio. Y sin embargo, sigue siendo un objetivo pertinente.

Tiene que ver, en primer lugar, con el deseo manifestado por el movimiento soberanista de poner en marcha un poder constituyente que abarque a los siete herrialdes históricos (aunque en un principio se haga por separado), y poder así decidir libremente nuestro destino (en la medida de lo posible) en el seno de Europa; también con el deseo de disfrutar de todos los recursos económicos, culturales que disponemos; así como de compartirlos de forma solidaria con otros pueblos, sin que ello suponga una imposición mal disfrazada de solidaridad.

En segundo lugar, con la necesidad de todo pueblo minorizado de dotarse una institución propia que le permita situarse en pie de igualdad con las demás naciones que conforman Europa, y sobre todo, para que poder enfrentarse mediante políticas sociales y económicas a los desmanes desrreguladores y culturalmente homogenizadores de la globalización capitalista, posibilitándose así la articulación social y nacional de la ciudadanía de Euskal Herria.

En tercer lugar, porque no podemos dejar pasar el momento histórico de la Construcción Europea (en cuyo seno en el pasado algunas naciones se constituyeron en Estados nacionales y otras carecieron de tal posibilidad, siendo incluso divididos en diferentes formaciones estatales, como es nuestro caso) sin demandar el lugar que creemos nos corresponde ocupar.

Los Estados al estilo del Estado español, además de los inconvenientes anteriormente reseñados, no aportan ninguna ventaja derivada de su mayor tamaño respecto a las naciones que oprime, a la hora de buscar soluciones a problemas que solo pueden darse a escala más amplia. Sin embargo tienen el inconveniente de, de ser demasiado grandes para «conformar sociedades nacionales autogobernadas capaces de funcionar». Idea esta, defendida por el laborista Raymond Williamas, que la utiliza para afirmar su opción galesa y europeísta, frente a la Gran Bretaña actual. Idea similar, a la reivindicación dentro de Quebec de cómo «marco donde se construyen relaciones sociales», según expresión de Michael Keating.

En suma, aun siendo conscientes da las dificultades que tenemos que afrontar en un ámbito europeo tan cambiante, y con unos estados reacios a compartir y mucho menos aceptar soberanías de sus nacionalidades internas, creemos que ha llegado la hora de reclamar un nuevo estatus y dar los pasos necesarios para su consecución.

Cuando, hablamos de pasos, estamos diferenciando la consecución de la plena soberanía (posible dentro de Europa asociada entre diversas comunidades nacioales) u objetivo máximo que nos coloque en un plano de igualdad con estados soberanos (Euskal Herria federada con el resto de Europa), de la consecución de objetivos más cercanos en el tiempo: Por ejemplo:

A) Poner en marcha distintos instrumentos (entes, instituciones, o asociaciones) de ámbito nacional vasco: Asociación de instituciones locales como Udalbiltza; Biblioteca Nacional, Selecciones Deportivas, etc, y por supuestos, acuerdos y unidad de acción entre partidos y sindicatos partidarios de ir creando una red nacional vasca.

B) Lograr, que las distintas instituciones políticas actuales tengan representación directa en Europa; impulso de una especie de Euro-Región que reconozca la singularidad vasca. Que en el marco de dicha Euro-región puedan crearse órganos comunes (dietas, incluso federarse) que tengan su proyección dentro de los estados actuales.

C) Que puedan lograrse mediante nuevos Estatutos que aumenten la cantidad y calidad de las competencias propias de las actuales comunidades autónomas (CAV y la comunidad Foral) y lograr el Departamento de Iparralde. Todo ello, si bien no cambia sustancialmente el Estado de división actual y falta de soberanía, pero pueden servir para solucionar problemas de importancia (en materia de pesca y agricultura, educación, por ejemplo destinar dinero para las ikastolas de Iparralde, etc.

Aspectos estos, que difuminar los objetivos finales, ya que son batallas por los objetivos intermedios, parte de todo proceso autodeterminativo mas o menos dilatando en el tiempo (salvo que este conozca un rápido desenlace mediante referéndum o estallido de los Estados actualmente existentes.)

II

8. La desaparición de la lucha armada, y de la dialéctica reactiva, no supone la desaparición de los nuevos y viejos problemas creados por la sociedad capitalista. Simplemente, lo sitúa en otro terreno: el de la solución de algunos de ellos y el de su reubicación de otros.

Y malo sería que el objetivo de la paz, y la desaparición de todas las secuelas dejadas por la dialéctica acción, represión, acción, supusiese un adocenamiento social, una perdida de la rebeldía de los valores subversivos, si bien hoy por hoy minoritarios, que están presente y son el resultado de la persistencia de unas izquierdas, abertzales, alternativas, que con sus aciertos y errores están ahí y no deben de desaparecer, sino desarrollarse.

Ciertamente, la polarización en torno a la lucha armada puede generar en nuestra sociedad un afloramiento de la cultura del consenso «para todo» en detrimento del disenso y de la cultura de la disidencia ante la injusticia. Y esto es grave. La cultura del consenso, como paradigma de la buena política, ha sido uno de los cánceres de la izquierda y de los movimientos de emancipación. Hemos adolecido de disenso y sufrido una intoxicación de consenso.

La izquierda a diferencia de la derecha, no puede limitarse administra y gestionar la realidad, sino a trasformarla. Para la derecha el consenso es su modus operandi habitual (incluso cuándo embiste, siempre pretende llegar a un acuerdo en su terreno). Por tanto dos ideas: La primera: partimos del disenso, de la disconformidad con la realidad injusta. La segunda, hay casos, donde el consenso puede ser un bien, o una necesidad, por ejemplo para lograr la convivencia entre comunidades o sectores enfrentados, cada uno de las cuales tienen los mismos derechos a su existencia, y que en principio, sus demandas no son no son mejores ni peores que el de los otros. Se trata en ese caso, de lograr la igualdad de derechos, como base de una buena convivencia. Esto es, mismos derechos, mismas obligaciones, respeto a las minorías.

Pero incluso en esos casos, no debemos descartar la confrontación democrática, la lucha de ideas y de objetivos no debe de desaparecer en un mundo cambiante donde lo que hoy es plausible mañana no lo es y puede perjudicar mas a unos que a otros.

En definitiva, consenso, en torno a unos valores y proyectos que puedan ser compartidos) y disenso (frente a todas las expresiones de opresión marginación desigualdad…).

9. Pensamos que «Ser radical es ir a la raíz de las cosas». Pero hay muchas forma de ser radicales, y no todas son asumibles desde los principios que estamos proclamando.

Para nosotros debe de ser sinónimo de aspiración al cambio de sociedad. De quien no se conforma con la mirada superficial, busca la raíz de las cosas, de los problemas, para precisamente solucionarlos. Hay radicalidades que utilizan violencia de baja o alta intensidad, y otras de signo pacifista. Curiosamente las primeras no requieren necesariamente más valor que las segundas. En ambos comportamientos nos encontramos a menudo con dogmatismos que absolutizan su elección, más allá del tiempo y el espacio.

Las radicalidades violentas requieren de tres condiciones generales para que sean políticamente operativas: legitimidad, deseabilidad y conveniencia. Se trata de tres criterios que con frecuencia no van unidos. Cuando se separan, la violencia ejercida entra en crisis o de deja de ser conveniente, pues ningún método de lucha escapa a la dialéctica entre medios y fines. En nuestro caso, estamos persuadidos, como más adelante expondremos, que hay un divorcio entres estos tres criterios.

Ciertamente, el pacifismo entra en crisis cuando su ejercicio se traduce, a su pesar, en un apoyo objetivo al sistema dominante, o cuando menos en alimento de actitudes socialmente poco o nada favorables a la lucha contra la opresión. Cualquiera de las opciones, requiere una critica y una autocrítica permanente. No hay vías correctas eternas e inmutables.

Sin embargo podemos decir que cuanta menos violencia sea necesaria para lograr los objetivos de libertad, equidad y justicia, mejor. No son pocos los problemas que plantean las vías violentas en la transformación de la sociedad. Si se trata de la lucha armada, su inclinación a militarizar la política, los movimientos sociales y la propia sociedad, se convierte en una amenaza contra sus propios fines de emancipación. La historia nos demuestra que, incluso las revoluciones triunfantes por la vía militar han generado desde el poder graves defectos de verticalismo y falta de libertad. Naturalmente no se trata de una ley inevitable, pero sí de un fenómeno repetido, que invita a la reflexión. Por ello nos interesa sobre todo, aquella vía que sintoniza con los valores y objetivos por los que luchamos, y facilita el camino para lograrlo.

Tenemos el ejemplo de la insumisión al ejército, extensible a otros campos de la acción social y política. Su objetivo, la desaparición de los ejércitos, la desmilitarizaron de la sociedad, la política, la supresión de los gastos militares, eliminación de las fabricas en infraestructuras de guerra, forman parte de nuestro ideario, y con sus formas de lucha, legales e ilegales, con un alto grado de sacrificio personal y nulo perjuicio a terceras personas, se ha ganado la admiración y adhesión de grandes mayorías sociales.

10. El realismo es necesario para no ir de marciano por la vida, pero los de izquierdas no podemos sentirnos cómodos con una realidad a todas luces injusta y producto de un sistema explotador y opresor; y dudo que los valores sociales dominantes, por mucho que hayan avanzado nos permitan reconciliarnos con la realidad notablemente injusta. Como dice el sub Marcos: » Los ricos y los poderosos de este país y del mundo, lo son, por un crimen de fundamental que es el del despojo y, en muchos casos, el crimen de sangre, de muerte de destrucción».

No pocas veces el abandono del radicalismo por el realismo, el llamado «ajuste con la realidad» es la coartada para el cambio de paradigma. La discusión en ese caso, no es sobre el grado de realismo, sino los objetivos por los cuales luchamos y sus mediaciones, programaticas, tácticas y estratégicas, ósea, sobre el camino.

11. Sin lucha no hay avances, la lucha no siempre es éticamente impecable desde el punto de vista formal. No hay una ética, que cual aspirina vale para curar todo los males, aunque si hay unos puntos mínimos de valor universal que la izquierda debe de observar y defender.

La ética del conservador, de quien tiene la ley y la propiedad a su favor y la de quien no tienen nada o quiere cambiar la sociedad no coinciden casi nunca. ¿Es antidemocrático obligar a alguien mediante la fuerza? El exquisito Ardanza decía en ETB: no se puede utilizar la violencia para imponer tus posiciones. En ese mismo momento la Ertzantza estaba sacudiendo a los irakasles que se manifestaban delante del parlamento vasco.

Si una interrelación entre una desideratun utópico (fundamentado en las posibilidades que ya se dejan intuir en el mundo que conocemos y que el capitalismo emplea en su provecho) y un programa para el corto, a donde vamos? Ya lo dijo alguien: «nunca se va tan lejos como cuando no se sabe a donde se va»

* Joxe Iriarte, Bikila. Militante de Zutik.