En su descabellada e infructuosa batalla contra Cuba, encaminada a retrotraer la marcha de la historia y a imponer a los cubanos una no deseada transición «democrática», el presidente norteamericano George W. Bush ha maniobrado desesperadamente y acaba de sacar de su manga a un nuevo peón predestinado a sumirse en el mismo fracaso que […]
En su descabellada e infructuosa batalla contra Cuba, encaminada a retrotraer la marcha de la historia y a imponer a los cubanos una no deseada transición «democrática», el presidente norteamericano George W. Bush ha maniobrado desesperadamente y acaba de sacar de su manga a un nuevo peón predestinado a sumirse en el mismo fracaso que han padecido todos aquellos sumados alguna vez a las repudiables e infortunadas campañas anticubanas.
En esta ocasión, el papel de marioneta de turno correspondió a Caleb McCarry, asesor republicano del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, nombrado el pasado jueves como coordinador de la transición a la democracia en Cuba, una especie de implementador de la política contra Cuba dentro del Departamento de Estado. Este cargo había sido sugerido un año atrás por los miembros de la »Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre», copresidida por su Colin Powell, ex secretario de estado y el actual senador Mel Martínez.
Ni lerdo, ni perezoso, McCarry se apresuró en congraciarse con sus jefes, el propio Bush y la no menos agresiva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, al declarar: «Es responsabilidad del mundo civilizado actuar para ver que la familia cubana esté reunida bajo la libertad política y económica». Gritos de euforia y miradas de complacencia despertaron sus palabras entre los asistentes, muchos de ellos representantes de la extrema derecha mafiosa de Miami. McCarry, por su parte, respiró satisfecho, ávido de protagonismo, luego de decir adiós a un oscuro papel, cargado sobre sus espaldas por más de ocho años, dentro del comité cameral. Como para consumar su ensayada actuación, McCarry gritó a todo pulmón: `»¡Viva Cuba libre!»
Con el nombramiento de McCarry, se consumó, sin lugar a dudas, un paso más de las maniobras anticubanas implementadas a partir de la creación de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre, a la par que se buscaba poner en la oficina del Hemisferio Occidental en el Departamento de Estado a nuevas caras, menos comprometidas con la repulsiva actuación de Roger Noriega y otros. Thomas Shannon se presenta como la nueva baraja que empleará Bush en sustitución del desprestigiado Roger Noriega. Shannon, diplomático de carrera y experto en Latinoamérica dentro del Consejo de Seguridad Nacional, tiene el propósito de continuar buscando fórmulas para derrotar a la Revolución Cubana y contando para ello con un amplio presupuesto de 8,9 millones de USD para este año y otros 15 millones solicitados para el 2006.
Antes de fungir como asesor de la Comisión de la Cámara de Representantes para las Relaciones Internacionales, McCarry se desempeñó como vicepresidente del programa americano del Centro por la Democracia.
¿Qué papel jugará McCarry en los planes de la administración Bush contra Cuba? Si nos dejamos llevar por las expresiones de enconados enemigos de la Isla como Lincoln Díaz Balar y Jeff Bush, no cabe la menor duda que dicho papel será de enconado opositor a los cubanos. Basten las palabras Díaz Balart para entenderlo así. Este congresista y furibundo anticubano declaró sobre McCarry: «es altamente calificado para ser el implementador principal de la política de Bush hacia Cuba». Luego agregó: »Cree profundamente en el derecho del pueblo cubano a vivir en libertad y trabajará diariamente para asistir a los cubanos a lograr una transición democrática con prontitud».
Jeff también se apresuró a alabar al estrenado alabardero de la intolerancia al declarar que su elección «es prueba del compromiso continuo de la administración presidencial para preparar el día en que Cuba se una a las 34 naciones democráticas del Hemisferio Occidental».
Los vínculos de McCarry con otros representantes de la extrema derecha de Miami se pusieron de manifiesto en otros momentos cuando fue director del equipo de asistentes del Subcomité del Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes. En este equipo estableció fuertes contactos con Ileana Ros-Lehtinen, quien capitanea el endurecimiento de las sanciones económicas contra Cuba.
Su papel como representante de las políticas ingerencista de Estados Unidos en América Latina se puso de manifiesto cuando en el 2004, en ocasión de las elecciones en El Salvador, cuando declaró advirtiendo de los peligros sobre una posible elección de Shafik Handal como presidente de esa nación centroamericana: «Las políticas del señor Handal serían desastrosas para El Salvador y para las relaciones entre Estados Unidos y El Salvador». A la par, puntualizó: «creo que es correcto que señalemos quiénes son nuestros amigos y quienes no. Tenemos que dejar claro en quiénes confiamos y en quienes no».
Para concluir, cabe duda de que a McCarry se le ha asignado el triste papel en el que han fracasado todos sus predecesores: dar un soñado tiro de gracia a la Revolución Cubana. Como los otros, este nuevo títere de turno saboreará el más humillante fracaso.