No le puedo prometer y no le prometo que para cuando usted haya leído esto no nos hayan vuelto a disparar, desde algún punto de Europa, nuevas señales a favor de algunos de los presos políticos y exiliados, y contra esta España que los ha condenado o les sigue persiguiendo. Y si tales señales favorecen […]
No le puedo prometer y no le prometo que para cuando usted haya leído esto no nos hayan vuelto a disparar, desde algún punto de Europa, nuevas señales a favor de algunos de los presos políticos y exiliados, y contra esta España que los ha condenado o les sigue persiguiendo.
Y si tales señales favorecen las posiciones de «algunos», estarán reforzando también las de todos los represaliados, y las del independentismo catalán en su conjunto contra el descompuesto bloque del 155 con el rey amenazante a la cabeza, porque allí estaba también el PSOE de un Sánchez que no deja dormir, él sí que les quita el sueño, a todos los que se le acercan, tanto si lo hacen contra él como a su favor.
En cambio, parece que a millones de electores los personajes cambiantes son quienes mejores sueños les regalan en periodos inestables, pero no debemos olvidar a ninguno de los implicados en decisiones autoritarias, aunque hayan, casi, fracasado. En España escasean las mejores derrotas.
Como ejemplo de esas «señales» desde Europa hemos escogido hoy el patético papel de nuestra Junta Electoral Central que, acto seguido de cerrarse la votación en el Congreso, sintió la necesidad inaplazable de justificar que sí había notificado el mismo día 3 su acuerdo desestabilizador, de la investidura, en la persona del Junqueras europarlamentario, pero va ese Parlamento y responde que sí, que se ha producido un error administrativo en Bruselas, pero que les da lo mismo, porque lo único que vale es la sentencia del 19 de diciembre del TJUE y no lo que diga España. Sin irse a Europa, parece que también ayer por la tarde la misma JEC desdramatizó su intento de marejada en el vaso de aguas turbulentas en el que Torra se desempeña.
Ante un devenir de causalidades que no paran y todas explosivas, no me extrañaría que Pedro Sánchez, si por su cabeza hubiera pasado lo de hacer algo con las cúpulas judiciales españolas, prefiera fiarlo a que se incendien con su propio fuego, atizado sin pausa por un extraordinario bombero pirómano de mil nombres que todos se apellidan Europa. Eso sí, algo que se ha vivido como un fantasma durante la investidura. Como siempre en España.
Para el resto de cosas de las que están ocurriendo en la cuarteada piel del toro que habitamos resulta inevitable pensar en Suárez, sí Adolfo pero no Illana, de ahí lo de «prometer» para empezar a escribir estas palabras, pues hasta su primer apellido comienza y termina por las mismas letras que el de Sánchez, aunque no he escuchado, a los que atacan sin tregua al investido por tanto cambio de discurso, acusarlo de «engañar tanto a sus votantes como Suárez hacía con sus colegas del Movimiento Nacional, y con todos los demás», por poner un ejemplo tan propicio a la ocurrencia, sobre todo cuando en sus escaños más notorios tienen al Illana, aunque este parece mucho menos educado y bastante más cobarde que su padre.
Puede que algunos sí que necesiten educación de esa que decía que «la letra, con sangre entra».
El caso es que mientras regresaban otros reyes, los Magos, hacia Oriente, el citado Sánchez terminaba su intervención, todo menos por casualidad, guardando el debido respeto al «presidente de la República Manuel Azaña» para apretar, osado, un poco más todavía las tuercas con las que ha mantenido agarrotados a sus potenciales «tamayos» y matar otros dos pájaros de un tiro: con uno, responder a Casado y a otros que llevaban 48 horas amenazando por no haber salido en defensa del rey amenazador al que la diputada Aizpurúa había puesto nombre recordando sus propios actos y, con el otro tiro, marcar su propio terreno ante las portadas que, amenazantes como su protagonista, 24 horas antes habían decidido destacar que «Felipe VI subrayaba ‘ante Sánchez’ el compromiso de las Fuerzas Armadas con España y la Constitución».
Probablemente por si acaso, el único orador impune, ya perdidas todas las prudencias, se estaba sumando, más blindado aún, a la demanda de Casado.
No podemos saber si Sánchez había revisado el discurso que el rey amenazante leería ante las fuerzas más armadas y monárquicas, pues llamó la atención esta vez un «¡¡¡Viva el Rey!!!» pasado de decibelios militares, pero me temo que, en medio de uno de los debates de su vida, el aún presidente en funciones no se arriesgaría a una desestabilización mental por lo que dijera en la Pascua Militar un personaje que está consintiendo, con toda libertad, que la derecha más franquista se apropie de lo que representa.
Por cierto, que, pensando en «tamayos» y sin olvidar a Suarez, toca reconocer que Sánchez ha realizado, entre su victoria en las primarias del PSOE en 2017 y la renovación de candidaturas a las dos elecciones generales de 2019, una mejor selección de personajes para vestir escaños de la que llevó a cabo para las generales de 1979 el segundo presidente de un gobierno de la monarquía restaurada. Tras su dimisión, menos de un mes antes de aquel 23F, don Adolfo no volvió a levantar cabeza
Por tanto, ayer, 7 de enero de 2020, fue un día histórico por haber salido adelante el primer gobierno de coalición, aunque, no nos engañemos, solo se ha elegido su presidente y, si su vice quiere un consejo, no le arriendo las ganancias si sigue pretendiendo, con 35 escaños, nombrarle los ministros, tal como casi hizo con el doble de parlamentarios en enero de 2016 y mientras Sánchez visitaba La Zarzuela.
Decía lo de la Monarquía y los franquistas nuevos mientras pensaba que aquí, además de educación como dijo Baldoví, parece que la derecha que busque un hueco en el futuro esté necesitada de «aprender a aprender», especialmente de la historia reciente: al igual que las campañas que el PP promovió en toda España contra el Estatuto catalán durante la primera década de este siglo fueron el catalizador necesario para que el independentismo pasara del 20 a casi el 50% del electorado, la apropiación de la figura del rey por Abascal y otros quizás termine consiguiendo que los no monárquicos superen con mucho, y también en toda España, ese 50% que las pocas encuestas que se atreven siempre certifican.
Precisamente, y hablando de otro amenazador, estando el PP en la oposición tras la gran mentira de Aznar sobre el 11M de 2004, los periodistas le preguntaron a M. Rajoy el motivo de la campaña de recogida de firmas en toda España contra aquel nuevo Estatuto catalán. Pues bien, el ex presidente del PP respondió con un espontáneo y amenazador «porque me da la gana».
Nos lo recordaba el profesor Pérez Royo y quien podría dudar de que a Catalunya, a la que el «mucho español» siempre consideró menor, «los catalanes hacen cosas», la siguiera amenazando porque a él no dejó de «darle la gana».
Qué nadie le cuente al rey amenazante como terminan los amenazadores, especialmente cuando vigila Europa. «¿Y las europeas?». Quizás nos convenga que este hombre, el también rey, siga cometiendo amenazas «victoriosas» hasta la derrota final de sí mismo y de lo que representa.
Mira por donde, es probable que S(ánch)ez sea quien acabe con el hijo del rey que dejó de apoyar a aquel S(uár)ez que, al anunciar su dimisión, nos dijo a todos: «Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España».
Agotadas las consultas sobre esa frase a la bola de cristal, todas las interpretaciones conducen a que Suárez pensaba que, tras su dimisión, dejarían de sonar los ruidos que terminaron con Tejero disparando al techo del Congreso y los tanques de Milans desatados por las calles de Valencia.
Pero una vez más, como ahora, aunque con otras formas, la derecha franquista, toda la muy española, se mostró insaciable. Ayer Pablo Iglesias les dijo a la cara que era «un problema de inteligencia».
Capacidad de sorprendernos al del PSOE no le falta, pero, para que llegue ese final de las amenazas más o menos veladas y tan esperado por tantos, será necesario que Iglesias tenga a Sánchez bien cogido por los bajos, pero que nadie lo pueda notar, y sin quitarle ni un solo milímetro de su protagonismo.
Es probable que esta pieza del rompecabezas sea la que nos termine faltando.
Políticos que de vez en cuando nos recuerdan que lo que son es profesores de universidad y conductores de programas en televisiones minoritarias, aunque con tal de ser ministros estén dispuestos a cometer todos los errores del abecedario, deberían comprender que a los de abajo con sentido del humor, tan necesario para que respiren ellos, nos interesan más los juegos de palabras y los chistes que nos quedan hasta que Felipe VI entregue las llaves de La Zarzuela, que el valor de los pocos platos que dejará de romper este amenazador mientras siga intrigando, fuera de sí, por los rincones de su mala cabeza. Pedimos, para esa tarea, autocontrol, táctica, estrategia y eficacia. Seguiremos aportando ideas.
Pues, aún así, estamos dispuestos a terminar con esos chistes cuanto antes. Ya inventaremos otros.
Para terminar, señores Sánchez e Iglesias, la petición de hoy: la primera decisión del nuevo gobierno debe ser indultar, o amnistiar, a todos aquellos que como Valtonyc y muchos otros hayan sido condenados por decir, mientras actuaban en público ante cuatro amigos, cosas mucho menos graves de las que sueltan Abascal y los suyos, y los que no son ni Abascal ni los suyos, ante nubes de periodistas para que copen todas las portadas y consigan que hasta el «Financial Times» hable de ambiente de como el previo a la Guerra Civil en España. Y también procede revisar de oficio y levantar miles de sanciones individuales puestas con la Ley Mordaza que hayan sido excesivas. Lo siento por los descuadres en el Presupuesto.
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