Las universidades populares tuvieron su origen en Francia a finales del siglo XIX. Durante el primer cuarto del siglo XX se expandieron por Europa, inspiradas en las nuevas corrientes pedagógicas como el krausismo, que defendía la libertad de conciencia frente al dogmatismo. En España fueron promovidas desde los albores del siglo XX por la burguesía […]
Las universidades populares tuvieron su origen en Francia a finales del siglo XIX. Durante el primer cuarto del siglo XX se expandieron por Europa, inspiradas en las nuevas corrientes pedagógicas como el krausismo, que defendía la libertad de conciencia frente al dogmatismo. En España fueron promovidas desde los albores del siglo XX por la burguesía reformista, a menudo engarzada con sectores republicanos. El objetivo era extender la formación a las clases populares, pero también a una parte de las capas medias no impregnadas por las nuevas tendencias de la cultura europea. Las universidades populares cobraron un nuevo impulso tras la Segunda Guerra Mundial en países como Alemania, Italia o Austria; en España la vitalización no llegó hasta el final de la dictadura, en concreto después de las elecciones municipales de 1979. Marcó un hito la fundación de la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes (Madrid) y en 1981 el impulso a la Federación Española de Universidades Populares (FEUP).
La Universidad Popular de Valencia se inauguró el ocho de febrero de 1903 en el Centro de Fusión Republicana. Asistieron al acto, según la crónica del periódico «El Pueblo», cerca de 2.000 personas, que llenaban el salón de actos y se expandían por la calle. Los periódicos de todo el estado español difundieron la noticia de la apertura. El promotor de la iniciativa fue el novelista, político y periodista republicano Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), que pretendía difundir principalmente entre la clase trabajadora la cultura, la libertad de pensamiento, el laicismo, el racionalismo, el progresismo y la ciencia frente al dogma. Todo ello de manera gratuita y con una importante presencia de las mujeres. En «El Pueblo», altavoz de Blasco Ibáñez y del partido republicano, el escritor caracterizaba a la nueva institución: «Un terreno nuevo, donde todos puedan entrar, donde se presente la enseñanza con ropajes de fiesta y se sirva la ciencia como una diversión»; y añadía que en España «no sólo hay que ilustrar al obrero: la chaqueta y aún el chaquet ocultan, por lo general, un ignorante igual o mayor que el que viste blusa; el industrial y el comerciante (…) no leen, y sólo de oídas llegan a enterarse, como de un eco remoto, de los progresos que realiza el pensamiento humano».
En el primer curso de la Universidad Popular de Valencia se matricularon 150 mujeres, lo que motivó la crítica de los periódicos conservadores. Así, «La Voz de Valencia» alertaba de los riesgos: «Hay el peligro de que la cocina, y la calceta, y los apaños y otros menesteres paguen el pato científico». El derechista «Las Provincias» también manifestaba su preocupación y exhortaba a los partidarios del orden a «sostener con iguales armas una lucha en la que toda indecisión es peligrosa y todo apocamiento suicida». Sin embargo, otros periódicos además de «El Pueblo» celebraban la nueva universidad, como «El Mercantil Valenciano» y «El Noticiero», de tendencia liberal. En el campo libertario, el semanario «Juventud» subrayaba la vinculación del anarquismo con las universidades populares, pues ya las habían constituido en ciudades como Bruselas, Génova o Buenos Aires.
El discurso de inauguración de la Universidad Popular de Valencia corrió a cargo del catedrático y diputado republicano Gumersindo de Azcárate (1840-1917), quien defendió la neutralidad del saber científico. De formación krausista, Azcárate no sólo fue uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza en 1876, sino que un año antes fue expulsado de la universidad por defender la libertad de cátedra, junto a Giner de los Ríos y los expresidentes de la I República Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Desde que abriera las puertas en 1903 y hasta el curso 1931-1932, la institución académica mantuvo el pulso, y alternó periodos de actividad más o menos intensa. Las 28 conferencias del primer curso fueron divulgadas en las páginas del periódico «El Pueblo», también en la Universidad Popular -mediante cuadernos y folletos- y en 1904 a través de un libro recopilatorio. En 2016 el Ayuntamiento de Valencia reeditó estas conferencias en una edición facsímil. Una de ellas, la del catedrático de Geografía e Historia, republicano y polemista anticlerical Anselmo Arenas, defendía la Universidad Popular de las críticas y apelaba a las clases populares: «En lugar de envileceros enfangándoos en el vicio, venís a instruiros, y esto les hiere en el corazón: ¡temen que la pollina, al convertirse en ser pensante, los arroje y despida por las orejas!»
En un acto conmemorativo del 114 aniversario de la institución celebrado en el Paraninfo de la Universitat de Valencia, la profesora de Historia de la Educación y militante del movimiento feminista, Llum Sanfeliu, destaca que con el inicio del siglo XX despuntaba un nuevo republicanismo «plebeyo y callejero», que ya no era el del Sexenio democrático ni el de la I República. También se distinguía de esos otros republicanos, más respetables y de cátedra universitaria. En Valencia la figura carismática de Blasco Ibáñez contribuyó a forjar ese bloque social «progresista» integrado por el proletariado, las capas medias y los intelectuales con ideas modernizadoras. Entre 1901 y 1923, en pleno periodo de la Restauración, el republicanismo blasquista revalidó sus mayorías en el consistorio valenciano (salvo en el corto intervalo 1911-1916). Eran los años de una emergente política de masas, cuando las mujeres ganaban protagonismo y participaban en los actos del partido republicano, en los casinos, conferencias, manifestaciones y en la universidad popular. Además «desfilaban por las calles al son de la Marsellesa», recuerda Llum Sanfeliu. Sin embargo, «no podían asumir cargos políticos y el Código Civil las consideraba menores de edad».
En 1897 se constituyó la Asociación General Femenina, con republicanas destacadas como Belén Sárraga. Algunos de los textos que publican en 1902 ya permiten considerarlas feministas. Se posicionan a favor del laicismo, la masonería, el libre pensamiento y, desde 1910, dispondrán de una sección fija («conferencias femeninas») en el periódico «El Pueblo» en la que, además de otros contenidos, otorgarán una importancia enorme a la educación. La relevancia de estas mujeres y sus ideas puede comprobarse en revistas como «La conciencia libre». Contaban además con su propia escuela, publicaciones y en las manifestaciones participaban con pancarta propia. «Queremos poseer nuestro propio yo», afirmaba Amalia Carvia. Constituye otro hito en el crecimiento de las republicanas feministas la revista «Redención» (1915). Tres años después se declaraban abiertamente sufragistas. De la lectura de la prensa se desprende que las mujeres se estaban convirtiendo en un «territorio» político en disputa. Algún canónigo de la época acusó a Blasco de «utilizarlas», por su presencia en clubes y casinos republicanos. La respuesta llegó en forma de una «potentísima Liga de Mujeres Católicas», apunta Sanfeliu, «que contaría con muchísimos recursos». El choque entre las dos tendencias se manifestó de forma acusada.
Inaugurada en 1903, el curso 1931-1932 abrió el camino a cambios en la Universidad Popular de Valencia. Ahora la organización correría a cargo de la Federación Universitaria Escolar (FUE) y, aunque no viraría el enfoque general, se dirigiría estrictamente a la clase obrera. Los estudiantes universitarios impartirían las clases en un periodo -el de la II República- que sería de ebullición en la calle y en las aulas. Una de las maestras de la Universidad Popular, Alejandra Soler, ha estado presente a sus 103 años en el acto de homenaje celebrado en el Paraninfo de la Universitat de València (febrero de 2017). Licenciada en Filosofía y Letras, Alejandra Soler ha militado en el PCE desde 1934 hasta hoy. Terminada la guerra civil y tras escapar de un campo de refugiados en Francia, se exilió a la Unión Soviética, donde sobrevivió a la batalla de Stalingrado. No volvió a España hasta 1971. En el aula trataba de fomentar el pensamiento crítico entre las mujeres. «La II República creó escuelas y combatió el analfabetismo, recuerdo un florecimiento maravilloso», afirma la maestra republicana en una entrevista realizada en enero de 2017.
¿Cómo se enseñaba a los alumnos en la Universidad Popular? Una centenaria Alejandra Soler recuerda cómo «había que ponerse a su nivel» y, dado que la formación revelaba notables lagunas, «se tenía que ir con mucho cuidado para no infundirles temor y conservarles el entusiasmo por seguir adelante». Además, «la Universidad Popular era muy asequible, se les daba todas las facilidades». La militante comunista explicaba a las estudiantes las diferencias respecto al voto femenino entre dos mujeres republicanas, Victoria Kent y Clara Campoamor. «Las mujeres estuvieron históricamente arrinconadas; se temía que por la influencia de la iglesia católica no pudiera lograrse aquello que se pretendía», declara en la entrevista en relación con el sufragio. En 1958 Alejandra Soler fue nombrada Jefa de la Cátedra de Lenguas Romances de la Escuela Superior de Diplomacia en Moscú. El recorrido vital de la maestra puede seguirse en su libro de memorias «La vida es un río caudaloso con peligrosos rápidos», publicado en 2009.
La experiencia en la Universidad Popular no fue un episodio menor en su vida: «Había que conseguir que ellas mismas se consideraran personajes públicos; no eran una clase inferior, ni peores que nadie; trataba de levantarles su personalidad, que criticaran aquello que no les pareciera bien». Pero la maestra encontraba a las estudiantes «constreñidas». En gran parte por el miedo de siglos a la iglesia católica. «Pero el cerebro es suficientemente fuerte como para no temer nada». Alejandra Soler se expresa con toda la sencillez de la antigua sabiduría: «El varón mandaba y la mujer, atadita la pata a la cama…Y eso no podía continuar; hay muchos cerebros femeninos y mujeres sabias a quienes se desconoce salvo si se ha estudiado Historia». Otra cosa fue cuando regresó a España tras décadas de exilio, pues se encontró con una «mujer nueva», con un cerebro mucho más «firme, educado y curioso». «Y más valiente, eso me encantó». El remate recuerda la vía al socialismo como camino empedrado de derrotas, al que se refería Rosa Luxemburgo. Según Alejandra Soler, «Hay que despertar el espíritu crítico, y así se puede mejorar un poco la vida de siglo en siglo».
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