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Reflexiones con motivo del Día Internacional del Euskera

Una abuela navarra

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por LB


Hace no muchos años me contaron una historia que nunca he podido olvidar, una de esas historias que penetran hasta lo más hondo y se quedan impresas para siempre en espera de una respuesta, aguardando a que la acaricies.

Es la historia de una abuela normal que vivía en una familia normal y que durante toda su vida habló en castellano. Lo hablaba con su marido, con sus hijos, con sus nietos, con los tíos y tías que venían de visita, con los primos, y nadie la oyó jamás hablar otra lengua que no fuera el castellano.

Envejeció, y pasado ya el umbral de los 80 años comenzó a perder la cabeza por causa de eso que antes llamaban de forma harto pintoresca «falta de riego», hasta que acabó por no poder levantarse de la cama. Y cuando quedó así postrada, cierto día ocurrió el milagro: comenzó a hablar en euskera. Así, sin avisar, ignorando los ruegos de sus familiares, sin explicaciones y sin remordimientos.

En casa nadie sabía euskera, de modo que tuvieron que llamar a un vascohablante del pueblo para que les tradujese las palabras que decía la abuela. Así estuvo durante semanas, o tal vez meses, no lo sé, hablando en euskera a sus familiares, que no comprendían ni una sola palabra y se veían obligados a recurrir a un traductor para poder saber lo que la abuela decía, hasta que un día murió. Me imagino a la abuela contando historias de su niñez mientras que sus familiares, apiñados a su alrededor, le preguntan al traductor: «¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho?«.

¡Pobre abuela! ¡Que espantos, qué dolores, que terrores y qué amenazas no tuvo que haber padecido para llegar a arrinconar en su mente, eliminar y olvidar aquel idioma que sabía desde niña! No puede haber nada más difícil: sin querer se le escapan a uno palabras sueltas, un antiguo verso, la letra de una canción, un chiste, un dicho. Las palabras de la niñez son las que con más presteza acuden a nuestra lengua. Y a pesar de ello, de la boca de la abuela no salió durante toda su vida ni una sola palabra en euskera, como si en su cerebro hubiera pulsado la tecla «borrar».

Sin embargo, cuando cayeron las trabas de la represión lingüística más violenta, cuando se desvaneció en su conciencia la amenaza del peligro, la abuela comenzó a hablar en aquella hermosa lengua vasca que guardaba escondida como un tesoro en los pliegues de su inconsciente, sin saber que se había convertido, 500 años más tarde, en el último testigo (y víctima) de la violenta conquista de Navarra.

Por la misma época en que murió la abuela, el rey de España declaró en un congreso que el idioma español se había extendido de forma pacífica y voluntaria, tanto en España como en el mundo, y todos le aplaudieron, aunque existen pruebas documentales que demuestran que esa afirmación es mentira. Por su parte, el escritor mexicano Carlos Fuentes dijo en el congreso de Cartagena de Indias: «Posiblemente el inglés sea más práctico que el castellano; el alemán, más profundo; el francés, más elegante; el italiano, más gracioso; y el ruso, más angustioso. Pero yo creo profundamente que es la lengua española la que con mayor elocuencia y belleza nos da el repertorio más amplio del alma humana, de la personalidad individual y de su proyección social«.

No salgo de mi asombro: o sea, ¿que de entre los 5.000 idiomas que existen en la tierra Dios eligió al español para expresar las interioridades del alma humana? Si al menos hubiera dicho «el alma humana de los españoles«, bueno. Ni tan mal. Hay que ver con cuanta naturalidad (por no decir prepotencia) peroran los Estados sobre sus cosas. Nosotros, en cambio, vivimos acomplejados.

En cualquier historiografía resulta fundamental el capítulo referido a los inicios de un pueblo. El eje central de nuestro relato histórico es la conquista de Navarra. Y ahí sí que no podemos permitirnos errar en el diagnóstico: todos los males posteriores tienen su origen en ella, pues nuestra narrativa histórica es el relato de una destrucción. Y es importante, no porque queramos volver a constituirnos en reino, ni siquiera porque pensemos que aquel pasado fuera glorioso, sino porque fue entonces cuando se establecieron, activaron y pusieron en marcha las pautas que nos han conducido hasta la situación actual: división territorial, imposición de un idioma imperialista y amnesia social generalizada -desmemoria, el cáncer de la ignorancia.

Diréis que a nuestra abuela la aterrorizaron los fusilamientos de la guerra civil, pero la represión franquista es exactamente la misma que la de aquellos conquistadores de hace 500 años, y la re-presión (presión repetida) del sistema parlamentario actual, también. Pues el imperio juzga normal hablar en español -en un idioma que se impuso por la vía de la violencia- y considera extraño aquello que era normal -hablar en euskera. Y lo peor de todo es que nosotros mismos hemos acabado por interiorizar esa falacia.

En realidad, el mecanismo que se puso en marcha para destruir al euskera fue muy simple: en lo sucesivo ya no tendría ninguna utilidad como herramienta de ascensión social; los conquistadores traían su propio idioma, y solo él valdría para vehicular las relaciones sociales, económicas y políticas. ¿Cuál fue el mérito de Castilla? Disponer de la suficiente capacidad de violencia para conseguir su objetivo y carecer de todo escrúpulo para ejercerla.

Este mecanismo sigue vigente en nuestros días. A medida que vamos elevando la mirada hacia lo alto de la pirámide social constatamos que va disminuyendo la presencia del euskera. El terror ha desaparecido, pero el mensaje pervive. Me gustaría saber qué es lo que les contaron a sus hijos pelotaris los Retegui y los Arretxe, dos familias vascoparlantes hasta la médula, para que decidieran no aprender euskera, así fuera para decir solamente unas palabras ante las cámaras.

¡Pobre abuela! Por mucho que la obligaran a olvidar el dulce idioma que bebió de labios de su madre no consiguieron penetrar en los dominios de su alma libre. Cuando perdió la cabeza y junto con su dominio sobre ella se disolvieron todas las reglas del imperio, pudo ser ella misma de la forma más natural en toda su vida. Los pliegues íntimos de su alma hablaban euskera. El día del euskera(1) no debería ser una jornada de festejos y celebraciones, pues nada tiene que celebrar un idioma cuyo desarrollo ha sido voluntariamente mutilado y sobre cuyo futuro no hay nada claro. El día del euskera debería ser una jornada de reconocimiento y homenaje a todas las personas a quienes el euskera les fue arrebatado de su boca y el punto de partida de una estrategia eficaz de restitución de aquello que nos fue arrebatado. Eso como mínimo. Todo lo que no llegue a eso es simplemente reirse y aplaudir a los que se ríen de nosotros.

Nota:

El Día Internacional del Euskera fue instituido en 1995 por el Gobierno Vasco y Euskaltzaindia y se celebra el 3 de diciembre.

Fuente: http://paperekoa.berria.info/iritzia/2011-12-04/004/001/amona_bat_nafarroakoa.htm