Fidel: ¡Todos los pueblos del mundo son hermanos! La VII Conferencia de Cancilleres de la OEA celebrada en Costa Rica, entre el 22 y el 29 de agosto, aprobó una declaración que atentaba contra la soberanía e independencia de Cuba: la Declaración de San José de Costa Rica. El regreso a Cuba de la delegación, […]
Fidel: ¡Todos los pueblos del mundo son hermanos!
La VII Conferencia de Cancilleres de la OEA celebrada en Costa Rica, entre el 22 y el 29 de agosto, aprobó una declaración que atentaba contra la soberanía e independencia de Cuba: la Declaración de San José de Costa Rica.
El regreso a Cuba de la delegación, encabezada por el canciller Raúl Roa, que nos representó en ese evento tenía fijada la salida para la tarde del 30 de agosto; sin embargo se vio obligada a cambiar la hora prevista, tras haber tenido noticias de que elementos contrarrevolucionarios, proyectaban interceptar su avión para derribarlo. Como medida de protección, el Ministro de Seguridad y el Jefe de la Casa Militar costarricenses acompañaron a los diplomáticos cubanos y el vuelo salió con cinco horas de adelanto.
La llegada anticipada desarticuló el programa de su recibimiento. No obstante, miles de cubanos se concentraron frente al Palacio Presidencial para recibir y escuchar a Roa. En medio de la intervención del canciller llegó el Comandante en Jefe. Ambos se abrazaron y el pueblo comenzó a corear. ¡Fidel, Fidel ¿qué tiene Fidel? que los americanos no pueden con él!, al tiempo que le pedían que hablara. Fidel, con gestos, respondía que se encontraba afónico. Inmediatamente el pueblo, comenzó a corear: ¡qué se cuide, que se cuide! y que se reservara para la Asamblea General, que se había convocado para el viernes, 2 de septiembre. Aunque de todas maneras se vio precisado a decir unas palabras.
La noche del último día de agosto, al clausurar una Plenaria Nacional Azucarera, el comandante Raúl Castro, luego de emplear fuertes calificativos sobre la OEA y sus últimos acuerdos contra Cuba, consideró que la asistencia a la Asamblea convocada para el 2 de septiembre, era el llamamiento supremo de la Patria a sus hijos para defenderla. Raúl llamó a cuánto cubano pudiera asistir, desde cualquier parte de la Isla. Y reiteró: «A cada agresión con más unidad, sirviéndonos como eje y guía máximo nuestro querido líder Fidel.*
La Declaración de La Habana
Desde las primeras horas de la madrugada del viernes 2 de septiembre comenzaron a llegar a la capital ciudadanos de los más apartados rincones de la República. Trenes, camiones, ómnibus, automóviles, colmaban las vías de acceso a La Habana. A pesar de que la Asamblea fue convocada con menos de 72 horas de antelación, esto no impidió que se congregaran en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, más de un millón de personas. El presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado, inauguró la Asamblea, e inmediatamente cedió la palabra al compañero Fidel.
El líder revolucionario destacó en su histórica intervención -publicada en el periódico Revolución del 3 de septiembre de 1960- que el pueblo se había reunido allí, porque sabía lo que estaba defendiendo y conocía que esa batalla la estaba librando por su supervivencia y por su triunfo.
Recordó que Cuba era condenada porque luchaba por un destino mejor, y que, cuando rompió las cadenas y se rebeló contra todos los males, el gobierno de Estados Unidos se interpuso.
Fidel continuó su intervención reafirmando que en aquellos momento en la Plaza Cívica había una asamblea general de un pueblo soberano del cual dimanan todos los poderes. Y enfatizó:
En los anales de la historia de nuestra patria jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de nuestra patria jamás se vio un acto semejante; en los anales de la historia de América jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de América jamás se vio un acto semejante.
Luego exhortó a esos que en América se llaman demócratas, a que también reunieran a sus pueblos, analizaran los problemas de América y sometieran a su criterio la Declaración de Costa Rica.
Fidel declaró que solo los pueblos debían decidir, y si los gobiernos tuvieron en Costa Rica su declaración, Cuba tendría la Declaración de La Habana.
Varias fueron las propuestas presentadas por el líder revolucionario al pueblo congregado. Una a una fue aprobada hasta llegar a siete. Los acuerdos adoptados por más de un millón de cubanos fueron::
- Aceptar la ayuda de la Unión Soviética en el caso de que Cuba fuese invadida militarmente por fuerzas imperialistas.
- Negar que la Unión Soviética o la República Popular China tengan la culpa de la existencia de la Revolución, que han hecho los cubanos.
- Anular un tratado que fue firmado, el 7 de marzo de 1952, por el entonces ministro de Estado cubano, con el Embajador norteamericano, que se le conoce como Convenio Bilateral de Ayuda Militar entre Cuba y Estados Unidos de América. Al que Fidel lo apodó «el trato entre el tiburón y la sardina».
- No aceptar el sometimiento a la disciplina del sistema interamericano hasta que todos los Estados miembros reúnan a sus pueblos y les consulten sobre todas estas cuestiones de la OEA.
- Aceptar la política de amistad y de comercio con todos los pueblos del mundo.
- Aceptar el establecimiento de relaciones diplomáticas con los demás países socialistas.
- Aceptar el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China, y la ayuda en caso de que Cuba sea agredida por fuerzas militares del imperialismo.
Por último, Fidel expresó que sometería a la consideración del pueblo una declaración, contentiva de los puntos de vista que se habían discutido, y precisó:.
Es como una respuesta a la Declaración de Costa Rica, para contraponer a la declaración de los cancilleres la declaración de los pueblos, ¡la declaración que se llamará en la historia de América la Declaración de La Habana!
Luego dio lectura a la histórica declaración, cuyas palabras iníciales guardan muchos en su memoria:
Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en Cuba, Territorio Libre de América, el pueblo, en uso de las potestades inalienables que dimanan del efectivo ejercicio de la soberanía, expresada en el sufragio directo, universal y público, se ha constituido en Asamblea General Nacional.
En nueve puntos, el documento recoge los problemas más acuciantes de América Latina; destaca la condena a la denominada Declaración de San José de Costa Rica y la intervención abierta y criminal que durante más de un siglo ha ejercido el Imperialismo Norteamericano sobre todos los pueblos de América Latina; rechaza el intento de extender el dominio en América de los imperialistas; declara, que la ayuda espontáneamente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba no podrá ser considerada jamás como un acto de intromisión, sino un evidente acto de solidaridad; niega que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China de utilizar a Cuba, para poner en peligro la unidad del hemisferio; ratifica su política de amistad con todos los pueblos del mundo; reafirma su propósito de establecer relaciones diplomáticas con todos los países socialistas y que la democracia no es compatible con la oligarquía financiera.
También, condena a todos los males que afectan a los pueblos: latifundio, salarios de hambre, explotación inicua del trabajo humano, analfabetismo, ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; falta de protección a la vejez, discriminación del negro y del indio; desigualdad y explotación de la mujer, y a todo lo que ahoga a los pueblos.
Condena en fin, la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.
Además, postula el deber de todos los hombres y mujeres a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales; de todas las naciones oprimidas y explotadas a luchar por su liberación; y de cada pueblo a la solidaridad con todos los pueblos oprimidos. ¡Todos los pueblos del mundo son hermanos!, proclama la Declaración.
Reafirma su fe en que la América Latina marchará, unida y vencedora, libre de las ataduras, y proclama, además, que Cuba ratifica, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su dilema irrenunciable: Patria o Muerte. Por último, el noveno punto resuelve:
Que esta declaración sea conocida con el nombre de ‘Declaración de La Habana’, Cuba, La Habana, Territorio Libre de América. Septiembre 2 de 1960.
Sometemos esta Declaración de La Habana a la consideración del pueblo, es decir, que los que apoyan la Declaración, levanten la mano.
La multitud levanta la mano y durante varios minutos exclaman consignas y vítores a la Revolución, a Cuba y a su Comandante en Jefe. Luego continúa Fidel:
Y ahora, falta algo. Y con la Declaración de San José, ¿qué hacemos? (EXCLAMACIONES DE: «¡La rompemos!») ¡La rompemos! (Fidel la rompe ante la multitud.)
La Declaración fue considerada como la Constitución de los pueblos latinoamericanos. Para Cuba se convirtió en un Programa de lucha. Pocas semanas después, el 15 de octubre de 1960, Fidel así lo reconoció cuando expresó:
El Programa de Moncada se ha cumplido. Entramos en una etapa; los métodos son distintos; nuestros principios están hoy sintetizados en la Declaración de La Habana.
La Declaración de La Habana, hecho sin precedentes en la historia de nuestro país y de América, quebró los límites de la primera etapa de la revolución democrático-popular, agraria y antimperialista. La afirmación contenida al condenar la explotación del hombre por el hombre, fue, se expuso en el Programa del PCC, «un heraldo de la perspectiva socialista».
Ella fue el antecedente de la proclamación del carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961. Así lo reconoció Fidel en el artículo que escribió para el primer número de la revista Cuba Socialista, en septiembre de 1961, cuando reconoció:
La Revolución no se hizo socialista ese día. Era socialista en su voluntad y en sus aspiraciones definidas, cuando el pueblo formuló la Declaración de La Habana.
Pocos meses después, este documento pasó a conocerse con el nombre de Primera Declaración de La Habana, cuando el 4 de febrero de 1962, se aprobó la Segunda Declaración de La Habana.