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Una calle en Palomares con el nombre de la Duquesa de Medina Sidonia

Fuentes: Rebelión

El 17 de noviembre se llevó a cabo el acto de concesión de una calle peatonal de la pedanía de Palomares a Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, más conocida con el nombre de Duquesa de Medina Sidonia. En el sencillo acto estuvieron presentes los representantes del Ayto. de Cuevas, de la Fundación Medina […]


El 17 de noviembre se llevó a cabo el acto de concesión de una calle peatonal de la pedanía de Palomares a Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, más conocida con el nombre de Duquesa de Medina Sidonia. En el sencillo acto estuvieron presentes los representantes del Ayto. de Cuevas, de la Fundación Medina Sidonia y algunos vecinos. En el texto de la placa y a petición de la Fundación, se ha escogido el nombre por la que era conocida en la localidad, precedida del número XXI, que le correspondía en la dinastía familiar. Con ello se cumple lo acordado por unanimidad de todos los grupos políticos en el pleno de 25 de abril pasado del Ayto. de Cuevas, en respuesta a la petición de algunos ciudadanos y colectivos de restituir la memoria de quien se solidarizó con los vecinos de Palomares, tras el accidente nuclear de 1966.

Pertenecía a lo más granado y antiguo de la aristocracia española, con una larga retahíla de títulos, en el que se incluía el de XVIII Marquesa de los Vélez. Sus ideales de solidaridad le llevó a enfrentarse con la Dictadura. En el caso de Palomares, le llamó la atención la campaña de desprestigio hacia los habitantes de Palomares. Relata en sus memorias que pudo leer en diarios franceses, italianos y españoles (ABC y prensa del Movimiento), consecuencia de una sagaz campaña mediática de la Embajada Norteamericana, que los yanquis habían mostrado su generosidad proverbial, inundando a los presuntos damnificados en un río de dólares que, en lugar de calmar la avaricia pueblerina, había servido para excitarla. Que con tal impostura se creó un estado de opinión en Europa y España contrario a los que habían sufrido todos los daños e invirtiendo perversamente el papel de víctimas y victimarios. Al llegar el 14 de marzo de 1966 por primera vez a Palomares y hospedarse en la casa del vecino Juan Montoya, pudo comprobar inmediatamente la falsedad de lo publicado en este y otros temas referentes a las consecuencias del suceso, lo que le sirvió de acicate para apoyar a los vecinos.

Al comprobar que los intereses norteamericanos y del Gobierno se priorizaban por encima de aquellos ciudadanos, decide tomar partido mediante el asesoramiento y defensa de su salud y derechos civiles, a pesar que es fuertemente hostigada por la policía política de la dictadura, la Brigada Político Social y la Guardia Civil, que la expulsa del pueblo e incluso es – según testimonio de Rafael Lorente y ella misma – amenazada de muerte. Al menos en dos ocasiones hace venir de Madrid a médicos y abogados para que de manera independiente los reconozcan, analicen su sangre y asesoren en los derechos legales que teóricamente les asisten, corriendo en la mayoría de los casos con los gastos de desplazamiento y manutención. También intenta remediar el desamparo de los vecinos de ambas pedanías, al tiempo que realiza gestiones en la Embajada de Madrid, redacta dos cartas a Franco y prueba amortiguar el poderoso aparato propagandístico norteamericano y de la Dictadura al realizar numerosas entrevistas en los medios nacionales e internacionales denunciando la situación.

A pesar del hostigamiento recibido, cuando se cumple el Iº aniversario, organiza un viaje para una representación pacífica de 40 vecinos en la Embajada de Madrid por las reclamaciones insatisfechas. Cuando se emprende la marcha a Cuevas para tomar el autobús costeado por ella, aparecen alrededor de 100 guardias civiles armados con metralletas como único equipo antidisturbios, más un número impreciso de policías de paisano, ante unos 200 o 300 ciudadanos desarmados. Es detenida en medio de un tumulto que ella se encarga personalmente de apaciguar para evitar una posible carga policial de imprevisibles consecuencias. Posteriormente es juzgada por el Tribunal de Orden Público y condenada a un año y un día de prisión por manifestación ilegal violenta.

Actualmente se le reconoce como la única persona en aquellos duros momentos, nadie más, que intentó desmontar la historia oficial, amparó, asesoró y ayudó a los vecinos empleando sus energías, seguridad personal, hacienda y libertad, en contraposición con el régimen y la sociedad de su tiempo, que la vilipendió y apodó, a pesar de su independencia política, la «Duquesa Roja».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.