El pasado 25 de noviembre, la Candidatura d’Unitat Popular-Alternativa d’Esquerres (CUP-AE) obtuvo tres escaños en el Parlament de Catalunya. Ivan Montejo -quien también formó parte de la lista- entrevista para La Hiedra a Quim Arrufat, que ha sido concejal de la CUP en Vilanova i la Geltrú y que ahora es diputado por la circunscripción […]
El pasado 25 de noviembre, la Candidatura d’Unitat Popular-Alternativa d’Esquerres (CUP-AE) obtuvo tres escaños en el Parlament de Catalunya. Ivan Montejo -quien también formó parte de la lista- entrevista para La Hiedra a Quim Arrufat, que ha sido concejal de la CUP en Vilanova i la Geltrú y que ahora es diputado por la circunscripción de Barcelona.
La CUP-AE ha remarcado que el proceso de autodeterminación no debe limitarse a un simple referéndum, sino que debe implicar la apertura de un ‘proceso constituyente’. ¿Cómo se materializa este proceso?
Toda decisión desobediente con el statu quo existente o se negocia con el Estado que sale perjudicado o se lleva a cabo a través de la desobediencia institucional. En el caso de un referéndum de autodeterminación, si el pueblo se pronuncia en favor de la independencia, automáticamente se abre un proceso constituyente.
Sin embargo, hay mucha gente que está trabajando para que la independencia no implique cambios sustanciales y se mantengan los mismos privilegios. Nosotros entendemos que es necesario abrir un proceso constituyente que inicie la construcción de una nueva realidad política. Una realidad política que ponga en el corazón de la normativa legal y de la esfera institucional algunos objetivos básicos: una economía al servicio de las personas, la máxima capacidad democrática para la gente y la máxima libertad política.
¿Cómo se concreta? Pues a través de un proceso de debate popular abierto a la ciudadanía y su materialización posterior en una asamblea constituyente escogida para diseñar la nueva Constitución, la nueva forma que debe adoptar ese Estado. En este campo no hay nada escrito ni existen fórmulas históricas aplicables, sino que deberemos hacerlo nosotras mismas, pero el esquema básico debería ser este.
La CUP siempre ha insistido en que no es un partido tradicional, sino más bien un híbrido entre las instituciones y los movimientos sociales. ¿Cuáles son los retos organizativos de la CUP-AE ahora que da el salto de los ayuntamientos al Parlament con el fin de mantener el arraigo en las luchas de base y con las activistas de los movimientos sociales?
Somos un partido como cualquier otro únicamente en el sentido de que la participación en las instituciones queda limitada en el actual ordenamiento jurídico a ese tipo de asociación legal. Pero a partir de ahí, es una obsesión del proyecto municipalista de las CUP que esta formulación institucional no sea la que condicione todo el trabajo de construcción del contrapoder popular que queremos edificar.
La vía únicamente institucional es una formulación política no emancipadora, que en su estructura impide la expresión de debates, demandas y formas organizativas más propias de las clases populares. Por tanto, nuestra apuesta es cumplir con la institucionalidad en todo aquello imprescindible para estar presentes en ella y poder ocupar espacios de poder y de representación, pero sobre todo dedicarnos a pensar en cómo la gente se organiza y cuáles son los espacios idóneos que más fácilmente vehiculan las aspiraciones de las clases populares.
¿Cómo lo haremos? Pues tenemos el activo de que no nos presentábamos dando un salto al vacío, sino que contamos con el referente del trabajo municipal, donde ya se están explotando formas de funcionar que consideramos idóneas y que podrían resumirse en la fórmula: un tercio de nuestras fuerzas en la calle, uno en la institución, y uno en la creación de alternativas que ya están impulsado las coherencias y las políticas que querríamos en la sociedad futura. El trabajo en los municipios es nuestra gran válvula de seguridad, nuestra fuente de inspiración para orientarnos en esta nueva etapa.
Uno de los compromisos electorales es la creación de un órgano de control y seguimiento parlamentario. ¿Qué función debe jugar en este proceso?
Juega una función muy importante por su simbolismo y porque será clave para hacer un trabajo parlamentario digno. Pero también debemos ponerlo en su justo lugar. El conjunto del proyecto político que intentamos desplegar no tiene su epicentro ni su punta de lanza en el Parlament. El trabajo institucional es una pata más de la lucha, y el consejo asesor es clave en este ámbito, pero sólo en este ámbito.
Es un consejo para asesorar sobre qué está pasando en el país, cuáles son los retos que se lanzan desde la calle y cómo se podrían trasladar al Parlament. Debe servir para que esta representación no pertenezca sólo a la CUP sino a quienes se quieran implicar y para que responda a las aspiraciones de tota la gente que se ha agrupado en torno a esta propuesta electoral. En cualquier caso, los espacios de articulación política deben construirse en la calle y no entorno a la institución. Es muy importante para no caer en el mismo error que ha cometido la izquierda institucional: matar las fuerzas vivas de la calle llevándolas a la institución.
Se ha hablado de una posible Syriza catalana. ¿Cuáles son las perspectivas de confluencia de la CUP-AE con otras fuerzas de la izquierda catalana que no son explícitamente independentistas?
Cuando gobierna la derecha, hay formulaciones de frente popular desde el primer día. No es ninguna novedad. La cuestión es por qué no siempre funcionan y cuándo son útiles. La primera pregunta es cuáles son las condiciones y los objetivos que ha de cumplir un frente de izquierdas. Nuestra finalidad es que gobiernen las clases populares y, por tanto, queremos formular también una mayoría parlamentaria que responda a estos intereses. Y es obvio que ello difícilmente lo hará la CUP en solitario. Pero hay pasos previos, y correr demasiado es cometer los errores que llevaron al tripartito.
En primer lugar, debe ponerse en evidencia a la izquierda institucional. Si cuando ha gobernado no ha transformado la sociedad y de hecho ha cometido muchos errores, hay que cuestionarla. Las izquierdas institucionales no son nuestras enemigas, pero aspiramos a tensarlas políticamente en sus estructuras, en sus planteamientos y en su acomodamiento institucional. Se sustentan en la creencia de que el sistema funciona y que simplemente es gestionado por mala gente. Debemos impugnar esta concepción.
Es necesario resituar a las izquierdas, pero primero debe resituarse el debate. Y cuando alguien hace girar las soluciones a la crisis sólo alrededor de cuestiones impositivas, hay que decir que si realmente se quiere redistribuir la riqueza, debe cuestionarse el modelo económico. Se ha de cuestionar y habrá enfrentamientos, con los poderes fácticos y los privilegios existentes. Y eso pasa por cuestionar de forma contundente lo que no se ha cuestionado hasta ahora: los mercados y los bancos. Ahora mismo las izquierdas institucionales no tienen en su programa ni en su estructura organizativa capacidad ni voluntad para hacerlo.
¿Cuál es el papel que ocupa el anticapitalismo en el proyecto político que se está construyendo?
Estamos a las puertas de la redefinición de un proyecto que ha existido siempre en los Països Catalans, el catalanismo popular. Ha tenido evoluciones y expresiones de lucha diversas, pero en momentos de explosión de las luchas de las clases populares siempre ha conjugado la lucha nacional y la social, entendiendo la liberación nacional como una parte más de la emancipación de las clases populares catalanas. Y en este sentido estamos a las puertas de una revisión de este espacio político que hacía años que no eclosionaba.
Una cosa imprescindible que deben aportar las organizaciones anticapitalistas en este momento es la formulación internacional. Porque es en el ámbito que más han trabajado y en el que más pueden aportar al proyecto. Porque si alguna cosa han hecho las organizaciones anticapitalistas como En Lluita es tener clara la formulación internacional de la lucha de clases. Y ahora mismo esto nos hace mucha falta, redefinir el espacio de lucha a nivel europeo y, sobre todo, euromediterráneo.
¿Qué opinas del posicionamiento de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) durante el proceso electoral, y especialmente de su insistencia en la necesidad de un gobierno fuerte para encarar un eventual referéndum?
Como CUP hemos participado en la ANC, entendiéndola como una expresión amplia y civil del discurso soberanista, pero siempre hemos cuestionado una determinada visión política que la ha gobernado y su estrategia de adoptar determinados posicionamientos y defender ciertos poderes.
Durante y tras la campaña han hecho declaraciones absolutamente partidistas y conservadoras, contrarias a la expresión más genuina del soberanismo civil del pueblo catalán. Por ejemplo, pedir que para la independencia hubiese un gobierno fuerte no es su función y, con este tipo de afirmaciones legitima un gobierno que aplicará 4.000 millones de recortes.
Había alternativas mucho más valientes, como por ejemplo ésta: «Pedimos por el bien de la independencia de nuestra sociedad que no se lleven a cabo recortes y que se asuma una insumisión a los mercados financieros y a la Constitución española en el proceso de transición hacia la consulta». Teniendo en cuenta que desobedeceremos la Constitución española, desobedezcámosla completamente y neguémonos también a acatar el punto que dice que está prohibido no pagar la deuda, puesto que estamos en un proceso de transición hacia el estado propio. Y por tanto, no desmontemos servicios públicos que en unos años deberemos volver a montar… se supone. ¿O es que ya no piensan volverlos a montar? ¿O es que mientras tanto hay empresas privadas que ganan con esta privatización de los servicios públicos?