Catedrático de secundaria, ha trabajado como profesor asociado en el Institut de Ciències de l’Educació de la UB y en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UAB. Colabora habitualmente en las revistas El Viejo Topo y Paidea. Es autor de Redes y obstáculos, Ed. Club Universitario, 2010. Mi […]
Catedrático de secundaria, ha trabajado como profesor asociado en el Institut de Ciències de l’Educació de la UB y en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UAB. Colabora habitualmente en las revistas El Viejo Topo y Paidea. Es autor de Redes y obstáculos, Ed. Club Universitario, 2010.
Mi enhorabuena por tu último libro. Me centro en él si te parece a lo largo de la conversación. El subtítulo del libro es: «Un diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault? No creo que sea necesario presentar a Foucault, pero tal vez sí a Pierre Hadot. ¿Quién fue Pierre Hadot? ¿Cómo debemos entender la noción de ejercicios espirituales?
Muchas gracias, Salvador. Antes que nada decirte que para mí es un placer y un honor que me hagas esta entrevista, que como todas las tuyas están llenas de inteligencia y son, perdóname la broma, todo un ejercicio espiritual.
Te la perdono. Es un gran elogio que tomo como tal. Gracias por tus palabras.
Pierre Hadot (1922-2010) fue un importante filósofo francés e historiador de la filosofía cuyo planteamiento nuclear es que la filosofía fue para los antiguos un conjunto de prácticas para vivir mejor. A estas prácticas, que enseñaban a mirar, a pensar y a actuar, Pierre Hadot les llamó «ejercicios espirituales» para reforzar su carácter integral, no exclusivamente intelectual. Aunque conocía el peligro de quedar asociarlo a prácticas religiosas asumió el riesgo. Por otra parte consideraba que los cristianos, y dentro de ellos los jesuitas, se apropiaron estas prácticas de escuelas alejandrinas y romanas para ponerlas a servicio de sus fines.
En cuanto al término materialista…
El término materialista la tomo en un sentido muy amplio para referirme a todos aquellos que, aunque no siguen una religión ni creen en ningún tipo de Dios o de alma inmortal, les interesa el trabajo interior. Aunque acepto que tanto el término materialista como el de su contrario, espiritualista, son conceptualizaciones algo burdas, sin matices. El título tiene algo de paradójico que me pareció sugerente.
Lo es en mi opinión.
Utilizar la palabra «materialista» para referirse a gente que solo piensa en el dinero y los bienes materiales ayuda a una confusión que quería cuestionar.
El mismo Michel Foucault, con una trayectoria tan antiespiritualista, adopta, en sus curso «Hermenéutica del sujeto», el término ejercicios espirituales para referirse a las artes de la existencia alejandrinas y romanas. Jean Allouch, psicoanalista lacaniano y admirador de Foucault, escribe un tiempo después un libro con un título provocador ¿Es el psicoanálisis un ejercicio espiritual?
Lo es, de provocador. ¿De dónde y por qué este diálogo entre figuras filosóficas tan distintas entre sí cuanto menos de entrada?
Como señalo en el libro, Michel Foucault, que no tenía nada que ver filosófica o vitalmente con Pierre Hadot, se interesa por Pierre Hadot cuando a principios de los 80 sus investigaciones le llevan a estudiar las escuelas helenístico-romanas. Su admiración por Pierre Hadot llevará a Foucault a proponerlo como titular para la cátedra que quedará en el Collège de France. Solo se vieron un par de veces.
Tomando pie en el hinduismo sostienes, son casi tus primeras palabras, que estamos viviendo en una época de gran confusión. ¿Por qué, dónde observas esa gran confusión?
La afirmación que vivimos en el Kali-Yuga la saqué de un libro de tradicionalista francés, nacido a finales del siglo XIX, René Guenón, que aparecía en un curioso libro que se llamaba El Reino de la Cantidad y el Signo de los Tiempos. Se me quedó grabado y me parece que define bien lo que algunos sociólogos han formulado como sociedad líquida. Fenómeno que ya apuntaba el mismo Marx cuando decía que en el capitalismo todo lo sólido se desvanece. Quiere reflejar, en definitiva, el desconcierto que existe en las sociedades actuales.
Afirmas que la principal trampa que nos acecha es caer en fundamentalismos. ¿Cuándo caemos en ellos? Por lo demás, cuando hablamos, cuando se habla de fundamentalismos, ¿de qué estamos hablando en tu opinión?
Un interesante filósofo francés del siglo pasado, Claude Lefort, señalaba que frente a la disolución de las jerarquías de las sociedades tradicionales aparece en la sociedad moderna la indeterminación. Indeterminación quiere decir que hay que asumir la responsabilidad de uno mismo. Pero como ya apuntó Erich Fromm esto generaba en muchos casos, tanto individuales como sociales, miedo a la libertad. Ganar libertad quería decir perder seguridad psicológica y no siempre se estaba preparado para hacerlo. Fromm quiso con ello explicar la adhesión de las masas al nazismo. Este sería un ejemplo. Buscar un guía, un líder con el que identificarnos y al que obedecer que nos oriente en la vida. Hoy lo vemos en los fundamentalismos religiosos (no solo el islámico, ojo, también en el judaísmo o en el cristianismo). Pero también en el auge de los nacionalismos y populismos.
En este libro, sostienes, quieres adentrarte en las artes de la existencia tal y como la propusieron los antiguos. ¿Qué es eso de las artes de la existencia? ¿La existencia tiene artes que nos ayudan a transitar por ella? Cuando hablas de antiguos ¿en qué autores piensas? ¿En los clásicos griegos? ¿No exageramos su importancia para nuestro hoy? ¿Qué tiene que ver, déjame provocarte, la Atenas del -IV con la Barcelona, Madrid o París del XXI? Son muchas preguntas en una. Discúlpame.
Sobre todo me refiero, como hacen Foucault y Hadot, a las escuelas alejandrinas y romanas, especialmente al estoicismo. Como señalo en el libro, Pierre Hadot cae en una cierta ilusión al querer volver al sabio-filósofo. Foucault es más escéptico, aunque considera que podemos aprender cosas. De ello a que pueden ayudarnos hoy a construirnos como sujeto éticos…
Artes de la existencia serían desde ejercicios como la lectura o la escritura, el examen de conciencia para ir revisando nuestras prácticas cotidianas, la atención plena en todo lo que hacemos, el ser capaz de distanciarnos de nuestras circunstancias para verlas con más perspectiva. Para Foucault la ética es la práctica de la libertad y esta solo es posible cuando no somos esclavos ni de los otros ni de nosotros mismos (de nuestras pasiones).
Irrumpe en varias ocasiones en el libro el concepto de filosofía como forma de vida. ¿Toda filosofía, todo filosofar lleva implícito una forma de vida? Antes incluso, ¿qué es una forma de vida?
Una forma de vida es una manera de ver, de pensar, de sentir y de actuar. Pierre Hadot considera que los antiguos es lo que buscaban en la filosofía y que algunos modernos lo han mantenido. Él mismo quiere mantener viva esta llama. Foucault no lo comparte. Habla, por un lado, de la filosofía como ejercicio crítico y por otro de las tecnologías del yo para el cuidado de uno mismo (que a veces también llamó ejercicios espirituales). Filosofía como forma de vida es una apuesta fuerte: el conocimiento determina la acción. Es posible que esto esté en los antiguos pero no en los modernos. Hadot tiene melancolía con los antiguos y Foucault radicaliza su modernidad.
Reconoces el magisterio de dos filósofos andaluces: José Luis Moreno Pestaña y Francisco Vázquez García, el autor del prólogo. ¿Dónde se ubica su magisterio en tu obra y en tus intereses intelectuales? ¿Qué te interesa más de su filosofar, un filosofar que, acaso como el tuyo, no arroja al campo de lo inválido aproximaciones sociológicas?
Bueno, yo no diría magisterio, más bien hablaría de influencia.
De acuerdo.
Los he conocido a los dos tardíamente y he aprendido leyéndolos y conversando con ellos. Nos une, ciertamente, el interés por Foucault y la idea de que la filosofía no es comentario de texto ni debe encerrarse en su propia tradición. Que debe dialogar con otras disciplinas, como la sociología. Ellos me enseñaron una perspectiva diferente de Foucault de aquella en la que lo había conocido a través de Miguel Morey. Morey tenía una visión más literaria, más nietzscheana, más deleuziana de Foucault.
Tanto Francisco Vázquez García como José Luis Moreno Pestaña lo entendían de una manera más analítica, más crítica, más vinculado a otros maestros que tuvo como el médico y filósofo de la ciencia Georges Canguilhem o incluso a la filosofía analítica.
¡Incluso a la filosofía analítica! Sorpresas da la vida… Destacas la deuda de Foucault con Jean Hyppolite, reconocida por el primero. ¿Dónde la observas tú? ¿Hyppolite no era un pensador sustancialmente hegeliano?
Creo que lo que hizo Jean Hypollite fue despertarle la pasión filosófica. Como filósofo inteligente, Hypollite no era un hegeliano sino alguien que había trabajado de manera muy profunda y singular a Hegel, al igual que otro filósofo muy influyente para su generación y la anterior, Alexandre Kojève. En todo caso Foucault nunca fue, en ningún sentido, hegeliano.
Sitúas a Foucault en el ámbito de la izquierda, pero a veces esa ubicación ha sido discutida. ¿Por qué se duda sobre ello? ¿Quiénes dudan o han dudado? ¿No experimentó Foucault muchos cambios políticos a lo largo de su vida?
Michel Foucault problematiza el mundo en que vive, se resiste a la normalización, quiere abrir horizontes nuevos en el pensar y en el vivir. Su concepto crítico de la filosofía no es normativo. Foucault se mantiene bastante tiempo políticamente poco definido, aunque puntualmente entra en el PC francés. Lo hace poco tiempo y con poco entusiasmo. Aunque no participa directamente en el mayo del 68 (estaba dando clases en Túnez) vive su influencia. A partir de entonces se politizará y se compromete políticamente en muchas causas. Sintoniza bastante con los peculiares maoístas que aparecen como una de las cristalizaciones políticas de la explosión de mayo. Posteriormente entrará en crisis su marxismo, aunque sigue vinculado a movimientos reivindicativos de diverso tipo. Tuvo un error político grave (pero en el que cayeron también muchos otros) que fue entusiasmarse por la revolución iraní liderada por Jomeini sin ser capaz de ver el carácter totalitario que iba apuntando.
Al final de su vida experimentó cierta simpatía por la tercera vía del socialismo, que en Francia estaba representada en el PSF por Michel Rocard.
Para él hay una relación heterogénea entre la verdad, la ética y la política.
Me viene en mente una lectura de juventud, un diálogo entre Chomsy y Foucault de los años setenta del pasado siglo si no recuerdo mal. ¿No defendía en esos momentos cosas bastantes, digamos, raras el filósofo francés?
En este diálogo Noam Chomsky defendía su idea de justicia y Michel Foucault se mantenía en su antihumanismo y en la negativa a defender valores universales. Estaba también influenciado por los maoístas y su idea de justicia popular.
Lo que cambió en Foucault en estos diez años fueron dos cosas. Una, que su análisis del poder le lleva a ver las relaciones que lo constituyen en todas las tramas humanas. Esto le lleva a relativizar su crítica al poder y considerar que solo es negativo, contrario a la emancipación, cuando es dominio, es decir jerárquico, vertical y unidireccional. En segundo lugar Foucault se ha desmarcado del marxismo en general y del maoísmo en particular.
Te pregunto ahora por el capítulo II del libro.
Cuando quieras.
Fuente: El Viejo Topo, diciembre de 2017
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.