David Harvey, Guía de El Capital de Marx. Libro primero, Akal. Cuestiones de antagonismo, Madrid, 2014 (traducción de Juanmari Madariaga), 334 páginas. Lo esencial: si pueden -¡inténtelo!- no se lo pierdan. No dejen de leer, comentar, estudiar… ¡y disfrutar! esta excelente guía de lectura del primer libro de El Capital. El traductor ha tomado como […]
David Harvey, Guía de El Capital de Marx. Libro primero, Akal. Cuestiones de antagonismo, Madrid, 2014 (traducción de Juanmari Madariaga), 334 páginas.
Lo esencial: si pueden -¡inténtelo!- no se lo pierdan. No dejen de leer, comentar, estudiar… ¡y disfrutar! esta excelente guía de lectura del primer libro de El Capital. El traductor ha tomado como referencia la traducción castellana para Akal de 2012 de Vicente Romano, un amigo y compañero de Manuel Sacristán en Münster, también traductor como se recuerda del gran texto clásico del gran clásico. El ensayo toma pie en cursos impartidos por uno de los grandes marxistas y marxólogos contemporáneos en estos últimos 40 años. El autor lo explica así: «Cuando se supo que las lecciones que doy anualmente sobre el libro primero de El Capital de Marx iban a aparecer en internet como una serie de vídeos, la editorial Verso se puso en contacto conmigo y me preguntó si estaría interesado en preparar una versión crítica. Por varias tazones estuve de acuerdo con la idea».
La guía, sin ninguna duda, hubiera hecho las delicias de Manuel Sacristán, Francisco Fernández Buey, Maria Rosa Borràs, Pere de la Fuente y de muchos de sus compañeras y amigos. Con seguridad. Transcurre por la misma senda que otras grandes aportaciones del autor: El enigma del capital y las crisis del capitalismo, El nuevo imperialismo, Espacios del capital, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana o Breve historia del neoliberalismo. Ninguna reseña breve, ha señalado Michael Perelman en Choice, puede hacer justicia a esta formidable obra, esencial en su opinión. Comparto el comentario y también la dificultad… no para la lectura sino para una breve aproximación
Algunas observaciones críticas sin importancia alguna. Se señala en la contraportada del volumen que «este libro pretende servir de guía introductoria y acercar la obra y el pensamiento de Marx a un público más amplio, acompañando a los primeros lectores de El Capital por los vericuetos de un texto fascinante y, a menudo, desconocido». El libro acompaña a los primeros, segundos y terceros lectores de El Capital, incluso a los que han releído la obra (o partes de ella) del compañero de Jenny Marx numerosas veces. No es sólo, siendo importante, una guía introductoria a un clásico fascinante que sigue siendo más que desconocido (aun siendo ahora un libro ampliamente citado y mucho más conocido: ¡existe una excelente versión en manga que no nos debemos perder!). Es más que eso: es también él mismo un libro fascinante que no merece, que no debe ser desconocido. Un clásico sobre un clásico.
La pega, estábamos en eso, es que tan interesante lo dicho y argumentando por DH, es tan admirable su estilo, que cuesta mucho avanzar, pasar páginas. Ocurre como en la lectura de los grandes poemarios. Leemos, avanzamos, leemos otro poema, y volvemos a retomar, releer y pensar el poema ya leído. Y así de nuevo al cabo de cuatro o cinco páinas Ocurre algo similar en este caso. Leemos, aprendemos, meditamos, avanzamos, y volvemos atrás para releer y volver a pensar. Con nuestra propia cabeza, como le gustaba a Guevara y, desde luego, al propio Harvey. Cuesta avanzar, nos cuesta dejar páginas atrás. Hasta que las hemos hecho muy, muy nuestras, hasta que hemos interiorizados conceptos y perspectiva.
Hay, además, otra dificultad. Es imposible leer el libro sin tomarlo por lo que es: una guía para leer el primer libro de El Capital. De forma tal que, página tras página, apartado tras apartado, el lector/a tiene la necesidad de consultar el clásico, de leer o releer El Capital. No es una lectura bidimensional, como las que criticaba Quine en aquellos libros con citas inacabables a pie de página (aunque El Capital, con perdón y sin exagerar en demasía, tiene citas muy extensas, más incluso que algunos capítulos!). Es un libro el de Harvey que nos obliga a leer dos grandes libros al mismo tiempo, con paciencia y tenacidad, y con éxito asegurado. Mejor imposible, otra de sus grandes virtudes. Para eso es una guía.
Cabe aquí tan sólo señalar algunas cuestiones marginales, para abonar la recomendación e ir sin más preámbulos a la lectura de esta excelente guía que, como señalábamos, es más, mucho más que una guía de lectura.
Harvey señala un nudo que este reseñador comparte totalmente. Las feroces, y más que feroces, divergencias e innumerables, y más que innumerables, cismas en el movimiento marxista durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, «que afectaron no sólo a la práctica política sino también a la orientación teórica» se han atenuado notablemente y lo mismo ha sucedido con el puro academicismo sin práctica política anexa, «que si bien contribuyó a mantener vivo el interés por Marx en tiempos difíciles, por otro dio lugar a debates arcanos y reflexiones a menudo demasiado abstractas». En opinión de Harvey que es fácil y afable compartir, quienes deseen leer actualmente a Marx están mucho más interesados «en compromisos prácticos, lo que no quiere decir que teman las abstracciones, sino más bien que encuentran aburridas e irrelevantes esas controversias académicas». Son más sabios, mucho más sabios que nosotros. «Hay muchos interesados y activistas que buscan desesperadamente una base teórica sólida que les permita captar mejor las interrelaciones entre distintos temas, así como resituar y contextualizar sus propios intereses particulares y su trabajo político práctico» (p. 6). Harvey sugiere que la presentación que hace en el libro de las bases de la teoría marxiana les ayudará, nos ayudará por supuesto, a hacerlo. Está garantizado; la práctica habla por sí misma en ocasiones.
Algunas sorpresas que vale la pena destacar, apuntan a lugares insospechados. Un ejemplo
Un año, cuenta DH (y lo cuento muy bien), trató de leer El Capital con un grupo de programa de lenguas romances de la Johns Hopkins, el centro universitario en el que se doctoró el gran científico social barcelonés Joan Benach. Para su frustración, ¡pasaron todo el primer semestre en el primer capítulo! Unas 40 páginas en la traducción castellana de Crítica-Grijalbo. DH les decía una y otra vez: «Miren, tenemos que avanzar y llegar al menos al apartado dedicada a la jornada laboral, el capítulo VIII». Los estudiantes le respondían: «No, no, no, tenemos que aclarar esto a fondo. ¿Qué es el valor? ¿Qué quería decir Marx al entender el dinero como una mercancía».
Más, mucho más: «la mercancía es un fetiche, de acuerdo, hablamos, la tesis de la fetichización de la mercancía es muy importante, de acuerdo también. Pero, ¿qué es realmente un fetiche?» DH recuerda que trajeron incluso una edición alemana de Das Kapital para cotejar las traducciones. DH, desesperado, supo finalmente que todos los asistentes estaban relacionados con la escuela de alguien de quien él no había oído hablar en aquel entonces, alguien que a él «le parecía idiota (política, no intelectualmente) por defender aquel enfoque».
Reflexionando sobre aquella experiencia, DH se dio cuenta después de que «aquel grupo me había enseñado la vital importancia de dedicar una atención cuidadosa al lenguaje de Marx, a lo que dice, cómo lo dice y también a lo que da por sentado» (hay muestras numerosas de ello en el libro), solo con pasar un peine tan fino como el del «maestro» de aquel grupo de estudiantes por el primer capítulo.
¿Y de quién está hablando DH? Pues nada menos que de un filósofo francés que pasó un tiempo en la Johns Hopkins University a finales de los años sesenta y principios de la década de 1970, alguien que escribiría más tarde, cuando apenas nadie pensaba y escribía sobre el compañero y amigo de Engels, Los espectros de Marx. Efectivamente: Jacques Derrida. Ni Marx ni menos.
La exposición de los tres grandes marcos conceptuales que confluyen en El Capital es otra prueba de la grandeza intelectual y filosófica de DH. Lean las páginas 13-14. Excelentes. «Esas son las tres principales fibras conceptuales a partir de la que se teje El Capital. El propósito de Marx era convertir el proyecto político radical de un socialista utópico que juzgaba bastante frívolo en un comunismo científico pero para ello no le bastaba confrontar simplemente el pensamiento utópico con la economía política: tenía que recrear y reconfigurar todo el método del socialismo científico».
A grandes rasgos, prosigue DH, este nuevo método científico (Harvey que pide atención a las palabras de Marx entenderá que remarque lo de «nuevo método científico») se basa en la crítica de la tradición principalmente británica de la economía política clásica mediante los instrumentos de la tradición principalmente alemana de la filosofía critica, aplicando todo ello a guiar el impulso utópico principalmente francés a fin de responder a las siguientes preguntas: ¿qué es el comunismo, y cómo deben pensar los comunistas?, ¿cómo podemos a la vez entender y criticar científicamente el capitalismo a fin de trazar con mayor eficacia el camino hacia la revolución comunista? En su opinión, compartible sin duda, El Capital dice mucho sobre la comprensión científica del capitalismo «pero no tanto sobre cómo realizar una revolución comunista,, ni sobre el aspecto que tendría una sociedad comunista.»
Y hablando de método, ¿qué opina DH de la dialéctica? ¿Un trasto inútil, una rémora menor del hegelismo? ¿un procedimiento sin sentido?, ¿un canto desfasado de ensoñaciones teóricas? Nada de eso. Después de recordar que DH cree que las dificultades de lectura de los primeros capítulos de El Capital están relacionadas con la forma particular en la que Marx organizó su gran proyecto y, precisamente, en el método. Veamos algunas de sus aproximaciones:
1.El método de investigación de Marx [miM] comienza con todo lo que existe, con la realidad tal como es experimentada y con las descripciones disponibles de ella que llevan la firma de economistas, políticos, poetas, novelistas, filósofos, etc.
2.Este material lo somete a una crítica rigurosa.
3.Pretende con ello descubrir conceptos simples «pero robusto que iluminen como funciona la realidad».
4. Es el método del descenso: procedamos desde la realidad inmediata que nos rodea, «buscando cada vez más profundamente los conceptos fundamentales de esa realidad».
5.Equipados con esos conceptos fundamentales podemos comenzar a esforzarnos por volver a la superficie, «el método de ascenso», y descubrir lo engañoso que puede ser el mundo de las apariencias (DH insistirá en ello a lo largo y ancho de la guía).
6. Desde esa atalaya estaremos en condiciones de interpretar, de ver el mundo en términos radicalmente diferentes.
7. Normalmente Marx comienza con la apariencia superficial para ir a partir de ahí en busca de conceptos más profundos; «en El Capital, en cambio, comienza presentando los conceptos fundamentales como conclusiones que ya ha obtenido empleando su método de investigación» (expone esos conceptos en los primeros capítulos, de una forma que los hace aparecer como construcciones a priori, incluso arbitrarias).
8. ¿Por qué los usa tal como lo hace? Muchas veces, apunta DH, no se tiene ni idea de lo que está hablando, «pero al avanzar el libro queda claro que esos conceptos iluminan efectivamente nuestro mundo. Avanzando un poco, conceptos como los de valor y fetichismo cobran pleno significado». Aún así no entendemos plenamente cómo funcionan esos conceptos hasta el final del libro. El procedimiento de Marx es una estrategia poco habitual, incluso peculiar. «El auténtico poder de su argumentación solo queda claro cuando, tras regresar al terreno de la experiencia, nos encontramos equipados con un marco enteramente nuevo de conocimiento para entenderla e interpretarla».
David Harvey revolucionó su campo de estudio, ha señalado Naomi Klein, «y ha inspirado a una generación de intelectuales radicales». Klein entre ellos probablemente. Si «radicales» significa aquí, como es pertinente, ir a la raíz, al meollo, al rovell de l’ou, a la esencia de los asuntos, el comentario de Klein es más que verdadero: tiene el atributo de la certeza. Esta Guía de El Capital de Marx. Libro primero se ubica en un lugar destacado de esa finalidad.
Por lo demás, pensando en colectivos sociales, en organizaciones políticas y afines, no veo que haya muchos mejores libros para organizar un seminario que tenga el gran clásico de la tradición en estanterías muy próximas.
Un consejo: si combinamos, como hay que combinar los contextos de descubrimiento y los contextos de justificación, no dejen de leer el libro de Harvey en compañía de tres grandes libros: Amor y Capital, de Mary Gabriel; Marx (sin ismos), de Francisco Fernández Buey y Escritos sobre el Capital (y textos afines), de Manuel Sacristán.
Los tres han sido editados por El Viejo Topo. ¿Simple casualidad? No es esta la mejor conjetura, la más explicativa.