Martín Rodrigo y Alharilla es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra y académico correspondiente extranjero de la Academia de la Historia de Cuba. Entre sus numerosas publicaciones, cabe destacar: Los Goytisolo, una próspera familia de indianos, Madrid, Marcial Pons, 2016. *** Nos habíamos quedado aquí. Abres tu presentación con una explicación […]
Martín Rodrigo y Alharilla es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra y académico correspondiente extranjero de la Academia de la Historia de Cuba. Entre sus numerosas publicaciones, cabe destacar: Los Goytisolo, una próspera familia de indianos, Madrid, Marcial Pons, 2016.
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Nos habíamos quedado aquí. Abres tu presentación con una explicación sobre los antecedentes negreros del que fuera presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas i Gavarró, uno de los líderes del actual secesionismo catalán. Te cito: «Aquel timón [el que llevó Mas a su despacho presidencial] podría haber sido, por ejemplo, en del falucho Pepito, un velero mercante de construcción catalana que tras zarpar de Barcelona bajo el mando de Joan Mas [Roig, de segundo apellido, el tatarabuelo de Mas] y en apenas cinco meses (entre julio y diciembre de 1844) había conseguido llevar a 825 esclavos desde las costas de África hasta las de Brasil». No fue el único de los antepasados de Mas con ese «glorioso hacer». Citas por ejemplo, a Gaspar Roig Llenas y Pere Mas Roig. ¿No es un poco fuerte, si tu conjetura es correcta, que uno se lleve a su despacho presidencial un objeto con una simbología tan potente… y tan inhumana? ¿Cómo puede leerse esa acción?
Me temo que «conjetura» no es la palabra adecuada: es un hecho cierto que varios antepasados (marinos) de Artur Mas se dedicaron a la trata negrera. No obstante, la rueda de timón que adornó el despacho del President de la Generalitat no correspondió al de un buque negrero sino al de un velero comandado por otro antepasado, Artur Mas Reig, integrante de una generación posterior que navegó cuando ya la trata había desaparecido completamente. A mí, particularmente, me parece irrelevante ese hecho al que ciertamente aludimos Lizbeth y yo en la introducción de nuestro libro Negreros y esclavos.
Lo que me parece más significativo es que dicho ejemplo revela que una parte importante de las élites europeas actuales (lo que quiere decir también las élites catalanas y españolas) hunde las raíces de su historia familiar en el mundo de la trata esclavista y de la esclavitud en América. Y el caso de Artur Mas no es único: podríamos hablar, como hacemos, en el libro, de las hermanas Ana y Loyola de Palacio, de su primo Herman Tertsch, de la mujer de Valéry Giscard d’Estaing, del propio David Cameron…
Sí, reparé también en esos nombres y familias insignes.
Es una nómina que puede ir creciendo conforme mejoremos nuestro conocimiento del fenómeno: sin ir más lejos, sabemos ahora que el abuelo paterno del escritor Ramiro de Maeztu (defensor acérrimo de la idea de «hispanidad») no sólo fue propietario de una plantación de caña en Cuba (el ingenio Don Pelayo) sino que él mismo financió la trata negrera hacia la gran Antilla.
Más allá de los nombres concretos de los descendientes de aquellos negreros, lo que me parece más significativo es señalar que el mundo de la trata y de la explotación de mano de obra esclava actuó como un mecanismo de ascensor social y que algunas familias que se beneficiaron entonces, siguen conformando las élites actuales, a principios del siglo XIX.
El primer capítulo, de Eloy Martín Corrales, está dedicado a Barcelona.. ¿Hasta cuándo y desde cuándo hubo esclavos en Barcelona? ¿Quiénes eran esos esclavos?
Eloy Martín Corrales es un colega profesor del Departamento de Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra y su aportación al libro gira en torno a la esclavitud en la propia ciudad de Barcelona en los siglos XVI, XVII y XVIII. En su capítulo, el doctor Martín Corrales pone de relieve que, aunque la esclavitud en la ciudad se convirtió en un fenómeno residual durante el siglo XVIII no hay duda de que siguió habiendo esclavos y que los hubo hasta los primeros lustros del siglo XIX. Rescata, por ejemplo, algunos anuncios publicados en el Diario de Barcelona en fechas tan tardías como diciembre de 1819, cuando «Manuela Michán, negra, natural de Montevideo, de edad 24 años cumplidos» anunciaba que «deseaba desea encontrar casa para servir. Esta negra acaba de lograr su total libertad, por un rasgo de humanidad de algunos corazones caritativos de esta ciudad», decía. La virtud de este capítulo es sistematizar todo lo que se sabe al respecto, hasta el momento (incluyendo sus propias investigaciones), a la vez que invita a seguir avanzando en el conocimiento de una realidad que aún conocemos de forma insuficiente.
¿Cómo un historiador trabaja en estos temas? ¿A qué archivos acude? ¿Qué documentos analiza?
Quienes nos ocupamos, como es mi caso, con la trata ilegal de esclavos en el mundo atlántico (a partir de 1820) nos encontramos con un problema de fuentes. No obstante, tenemos la suerte de contar con la documentación generada por los británicos quienes levantaron un verdadero complejo de persecución de la trata en el Atlántico (tanto en África como en América). Los informes elaborados en el siglo XIX por los funcionarios británicos se conservan y ofrecen al investigador una fuente de información riquísima para nuestro trabajo. Contamos también la documentación cruzada entre los diplomáticos españoles y británicos, en torno a dicha cuestión (una documentación que se encuentran en Madrid) así como con la documentación conservada en el Archivo General de Indias (que resulta especialmente rica para los últimos años de la trata legal).
Para quienes estudiamos Cuba resultan fundamentales los archivos cubanos, empezando por su Archivo Nacional (en La Habana) y siguiendo por los archivos provinciales. Cruzar la información de unos y otros archivos nos permite conocer, incluso con bastante detalle, como funcionaba la trata atlántica de esclavos y como se incardinaba la participación catalana y española en dicha actividad. Otro tipo de fuentes (notariales, fiscales, …) nos ayudan a conocer las facetas más públicas de quienes estuvieron implicados en dicha actividad.
Te ocupas en tu trabajo de cuatro capitanes negreros. ¿Por qué has elegido esos cuatro (José Carbó, Gaspar Roig, Esteban Gatell, Pedro Manegat)? ¿Qué tienen de especial? ¿Qué actividades realizaban en concreto?
En mi aportación quise centrarme en la figura de los capitanes negreros. Al hacerlo, me inspiré en un magnífico libro de Marcus Rediker titulado El Barco de Esclavos. Una historia humana. En dicha monografía, Rediker narra con detalle cómo era la vida a bordo de los buques negreros británicos del siglo XVIII y se fija particularmente en la figura del capitán negrero. Pensé que podría intentar hacer algo parecido, para el caso catalán y a pequeña escala.
La nómina de capitanes de buques negreros es mucho más amplia que esos cuatro individuos de los que me ocupo, de manera que si los seleccioné fue porque ofrecen cuatro trayectorias vitales diferentes marcadas (excepto el caso de Manegat) por el éxito económico: los otros tres (Carbó, Roig y Gatell) dejaron de ser capitanes negreros para convertirse en hombres de negocio capaces de invertir sus capitales en actividades diferentes, también en Barcelona. Gatell fue, por ejemplo, fundador del Banco de Barcelona mientras que Carbó dedicó sus caudales a la compra de fincas en la Rambla y a la construcción de edificios en el Ensanche. Gaspar Roig, por su parte, impulsó una empresa de vapores domiciliada en la capital catalana. El retrato coral de dichos personajes ilustra en qué medida la dedicación a la trata actuó como un trampolín de ascenso social y cómo algunos capitales vinculados a dicha actividad ilegal sirvieron para financiar la actividad económica en Barcelona. La vida de Manegat ofrece el contrapunto del capitán negrero que dejó de dedicarse a la trata para trabajar como factor, en la costa africana (no en Europa) y que falleció antes de conseguir regresar a casa.
Xavier Juncosa, historiador y director de cine, habla en aportación del «esclavista oculto». ¿Por qué oculto? ¿Tenía vergüenza? ¿Mala conciencia tal vez?
Oculto en el sentido de que los biógrafos de Jaume Torrents Serramalera (y han sido varios) no habían reparado hasta ahora en su dedicación a la trata esclavista. Uno de los elementos más valiosos de la aportación de Xavier Juncosa radica, precisamente, en revelar y explicar como un gran naviero de la Barcelona de mediados del siglo XIX (propietario entonces del palacio que aloja en la actualidad el Ateneu Barcelonés) se dedicó también a la trata africana.
¿Estás estudiando e investigando más en estas temáticas? ¿Qué objetivos tienes?
Este libro es uno de los resultados de un proyecto colectivo de investigación del que formamos parte Lizbeth Chaviano y yo mismo, y así también otros autores. Proyecto en el que trabajamos sobre la participación española en el tráfico de esclavos, por un lado, y en torno a los legados de la esclavitud, en España, del otro.
Tenemos también el objetivo de editar un libro similar sobre Cádiz, en este caso con la participación de Carmen Cozar Navarro, profesora de historia económica en la Universidad de Cádiz (quien está realizando una interesante y documentada biografía de un gran negrero gaditano llamado Pedro Martínez).
A título particular me gustaría poder escribir un libro sobre el tema, que fuese el resultado final de dicho proyecto, del cual vamos avanzando trabajos en congresos y conferencias. Cruzo los dedos para poderlo conseguir «más temprano que tarde», siguiendo la formulación de Salvador Allende.
¿Quieres añadir algo más?
Invitar simplemente a la lectura de nuestro libro Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (ss. XVI-XIX), editado por Icaria Editorial. Un trabajo que se ha escrito para hacer llegar a un público amplio las investigaciones de ocho historiadores diferentes, quienes han trabajado sobre el fenómeno de la trata negrera de una u otra manera. Un trabajo basado en la suma de ocho capítulos que, leídos de forma coral, permiten hacerse una idea certera de la relación de Barcelona con el mundo de la esclavitud y de la trata atlántica de esclavos.
Puedo confirmar como lector la veracidad de lo que señalas.
(*) Nota de edición:
Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Martín Rodrigo y Alharilla sobre Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX) (I) «El capitalismo global que se construyó a partir del siglo XIX no se habría producido sin la existencia de trabajo esclavo» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238145
Fuente: El Viejo Topo, enero de 2018.
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