La Universitat d’Estiu cumple diez años como iniciativa señera en la defensa de la huerta valenciana. Se trata de un punto de encuentro que todos los veranos combina reivindicación, intercambio de experiencias y aprendizajes acerca de la huerta y la agricultura de base tradicional o ecológica. Charlas, talleres, tertulias, prácticas y música popular sirven para […]
La Universitat d’Estiu cumple diez años como iniciativa señera en la defensa de la huerta valenciana. Se trata de un punto de encuentro que todos los veranos combina reivindicación, intercambio de experiencias y aprendizajes acerca de la huerta y la agricultura de base tradicional o ecológica. Charlas, talleres, tertulias, prácticas y música popular sirven para reclamar la vigencia del suelo hortícola como medio de vida, productivo y saludable, digno de preservación.
La iniciativa funciona a escala local, el País Valenciano, pero se inserta en un contexto global, el de los grandes acuerdos comerciales entre los gobiernos, que obligan a abastecerse a los ciudadanos de alimentos poco saludables y producidos cada vez más lejos, y configuran un modelo incompatible con la soberanía alimentaria. Entretanto, el labrador y el pequeño propietario agrícola se ven condenados a un endeudamiento progresivo y en muchos casos a la desaparición.
Es por ello que la Universitat nace con una filosofía netamente reivindicativa y vinculada a las luchas sociales. Según Conxa Medina, una de las organizadoras, «nos preocupa la transformación traumática del territorio, amenazado por las voracidad urbanística y las políticas especulativas; en los últimos quince años el País Valenciano se ha convertido en el paradigma de la economía del ladrillo, nada respetuosa con los valores ambientales, culturales y paisajísticos que representa el suelo de huerta».
Per l’Horta, organización que impulsa cada año el evento, nace en 2001 precisamente en el fragor de las batallas por la defensa del territorio. En concreto, surge al calor de una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), avalada por 118.000 firmas, que pedía a las Cortes Valencianas una moratoria para la construcción sobre tierras de huerta. El rodillo del PP impidió finalmente que la iniciativa prosperara.
Este año la Universitat d’Estiu se ha celebrado entre el 21 y el 24 de julio en el municipio de Quart de Poblet (Valencia), en el marco de la XII Feria Estatal de la Biodiversidad Agrícola. Uno de los grandes ejes ha sido el uso de semillas y recursos genéticos en la agricultura ecológica, con el tomate tradicional como protagonista. Además, se han expuesto e intercambiado variedades de semillas locales de diferentes lugares del estado español y se ha instalado un mercado de productos locales. Charlas, como la de Enric Durá sobre cooperativas integrales, talleres de memoria oral con mujeres de la huerta, sobre intercambio de semillas, elaboración de pan o compost y un encuentro con agricultores sabios han integrado un completo programa de actividades.
La mayor parte de los participantes en la última edición son jóvenes (con un perfil menos universitario que en las primeras ediciones), sobre todo interesados en el cultivo de la tierra. Para convertirse en agricultores, tratan de aprovechar la experiencia que les proporcionan labradores en activo (es por ello que la mesa redonda «Vivir de la tierra» cuenta con gran aceptación). Los inscritos proceden normalmente de las comarcas próximas a Valencia, aunque también hay matriculados de Tarragona o Mallorca. Uno de los participantes en 2011, Iván Guimerá, destaca que la iniciativa «es un gran punto de encuentro para personas apasionadas con la huerta valenciana; además, dado que la mayoría nunca ha trabajado antes en el campo, es una primera toma de contacto para romper mano y saber si te gusta o no trabajar la tierra».
Las charlas y los conciertos en la Universitat d’Estiu son gratuitos, aunque las plazas para realizar las prácticas son limitadas y es necesaria la matrícula previa (35 euros para trabajadores y 30 euros para estudiantes y parados). También se ofrece servicio de comedor, con comida vegetariana de calidad y lugar para dormir.
Prueba de que el intercambio de prácticas no resulta baladí, es la huella que todos los años deja la Universitat en forma de huertos de agricultura ecológica. Familiarmente se les denomina «Los hijos de la Uni«. Es el caso de un colectivo independiente de Picanya (Valencia), que además de cultivar todo tipo de verduras, han sembrado plantas aromáticas, de flor y arbustos. En el barrio valenciano de Campanar se ha desarrollado otra iniciativa, en una parcela de huerta propiedad de una constructora. Se combina de este modo el cultivo sostenible y la lucha contra la especulación. Experiencias más recientes se han producido en Catarroja y Godella.
La historia de la Universitat d’Estiu de L’Horta se inaugura en 2001. ¿Por qué? Nace como una respuesta al proyecto de construcción de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) sobre la huerta de La Punta, una de las más valiosas de la ciudad de Valencia. Con vistas a la materialización de este delirio, se derribaron entre los años 2000 y 2003, cerca de 200 alquerías (expulsando de ellas a sus propietarios) y se arrasaron 65 hectáreas de tierra fértil de huerta. A pesar del gran consenso entre partidos mayoritarios y poderes económicos sobre la urgencia de ejecutar el proyecto, éste no ha arrancado una década después.
La edición de 2007 se trasladó a Catarroja, donde el Gobierno Valenciano ha aprobado un megaproyecto no menos depredador: el «Nou Mil.leni», que consiste en la construcción de una ciudad nueva, para unos 13.500 habitantes, en plena huerta. Un año antes, la Universitat d’Estiu se celebró en Torrent (2006), donde la huerta de la partida de Safranar peligraba ante una propuesta de Plan General que pretendía su reclasificación. En Alboraia (2002) se denunció, asimismo, la campaña demagógica y la propaganda del PP ligada al déficit hídrico; y en Godella (2008) se plantearon las teorías del decrecimiento y la soberanía alimentaria. En todos los casos, aprendizaje, intercambios y luchas por el territorio caminan de la mano.
La huerta no es ajena al modelo urbanístico implantado en el País Valenciano durante los últimos 15 años, en los que el suelo rústico se ha considerado, casi por sistema, susceptible de reclasificación, sin que los planes generales hayan supuesto ningún freno racional a la vorágine especuladora. Urgido por los acontecimientos, el Gobierno Valenciano tramita el Plan de Acción Territorial (PAT) de Protección de la Huerta de Valencia -que pese a su declaración de intenciones, ya en la denominación- llega tarde y poco resuelve.
Las alegaciones remitidas al PAT por la organización Per l’Horta, CCOO, Xúquer Viu y Acció Cultural del País Valencià, señalan el «limitado y poco ambicioso objetivo» del plan, que reduce la protección de la huerta a 12.000 hectáreas a las que se otorga en ocasiones valor meramente «visual» o «escénico». Apuntan, además, que en la última década las transformaciones urbanísticas de suelo agrícola en la comarca de l’horta han superado los 12,6 millones de m2, a las que cabría añadir otros 4 millones de m2 que el Ayuntamiento de Valencia pretende reclasificar en la revisión del Plan General.
El PAT del ejecutivo autonómico incluye figuras fantasmagóricas como las denominadas «Áreas de Reserva», que no son sino un eufemismo para esconder futuros procesos de urbanización. Un análisis de Josep Gavaldà, miembro de Per l’Horta, concluye que entre la huerta no considerada en el plan (1.000 hectáreas) y las «Áreas de Reserva» (otras 1.000), «el PAT bendice en la práctica la desaparición de 2.000 hectáreas de huerta, y además en localizaciones estratégicas». Asimismo, el documento, según Gavaldà, se adapta a las exigencias de ayuntamientos y constructores, y no al revés, como mandaría el sentido común. Ante este panorama, sólo la recesión y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria han permitido a la huerta un pequeño respiro.
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