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Venezuela: Por mujeres y tierra soberanas

Fuentes: SEMlac

En un país que importa el 70 por ciento de los alimentos y con elevadas tasas en embarazo precoz (20 por ciento) y abandono paterno (casi 60 por ciento), una iniciativa gubernamental busca, mediante la promoción de microcréditos para mujeres organizadas, reducir la feminización de la pobreza y lograr una producción agrícola ecológica. Con este […]

En un país que importa el 70 por ciento de los alimentos y con elevadas tasas en embarazo precoz (20 por ciento) y abandono paterno (casi 60 por ciento), una iniciativa gubernamental busca, mediante la promoción de microcréditos para mujeres organizadas, reducir la feminización de la pobreza y lograr una producción agrícola ecológica.

Con este fin, el Banco de Desarrollo de la Mujer de Venezuela ha proporcionado créditos a grupos y cooperativas de mujeres por más de 45 millones de dólares anuales, adjudicados a más de 200.000 mujeres organizadas en cooperativas y Unidades Económicas Asociativas, así como desarrollado procesos de capacitación en género y traslado de tecnología para la producción ecológica para más de 62.000 mujeres de todo el país.

En entrevista con SEMlac, Nélida Fernández, coordinadora de Plan Café, y María Elena Alba, responsable de Planificación de Desarrollo de la Mujer de Banmujer, sostienen que impulsar la producción agrícola con enfoque de género y de cuidado al medio ambiente es un eje indispensable, no opcional, si se quieren revertir los procesos de esterilización de la tierra y contribuir a la soberanía de las mujeres.

A partir de la aprobación de la Ley microfinanciera venezolana, que eliminó requisitos burocráticos de acceso a créditos, las cooperativas y pequeños grupos de productoras, incluso sin estatus legal, pueden beneficiarse ahora de créditos gubernamentales para microempresas, que resuelvan necesidades de una comunidad y que, al tiempo, propicien la autonomía económica de las mujeres, explica Fernández.

«Nuestro objetivo es sentar bases para la soberanía de las mujeres, promover la organización y en los hechos reconocer la importancia que la contribución de su trabajo agrícola hace al rescate de la tierra y a la soberanía alimentaria de este país», añade Alba.

Las funcionarias señalan que, por años, Venezuela vivió casi exclusivamente de la explotación petrolera, mientras importaba 90 por ciento de sus alimentos, y tenía el 80 por ciento de su población en extrema pobreza. En los últimos 40 años, el abandono gubernamental del campo obligó a una masiva migración a las ciudades y la situación para la mayoría de las mujeres ha sido de sobrevivencia. Ellas aparecían en los medios masivos de comunicación sólo en el papel de «misses» de belleza; de la miseria de los barrios y de feminización de la pobreza no se hablaba nunca, sostienen.

El campo, habitado actualmente sólo por el 10 por ciento de la población venezolana -el 90 restante habita en zonas urbanas- se resiente por los años de políticas agrícolas aplicadas por los organismos multilaterales, como la llamada Revolución Verde, que impuso a los países la agricultura química. «Y ahora nos toca revertir, desde lo pequeño, esa envenenada herencia de pobreza y esterilidad», afirma Alba.

Lo pequeño son las cooperativas y las Unidades Económicas Asociativas agrícolas, que pueden ser familiares o comunitarias, encabezadas o integradas por mujeres. Ellas reciben actualmente 11,8 por ciento de los créditos de Banmujer. El monto es aún menor comparado con la necesidad de reactivar el campo, reconoce Fernández. Sin embargo, añade que en función de la organización de las propias mujeres se está incrementando el porcentaje de financiación de cooperativas agrícolas.

Nélida explica que, con la reforma agraria, se estableció el reimpulso a los procesos organizativos, «porque el neoliberalismo casi terminó con la organización social de base».

Banmujer actualmente opera con el respaldo legal de la Constitución de 1999 -aprobada después de un proceso constituyente-, de la Ley de Tierras y la ya mencionada de microcréditos, que reconocen derechos de las mayorías empobrecidas y apuestan por valores como la cooperación, la solidaridad y la autoorganización, detalla Fernández.

Estos valores, concluye Alba, son indispensables para combatir la pobreza del capitalismo y la violencia del patriarcado.