El Subsecretario para Control de Armamentos y Seguridad Internacional, Richard Bolton, acusó a Cuba de ser un estado productor de armas biológicas y una «amenaza terrorista» para Estados Unidos. Lo ha hecho en varias ocasiones, una de ellas el 30 de marzo de 2004 ante el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes. Bolton […]
El Subsecretario para Control de Armamentos y Seguridad Internacional, Richard Bolton, acusó a Cuba de ser un estado productor de armas biológicas y una «amenaza terrorista» para Estados Unidos. Lo ha hecho en varias ocasiones, una de ellas el 30 de marzo de 2004 ante el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes. Bolton afirmó que Cuba podría suministrar «biotecnología de doble uso a otros estados delincuentes». Calificó a la isla de «estado delincuente» y expresó su preocupación de que Cuba compartiera «tal tecnología con otras naciones despreciables». Esas acusaciones fueron parte de la argumentación del presidente Bush para aprobar sus medidas contra Cuba referentes a viajes y envío de remesas. Uno de esos centros de «producción de armas biológicas de destrucción masiva» desde el que se preparan productos que, compartidos con otros países terroristas, se atacará al pueblo norteamericano en cualquier momento es el Centro de Inmunología Molecular de La Habana. Sus investigadores no logran visado para Estados Unidos para encuentros científicos porque, según consta el propio documento de respuesta emitido por las autoridades norteamericanas, su presencia es un peligro para la nación más poderosa del mundo.
El Centro de Información para la Defensa visitó estas instalaciones en mayo de 2003 con sus oficiales del Pentágono, revisaron hasta el último rincón de la institución, entrevistaron al personal y emitieron informes de seis especialistas militares y científicos.
Como yo nunca había conocido un centro de armas biológicas con tal capacidad de destrucción quise visitar ese lugar. En contra de lo que imaginaba no vi en la entrada una masiva presencia de militares que custodiara tan peligrosa actividad, sólo alguna foto de Martí y un tablón de anuncios con poesías suyas en el pasillo. Los peligrosos científicos apenas tenían treinta años y una inocente sonrisa de quienes no parece que estén tramando atacar a Estados Unidos por sorpresa.
Cuando comienzo a indagar lo que se produce en el centro descubro que fabrican eritropoyetina para las anemias e inmunoterapia para tratar el cáncer. Y parece que no soy yo solo quien ha llegado a esa conclusión porque sus productos se están ensayando en Italia, Alemania, Canadá, Inglaterra y España, entre otros muchos países. Incluso cincuenta empresas norteamericanas han expresado su interés por sus tratamientos oncológicos. El pasado año la estadounidense farmacéutica CancerVax firmó con ellos un acuerdo de cooperación para fabricar en Estados Unidos tres vacunas de cáncer de este centro «de fabricación de armas biológicas de destrucción masiva», una de ellas para tratar el cáncer de pulmón. Colaboración que ha requerido casi dos años de negociaciones con las autoridades norteamericanas para que se dejasen convencer por directivos de la empresa norteamericana, incluido, el director del Instituto John Wayne del Cáncer, en California, quien tuvo que explicar el proyecto en el mismísimo Senado estadounidense.
Y es que el «delito» del Centro de Inmunología Molecular es ser pionero en la investigación de la inmunología para fabricar vacunas para los países pobres que se están exportando desde hace cinco años, dar un ejemplo de rigor científico en la lucha contra el cáncer mediante la producción de anticuerpos humanizados y vacunas, que desarrollan las defensas naturales contra los tumores y demostrar una alta eficacia en sus ensayos clínicos en Europa. Y todo ello en un país del Tercer Mundo, que necesita siete meses para que llegue un reactivo a su laboratorio debido al bloqueo norteamericano y con unos científicos que no envidian el dinero y el lujo de los países desarrollados. Sin duda, en el Centro de Inmunología Molecular y en los cuarenta centros del denominado Polo Científico del Oeste de La Habana hay armas de destrucción masiva, pero contra el egoísmo, la falta de solidaridad y el modelo de desarrollo científico del primer mundo que se fundamenta en el enriquecimiento de grandes multinacionales.