Las noticias sobre la infancia en el mundo son alarmantes: «Unos 19 millones de niños viven en la pobreza en la Unión Europea, cantidad que representa una quinta parte de la población menor de 18 años, según un sondeo de un equipo parlamentario divulgada en Bruselas». Pero en la misma fuente se agrega que se […]
Las noticias sobre la infancia en el mundo son alarmantes: «Unos 19 millones de niños viven en la pobreza en la Unión Europea, cantidad que representa una quinta parte de la población menor de 18 años, según un sondeo de un equipo parlamentario divulgada en Bruselas».
Pero en la misma fuente se agrega que se recomienda hacer inversiones mínimas entre los 27 países del bloque para eliminar la pobreza en la eurozona.
En otra información se dice: «La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que a nivel mundial trabajan alrededor de 352 millones de menores de edad. De éstos, 246 millones participando en formas de trabajo infantil que deben erradicarse por ser altamente peligrosas o entrañar explotación; 187 millones de estos niños o niñas tienen entre 5 y 14 años de edad. Por otro lado, 180 millones de niños ejercen las peores formas de trabajo infantil, y al menos 8 millones realizan actividades de prostitución o trabajo forzoso, incluyendo en esta última cifra aquellos que, sin ser trabajadores en sentido estricto, participan en conflictos armados».
En un país latinoamericano, El Salvador: al menos 300 000 jóvenes en edad escolar permanecen excluidos del sistema educativo por razones económicas y por la baja respuesta del gobierno a ese problema y «el presidente, Elías Antonio Saca, propuso que Juventud y Desarrollo sea el tema central de la Cumbre Iberoamericana, que sesionará en ese país del 29 al 31 de octubre próximo».
En Argentina, Beatriz López publicó en un diario: «Estoy embarazada de 6 meses y quería ver si alguien quiere adoptarlo. Yo tengo 8 chicos más y no puedo darle de comer, no puedo».
En una Isla del caribe, –con un poco más de once millones de habitantes, agredida y bloqueada por el gran imperio del mundo–, en 1993 la esperanza de vida era de 74,7 años, en 2006 era de 77 años. El riesgo de morir por enfermedades infecciosas bajó de 14,3 por cada 100 000 personas, a 7,3 por igual número de pobladores. El bajo peso al nacer descendió de 9 a 5,4 por cada 100 nacidos vivos. A los recién nacidos se les hacen pruebas para buscar la existencia de seis enfermedades crónicas. Cada gestante recibe un promedio de 17 consultas médicas, y no menos de 30 exámenes de diagnóstico para asegurar un embarazo saludable y evitar complicaciones. Entonces surge la pregunta: ¿Cómo?
Ninguna alquimia o fórmula mágica puede resolver este problema global que a todas luces es un genocidio para la humanidad y que calladamente se presenta en alguna ocasión por uno u otro medio sin solución posible o como encargo para la voluntad de los gobiernos.
Las raíces de este árbol torcido están en un capital monopolizado donde el 10 por ciento de la población concentra en sus manos las riquezas de un 90 por ciento excluida de todo tipo de garantías sociales.
Exigir voluntad política a los gobiernos de turnos; votar porque los programas de los partidos electorales se pronuncien al respecto; pedir en manifestaciones o protestas mayor atención al problema; denunciar sistemáticamente los hechos que violan los derechos de la niñez; sensibilizar a la opinión pública para obtener pronunciamientos contundentes, son acciones que se pueden dar pero siempre son insuficientes.
¿Quién le dice a los millonarios del mundo que deben ceder su dinero para una mayor atención a los niños ó jóvenes? ¿Quién puede limitar el exceso de ganancias de unos pocos y repartirlos entre los muchos?
Eso sólo es posible si cambiamos el orden mundial que hoy tenemos y nos aliamos en otro sistema social diferente que está en proceso de gestación y que no lo dejan crecer porque los mayores perjudicados son los dueños del capital que hoy tienen en sus manos el control político del mundo.
La alternativa al mundo de hoy no está en el capitalismo porque este sistema en sus siglos de existencia no ha podido controlar las guerras mundiales ni los conflictos bélicos, contamina las grandes y pequeñas aguas de mares, ríos; despilfarra delictuosamente los recursos energéticos de la naturaleza; disloca los climas; transforma la energía nuclear en fuerza homicida; envenena la atmósfera e infecta el ambiente, empuja al recalentamiento de la tierra; provoca el deshielo, ahueca la capa de ozono; amenaza con un arsenal nuclear capaz de aniquilar la vida sobre el planeta.
Mudarnos de planeta no sería la solución porque iremos a vivir con los mismos vicios a aquel lugar. Debemos ser capaces de reconocer que la tarea de orden es imponer un nuevo sistema donde la justicia prevalezca y se entierren los patrones de consumos, capaces de dividir al mundo en ricos y pobres.
La sentencia, de continuar en las condiciones actuales, no es otra que la desaparición de la especie humana ¿Cuál es el miedo a derrotar al capitalismo? No vendrá un fin de la historia porque otra sociedad más justa y equitativa puede lograrse en las condiciones actuales, sólo que debemos eliminar el capital y todos sus aparentes confort.
Los tiempos son de lucha, de cambio, no esperemos que un genio de la lámpara nos toque a la puerta. Salgamos a las calles a conquistar la vida para salvar la humanidad.
Nuria Barbosa León es periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba.