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En los últimos diez años el precio de los pisos se ha triplicado, lo que no ha hecho el sueldo de ningún obrero

Vivir en una burbuja

Fuentes: Gara

Desde que bajamos del árbol, los humanos hemos protagonizado una lucha sin cuartel por el refugio. De los naturales, como Ekain, a los actuales de hormigón y acero. Mucho ha evolucionado ese refugio, que de ser una simple protección contra la intemperie ha pasado a convertirse en el termómetro social por excelencia. Puede uno ser […]

Desde que bajamos del árbol, los humanos hemos protagonizado una lucha sin cuartel por el refugio. De los naturales, como Ekain, a los actuales de hormigón y acero. Mucho ha evolucionado ese refugio, que de ser una simple protección contra la intemperie ha pasado a convertirse en el termómetro social por excelencia. Puede uno ser muy feliz, sonreírle el amor, encantarle la poesía de Cavafis, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, pero si carece de una vivienda en condiciones será un pobre desgraciado a los ojos de quienes le rodean. En cambio puede ser estúpido, prepotente, egoísta, explotador de obreros, pederasta o defraudador de impuestos, pero si tiene una mansión en las afueras o un pisazo en el centro, todos esos pequeños defectos se acabarán olvidando.

La propiedad de una vivienda, algo que hasta el pasado siglo XX era un sueño para millones de personas ­que vivían en alquiler o tenían el alojamiento que les proporcionaba el amo­ se ha convertido en el objetivo a lograr de la gran mayoría de la población. Sin vivienda propia no debe de existir proyecto vital serio, por lo que la alternativa del alquiler se arrincona y desprecia. Convence más abonar la hipoteca al banco que pagarle el recibo mensual al dueño del piso. Y ello es así porque el mercado de alquiler está por las nubes y los tipos de interés por los suelos.

Pero no reside ahí el meollo de la cuestión, que no es otro que el desorbitado precio de la vivienda, un disparate inconcebible al que ningún político pone remedio. Como no se le pone a las más de cienmil viviendas vacías. Los precios no se bajan con la permanente construcción de vivienda nueva, ya que las constructoras no paran de levantar casas cada vez más caras, sino con una política agresiva que fomente el alquiler asequible; la persecución de los especuladores que mantienen viviendas vacías; el control a las promotoras inmobiliarias que exigen un sobreprecio en negro; el atajo de la corrupción en el reparto de la nueva vivienda protegida…

En los últimos diez años el precio de los pisos se ha triplicado, lo que no ha hecho el sueldo de ningún obrero, y el metro cuadrado en una capital supera con holgura los 6.000 euros. El número de millonarios aumenta de forma geométrica gracias a los pelotazos inmobiliarios, pero nadie reacciona ante lo que ya es nuestro primer problema social. El caso es que mientras los economistas hablan de la burbuja inmobiliaria y su posible estallido, muchos jóvenes se plantean cómo vivir en una burbuja o en una pompa de jabón, porque lo que es en un piso digno lo tienen imposible.

* Joxerra Bustillo es periodista.