La película turca Kurtlar Vadisi: Filistin (El valle de los lobos: Palestina), acusada de antisemitismo, empieza con el asalto israelí a la Flotilla por la Libertad en aguas internacionales. El fantasioso cineasta Zübeyr Şaşmaz ha tenido la virtud de dar la vuelta completamente al final de sus películas estilo Rambo: ¡ganan los turcos (en la última entrega en alianza con los palestinos), y no el US Army o el Tzahal!
«J. B., marine estadounidense de veintisiete años destacado en Irak, está siendo investigado por el Pentágono después de que en la noche del pasado 23 de abril perdiera provisionalmente el control y se negase a violar a una joven prisionera iraquí, tal y como habían hecho ya sus compañeros. No conforme con esto, en un estado descrito como de ‘incomprensible demencia’, vistió dulcemente a la mujer, le limpió las lágrimas y la acompañó fuera de la celda»
Noticias, Santiago Alba Rico (Caballo de Troya, 2010)
«Cette démographie galopante, ces masses hystériques, ces visages d’où toute humanité a fui, ces corps obèses qui ne ressemblent plus à rien, cette cohorte sans tête ni queue, ces enfants qui ont l’air de n’appartenir à personne, cette paresse étalée sous le soleil, ce rythme végétal, tout cela fait partie du vocabulaire colonial»
Les damnés de la terre, Frantz Fanon (La Découverte, 2002)
«Cambiar algunos detalles de la historia para hinchar el orgullo nacional es un viejo truco que se ha utilizado desde tiempos inmemoriales. Pero ha sido casi siempre un privilegio reservado a los vencedores, que no han dudado en magnificar sus gestas y en minimizar, o borrar, los éxitos de sus adversarios». El editorial del diario El País, titulado ‘Una de héroes turcos’ (18/VIII/2010), criticaba meses después del asalto israelí a la primera Flotilla por la Libertad, la nueva entrega de la saga cinematográfica ‘El Valle de los Lobos’ del cineasta turco Zübeyr Şaşmaz (1).
‘El Valle de los Lobos’ es una popular serie de televisión turca que ha inspirado varias películas. En Kurtlar Vadisi: Filistin (El valle de los lobos: Palestina) su protagonista, el súper agente Polat Alemdar (un papel interpretado por el actor turco Necati Şaşmaz) dirigirá a su equipo, brillante en operaciones especiales, hasta la Palestina Ocupada (y no a Israel, como exclama Alemdar en una de las primeras escenas) para asesinar al comandante israelí Moshe Ben Eliezer como venganza por la ejecución de nueve activistas turcos durante el asalto al Mavi Marmara (2).
Polat Alemdar, una mezcla de Rambo y James Bond, lidera un indestructible comando turco guiado por el repudio al imperialismo y a los ejércitos coloniales en Oriente Medio. El director Zübeyr Şaşmaz ha tenido el acierto de cambiar el sempiterno e inevitable The End de la película desde la Guerra Fría: ¡al final no ganan los yanquis (ni los israelíes)! Esta simple genialidad ha provocado la censura de la película en Alemania (tras acusaciones de antisemitismo) y una enorme simpatía entre el público turco.
La acción, trepidante y violentísima al estilo de las películas norteamericanas, es una constante sangría de soldados israelíes. Pero la película también es una gráfica descripción de la violencia colonial del Tzahal y de la más bien infernal vida cotidiana de la población palestina. El guionista del film, Bahadir Özdener declaró, con motivo de las acusaciones de antisemitismo que despertó en Alemania: «no odio a los israelíes». Pero también se preguntó: «¿No tiene Alemania otra sensibilidad que la del Holocausto? Los palestinos son nuestros hermanos, y son sistemáticamente asesinados desde 1948».
Jack Shaheen, profesor de comunicación de la Southern Illinois University, analizó la deshumanización de los árabes en 900 producciones cinematográficas de Hollywood. Según sus conclusiones, recogidas por Leila Nachawati en Periodismo Humano, de 900 películas analizadas, 800 ofrecen representaciones distorsionadas, mientras que 50 películas proyectan una imagen más o menos neutral o realista y sólo 12 presentan personajes de origen árabe con una luz positiva.
‘El valle de los lobos: Palestina’ parece contradecir varias de las conclusiones del profesor Shaheen sobre la deshumanización de los árabes. Así, frente a la combinación de violencia y estupidez inherente a los árabes en el cine de Hollywood, el film de Şaşmaz fantasea con una alianza entre los invencibles agentes turcos y la ingeniosa Intifada palestina tras la la cual el Ejército israelí es batido sistemáticamente en trepidantes escenas de acción, con peleas imposibles, explosiones frecuentes y todos los alicientes del peor cine norteamericano.
En su abismal colonización cultural, Occidente complementó los bombardeos de los B52 con bombardeos de películas, videojuegos y videoclips. Pero todo tiene un límite. Así, las cosas empezaron a cambiar con creaciones como el videojuego ‘Tahta al-Hisar’ (también conocido como Under The Siege) del ingeniero sirio Radwan Kasmiya.
Tal como explicaba el fundador de la compañía Afkarmedia en una entrevista en El País (26/IV/2008), «hay una gran diferencia entre un videojuego histórico, basado en la vida de personas reales que tratan de sobrevivir a la limpieza étnica, y los productos de propaganda, de contenido racista, que intentan justificar la política de agresión de Estados Unidos. UnderSiege está basado en episodios reales y hay varias escenas con sonido real, como la de la masacre de la mezquita de Hebron en 1994, que da inicio al juego. No me gusta definirlos como juegos políticos, aunque ésta es la primera impresión del público occidental; mejor históricos, sociales o reality-games. Todos los videojuegos transmiten algún mensaje, pero la mayoría lo oculta detrás de la sofisticación técnica, para que el jugador, totalmente concentrado en la acción, lo reciba de forma indirecta, pero eficaz» (3).
Un inciso. Para Stephen Graham, profesor de Geografía en la Durham University, «el complejo formado por la industria militar y la industria de los juegos virtuales ha representado un papel fundamental en la generalización de la idea de que Estados Unidos y sus aliados deben preparar su inevitable batalla contra los habitantes del Tercer Mundo en general y los árabes en particular» (4). Según el autor de Cities, war and terrorism, «las complejas conexiones entre guerra y entretenimiento en la era digital no hacen sino profundizar el ya consagrado rol de las películas y los juguetes como portadores de propaganda militarista. Se calcula que el 90 por 100 de los 75.000 hombres y mujeres que cada año se incorporan al ejército estadounidense son jugadores ocasionales de videojuegos, y el 30 por 100 se consideran a sí mismos ‘hardcore’. Tal es la familiaridad de la mayoría de los reclutas con los mandos de la PlayStation que los marines han llegado a imitarlos en las consolas de su nuevo vehículo de vigilancia urbana por control remoto, Dragon Runner, que se utiliza actualmente en las calles de Iraq».
El sociólogo e historiador Immanuel Wallerstein contextualiza bien producciones como las de Zübeyr Şaşmaz y Radwan Kasmiya. «La realidad del moderno sistema-mundo, la economía-mundo capitalista, es que es un sistema jerárquico, desigual, polarizante, cuya estructura política es la de un sistema interestatal en el que algunos Estados son manifiestamente más fuertes que otros. En el avance del proceso de acumulación sin fin de capital, los Estados más fuertes imponen constantemente su voluntad sobre los Estados más débiles, hasta donde pueden. A esto se le llama imperialismo y es inherente a la estructura del sistema-mundo. Ha sido justificado sobre la base de la ‘misión civilizadora’, la presunta necesidad moral de obligar a los otros a apegarse a las normas prescritas por los valores universales. Parece una coincidencia curiosa que los valores que se dicen universales sean siempre fundamentalmente los que observa el poder imperial. La resistencia por parte de las víctimas a tan engañosa moralidad parece una virtud obvia» (5).
No se trata de un privilegio reservado a los vencedores, como afirmaba el editorial de El País, sino más bien un consuelo reservado a los vencidos: fantasear con un final diferente.
NOTAS:
(1) Una de héroes turcos (El País, 18/VIII/2010)
(2) La película está disponible aquí.
(3) Videojuegos de la Intifada, Roberta Bosco (El País, 26/IV/2008). En una entrevista publicada en 2006 en Umelec/International Radwan Kasmiya explicaba lo siguiente: «In general, you shoot Arabs or aliens in recent videogames. In the States, according to the last elections, almost half of the nation do not agree with the politics in Iraq. I think that every society has its right to have its own opinion, but nobody has the right to deny the opinion of the other, but that is exactly what is happening now. The Americans in Iraq closed some channels, e.g. al-Jazeera, they even attacked their building and killed their reporter. There is information they want to publish and information they do not, and it is exactly the same in videogames. In the games from Kuma/War you play as strong and intrepid American soldiers who help the Iraqis to promote democracy. The American game companies reflect the American society as we reflect the Arabic society».
(4) La guerra y la ciudad, Stephen Graham. New Left Review nº44 (mayo/junio 2007). Ver también ‘Why war is really just a game?‘ de Noah Shachtman en Wired.com
(5) La decadencia del imperio, Immanuel Wallerstein (Txalaparta, 2005)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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