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Los derechos laborales en EE.UU.: una asignatura muy pendiente

Fuentes: Rebelión - Imagen: Marcha del Primero de Mayo de 2022 en Los Angeles. Miles de personas marcharon en todo el país por reforma migratoria, derechos de los trabajadores y por el cese de la violencia policial. Ringo H.W. Chiu/AP

La festividad del 1 de Mayo  tiene su origen en Chicago, EE.UU., a finales del siglo XIX. La ciudad era uno de los focos industriales en la década de 1880, y los trabajadores comenzaban a movilizarse en protesta con el objetivo de conseguir la jornada de 8 horas.

La realidad actual en EE.UU. es que siguen sobrando los motivos para la movilización laboral. El país norteamericano tiene una legislación que se sitúa por detrás del mundo desarrollado en políticas salariales, protección de los trabajadores y derechos de sindicación. Así lo destacaba el año pasado la organización sin ánimo de lucro Oxfam América en un informe titulado “Donde el trabajo duro no da resultado”. En él se hace seguimiento de 56 políticas laborales en los 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a los que después clasifica según su puntuación.

EE.UU. se ubica sistemáticamente cerca de la cola en esas listas: ocupa el puesto 36 en políticas salariales, el 38 en protección de los trabajadores y el 32 en derechos de sindicación, lo que refleja cómo el país considera los derechos y protecciones laborales como privilegios para las personas en ‘buenos’ trabajos.

En síntesis, el país más rico del mundo está rezagado a la hora de garantizar salarios, protecciones y derechos para millones de trabajadores. El lobby que ejercen las grandes empresas en Estados Unidos, dominado durante décadas por el neoliberalismo, ha ido dando forma a una legislación laboral que los deja desprotegidos, les niega derechos básicos como la baja por enfermedad y les dificulta derechos tan elementales como la posibilidad de sindicarse.

Así, la red de seguridad social que ofrece a la población, y especialmente a los trabajadores, es mucho más débil en comparación con otras naciones de renta alta. Asimismo, a pesar de tener una economía poderosa, en EEUU se hace poco por compartir los ingresos con los trabajadores y hace aún menos por garantizar que los trabajadores estén seguros y protegidos mientras trabajan. Incluso las denuncias por trabajo infantil han proliferado en los últimos tiempos, afectando a empresas emblemáticas como McDonalds.

Kaitlyn Henderson, investigadora del Programa de Política Nacional de EE.UU. de Oxfam América y principal autora del informe que acompaña al índice, considera que esta situación responde a decisiones políticas, no es una fatalidad inevitable, y que en las leyes laborales actuales del país se pueden ver claramente los ecos de la histórica discriminación racial y de género.

EE.UU., aprecia Henderson, es la única nación económicamente avanzada que niega a su fuerza laboral el derecho fundamental de licencia remunerada, lo cual favorece la desigualdad extrema y perjudica muy especialmente a personas de color, mujeres, inmigrantes y refugiados.

En el sector de los cuidados (en general a personas dependientes), el país es el último de la lista, ya que no ofrece ni un solo día de licencia por enfermedad remunerada obligatoria, o de ausencia por maternidad o paternidad remunerada para los trabajadores. Cabe señalar que, por ejemplo, en España se garantiza hasta 16 semanas de baja parental remunerada a ambos progenitores.

Además, en EEUU la sanidad no es un derecho básico universal, sino que está atada al empleo, y aun así a menudo permanece prohibitivamente cara. La Affordable Care Act, también conocida como Obamacare, que subvenciona el pago del seguro de salud a las rentas bajas, así como el Medicaid,  que en los últimos años se ha expandido en distintos estados gobernados por demócratas, como Nueva York, mientras que se ha reducido especialmente en estados sureños y republicanos, no han paliado sustancialmente las carencias en este sentido.

Una sindicación en apuros

La sindicación en EE.UU. sigue siendo baja. El movimiento sindical creció mucho tras la Segunda Guerra Mundial (hasta cerca del 40%), y se empezó a desplomar a partir de 1970, durante el mandato de Richard Nixon, que coincidió con la crisis del petróleo de 1973. En 2022, cayó a mínimos históricos del 10 %, y entonces solo el 12 % de la fuerza laboral estaba cubierta por negociación colectiva. Ello es consecuencia, sobre todo, de que las corporaciones privadas ponen en cuestión de forma constante las salvaguardas sindicales.

Hoy por hoy, las posibilidades de los trabajadores de organizarse y exigir mejores condiciones laborales son precarias en extremo. EE.UU. es el sexto país de la OCDE con peor legislación sindical. Grandes empresas, como FedEx, Amazon, Nestlé, Tesla o Bed Bath & Beyond, llevan años invirtiendo importantes cantidades de dinero en contratar consultoras especializadas en poner trabas a la autoorganización de los trabajadores. Las empresas actúan de forma especialmente agresiva contra los intentos de organización de sus trabajadores.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.