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[Crónicas sabatinas] Más acá y por debajo del nacionalismo y del secesionismo excluyente

¿11 S(ecesionista)? ¡No, gracias!

Fuentes: Rebelión

Para el compañero-presidente Salvador Allende. In memoriam et ad honorem.   Pero pronto me di cuenta que alguien más velaba. A la respiración pesada de los durmientes se sobreponía a ratos una inhalación roca e irregular, interrumpida por golpes de tos y por gemidos y suspiros sofocados. Thylle lloraba con fatigoso y desvergonzado llanto de […]

Para el compañero-presidente Salvador Allende. In memoriam et ad honorem.

 

Pero pronto me di cuenta que alguien más velaba. A la respiración pesada de los durmientes se sobreponía a ratos una inhalación roca e irregular, interrumpida por golpes de tos y por gemidos y suspiros sofocados. Thylle lloraba con fatigoso y desvergonzado llanto de viejo, insoportable como la desnudez senil. Tal vez se dio cuenta, en la oscuridad, de algún movimiento mío; y la soledad que hasta aquel día ambos, por diversos motivos, habíamos buscado, debía de pesarle tanto como a mí, porque en mitad de la noche me preguntó: «¿Estás despierto?», y sin esperar respuesta se encaramó con gran trabajo hasta mi litera, y se sentó autoritario junto a mí.

No era fácil entenderse con él; no sólo por motivos de idioma sino también porque los pensamientos que teníamos en el pecho durante aquella larga noche eran desmesurados, maravillosos y terribles, pero sobre todo confusos. Le dije que sentía nostalgia; y él, que había dejado de llorar, «¡diez años!», me dijo, «diez años!»: y después de diez años de silencio, con una hilo de voz estridente, grotesco y solemne a un tiempo, se puso a cantar La Internacional dejándome turbado, desconfiado y conmovido.

Primo Levi, La tregua (capítulo «El deshielo»)

 

Nota previa: texto para ser leído mientras escuchan al maestro Enrique Morente y a Lagartija Nick: https://www.youtube.com/watch?v=u–jfPFRoic y recuerdan unos versos de Antonio Gamoneda muy citados y apreciados por uno de nuestros maestros federalistas (que nunca la lió por liarla y siempre pensó desde abajo y en términos de justicia ) : «[…] una tierra sólo no es un país; / un país es la tierra y sus hombres./ Y un país sólo no es una patria;/ una patria es, amigos, un país con justicia».

Nos condenaron a más de 20 años de hastío, confusión y fuerte decremento de nuestras condiciones laborales y sociales por tratar de reformar el sistema desde dentro y tragar sapos y más sapos. Nos engañaron una y mil veces; caímos en la trampa. Supieron, saben hacerlo. Nos hablaron de la hermandad de los pueblos, de la riqueza de la diversidad (nunca asumida internamente) y de lo que llamaron, con algún aire de superioridad político-histórica-nacional, «oasis catalán». Hablaban y hablaban mientras los grandes hombres y nombres de la Patria, envueltos en banderas que pueril y estúpidamente pensábamos -tontos de nosotros- que eran de todos, se enriquecían a espuertas, sin decoro y a nuestra costa, construyendo a un tiempo una atmósfera -un marco de «convivencia», ¡ja, ja, ja!- en la que cualquier crítica resultaba imposible y era etiquetada, si irrumpía con arriesgado e infrecuente coraje, de zafia, roja y españolista, y todos, absolutamente todos -casi todos más bien: hubo algunos compañeros que mantuvieron una mirada y una actitud no servil cuando no era nada fácil-, teníamos a gala -o lo parecía- ser pujolistas más o menos de izquierdas. Jordi Pujol, el president, decían algunos cuadros y dirigentes de una izquierda impulsora de iniciativas «por Cataluña», «¡ha hecho tanto, se ha sacrificado tanto por Cataluña! És de dretes, d’acord, però sempre, sempre ha fet país. Sempre!».

El marco, la totalidad inalterable, el espíritu nacional, el elefante compartido, la cosmovisión indiscutida, el axioma sagrado de la mal llamada «inmersión lingüística», la letra dictada, la música repetida, el relato, la Palabra, la Acción, la lengua propia y las impropias, la Historia con mayúsculas, la historia con minúsculas, los medios -sus medios- de intoxicación cultural, la España contra nosotros, las finalidades esenciales, los objetivos de país y sus numerosas y concretas prolongaciones sociales, la construcción tenaz, pasito a pasito, de un «pueblo nacionalista y antiespañol», tenían siempre el mismo sello, el mismo logo: made in Pujol y en fuerzas amigas y en intelectuales orgánicos del Régimen catalán (nunca considerado como tal Régimen: el término se usaba, en exclusiva, para hablar de los otros, que por supuesto sí que eran Régimen).

Nos contaron todos los cuentos. Supimos, tomamos consciencia por León Felipe, del abyecto papel de esos cuentos falsarios. Gritamos y cantamos que ya estaba bien, que estábamos hartos… Pero volvimos, otra vez, a escuchar todos sus «relatos» identitarios y hablábamos, nosotros mismos y entre nosotros, usando sus interesadas historias e, incluso, sus propias palabras. Cuando llovía en Zaragoza, decían y decíamos que llovía en el «Estado español». España era palabra prohibidísima. Quien osaba pronunciarla era un españolista de tomo y lomo o un neofranquista disfrazado. Lo identitario, nunca vivido con interés esencial en nuestras tradiciones, pasó a ser una de nuestras señas básicas de identidad. Ser catalán molaba mucho; ser del Barça era lo mejor del mundo.

Pero ya es tiempo de desquitarnos. Primero conquistaremos Manhattan, luego Berlín. Nos guiaba una señal en un cielo que queríamos asaltar y una marca de clase, rabia, indignación y nacimiento en nuestra piel. Ahora nos guía también la belleza y veracidad de nuestras armas críticas y la unidad de todos, de los compañeros y compañeras de aquí y de allá, sin romper vínculos ni historia común, ni tradiciones ni muertos ni sufrimientos comunes. ¡No más cuentos! No, nunca más en nuestro nombre.

Nos mintieron, nos volvieron a mentir sobre el derecho a decidir que era realmente su (no nuestro) derecho a dividir, a dividirnos (y a despistarnos desde luego: Santi Vila dixit). Nos dijeron que aquellas manifestaciones del 11S pedían, exigían, una consulta democrática. Que España, que los españoles, nos oprimían y esclavizaban. Que nosotros éramos demócratas y ellos, sin matices ni distinciones, unos brutos autoritarios. Además, sus hijos, los hijos de andaluces y gallegos hablaban mal. No eran como nuestros hijos. A esos niños no se les entendía, palabra del ex president. Por si faltara algo nos abrazamos con el adversario de clase, con uno de los representantes políticos de las 400 familias con mando en plaza, con el hijo político predilecto del molt ex honorable, nuestro Bárcenas-Rato-Soria.

Pero todo, bien pensado, resultaba claro y nítido desde el principio: las élites de aquí, no peores por supuesto que las de allí, con la ayuda incomprensible de sectores que decían ser de izquierdas y federalistas, intentando ocultar mil tropelías y robos y pensando que en momentos de crisis y debilidad podían resultar vencedores, diseñaron un proyecto neoliberal de ruptura para confundirnos y despistarnos. Millet, Pujol, Cambó, Barrera, incluso Porcioles y Samaranch (¡despedido con honores de Estado en tiempos del tripartito!) eran nuestros amigos, nuestros compatriotas; Garzón, Iglesias, Negrín, Lorca, Ibárruri, Ruano, Anguita, eran españoles. Nada tenían que ver con nosotros. No nos entendían, nunca nos habían entendido, no podían entendernos. No tenían el gen-meme catalino. Éramos naciones distintas y enfrentadas. Ellos seguían siendo el Sur, unos vagos de muy señor suyo que iban a tomar vinos al bar a nuestra costa (Duran i Lleida dixit); nosotros, en cambio, éramos la Alemania mediterránea, emprendedora, trabajadora, muy moderna, pulcra, científicamente avanzada, humanista y culta. Nada que ver con el África española. Sin ellos estaríamos mucho mejor. Son pobres y no hablan idiomas. «Una lengua, una nación, un Estado», proclamaban algunos con convicción. Y además, por si faltara algo, con la ayuda de los 16.000 millones de déficit fiscal permanente, que algunas «autoridades científicas» aseguraban y publicitaban sin descanso ni sonrojo, tocaríamos y superaríamos la cima del Estado de bienestar nórdico. Por aquellos días, los de la «Liga del Norte» empezaron a visitarnos. Se soñaba con construir CatVegas y nuestro conseller de Economía, un gran catedrático de prestigio internacional, aspirante en su día al Premio Nobel de economía, visitaba servilmente a Sheldon Adelson, uno de los seres más vomitivos y zafios del mundo, alguien que ya ocupa un lugar destacado en la historia universal de la infamia y el latrocinio. Lo nuestro, concluían, será como un capitalismo no capitalista. Casi un socialismo democrático con rostro humano y, por supuesto, català, molt català. Itaca está esperándonos. ¡A por ella!, nos decían.

Formaciones que decían ser de izquierdas y, además, comunes, justificaban -con toda la ambigüedad de la que eran capaces- su presencia en manifestaciones secesionistas, partidarias de la formación de un Estado que decían propio subordinado a los intereses de los grandes poderes de la UE (sin nada que decidir en este nudo de asuntos también «territoriales»), por la necesidad de rechazar los reiterados ataques al autogobierno del país, por la criminalización (sic) de la que había sido objeto «el derecho a decidir-dividir» y, aún más, en ocasiones, para «defender» sus «convicciones republicanas y soberanistas». ¿Convicciones republicanas alejándose años-luz de todas las tradiciones de pueblos y ciudadanos hermanados por mil lazos sociales, familiares, de amistad, de historia en común, también en momentos de grandes esperanzas republicanas? Un escándalo, una estafa inconmensurable, que se vendía y vende como el no va más del no va más, lo mejor de lo óptimo, mientras el resto de la izquierda transformadora española sigue siendo incapaz de formular la mínima crítica al disparate y transita y transitaba por las torpes aguas del seguidismo y la repetición asignificativa. La autonomía de una de las partes se confundía con el silencio y la ratificación ciega. Lo que ellos digan; nosotros calladitos. Ellos lo entienden mejor, lo «viven intensamente». De lo que no se puede hablar, lo mejor es el silencio.

Afirmaban los supuestos comunes que la Diada -ya transformada en un día de vindicación secesionista, no en un día de todos como había sido hasta el momento- llegaba en un contexto «de una fuerte regresión centralista y autoritaria» y de «un ataque sin precedentes contra libertades y derechos sociales elementales». ¿Sin precedentes? ¿Ataques sin precedentes? ¿Dónde se ubica su memoria, nuestra memoria? Desde luego que se podía hablar -criticar, denunciar, oponerse, luchar- de la política neoliberal del gobierno central (y centralista en este caso), tan similar al gobierno catalán en objetivos y procedimientos, gobierno de quien siempre se hablaba y habla en otros términos. No és el mateix, aquests són una mica de casa. Desde Barcelona En Comú, se afirmaba, se consideraba indispensable hacer frente a esta deriva, la del gobierno central. A veces se criticaba también al gobierno catalán. ¿Por qué no entonces, con esa misma lógica-ilógica, no se exigía la secesión barcelonesa de Cataluña al criticar la acción política del gobierno de la Generalitat? ¿Se defienden los derechos sociales de todas las personas, «empezando por los de las mujeres y por los de las clases populares que son quienes más están sufriendo con las políticas de austeridad», como reza el comunicado 11S de BenC, acudiendo a una manifestación secesionista, cogidos de la mano o apoyando a una política profesional como Carme Forcadell cuya idea política central, no se conocen muchas otras, es que «los españoles han esclavizado a los catalanes»? ¿Nos querrán tomar el pelo cuando afirman que quieren «dotar a esta Diada de un sentido integrador, inclusivo» y «convertirla en un momento de conmemoración y de reivindicación plural de la democracia, de la soberanía real y de derechos básicos que corresponden a todo el mundo»?

Pero, ¿va en serio la cosa? ¿No es un chiste? ¿Manifestación inclusiva? ¿Las palabras significan lo que suelen significar o estamos en el mundo de Alicia donde los señores-amos nacionalistas-secesionistas imponen sentidos y referentes? ¿De qué soberanía real se habla? ¿De qué derechos básicos? ¿Asistiendo y promoviendo una manifestación separatista pretenden defender los intereses de los sectores más desfavorecidos de nuestro pueblo? ¿Qué Cataluña, qué España, están presentes en sus cabezas? ¿De qué hablan, de que están hablando realmente?

En todo caso, para ser justos, no estaban solos. Albano-Dante Fachín, secretario general de Podemos en .Cat, ha asegurado que con su presencia en la manifestación del 11S pretende defender la «pluralidad» de la Diada. ¡La pluralidad de la Diada secesionista! No sólo eso: el 9S, Fachín será uno de los oradores de la concentración convocada por la CUP, ERC… y Podemos en Sant Boi. El lema de la convocatoria: «Que la prudencia no nos haga traidores». Traidores… ¿a qué?

Este 11S ya es suyo, no es terreno común. Como lo han sido los de estos últimos años; no, curiosamente, en tiempos de fascismo y clandestinidad. Ya puestos, ¿qué celebramos, qué se celebra el 11S? ¿Qué pasó realmente en 1714, más allá del relato sesgado que nos han contado mil y una vez, tantas como ha sido matizado, criticado y reformulado? ¿El pueblo catalán, todo el pueblo catalán, contra los Borbones apoyados estos por el resto de todos los pueblos españoles? ¿Este es el cuento que supera los tres siglos de antigüedad?

El llamamiento para acudir a Sant Boi de Llobregat, también el 11S por la mañana, es otro ejemplo de revisión y desmemoria histórica. Los asistentes a aquella concentración «semilegal» de 1976 -¡ yo fui uno de ellos!- en la que intervinieron Miquel Roca Juyent ( Consell de Forces Polítiques de Catalunya, el defensor actual de la Infanta Cristina ), Octavi Saltor (en nombre de los grupos de la oposición catalana de derecha-derecha no encuadrados en «organismos unitarios» por no querer «mancharse» con el PSUC y fuerzas afines) y Jordi Carbonell (un independentista recientemente fallecido que representaba la Assemblea de Catalunya) empezamos a ser conscientes de las manos en que se dejaba la hegemonía de la lucha por lo que entonces llamábamos «libertades nacionales». El federalismo no estuvo presente en aquel acto supuestamente unitario, poco después de aquellas luchas clandestinas en las que muchos grandes hombres de la Patria estaban en su casa estudiando o preparándose para tiempos futuros.

Pero no se trata por nuestra parte de quedarnos en casa ante estas «manifestaciones patrióticas y excluyentes» como cantaba Georges Brassens. Nuestro 11S se relacionaba, se ha relacionado durante años, con otro 11S, con el chileno y con dos valores centrales de nuestra tradición: el internacionalismo y la solidaridad. La Plaza Salvador Allende, la concentración popular en esa plaza que se celebrará en la mañana de este próximo domingo, es nuestra mejor opción para celebrar, políticamente, nuestro 11S. No hay otra, ¡ese es nuestro 11S!

Primero conquistaremos Manhattan y luego Berlín, han cantado Cohen y don Enrique Morente. También, más tarde, un poco más tarde, Barcelona y Madrid, la ciudad resistente. No estamos solos. Hoy es el día del padre y estamos heridos y debemos estar unidos. «Me gusta tu cuerpo, tu espíritu y tu ropa pero ¿ves esa fila que avanza en la estación? Te dije, ya te dije, que yo, ay, que yo era uno de ellos». Todos somos uno de ellos.

PS: Un llamamiento que tal vez sea de su interés: http://www.asec-asic.org/2016/09/02/comunicado-asecasic-2-09-2016-llamamiento-a-acudir-masivamente-a-los-actos-conmemorativos-en-recuerdo-de-salvador-allende-el-dia-11-de-septiembre-en-la-plaza-de-barcelona-que-lleva-su-nombre/

También éste, en solidaridad con los activistas de la Universidad Autónoma de Barcelona: http://www.asec-asic.org/2016/09/05/comunicado-asecasic-5-09-2016-en-defensa-de-la-libertad-politica-nos-solidarizamos-con-los-disidentes-de-la-universitat-autonoma-de-barcelona-uab/

Les recuerdo nuestra cita: Plaza Salvador Allende (Barcelona), frente a la Iglesia del Coll, a las 10:30. Metro Coll-Taxonera, salida Paseo Coll. ¿Nos vemos?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.