En Memoria de Vittorio Arrigoni (Vik) y Rachel Corrie. La Declaración de Balfour constituye uno de los documentos políticos más increíbles de todos los tiempos. Es un escrito por el cual, una primera nación, promete solemnemente, a una segunda nación, el país de una tercera nación. Promise and Fulfimen, Arthur Koestler En 2017 se conmemoran […]
La Declaración de Balfour constituye uno de los documentos políticos más increíbles de todos los tiempos. Es un escrito por el cual, una primera nación, promete solemnemente, a una segunda nación, el país de una tercera nación.
Promise and Fulfimen, Arthur Koestler
En 2017 se conmemoran 100 años de la Declaración de Balfour, y con ello el inicio de la catástrofe para el pueblo palestino. En Gran Bretaña se ha creado una organización, The Balfour Project, cuyos propósitos son: Difundir y aprender sobre las consecuencias de la Declaración de Balfour, tanto para el pueblo palestino, como para el israelí. Reconocer el logro de fundar una patria para los judíos, pero que no se han cumplido las promesas hechas a los palestinos. Instar al gobierno y a los ciudadanos a impulsar medidas eficaces para promover la justicia, la equidad y la paz para ambos pueblos.1 La responsabilidad de Gran Bretaña en la ocupación y las consecuencias para el pueblo palestino no es poca, iniciativas como ésta nos permiten ver el análisis hecho por la sociedad civil sobre las decisiones y acciones tomadas en el pasado por su gobierno.
La llamada Declaración de Balfour es el documento que sentó las bases diplomáticas y legales para la creación del Estado de Israel en territorio palestino. El envío de la carta signada por Arthur James Balfour, Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña, dirigida al banquero y líder de la comunidad judía, Lionel Walter Rothschild, marca el comienzo de la participación de las potencias mundiales en la ocupación palestina. La misiva del 2 de Noviembre de 1917, a la letra dice:
» Estimado Lord Rothschild:
Tengo sumo placer en comunicarle en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones judías sionistas, declaración que ha sido sometida a la consideración del gabinete y aprobada por el mismo:
«El Gobierno de Su Majestad contempla con simpatía el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores esfuerzos para facilitar el cumplimiento de este objetivo, quedando claramente entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías existentes en Palestina, o los derechos y estatus político de que gozan los judíos en cualquier otro país.»
Le agradeceré que lleve esta declaración al conocimiento de la Federación Sionista.
Suyo,
Arthur James Balfour.»2
Las potencias europeas, por medio de la Declaración y con diversos movimientos diplomáticos respaldaron el proyecto de fundar una nación judía en territorio palestino, sin considerar las condiciones políticas, étnicas, sociales y económicas de los pobladores de la región. El historiador Nur Masalha, ha trabajado, entre muchos otros investigadores, el tema del mito fundacional de Israel, y menciona de manera sucinta: «Una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra», «hacer florecer el desierto» y construir sobre «tierra pantanosa». (Masalha, 2012: 152). Todo eso apuntó a ignorar a la población árabe que estaba establecida ahí. La distribución demográfica de la región según el censo realizado en 1922, arroja las siguientes cifras: «La población era de 82,000 judíos y 700,000 árabes, diez años después la cifra de judíos se había triplicado, mientras los árabes permanecían igual». (Solar, 1975:25). Dichas estadísticas confrontan la idea de una tierra sin pueblo, y responden por sí mismas a lo declarado por Chaim Weizmann: «Los británicos nos dijeron que había algunos cientos de miles de negros […], pero estos no tenían ningún valor» (Marsalha, Citado en Gijón Mendiguitía, 2015: 75). Aún con el incremento de la migración judía, la población árabe seguía siendo una mayoría significativa, esta información rompe con el supuesto de una tierra sin pueblo , y el éxodo voluntario de la población palestina. Edward Said, dice sobre el tema demográfico ignorado en la Declaración:
» Mientras la Declaración se hizo, (a) por una potencia europea, (b) sobre un territorio no europeo, (c) con una indiferencia total tanto de la presencia como de los deseos de la mayoría de los habitantes nativos de ese territorio, y (d) que conformó una promesa de este mismo territorio a otro grupo extranjero, acerca de que éste grupo extranjero podría, literalmente, constituir dicho territorio como el hogar nacional para el pueblo judío». (Said, 2006: 35).
El proyecto colonial de las potencias europeas estaba presente en la Declaración, se marcaron los precedentes para dar paso al Mandato Británico, «El Tratado de Versalles estableció que los países árabes que antes estaban bajo el dominio Otomano podían ser reconocidos provisionalmente como independientes, sujetos a la prestación de ayuda y consejo de un estado, que asumiera el correspondiente «mandato». (Hourani, 2004: 388). La expansión colonial de las potencias europeas, en específico de Gran Bretaña y Francia, tenía como propósito tomar los territorios que habían pertenecido al Imperio Otomano, previo a la Primera Guerra Mundial. La distribución hecha por dichos gobiernos europeos sobre Asia, tiene su antecedente en el conocido Acuerdo Sykes-Picot, nombrado también como el Acuerdo de Asia Menor, donde se definían las regiones a dominar, una vez vencido el Imperio Otomano por la Triple Entente, mejor definida por Eric Hobsbawm como: La unión de la Tercera República Francesa, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y el Imperio Ruso. El discurso de los gobernantes europeos tenía la característica de la época: la supremacía blanca, ignorando a los pobladores originarios, desplazando a los supuestos «grupos minoritarios», no occidentalizados , para justificar las acciones colonizadoras llevadas a cabo desde el siglo XV, en África, América y Asia.
«La reorganización del Oriente Próximo se realizó de acuerdo a principios imperialistas convencionales, -reparto entre Gran Bretaña y Francia-, excepto en el caso de Palestina, donde el gobierno británico, anhelando contar con el apoyo de la comunidad judía internacional durante la guerra, había prometido, no sin imprudencia y ambigüedad, establecer «una patria nacional» para los judíos.» (Hobsbawm, 1999:40). El contexto histórico de la Declaración, también permite ver las intenciones de las naciones comprometidas a destinar la tierra Palestina a los judíos. La Guerra Mundial estaba en curso, los acuerdos y pactos entre los participantes eran una práctica común. El imperialismo inglés se había caracterizado hasta entonces, por dominar zonas donde tuvieran la posibilidad de continuar su proyecto imperialista, la región de Palestina representaba un espacio importante, debido a su cercanía con el Canal de Suez y la ruta hacia India. La alianza sionista-británica, significaba para los ingleses contar con el apoyo de los sionistas, y así poder tomar el control de la región, concordando con los planes hechos por Mark Sykes y Georges Picot, a Gran Bretaña le correspondería el dominio sobre Irak, Transjordania (actual Jordania) y parte de Palestina, dejando reservado una parte del territorio palestino para un mandato internacional.
El apoyo de los grupos sionistas del mundo para las intenciones del gobierno inglés era crucial. Convencer a los sionistas norteamericanos de apoyar el proyecto colonial inglés y no al expansionismo alemán, debía tener una oferta a cambio: Un tierra para concretar el sueño de los sionistas: Palestina. «La gran cuestión que presenció el mundo en Palestina no fue, como le gustaría imaginar a un palestino, la lucha entre nativos y colonos, sino como una lucha que se presentaba como una disputa entre Gran Bretaña y sionistas». (Said, 2013: 74).
Un personaje clave en las negociaciones para hacer la Declaración, así como su posterior aceptación en diversos ámbitos políticos y económicos, fue Chaim Weizmenn, dirigente sionista, químico de profesión y primer presidente del Estado de Israel. Electo como director de la Organización Sionista Mundial en dos periodos, 1920-1930 y 1935-1946. En enero de 1919 cuando tuvo lugar la Conferencia de Paz de París, se reunieron las principales potencias vencedoras del Gran Guerra, como se le llamaba entonces. En dicho encuentro y estando como primeras figuras políticas los mandatarios Woodrow Wilson de Estados Unidos, David Lloyd George de Gran Bretaña, Georges Clemenceau de Francia y Vittorio Emanuele Orlando de Italia, se presentó Weizmenn y esgrimió los argumentos para cimentar la idea de la necesidad de crear una nación para los judíos que salían expulsados de Rusia.
La propuesta sionista contaba con el apoyo de dos hombres ingleses de poder, por un lado el ya mencionado Arthur James Balfour y por otro, el primer ministro inglés, David Lloyd George. El apoyo a la creación de una nación judía en Palestina de éste último, tenía sustento en dos temas, el beneficio obtenido por el ejército inglés al darles Weizmann, de manera gratuita la fórmula química para producir acetona, ocupada para hacer explosivos, y la formación bíblica del ministro, en la que sustentaba la idea del retorno del pueblo elegido. (MacMillan; 2001:415). Pensamiento no ajeno al presidente los Estados Unidos Woodrow Wilson, quien en alguna ocasión mencionó a un destacado rabino estadounidense: «Pensar qué yo, hijo de una casa parroquial, pueda ayudar a restituir a Tierra Santa a su pueblo». (MacMillan; 2001: 422).
Las reuniones de 1919, tanto la de París como la de Versalles, representaron para las naciones un cambio en el orden geopolítico mundial, donde los acuerdos y las pactos para garantizar que la repartición del mundo, en particular del Oriente Medio y de África, fuera efectiva se crearon diferentes lazos y complicidades. Para el tema de Palestina en particular, la promesa de otorgar una nación habitada para crear un nuevo país y permitir la migración masiva sin considerar las consecuencias fueron y son la directriz de las potencias y Organismos Internacionales en relación a lo acontecido en el territorio en cuestión, desde la Declaración del 1917 y en específico, desde hace 50 años con el inicio de la ocupación.
En una misiva de 1919 el mismo Sir Balfour escribió esto:
«En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país… Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sionismo, bueno o malo, correcto o incorrecto, está anclado en antiquísimas tradiciones, en necesidades actuales y en esperanzas futuras de mucha mayor importancia que los deseos o preocupaciones de los 700.000 árabes que ahora habitan esta antigua tierra». (Véase: Aranguren; 2004: 47).
Las promesas iniciales hechas por Gran Bretaña a los árabes, pidiendo luchar contra el ejército del Imperio Otomano para así lograr la independencia, se fueron desvaneciendo. Los planes hechos para la tierra Palestina, eran, como lo muestran las propias palabras de Balfour entregar un territorio para fundar un patria judía. Despojar y desplazar a los pobladores originarios ha sido la constante en la situación palestina desde entonces, para definir el concepto de Limpieza étnica realizada en Palestina, el historiador Ilan Pappé recurrió a diversas fuentes, donde se utiliza el término, entre ellas, la Organización de Naciones Unidas, el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica y la reconocida enciclopedia Hutchinson, de ahí extrae «la limpieza étnica es una política bien definida de un grupo particular de personas para eliminar sistemáticamente de un territorio dado a otro grupo de personas por razones de su origen nacional, étnico o religioso. Una política semejante es violenta, y con frecuencia, se conecta con operaciones militares» (Petrovic, citado en Pappé; 2008: 19).
El término árabe Al Nakba significa catástrofe, se ha utilizado para hacer referencia a la partición de Palestina de 1948, y busca también equilibrar el peso moral dado al Holocausto judío (Shoa), no obstante, la catástrofe palestina tiene su origen desde finales del siglo XIX, cuando las potencias imperialistas delinearon el mapa mundial deseable para sus intereses. El dominio Otomano, y el protectorado inglés dejaron vulnerable a los palestinos y la Declaración de Balfour dio paso a un proceso de anexión y colonización, cuya continuidad ha sido ininterrumpida.
Es importante retomar el tema de la participación y la responsabilidad histórica de los países involucrados en la Declaración de Balfour, la separación de 1948, el no respetar la fronteras de 1967, la ocupación, la creación de asentamientos y la construcción del muro de segregación, porque ellos han sido garantes de lo ocurrido en Palestina desde inicios del siglo XX y hasta nuestros días, es necesario pensar la cuestión palestina desde sus orígenes, para poder darle un nuevo sentido histórico, político y moral, y esto como humanidad, nos urge. Seguimos siendo humanos.
Fuentes de consulta
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Aranguren, Teresa, 2004 Palestina, el hilo de la memoria. (Madrid: Caballo de Troya).
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Gijón Mendigutía, María del Mar, 2015 Los mitos fundacionales de Israel y su pervivencia como legitimadores en la colonización palestina. Uso y desmitificación. (Tesis Doctoral, España: Universidad Autónoma de Madrid).
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Hobsbawm, Eric, 1999 Historia del Siglo XX . (Buenos Aires: Crítica).
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Masalha, Nur, 2012 Nakba. Limpieza étnica, lucha por la historia . (Barcelona: Ediciones Bellaterra).
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Margaret MacMillan, 2001 Paris 1919: Six Months that Changed the World (New York: Random House).
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Pappé, Ilan, 2008 La limpieza étnica de Palestina . (Barcelona: Crítica).
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Said, Edward, 2013 La cuestión palestina . (Barcelona: Debate).
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Solar, J.D. 1975 El conflicto de oriente medio. (Madrid: Prensa Española S.A.) .
1 Información tomada de: http://www.balfourproject.org/. Consultada en junio de 2017
2 La carta original con firma autógrafa se encuentra en la Biblioteca Británica.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.