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Heroísmo en un paisaje que desaparece

1948 se repite, en Sheikh Jarrah

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

«En disputa» es una expresión utilizada a menudo cuando se habla de Jerusalén Este y de casas en Sheikh Jarrah. ¿Habría considerado la comunidad internacional las casas de negros estadounidenses atacadas por el Ku Klux Klan como «en disputa»? ¿O las de judíos expulsados por camisas pardas a comienzos de los años treinta?

El imperio de la ley existe para proteger a las víctimas de la guerra y la ocupación mediante la imposición de sanciones y responsabilidades a los invasores. No puede ser diluido para ajustarse a la conveniencia de EE.UU. en Guantánamo, de Rusia en Chechenia, Israel en Gaza o en Jerusalén Este. Según la ley Jerusalén Este y todas las casas árabes que contiene forman parte de Cisjordania Ocupada. A pesar de interminable untadura de manos, apologética casuista, distorsiones semánticas y fuerza bruta, las responsabilidades de Israel hacia los territorios que ocupa siguen estando articuladas en la Cuarta Convención de Ginebra de 1949 y en el Capítulo 5 de la Convención de La Haya IV de 1907. Se prohíbe a los Estados ocupantes que se apoderen de la tierra y de la propiedad de aquellos que ocupan, y que asienten a sus ciudadanos en tierra ocupada.

Pero a Israel y a su protector estadounidense los traen sin cuidado las sutilezas legales, prefieren la máxima de Thucydides: «los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben.»

* * *

Al final de la tarde del 16 de octubre de 2009, Nasser Ghawe, de 46 años, fornido, con una cara expresiva y una sonrisa fácil, llama a su hijita cuando va demasiado lejos por la calle. «Ven, querida,» dice, tomándola y meciéndola en sus brazos. Estamos sentados en sillas de plástico al anochecer a un lado de una calle en el vecindario Sheikh Jarrah en Jerusalén Este. La madre mira, cansada, mientras Nasser habla con nosotros.

Aquí no ofrecen las usuales tazas de fuerte café árabe; la familia no tiene. Durante casi once semanas han estado viviendo en la calle frente a la casa que fue la suya durante 53 años. El 2 de agosto soldados israelíes los expulsaron; minutos después, colonos de la violenta organización Kach (fundada por el difunto Meir Kahane) se instalaron en la casa y han vivido en ella desde entonces. Y así los Ghawe vuelven a ser refugiados, reviviendo una pesadilla que pensaban que estaba enterrada en la Nakba. Miran desde la calle mientras los colonos siguen viviendo en su antigua casa. Cuando estuvimos de visita, un guardia contratado por los colonos recogió limones y los dio a una de las mujeres de la familia Ghawe: «No estoy contra los árabes,» dijo. «Es sólo mi trabajo.»

En 1948 los abuelos de Ghawe huyeron de Ein Sfarand cerca de Lydda. Ein Sfarand fue arrasada completamente junto con otras 450 aldeas árabes. Hermosos parques nacionales y

kibbutzim borraron todo indicio de la arquitectura y la agricultura árabe, y el resto de la vida que caracterizaba a Palestina. Nombres hebreos – Lod, por ejemplo, en lugar de Lydda – reemplazaron los nombres árabes. Los Ghawe huyeron a Jerusalén donde la Agencia de la ONU para la Ayuda a los Refugiados Palestinos (UNWRA), los albergó como refugiados. En 1956 devolvieron sus tarjetas de refugiados y alquilaron una casa a un constructor palestino local.

Allí vivieron en paz durante casi veinte años. A comienzos de los años setenta organizaciones de colonos comenzaron a tratar de apoderarse de las casas de los Ghawe y de los de más de dos docenas de otras familias a Sheikh Jarrah incluidas las de los Hannoun que vivían en la misma calle y a la vuelta de la esquina. Durante 37 años las familias se defendieron contra los colonos en los tribunales. En 2006 los Ghawe fueron desalojados pero los colonos no se establecieron en las casas; la policía israelí simplemente puso candados en las puertas. La familia Ghawe rompió los candados y volvió a sus casas. Los Hannoun abrieron un sitio en la Red y apelaron a la protección de la comunidad internacional. Según una de las hijas mayores de la familia Hannoun, Sharihan, de 20 años, unos 1.000 internacionales vinieron a dormir en su casa, del mismo modo como internacionales vienen ahora a ayudar a los palestinos con sus cosechas, (El sitio en la Red:

http://www.standupforjerusalem.org – suministra antecedentes históricos esenciales.)

Cuando los visitamos, la familia Ghawe estaba viviendo sobre una plataforma de madera contrachapada bajo un techo improvisado: sábanas blancas cosidas y colgadas de pértigas. En el oscuro interior pudimos ver colchones y una simple cama. Había dibujos infantiles clavados en una muralla improvisada. También peluches, un televisor sobre una mesa de cartón, un generador y otras cosas imprescindibles para la vida diaria – pequeños testimonios de los esfuerzos de la familia por imponer una cierta normalidad en medio de la locura.

Esa tarde Sheikh Jarrah se parecía a Williamsburg, Brooklyn – colonos paseándose en largos caftanes negros, polainas, sombreros de piel; sus mujeres en vestidos informes de mangas largas, pelucas y sombreros. Habían construido un gran sitio especial para las festividades de los colonos, con luces que brillaban en toda el área al bajar la noche. Muchos cochecitos para bebés anunciaban una carrera a fondo contra los arabushim. (Los colonos encaran visceralmente el «problema demográfico» de Israel. Hace treinta años, colonos del Gush Emunim – Bloque de los Fieles, la punta de lanza derechista radical del impulso de Israel por asentarse en Cisjordania – me dijo con orgullo que sus propias grandes familias vencerían a los árabes).

En 1979, informé desde Kiryat Arba, un importante bastión del Gush Emunim. Un colono que entrevisté murmuró con orgullo que Meir Kahane poseía un apartamento en el lugar. Para los colonos del Gush, los árabes eran, por lo menos, inferiores. Una mujer dijo que creía en una «cadena de la existencia»: Arriba, los judíos. Luego, especímenes humanos inferiores. Después animales, vegetales, minerales. En algún sitio en los límites más bajos de la humanidad inferior estaban los árabes. «Que inclinen sus cabezas. Si no lo hacen, que se vayan,» era una declaración frecuente entre los del Gush sobre los ‘untermenschen’.

En esos días el Gush acababa de establecer una «okupa» en el antiguo Hospital Hadassah en Hebrón. Miriam Levinger, esposa del líder del Gush, rabino Moshe Levinger, dijo que los okupas estaban allí para quedarse. Israel lo permitió. El protector estadounidense de Israel no hizo nada fuera de continuar con su acostumbrada generosidad de 3 mil millones de dólares por año. Actualmente, los visitantes al centro de Hebrón pueden observar los resultados: el mercado central palestino está vacío y cerrado después de años de pogromos de los colonos. Uno de los numerosos grafiti llenos de odio dice: ¡ÁRABES A LAS CÁMARAS DE GAS! (Para información esencial sobre estos colonos vea «Zealots for Zion» del difunto Robert I. Friedman, (Rutgers University Press, 1992), y «Lords of the Land» de Idith Zertal y Akiva Eldar, Nation Books, 2005, 2007).

Hace treinta años Kach era considerado una organización paria. (En 1988, Israel excluyó a Kach de las elecciones por el deseo declarado de Kach de expulsar a todos los árabes de Israel. En 1994 lo declaró grupo terrorista). Gush Emunim también era considerado como «grupo lunático marginal». Pero tanto los laboristas como el Likud se inclinaron ante las exigencias del Gush, posibilitando asentamientos como Gush Etzion, Kiryat Arba y Elon Moreh – el resto de los «asentamientos» israelíes en Cisjordania (ciudades enteras con casas de tejados rojos al estilo suburbano de California) vino después. El «grupo lunático marginal» es ahora la tendencia dominante, que domina a las fuerzas armadas de Israel y su vida política.

* * *

Bajando la calle y a la vuelta de la esquina de loa Ghawe encontramos la casa de la familia Hannoun. Una fila de banderas israelíes ondeaba triunfalmente a lo largo del arco de su techo. Un material sintético verde oscuro estaba colgado detrás de una malla de alambre, oscureciendo toda la fachada de la casa. A través de desgarrones en la fibra verde vimos las luces de las velas del Sábado de los colonos. Sharihan Hannoun, de 20 años, estaba sentada en una reposera en la acera con otros miembros de la familia. Llevaba un suéter negro de mangas largas, jeans y zapatillas. Un hiyab azul enmarcaba una agradable cara joven, con cejas oscuras.

Sharihan dijo que el ejército llegó a las cinco de la mañana del 2 de agosto. Uno de los policías introdujo un arma por una ventana. Gritó: «¡Abran la puerta!» «Rompieron la puerta,» dijo Sharihan, «rompieron todo lo que veían, arrojaron todas las mesas, las sillas, y luego vinieron y me golpearon con una pistola. Incluso a mi hermano chico le pusieron una pistola en la espalda. Mi padre dijo: «No toquen a mi hijo, tiene sólo ocho años.» Pero echaron afuera a mi padre y a mi hermanito y entraron a la pieza de mi madre. Ella dijo: «Dejen que me ponga la ropa. No puedo salir a la calle en pijama… [Pero] se negaron. Y la hicieron caminar sobre el vidrio quebrado porque habían roto todo lo que veían… Me senté y me coloqué ante la puerta. [Dije:] ‘Ésta es mi casa, nunca me iré.’ Pero el cuerpo [del soldado] era fuerte. Me golpeó.»

En la calle, con sus teléfonos móviles y cámaras confiscados, la familia contempló mientras los soldados demostraban la ‘pureza de sus armas»: lanzaron afuera todos los muebles. Luego comenzaron a jugar fútbol, lo que sorprendió especialmente a Sharihan. «No les importaba. Nos echaron a un lado, se comieron el chocolate de mi hermano chico y jugaron fútbol. Mi hermano dijo: «¡Quiero dormir en mi casa!» Y no pude hacer nada por él.»

El día que los visitamos, la familia había estado viviendo durante dos meses y diez días en la calle, con ayuda periódica de parientes (baño, inodoro, etc.) La Autoridad Palestina puso a la familia en un hotel durante Ramadán, pero se negó a seguir pagando. Cuando la visitamos, Sharihan acababa de volver de sus clases. ¿Cómo podía estudiar en esas circunstancias? Se encogió de hombros: «Estudio en la calle. No tengo otro sitio. Tengo que estudiar y tener una vida normal. No puedo renunciar. Si me quitaron la casa no es el fin de todo.»

Volví cuatro días después para grabar la historia de Sharihan. El día siguiente iba a partir para EE.UU. con otros representantes palestinos de Sheikh Jarrah: todos habían obtenido visas. Sharihan iba a ser entrevistada por la prensa en EE.UU. y también iba a testificar ante la ONU. Amigos llegaban todo el tiempo para despedirse y desearle suerte. ¿Quería quedarse en EE.UU.? «Quiero volver a mi país. Quiero abrir un hospital para los ancianos. Pienso que cuando son más jóvenes todos olvidan lo que hacen los ancianos.» ¿Y cómo salieron los exámenes? Sonrió con placer: «Soy la segunda en la clase.»

* * *

Días después de nuestra visita, los colonos bailaron triunfalmente ante sus víctimas

http://www.maannews.net/eng/ViewDetails.aspx?ID=234466) La municipalidad de Jerusalén había aprobado planes para que el multimillonario de Florida Irving Moskowitz, construyera veinte apartamentos en Sheikh Jarrah. [http://middleeastprogress.org/2009/07/debating-jerusalem/ ] La organización de colonos,

Nahalat Shimon International, también presentó planes en agosto pasado ante la Comisión de Planificación Local de Jerusalén para demoler casas palestinas y construir un asentamiento de 200 unidades. En Nablus Road, no lejos de Sheikh Jarrah, vi que el nombre de una calle árabe había sido blanqueado. Todo lo que quedó fue un nombre en hebreo en la parte superior, y el nombre en inglés en la parte inferior.

……….

Ellen Cantarow, periodista basada en Boston, ha escrito desde Israel y Cisjordania desde 1979. Este artículo forma parte de una serie «Heroísmo en un paisaje que desaparece,» sobre resistencia palestina no violenta a la ocupación israelí. Contacto: [email protected]

Fuente: http://www.counterpunch.org/cantarow11102009.html