Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Sabha, Libia
«The answer, my friend, is blowing in the wind» era el consenso general tras una discusión entre este observador y una reunión de refugiados palestinos en Sabha, Libia, a muchos de los cuales les hubiera gustado mucho viajar esta semana al campo de Shatila en Beirut para participar en los actos del XXIX aniversario de la masacre que Israel facilitó en 1982 y que dejó más de 3.000 muertos y cientos de desaparecidos. Sabha, ahora distrito Capitol, está a unos 640 kilómetros al sur de Trípoli en el desierto del Sahara, y es una de las cuatro áreas principales que la OTAN concede que siguen aún controladas por los leales a Gadafi (las otras tres son Sirte, Bani Walid y Yufra) y, por tal razón, la OTAN ha intensificado, al parecer en determinadas ocasiones, sus bombardeos indiscriminados de zonas civiles. Hoy, la OTAN quiere desesperadamente anunciar «misión cumplida» y poner fin a su mal concebida misión para «proteger a los civiles libios», que el presidente Obama aseguró al mundo hace casi siete meses que «duraría unos días, ni siquiera semanas».
La OTAN continúa confiando en que nadie se moleste en examinar con cuidado lo que está ocurriendo aquí porque ninguna persona de buena voluntad aceptaría esta masiva carnicería gratuita. La mala suerte de la OTAN es que se sigue documentando su guerra contra la población civil de Libia y tendrá que rendir cuentas, al menos en el tribunal de la opinión pública y es posible que en más lugares.
Fue desde Sabha, tras la 1ª Revolución de Fatah en septiembre de 1969, que Gadafi anunció «el amanecer de la era de las masas». Mientras la OTAN estrecha el cerco alrededor de Sabha, el primo del «hermano líder» (como Nelson Mandela apodó a Moammar en agradecimiento por el apoyo libio a la larga resistencia del Congreso Nacional Africano frente al apartheid sudafricano), y su competente portavoz, Musa Ibrahim, recuerdan a sus audiencias que la intensificación de la guerra civil en Libia, a la que su pacífico pueblo se ha visto forzado por la OTAN y su desatinado afán por imponer un cambio de régimen, no ha hecho más que empezar.
Ibrahim y algunos diplomáticos aquí creen que esa guerra bien puede implicar también a otras partes de África y del Oriente Medio. Musa añadió ayer: «Nuestro líder morirá en nuestro sagrado país por el que su héroe, Omar Muktar, sacrificó su vida en aras a su liberación del colonialismo».
Actualmente Sabha, que tiene una población habitual de alrededor de 130.000 habitantes, alberga a menos de la mitad de esa cifra y entre ellos se encuentran unos cuantos miles de refugiados palestinos, que tratan de evitar comentar la situación libia actual. Algunos son supervivientes de la masacre que Israel facilitó en el campo de Shatila en Beirut en 1982 e insisten en que no hay grupos palestinos ni de Hizbollah luchando en lugar alguno en el este ni en los alrededores de aquí. Quizá unos pocos miembros individuales palestinos de los Hermanos Musulmanes de Bengasi, y eso fue todo lo que los reunidos explicaron.
Muchos de los refugiados palestinos en Libia, al igual que el resto de la Diáspora, tratan de saber desesperadamente qué pasó con los miembros de sus familias que desaparecieron antes, durante y tras los acontecimientos del 15-20 de septiembre de 1982. Los refugiados palestinos, al igual que sus hermanos y hermanas libaneses sufren un constante dolor y angustia mientras tratan de dar pasos concretos que les lleven a averiguar qué pasó con sus seres queridos. Durante más de treinta años han desaparecido palestinos en el Líbano como consecuencia de varias invasiones israelíes y de la guerra civil libanesa que convirtió en víctimas a los inocentes habitantes de los campos de refugiados, quienes, al igual que los libaneses de todas las sectas, sufrieron desapariciones y secuestros forzosos y otros abusos.
Agravando seriamente el problema, Líbano no ha sido capaz de crear una agencia por la reconciliación, la justicia y la verdad. En consecuencia, junto al fracaso de los gobiernos de otros estados implicados, el resultado ha sido que el paradero de muchos palestinos sigue siendo un misterio y que no se ha identificado ni castigado a los culpables. Robert Fisk, en un artículo en el Independent del Reino Unido, afirma que hay más de 1.000 palestinos enterrados en fosas en el único campo de golf del Líbano, colindante con el campo de Shatila y la embajada de Kuwait.
El Dr. Bayan Nuwayhed al Hout -autor de «Sabra y Shatila: September 1982»- dijo a este observador: «Estoy seguro que allí se enterraron docenas de personas con la ayuda de buldózer. Los buldózer se utilizaron para deshacerse de los cadáveres». Al Hout se está refiriendo al hecho de que Israel suministró los buldózer, pagados por los contribuyentes estadounidenses, a sus aliados, la milicia cristiana de extrema derecha que perpetró la matanza con la connivencia israelí.
El sábado 18 de septiembre de 1982 por la mañana se observó como agentes israelíes del Mossad que se encontraban dentro del campo iban conduciendo tres de los buldózer en un frenético intento de ayudar a la milicia cristiana a ocultar las pruebas del crimen antes de que los medios internacionales llegaran al escenario. La difunta periodista estadounidense Janet Lee Stevens, documentó los hechos acaecidos durante el 18 y el 19 de septiembre, cuando la mayor parte de las víctimas de la masacre asesinadas durante este período perecieron dentro del «centro de interrogatorio» conjunto de las Fuerzas Libanesas e Israel. Janet testificó que metieron a los asesinados en camiones planos y los llevaron al Campo de Golf, que está justo a unos 273 metros de allí, donde esperaban buldózer israelíes cavando hoyos. Otros camiones se dirigieron hacia el este de Beirut. En el momento de su muerte, siete meses después, Janet se disponía a publicar su informe. Este observador empacó las pertenencias de Janet y después de algunas discusiones con los miembros de la Embajada de EEUU que habían llegado en el avión que el presidente Ronald Reagan envió para repatriar los restos de Janet y otros estadounidenses a EEUU, sus dos cajas de cartón con papeles y las notas de sus investigaciones iban a bordo.
Lamentablemente, pero de forma comprensible, un familiar, al que yo había informado, no comprendió el trabajo de Janet en el Líbano y se deshizo de sus documentos tras el funeral de Janet en Atlanta, Georgia, antes de que la Universidad de Pensilvania pudiera recogerlos para su análisis y preservación. Por tanto, nos vemos privados de la mayor parte de los datos de Janet sobre los palestinos desaparecidos que confirmaban el destino de varios cientos de ellos desparecidos durante la masacre. Por fortuna, en febrero de 1983, Janet había enviado algunas de sus conclusiones a sus amigos y para su publicación. ¿Qué hay que hacer para localizar a los palestinos y libaneses desaparecidos? Emprender sin más dilaciones un esfuerzo serio y sostenido que lleve algo de consuelo y posibilidad de duelo a sus familias. Esas familias palestinas y libanesas no saben si sus familiares están muertos o vivos. Obviamente, mientras tanto, no pueden organizar un entierro digno, ni siquiera llorar su muerte.
Las familias de los desaparecidos padecen una serie de problemas legales, financieros y administrativos como consecuencia de no saber qué fue de sus seres queridos. Un reciente estudio realizado por Amnistía Internacional sobre los problemas que presenta esta urgente situación en el Líbano incluía la experiencia de Wadad Halawani, fundadora del Comité de las Familias de los Secuestrados y Desaparecidos en el Líbano. Wadad describía su vida después de que se llevaran a su marido de su hogar en Beirut en septiembre de 1982, al parecer por agentes de la inteligencia militar libanesa, el Deuxième Bureau. Wadad se vio obligada a criar sola a sus dos niños, de seis y tres años, y describía cómo «perdió el equilibrio de su vida». No sabía «cómo proteger a los niños de los cohetes» y «no podía contestar a sus inacabables preguntas» sobre su padre para las que no tenía respuesta.
Como conocía a muchas familias con maridos desaparecidos, Wadad esbozó los problemas personales, sociales, legales, administrativos y económicos que tuvieron que enfrentar. A nivel personal y social, explicó que una palestina, o cualquier mujer en el Líbano, cuyo marido haya desaparecido no es ni casada ni soltera, ni divorciada ni viuda, y durante todo ese tiempo tendrá que afrontar graves problemas y obstáculos unidos al bajo estatus de las mujeres. En el nivel legal y administrativo, explicó que «una mujer no puede gastar el dinero de su marido ni disponer de sus propiedades, como por ejemplo vender su coche, mientras no tenga el poder de un abogado que le permita hacerlo así. Ni puede conseguir un pasaporte para ella ni para sus niños si son menores de 18 años, porque la policía requeriría la presencia del padre aunque sea la madre la que los está criando.
A nivel económico, Wadad dijo a Amnistía Internacional que la mayoría de los desaparecidos pertenecían a familias pobres, por eso la pérdida del sostén familiar tuvo un impacto devastador. En muchos casos, las familias no pudieron cubrir las más básicas necesidades diarias, incluyendo comida, ropa, vivienda, atención médica y los costes de la educación. Las familias de los desaparecidos tienen derecho, en virtud de las leyes internacionales, a la verdad, lo que implica la revelación total y completa de los sucesos que ocurrieron durante la desaparición de sus seres queridos.
En marzo de 2010, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos informó que eso incluye el derecho a saber el destino y paradero exactos de cada víctima. Las disposiciones del derecho internacional y de los derechos humanos exigen también que cada una de las partes en un conflicto armado adopte todas las medidas posibles para intentar localizar a las personas desaparecidas como consecuencia del conflicto y a liberar toda la información de interés acerca de su destino o paradero. Esto se aplica a Israel durante la masacre de septiembre de 1982. Más de una vez durante las últimas tres décadas, funcionarios israelíes han informado que Israel tiene registros detallados de lo que las milicias bajo su patrocinio hicieron dentro del campo de Shatila y en la periferia en relación con la eliminación de terroristas y ocultación de sus restos. Hasta la fecha, Israel ha rechazado las peticiones internacionales y de las Naciones Unidas para que revele sus archivos. La comunidad internacional debe sancionar a Israel hasta que cumpla esta obligación recogida por el derecho internacional.
Además, los amigos de Palestina, incluyendo a ONG e importantes agencias de las Naciones Unidas deberían establecer de inmediato una entidad que coopere con expertos y representantes independientes de la sociedad civil, incluyendo a los familiares de las personas desaparecidas, junto con el gobierno libanés, para investigar los destinos de cada palestino y libanés desaparecido, incluyendo su localización y asegurando la protección de las fosas comunes y las exhumaciones, que deben realizarse de acuerdo con los niveles internacionales para identificar los restos humanos y compararlos con el ADN de sus familiares. La embajada de Palestina en el Líbano podría constituir una buena opción para encargarse de la organización de la recogida de muestras de ADN de las familias palestinas con familiares desaparecidos. Mientras muchos palestinos y simpatizantes llegan al campo de Shatila este fin de semana, los pensamientos de los palestinos en Libia y en la diáspora y los de sus amigos de todo el mundo estarán con ellos. Como una joven señora palestina le dijo a este observador, de forma muy parecida a lo que dijo Miss Hiba Hajj en el campo de Ein el Helwe del Libano: «Todos los palestinos deben visitar el lugar en el que Vd. nos relata que se perpetró ese asesinato masivo de nuestros hermanos y hermanas. Yo lo haré pronto. Se lo prometo. No es una opción, es una obligación».
Franklin Lamb se encuentra en estos momentos investigando en Libia. Puede contactarse con él en: [email protected] . Es autor de «The Price We Pay: A Quarter Century of Israel’s use of American Weapon’s against Lebanon» (1978-2006), disponible en Amazon.com.uk, y de «Hizbollah: A Brief Guide for Beginners». Ha participado en las investigaciones de la Comisión Kahan sobre la masacre de Sabra y Shatila. Es miembro de la Fundación que lleva ese mismo nombre y de la Campaña por los Derechos Civiles de Palestina.
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