En EEUU hay una fuerte polémica sobre cómo se debe responder al supremacismo racial y al fascismo, envalentonados con el ascenso de Trump a la Casa Blanca. La respuesta progre (lo que en los países anglosajones denominan en inglés liberal) consistiría en ignorar el fenómeno para no darle importancia y respetar la libertad de expresión, […]
En EEUU hay una fuerte polémica sobre cómo se debe responder al supremacismo racial y al fascismo, envalentonados con el ascenso de Trump a la Casa Blanca. La respuesta progre (lo que en los países anglosajones denominan en inglés liberal) consistiría en ignorar el fenómeno para no darle importancia y respetar la libertad de expresión, un derecho inalienable en una sociedad que se considere libre (algo nos suena por aquí del autobús del odio de Hazte Oír).
El derecho a la libertad de expresión ha sido esgrimido por el fenónemo de ultra derecha alt-right, que utilizándolo como escudo y con una estrategia de comunicación muy adaptadas a la juventud (su ámbito principal es internet), ha sido capaz de hacerse un público, principalmente de varones blancos jóvenes. Frente a esta concepción, está la de quienes proponen responder al fascismo ahí donde intente tomar las calles, ya sea de forma pacífica, o respondiendo a la violencia que los fascistas siempre traen consigo.
Las protestas contra la toma de posesión de Donald Trump (donde el fascista de la alt-right Richard Spencer recibió un puñetazo durante una declaración ante las cámaras), contra una charla de Milo Yiannopoulos en Seattle (en las que un miembro de la IWW recibió un disparo) u otra charla del mismo sujeto en la universidad de Berkeley han dado mucho que hablar. Pero han sido las protestas contra una manifestación supremacista blanca en Charlottesville, en particular el asesinato por atropello (mismo método utilizado por Daesh) de Heather Heyer, una activista que integraba el bloque de protesta de la IWW, lo que ha conmocionado la sociedad de EEUU.
En Charlottesville pudo haber más muertes, el medio contrainformativo Unicorn riot está desvelando las conversaciones de chat fascistas en las que se organizó el evento fascista y se fantaseaba con atropellar y disparar a contra-manifestantes antiracistas. Algunos activistas pacifistas han explicado cómo anarquistas y antifascistas les salvaron de, como mínimo, una paliza, es el caso del filósofo Cornel West que declara a la periodista Amy Goodman:
CORNEL WEST: Al día siguiente, por ejemplo, los 20 que estábamos manifestándonos, muchos de ellos clérigos, hubiéramos sido aplastados como cucarachas si no fuera por los anarquistas y los antifascistas que se acercaron, más de 300 o 350 antifascistas. Nósotros eramos sólo 20. Y estamos cantando «Esta Pequeña Luz en mí», ¿sabes a qué me refiero? De manera que la…
AMY GOODMAN: «Antifa»
CORNEL WEST: Los antifascistas, y luego, crucial, los anarquistas, porque en realidad nos salvaron la vida. Hubiéramos sido completamente aplastados, y nunca lo olvidaré. ¿Que quiero decir? Lo que significa que tengas a la policía abandonando el lugar, por una parte, así que ni siquiera pudimos ser arrestados. Estábamos allí para ser arrestados. No pudimos ser arrestarnos, porque la policía se había retirado, permitiendo que conciudadanos fueran unos contra otros, como ves, y con todas las consecuencias que se derivarían de ello.
La periodista Dahlia Lithwick recoge más testimonios en un artículo de Slate.com, como el del reverendo Seth Wispelwey:
Soy pastor en Charlottesville, y el antifa me salvó la vida dos veces el sábado. […] Tienen sus herramientas, que no son las que personalmente usaría, pero nuestros propósitos eran los mismos: bloquear esa marea violenta. […] No vi a ningún manifestante de la justicia racial con armas; En cuanto al antifa, cualquier cosa que portaran lo denominaría exclusivamente como herramientas de defensa comunitaria y nada más. Casi todo el mundo con el que hablo está de acuerdo, incluyendo la mayoría del clero.
Los sucesos de Charlottesville han sido un revulsivo para que una oleada de manifestaciones antifascistas recorran las principales ciudades de EEUU, un país con muy poca tradición de movilizaciones. Muchos ultraderechistas se han sentido molestos por la difusión de fotografías en las que se les reconocía, varios de ellos han llegado a ser despedidos de sus puestos de trabajo. Además provocó una pequeña crisis en el gabinete de Trump al renunciar cinco de sus miembros del Consejo de Asesores tras las declaraciones en las que el presidente de EEUU condenaba por igual la violencia de ambos lados.
Cada vez son más personas las que están dispuestas a plantar cara en la calle a la extrema derecha, como ocurrió hace pocos días en la ciudad universitaria de Berkeley [de fuerte tradición progresista y de organización estudiantil de izquierdas], donde miles de personas mostraron su rechazo a un acto convocado por seguidores de Trump bajo el lema «No al marxismo en América», entre ellas unas cientos conformaban un bloque negro. A pesar de que prácticamente no hubo violencia, pues apenas aparecieron ultraderechistas, y el bloque negro siempre obró en el sentido de proteger de los ultraderechistas y la policía al resto de manifestantes, la prensa corporativa subrayó los conatos de enfrentamiento y retomó el discurso de el antifa como una organización violenta y armada que agrede a manifestantes que intentan ejercer su derecho de libertad de expresión. En ese sentido, no son pocas las voces que claman por incluir al antifa en el catálogo de grupos terroristas.
En este contexto, Noam Chomsky, que siempre ha sido un ferviente defensor de la libertad de expresión, realizó unas declaraciones al periódico The Washington Examiner que el periodista tituló «El Antifa es un gran regalo para la derecha». Traducimos los comentarios que hizo Libcom sobre las mismas, ilustrando sus afirmaciones con varios ejemplos de lucha antifascista, sobre todo de Gran Bretaña. Quizá, como en el caso del autobús del odio de Hazte Oír, todo sea cuestión de si la libertad de expresión sirve de escudo a quienes tienen una posición de poder y privilegio para atacar a los más débiles.
6 razones por las que Noam Chomsky está equivocado con el antifa
Noam Chomsky recientemente realizó algunos comentarios sobre el antifa [1] y el antifascismo militante en general, en el momento menos adecuado y sin tener la suficiente información. Compartimos lo que creemos que está mal al respecto.
Tras los sucesos de Charlottesville, se ha puesto de relieve la realidad de la violencia fascista en Estados Unidos. El asesinato de Heather Heyer es sólo el más reciente en un año que ha visto muchos otros asesinatos (como los dos en el Portland MAX en mayo y Timothy Caughman en Nueva York), con el asesinato de 2015 de nueve fieles en la iglesia de Denmark Vesey en Charleston por Dylann Roof mostrando una continuidad de la violencia de extrema derecha mucho antes de la elección de Donald Trump.
A pesar de todo esto, muchos líderes parlamentarios progres han decidido que este es el momento de condenar a los que se oponen a los fascistas. Tal vez la intervención más perturbadora, ha sido la de Noam Chomsky, dada la importancia que ha tenido en nuestra formación política en nuestra juventud. Pero, ¿en qué se equivoca Chomsky?
1. Los «predecesores» del Antifa son más significativos de lo que Chomsky cree
Chomsky describe a Antifa como «un sector minúsculo de la izquierda, al igual que lo eran sus predecesores» con «alguna similitud limitada con el Weather Underground» [2]. Si bien podemos estar en desacuerdo con la descripción de Chomsky del Antifa actual, otro problema es su tergiversación de sus «predecesores».
Los antecedentes de Antifa casi no tienen nada que ver con el Weather Underground. Más bien, pueden encontrarse en la movilización masiva contra los Camisas Negras de Mosley en Cable Street, en el este de Londres, así como en movilizaciones menos conocidas en Manchester, Liverpool, Newc
Están en el Grupo 43 y el Grupo 62, organizaciones dirigidas por judíos que se encargaron de aplastar los intentos de Mosley de reorganizar a los fascistas después de la Segunda Guerra Mundial. Están en la movilización masiva de habitantes de Lewisham, en el sureste de Londres en 1977, el Southall Youth Movement, que luchó contra los skinheads en las calles y en Anti-Fascist Action, quienes regularmente derrotaron a los fascistas de todo el país desde mediados de los 80 hasta finales de los noventa
En Europa, son los Red Warriors de París o el Frente Revolucionario en Suecia. Y en América del Norte fueron los Teamsters quienes formaron una guardia de defensa contra los Sirver Shirts en los años treinta, o Anti-Racist Action que se hizo cargo de los Klansmen y el National Socialist Movement desde los años 80 hasta hace bien poco.
2. ¿El antifa es «un gran regalo para la derecha, incluyendo la derecha militante, que es fuerte»?
Cuando la extrema derecha es aplastada por los antifascistas, no es exuberante.
Cuando los antifascistas en Liverpool barrieron la White Man March de 2015 en Liverpool, no fueron exuberantes, fueron completamente humillados.
Cuando la English Defence League fue expulsada de Walthamstow en 2012, no fueron exuberantes, fueron totalmente humillados.
El Grupo 43, el Grupo 62 y Anti-Fascist Action se enfrentaron exitosamente el fascismo organizado de la calle en el Reino Unido durante décadas después de la Segunda Guerra Mundial.
En todos estos casos, las derrotas físicas llevaron a mayores divisiones en la extrema derecha, recriminaciones mutuas y, lo que es más importante, una ruptura de la imagen de combatientes callejeros invencibles que a estos grupos les gusta cultivar para sí mismos.
Por supuesto que intentarán dar la vuelta a las derrotas haciéndose las víctimas. Pero igual que harían de cualquier marcha sin oposición una muestra exitosa de su fuerza, sobre todo si, como lo han hecho en el pasado, después de la misma van ‘de caza’. «Ignorar a los fascistas hasta que se vayan» [3] sólo funciona si también tienes el privilegio de ser ignorado por ellos.
Una derrota física no es un regalo a la derecha militante. Es una de las formas más eficaces de mantenerlos débiles.
3. Negar una plataforma a los fascistas no es «erróneo por principio»
Tal vez la afirmación más peligrosa de Chomsky es que «Lo que el antifa hace es a menudo malo por principio -como el bloqueo de las charlas». Decimos peligroso porque anima a proporcionar un espacio para que crezca el fascismo.
No hay nada de malo en negar a los fascistas una plataforma, ya se trate de concentraciones, manifestaciones, reuniones públicas o debates. Los fascistas usan sus plataformas para fortalecer y, a medida que crecen, atacar a sus oponentes.
No estamos obligados a dar a los fascistas un lugar para que difundan su odio. En 2002, el sindicato de conductores de trenes, Aslef, expulsó a un miembro que había sido candidato a las elecciones locales el partido de extrema derecha BNP. ¿Piensa tal vez Chomsky que esto está mal? ¿Acaso estaban obligados a aceptar a un miembro que sembraría divisiones entre compañeros blancos y no blancos? ¿Tal vez Aslef debería haber organizado un debate público para escucharlo?
A los fascistas les encanta cuando los progres les proporcionan una plataforma. Les ayuda a difundir su mensaje para poder crecer y les da confianza para aplastar a sus oponentes -los progres incluidos.
Estas plataformas -ya sea calles de nuestras ciudades o salas de debate- no deben ser proporcionadas.
4. Las confrontaciones callejeras no las ganan siempre ‘los más duros y brutales’…
Chomsky afirma: «Cuando la confrontación cambia a la arena de la violencia, es el más dura y brutal quien gana -y sabemos quién es». Sin embargo, la movilización antifascista de masas puede acabar con los fascistas sin ser «los más brutales». En Liverpool, los fascistas corrieron a esconderse en la consigna de una estación de tren al verse superados en una proporción de diez a uno. En Brighton se ha conseguido que las marchas fascistas sólo se puedan realizar con una fuerte escolta policial debido a la masiva oposición local.
En última instancia, la fuerza más poderosa de la sociedad es la clase obrera. Siempre ganamos cuando nos movilizamos masivamente.
5. …y de todas formas, la extrema derecha no siempre es «las más dura y brutal».
La extrema derecha se cree el cuento de hadas de que tiene el monopolio del uso de la violencia. La experiencia en Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial es que la extrema derecha, a pesar de toda su fanfarronería, no fue tan «buena en las calles» como creía que era. Desde el Grupo 43 pasando por el Grupo 62 hasta la AFA, machacaron frecuentemente en las calles a la extrema derecha.
Ahora, si bien es importante que nos concentremos en la construcción de amplios movimientos antirracistas de clase obrera en lugar de en escuadrones de asalto o fuerzas especiales de élite antifascistas, también es importante no perpetuar los mitos que la extrema derecha intenta crear sobre sí misma. Para empezar basta con mirar a este pringado:
6. La oposición física al fascismo no excluye al «activismo constructivo»
La afirmación de Chomsky de que uno de los «costos» de la confrontación física con los fascistas es la «pérdida de la oportunidad de educación, organización y activismo serio y constructivo» es una falsa división. Por otra parte, es una muestra una falta de contacto con antifascistas en la vida real.
En realidad, los antifascistas a menudo participan en actividades que van más allá del «antifascismo», ya sea en solidaridad con migrantes, organización sindical, contra la violencia policial o cualquier otra cosa. Realizan proyecciones de películas, conciertos y torneos de fútbol. El hecho de que Chomsky se pierda todo esto dice más sobre él que sobre los antifascistas.
Si la gente está dispuesta a poner sus vidas y su seguridad en primera línea para resistir al fascismo es una elección que se debe celebrar. La autodefensa comunitaria puede crear el espacio necesario para que surjan otras instancias organizativas, considerando que fascistas sin oposición no reventarán alegremente las reuniones y los actos de izquierdas.
Una gran cantidad de movilizaciones antifascistas en los Estados Unidos se han asociado con la IWW, una sindicato combativo que da gran importancia a la educación y a la organización seria y constructiva. Puedes organizarse en tu lugar de trabajo de lunes a viernes y oponerte a los fascistas cuando ocasionalmente vienen a tu ciudad el sábado, no implica renunciar a nada
En última instancia, es importante recordar que el «antifascismo» nunca será suficiente para derrotar al fascismo; de hecho, no se puede derrotar al fascismo sin derrotar al capitalismo. Eso significa construir una cultura política de clase obrera de masas que sea una alternativa a las políticas de extrema derecha y progres del «business as usual»: organizaciones sindicales vibrantes dentro y fuera de los sindicatos tradicionales, grupos comunitarios que luchan por la vivienda, contra la brutalidad policial, apoyando a las víctimas de la violencia doméstica, de solidaridad con migrantes, y de tantas cosas más que probablemente no cabrían aquí.
No debemos pensar en el antifa como un fin en sí mismo. Pero tampoco necesitamos que los intelectuales públicos más prominentes de la izquierda lo lancen bajo el autobús.
Notas del traductor:
[1] En los medios anglosajones se están referiendo a Antifa casi como si fuera una organización. En la traducción mantenemos el término y dejamos de lado la cuestión de si el antifascismo militante es un movimiento o una característica común a amplios sectores de la izquierda y el movimiento libertario. Traduciremos Antifa por ‘el antifa’.
[2] Hay que matizarlo, Chomsky menciona al Weathermen Underground porque le pregunta por él el periodista y responde, «diferían no sólo en el contexto, sino también en tácticas, casi siempre contra la propiedad, por lo menos en intención». También añade que «quizá el antifascismo durante el surgimiento del nazismo en Alemania sea un mejor ejemplo» y aclaró que «la violencia de izquierda en Alemania apenas fue un problema».
[3] Aunque va entrecomillado, no son palabras pronunciadas por Noam Chomsky en el citado artículo.
Fuente: http://libcom.org/blog/6-reasons-why-chomsky-wrong-about-antifa-18082017