Un mes después de que Turquía lanzase una ofensiva en el norte de Siria para controlar una franja fronteriza y expulsar a los kurdos, la violencia continúa pese al alto el fuego en vigor y decenas de miles de civiles se han quedado sin un hogar al que regresar. «La sensación después de un mes […]
Un mes después de que Turquía lanzase una ofensiva en el norte de Siria para controlar una franja fronteriza y expulsar a los kurdos, la violencia continúa pese al alto el fuego en vigor y decenas de miles de civiles se han quedado sin un hogar al que regresar.
«La sensación después de un mes es la misma que el primer día, no cambiará. Nuestra ciudad es muy bonita, pero ahí se quedaron unas bestias (…) Los civiles no pueden ni asomar la cabeza, la situación es muy difícil», asegura el kurdo Xemgin Mamoste, de la localidad de Ras al Ain, fronteriza con Turquía.
Recuerda cómo tuvo que huir junto a su familia durante los primeros días de incursión turca en la población, la más afectada en esta campaña militar y que se sitúa en el extremo de la llamada «zona de seguridad» que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quiere establecer para aislarse de las milicias kurdas y reasentar a dos millones de refugiados sirios acogidos en su país.
Desde el comienzo de la ofensiva ha habido un movimiento de 215.119 desplazados en las áreas blanco del ataque de Ankara, según el último cómputo de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) para Siria.
Un representante oficial de la ONU, que pidió no ser identificado, aseguró a la agencia EFE que 73.631 personas permanecen desplazadas a día de hoy, mientras que más de 115.000 han regresado a sus hogares, cifras que publicarán oficialmente el próximo lunes.
Con la ofensiva, que mató a decenas de civiles y provocó decenas de miles de desplazados,Turquía tomó el control en su frontera de una franja de territorio de 120 km de largo y de unos 30 de ancho, desde las ciudades de Tal Abyad hasta Ras al Aín.
Alemania: kurdos temen por sus familias
«Todas las casas han sido saqueadas»
En virtud de dos acuerdos entre Turquía y Rusia, por una parte, y Turquía y Estados Unidos, por otra, las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), la principal alianza armada liderada por kurdos, se han visto obligadas a retirarse de esa área en la que han empezado a patrullar unidades conjuntas de Ankara y Moscú.
«Donde nos quedemos no será mejor que nuestro hogar», afirma en una conversación por internet Mamoste, que ahora se encuentra en Qamishli, la urbe más poblada del territorio que controla la autoproclamada Administración kurdosiria en el norte y noreste del país.
Las zonas agrícolas fronterizas entre Siria y Turquía han sufrido los embates de la ofensiva militar turca. (Foto de junio 2019)
«Como kurdo y ser humano no puedo volver a esta ciudad y vivir con esta gente. Mejor ir a la selva (…) De mi familia, sólo mi abuelo se quedó en la ciudad. Hace diez días lo mataron. Ni los vecinos lo enterraron. Todas las casas han sido saqueadas, todas, al cien por cien», asevera.
A largo plazo, Ankara desea establecer una «zona de seguridad» en el norte sirio, con el objetivo de instalar ahí a dos millones de sirios refugiados en Turquía. Desde 2011, la guerra en Siria ha provocado más de 370.000 muertos y millones de desplazados.
· Crisis humanitaria en Siria tras ofensiva turca
Primera parada
· Fuentes de la ONU aseguran que más de 200.000 personas han dejado sus hogares en el noreste de Siria desde que Turquía lanzó su ofensiva, el 9 de octubre. Desde entonces, la ciudad fronteriza de Ras al Aín ha pagado los costos debido a los ataques armados de milicias proturcas y bombardeos aéreos. La ciudad permanecerá bajo control turco tras un acuerdo alcanzado en Sochi entre Rusia y Turquía.
«Lo perdimos todo»
· La mayor parte de los que huyeron son kurdos. Aquellos que permanecen en la ciudad son casi todos árabes que siguen en contacto por teléfono con sus antiguos vecinos. «Me dijeron ayer que los islamistas estaban saqueando nuestras casas. Lo perdimos todo», contó este hombre a DW.
Cada miga ayuda
· Las fuerzas del régimen de Bashar al Assad están estacionadas a pocos kilómetros de Tal Tamr. Como consecuencia, las ONG que estaban instaladas en la región decidieron abandonarla en los últimos días. Los desplazados internos llegados desde Ras al Aín y de las villas vecinas dependen enteramente de la ayuda que les entregan las ONG locales, que luchan para hacer frente a la crisis
No se puede ir lejos
· Además de Tal Tamr, otras localidades de los alrededores también albergan a cientos de desplazados. «Se están instalando en aldeas desocupadas, muchas de ellas ubicadas demasiado cerca de zonas controladas por las milicias proturcas o células dormidas del Estado Islámico», dice a DW Hassan Bashir, coordinador de una ONG local.
Ansiada comida
· Este desplazado interno árabe de Ras al Aín tiene cuatro esposas, y deberá buscar una fórmula para alimentar a todos sus hijos, pues la escasez de comida ha forzado a las ONG a ofrecer solo una ración por familia. «No es culpa de ellos, son solo niños», dijo el hombre a DW, después de recibir solo una bolsa con raciones alimenticias.
Se acabó la escuela… ¿para siempre?
· La escuelas han estado cerradas en el noreste de Siria desde que comenzó la ofensiva, y muchas de ellas son ahora hogar para los desplazados internos. Aquellos que puedan pagarlo, se trasladarán a ciudades como Al-Hasaka, ubicada unos 80 kilómetros al sur, pero otros tendrán que hacer frente a las condiciones extremas de una ciudad fronteriza expuesta a los ataques.
Lo más parecido a casa
· Cincuenta familias kurdas de Ras al Aín viven ahora en esta escuela abandonada en Tal Tamr, donde carecen de agua y electricidad. A medida que las condiciones sanitarias empeoran, los expertos ven crecer la posibilidad de un brote de cólera y otras enfermedades. «Si seguimos así, vamos a tener una enorme crisis humanitaria», dijo un médico local a DW.
Fuente original: kaosenlared.net