La guerra civil de 1936-1939, de cuyo final estos días se cumplen 75 años, supuso una grave derrota histórica para las clases populares y la España republicana. Un conflicto iniciado con el golpe de estado del 18 de julio de 1936, pero que se prolongó durante cerca de tres años gracias a la resistencia popular […]
La guerra civil de 1936-1939, de cuyo final estos días se cumplen 75 años, supuso una grave derrota histórica para las clases populares y la España republicana. Un conflicto iniciado con el golpe de estado del 18 de julio de 1936, pero que se prolongó durante cerca de tres años gracias a la resistencia popular en Madrid, Cataluña, País Valenciano, y una parte de Andalucía, de Asturias o del País Vasco, entre otras zonas. Fue un largo y sangriento conflicto armado, donde la lucha de clases, de nacionalismos enfrentados, de corrientes políticas, ideologías y religión, estuvieron constantemente presentes.
El bando republicano estuvo constituido en torno al gobierno de la República, con Manuel Azaña en la presidencia y Jose Giral inicialment al frente del gobierno, junto a los gobiernos autónomos de Cataluña y del País Vasco, con Lluís Companys y José Antonio Aguirre a la cabeza, respectivamente. Este bloque estaba formado a nivel político por las fuerzas que apoyaban al Frente Popular (Front d’Esquerres en Catalunya y Valencia), es decir, Izquierda Republicana, Unión Republicana, ERC, PSOE, PCE, PSUC y POUM, principalmente. También, con algunas reticencias, por los conservadores PNV, gracias a la inminente aprobación del Estatuto de Autonomía para el País Vasco. Contó igualmente con el apoyo fundamental de los sindicatos, principalmente de la UGT (entonces de tendencia socialista y comunista) y la CNT (de tendencia anarquista). A nivel internacional sólo fue apoyada militarmente por la Unión Soviética, pero también fue fundamental el papel de miles de brigadistas voluntarios de numerosos países, mientras Francia, Reino Unido y otros países próximos practicaban una política de «no intervención» que influyó muy negativamente en el resultado de la guerra.
Por su parte, el bloque llamado «nacional», estuvo organizado básicamente en torno a una Junta de Defensa casi exclusivamente militar. A nivel político, los golpistas tuvieron el apoyo de Falange Española, Renovación Española, Comunión Tradicionalista y los sectores más derechistas de la CEDA y la Lliga Catalana, con un amplio apoyo de la iglesia católica, de la Alemania nazi y de la Italia fascista. Fallecidos el general Sanjurjo y más tarde el general Mola, que habían sido dos de los principales responsables del golpe de estado, muerto también el líder falangista José Antonio Primo de Rivera a manos de las fuerzas republicanas, todo ello facilitó el nombramiento y la consolidación del general Franco, primero como «Generalísimo» y más tarde como «Caudillo», una figura no demasiado alejada de sus principales aliados internacionales, el führer Adolf Hitler y el duce Benito Mussolini.
Tras una inicial resistencia heroica pero un tanto desordenada, en la que fue decisivo el armamento de la población civil, no fue hasta la llegada de Largo Caballero y más tarde de Juan Negrín a la presidencia del gobierno central que se constituyó un Ejército Popular propiamente dicho, un ejército que hizo frente al fascismo durante cerca de tres años, con victorias tan importantes como la batalla de Madrid en noviembre de 1936. Pero, sin olvidar durísimos bombardeos como el de Guernica en abril de 1937 por parte de la aviación alemana, es a partir de la derrota en la batalla del Ebro entre julio y noviembre de 1938, que la victoria militar de la República parecía quedar cada día más lejos. De hecho implicó la ocupación franquista de Cataluña en los meses siguientes, lo que habría de suponer a medio plazo el inicio de la derrota definitiva del gobierno democrático de la República. El 26 de enero las tropas franquistas entraban en Barcelona, y el 10 de febrero llegaban a la frontera francesa, donde cientos de miles de refugiados habían cruzado hacia un durísimo exilio del que muchos ya no volverían.
La República se mantuvo aún durante dos meses, mientras la resistencia fue militar y humanamente posible, a la espera de lo que parecía un inminente inicio de la segunda guerra mundial. Pero el 27 de febrero el Reino Unido y Francia reconocían el régimen de Franco, el 28 de marzo Madrid era finalmente ocupada, y poco después caían también Valencia y el resto del territorio aun fiel a la República, lo que supuso el final de la guerra civil, el 1 de abril de 1939.
75 años después de aquella derrota histórica, no podemos menos que rendir un sincero homenaje a todos los hombres y mujeres que resistieron durante casi tres años el avance del fascismo, especialmente a los que dieron su vida por la libertad, la igualdad y la justicia social.
Jordi Córdoba es miembro del Consell Nacional de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA)
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