Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Alrededor de 200.000 personas se han visto forzadas a desplazarse de las zonas del noroeste de Siria en poder de la oposición. Pero ¿qué les sucede a quienes han quedado atrás?
Las calles están casi vacías en la ciudad natal de Anas Diab, Khan Sheikhun.
Las tiendas y los edificios de apartamentos han quedado convertidos en montones de ruinas desmoronadas y hay bloques de hormigón esparcidos por las carreteras bombardeadas que llevan ya desiertas varios meses. Pocos son los residentes que aún permanecen allí.
Khan Sheikhun, una ciudad del norte de Siria en la provincia de Idlib, que se asienta a lo largo de una importante carretera que va desde Damasco hasta Alepo, lleva semanas siendo el epicentro de una ofensiva de bombardeos de las fuerzas del gobierno.
Los vecinos de Diab han abandonado por miles la ciudad, huyendo de un devastador ataque que ha alcanzado hogares y hospitales.
Según sus cálculos, y de acuerdo con otras fuentes de la ciudad que han hablado con Middle East Eye en los últimos días, alrededor del 95% de sus residentes ha huido de Khan Sheikhun.
Solo tres de los amigos de Diab permanecen con él en la ciudad. Únicamente puede visitarles por la noche y cuando puede confirmar que no hay aviones de combate en lo alto del cielo. No quedan panaderías donde poder comprar pan.
Pero el caso de Khan Sheikhun no es el único.
Desde el mes de febrero, familias procedentes del sur de Idlib bombardeado y la vecina provincia norteña de Hama empaquetaron sus pertenencias y metieron en sus vehículos cuanto pudieron, arrastrándose ellos y sus hijos hacia el norte, hacia zonas más cercanas a la frontera sirio-turca, lo más lejos posible de los bombardeos.
Un muchacho sirio se prepara para escapar de Khan Sheikhun el 28 de febrero (AFP)
Más de media docena de residentes que se han quedado atrás han relatado a MEE que son como virtuales pueblos fantasmas, con casi ningún servicio público y escasez de alimentos básicos.
Al menos 37 comunidades en el sur de Idlib y el norte de Hama están ahora «vacías o abandonadas», según un informe publicado en mayo por el grupo de análisis REACH, con una libertad de movimiento y acceso a la atención médica sumamente limitados para los que aún intentan sobrevivir allí.
En las últimas semanas, según las más recientes estimaciones de la ONU, aproximadamente 200.000 personas han tenido que desplazarse hacia el norte de sus lugares de origen para escapar de las bombas que han caído sobre distritos residenciales e instalaciones médicas.
Diab, de 23 años, periodista y voluntario de las tareas de rescate de la localidad, decidió quedarse en Khan Sheikhun para continuar con su trabajo a pesar del peligro, formando parte del pequeño grupo de personas que se mantienen en el sur de Idlib y el norte de Hama.
Para ellos, la vida cotidiana transcurre en ciudades y pueblos agrícolas abandonados. Según sus informes, los ladrones deambulan por las calles saqueando casas vacías. Más de una docena de hospitales han sido bombardeados.
«Todos los días es la misma historia», dijo Hmeid, uno de los pocos residentes de Khan Sheikhun que aún viven en la ciudad. Trabaja como rescatador en la organización Defensa Civil de Siria, también conocida como los Cascos Blancos, un trabajo que, según dijo, le convenció para quedarse atrás.
«Se trata de un bombardeo continuado», dijo Hmeid. Su esposa y su hijo de 18 meses viven ahora a más de 50 km al norte, en la ciudad de Idlib, después de que una bomba impactara en la casa de su vecino hace tres meses.
Según Diab, las mujeres y los niños han huido todos.
«Las personas que se han quedado en Khan Sheikhoun son todos hombres, que están aquí para proteger sus hogares y vecindarios de los robos. O es eso, o sencillamente que no quieren abandonar sus hogares», dijo.
Aunque algunos de los que se han quedado, dijeron los residentes, se debe a que no tienen dinero para poder huir hacia el norte.
David Swanson, portavoz de la agencia de acceso humanitario de las Naciones Unidas, UNOCHA (por sus siglas en inglés), considera que la situación de los que permanecen en el sur de Idlib y el norte de Hama es «especialmente preocupante».
«Quienes se han quedado son a menudo los más vulnerables», le dijo a MEE.
¿Una última parada en Idlib?
La provincia de Idlib, en su mayor parte de carácter rural, es el último bastión rebelde de Siria, tras la serie de ataques militares de guerra relámpago en los últimos años por parte de fuerzas progubernamentales.
Ese período ha pasado por devastadoras campañas de asedio y bombardeo en antiguas zonas controladas por los rebeldes, como la ciudad oriental de Alepo y Ghuta oriental, en los suburbios de Damasco, convirtiendo lo que antes eran distritos urbanos densamente poblados en montañas de escombros.
Los residentes que sobrevivieron a las ofensivas de bombardeo se enfrentaron a una decisión insoportable: quedarse atrás bajo el control renovado del gobierno sirio, aunque en sus propias casas, o abordar los autobuses verdes de evacuación del gobierno hacia el territorio de la oposición en el noroeste del país.
Cientos de miles de personas fueron desplazadas por la fuerza al norte, muchas de ellas a la provincia de Idlib.
La zona alberga ya a unos tres millones de sirios, aproximadamente la mitad de ellos desplazados internos.
Ahora Idlib, así como parte de las zonas rurales vecinas de Aleppo, Hama y Lataquia, se enfrenta a la posibilidad de ser el sitio del próximo enfrentamiento militar importante entre la oposición y las fuerzas progubernamentales.
Y aunque el mes pasado el presidente de Rusia, Vladimir Putin, calificó de «no aconsejable» una ofensiva total en Idlib, las fuerzas rusas sirias y aliadas están llevando a cabo desde el mes de abril un aumento masivo en ataques aéreos y terrestres contra el enclave controlado por los rebeldes.
Un acuerdo negociado por Rusia y Turquía a finales del año pasado, en la ciudad turística rusa de Sochi, detuvo por un tiempo un asalto masivo por parte del gobierno en el noroeste de Siria, pero tal acuerdo parece haberse convertido ahora en papel mojado al estar siendo atacadas docenas de ciudades.
Según la ONU, al menos 105 personas han muerto en la ofensiva más reciente desde abril. Entre ellos se encuentran decenas de niños.
Los medios estatales sirios sostienen que la escalada está dirigida contra los «grupos terroristas» presentes en Idlib, donde la coalición militante de Hay’at Tahrir al-Sham y otros grupos armados mantienen el control.
«No sé qué hacer»
Para los sirios que viven a lo largo de la línea más caliente del país, la ofensiva significa largos días de verano salpicados de ataques con bombas, con apenas un lugar donde poder refugiarse.
Abu Amjad, padre de tres hijos, dijo a MEE que una bomba alcanzó su casa en Khan Sheikhun el miércoles cuando él y su familia estaban dentro.
Sucedió solo media hora antes de que la llamada a la oración de la mezquita local señalara el momento para que la familia rompiera su ayuno de Ramadán durante el día y se reuniera para una cena de iftar.
Pero su iftar no pudo tener lugar.
«No sabíamos qué tipo de bomba era, si procedía de un ataque aéreo, si era un proyectil o algo más», dijo el hombre de 44 años. «Pero recuerdo que la casa se derrumbó justo sobre nuestras cabezas».
Él y su esposa sacaron como pudieron a sus tres hijos y corrieron al aire libre antes de que el hormigón que caía pudiera aplastarlos.
«Gracias a Dios, todos estamos bien».
Humo producido por el bombardeo de las fuerzas del gobierno sirio sobre la ciudad de Khan Sheikhun (AFP)
Las fotos que Abu Amjad tomó a la mañana siguiente con su teléfono móvil mostraban las paredes de bloques de su casa derrumbadas una sobre la otra, espejos rotos y un mueble de la sala cubierto de polvo gris, rodeado de escombros. Solo quedaban unos cuantos azulejos blancos sujetos a la pared de lo que fue su cocina.
Pasó el día siguiente recuperando las posesiones que pudo con la ayuda de un amigo y almacenándolas en las casas de los pocos vecinos que permanecen en su calle. Aún no está seguro de dónde dormirá en los próximos días.
El jueves pasado, un vecino de Khan Sheikhun ayuda a un amigo a recoger pertenencias de su casa, destruida por una bomba lanzada la tarde anterior. (Foto: Abu Amjad)
La esposa de Abu Amjad, su hijo de 16 años y sus dos hijos pequeños huyeron de Khan Sheikhun horas después del bombardeo de su casa hacia un pueblo situado en las afueras de la ciudad de Idlib, donde tienen familiares.
Él se quedó atrás en Khan Sheikhun, dice, para «averiguar qué puedo hacer», si salvar la casa de la familia o usar los pocos ahorros que aún tiene de su negocio de cibercafé y huir al norte.
«No tengo dinero para pagar el alquiler de una casa en otra ciudad. Todavía no sé qué voy a hacer, si me quedaré con mis vecinos o si haré otra cosa», dijo.
Por temor a bombardeos similares, pocos residentes se alojan estos días en apartamentos situados en la segunda o tercera planta, según relató a MEE Diab, el periodista fotográfico de Khan Sheikhun.
«Se quedan en los refugios o en plantas bajas para no ser alcanzados por las bombas».
Cuando compra artículos básicos como el pan, tiene que salir de Khan Sheikhun. Las estanterías de las tiendas en su propia ciudad están prácticamente vacías, dijo Diab.
Sale por la noche, con los faros apagados, para evitar que le detecten. «Las carreteras son demasiado peligrosas», dijo el joven de 23 años.
Diab rara vez visita a los amigos. De todos modos, muy pocos siguen aún allí, la mayoría han abandonado la ciudad por motivos seguridad. Su propia familia se fue hace varios meses.
Todo esto sucede a pesar del mes actual de Ramadán, normalmente un tiempo de celebración y reunión con amigos y familiares.
Hay poco de qué alegrarse en Khan Sheikhun, según Anas.
«La vida se ha reducido ahora a los sentimientos de miedo y ansiedad».
Madeline Edwards es una periodista independiente que vive actualmente en Amán y dedica sus trabajos a las comunidades desplazadas sirias y la literatura árabe. Anteriormente trabajó como editora asistente de Syria Direct y como reportera para el periódico libanés The Daily Star, en Beirut.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/news/ghost-towns-and-constant-bombing-life-along-idlibs-frontline
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