Las encuestas, ya se sabe, no son las tablas de la ley. Pero los últimos estudios revelan una tendencia que algunos estaban empezando a intuir con preocupación. Carlos Egio, en un recomendable artículo titulado Mil siglas, un solo objetivo, escribía: «El panorama político muta a gran velocidad y la irrupción de Ciudadanos no es casual. […]
Las encuestas, ya se sabe, no son las tablas de la ley. Pero los últimos estudios revelan una tendencia que algunos estaban empezando a intuir con preocupación. Carlos Egio, en un recomendable artículo titulado Mil siglas, un solo objetivo, escribía: «El panorama político muta a gran velocidad y la irrupción de Ciudadanos no es casual. Paradójicamente, un partido neoliberal con piel de cordero transversal podría cumplir en Murcia las tesis populistas de Podemos». Y mientras esta afirmación termina de cobrar cuerpo en las encuestas, los actores que podrían salirle al paso parecen estar paralizados por un proceso de confluencia que no termina de llegar a puerto.
Quizás la unidad popular no sea un revoltijo de siglas, pero desde luego, tampoco lo es de papeletas. La transversalidad y los significantes vacíos han conseguido que Podemos rompa el techo de las encuestas, ¿pero cómo evitar que esa misma ambigüedad constitutiva no sea fagocitada por Ciudadanos en aquellos espacios en los que el partido de Pablo Iglesias no se presenta? ¿Estaremos presenciando los dolores del parto de un nuevo tipo de elector, que acudirá a las urnas con el voto de Podemos en una mano (autonómicas) y el de Ciudadanos (municipales) en la otra? Aquellos que quieran conjurar esta posibilidad tendrán que esforzarse mucho para impedirlo. Pero sobre todo, quien puede, y debe hacerlo, es Podemos, que además de dotarse de una actitud más resuelta en relación a la confluencia, debería asumir la necesidad de una campaña de comunicación que muestre su distancia con respecto al partido de Albert Rivera.
El problema es que lo primero, la confluencia, que tiene que realizarse con las organizaciones y colectivos de izquierda, ataca a su orientación estratégica de los significantes vacíos y la transversalidad del voto. Y lo segundo, supondría desviarse de la polarización de su discurso entre los de arriba, representados por los partidos del régimen, y los de abajo, claramente encarnados por Podemos, ese partido que no quiere ser un partido. ¿Pero qué es lo que podría pasar, sobre todo ante la ausencia de una papeleta de Podemos, si los de abajo interpretan que Ciudadanos no es un partido de la casta? Y todavía podríamos aventurarnos más con la pregunta: dadas las obvias limitaciones epistemológicas del concepto «casta», ¿realmente Ciudadanos es un partido de la casta? No hay ninguna duda, viendo su programa económico, del lado de quién está Ciudadanos. Pero para llegar a esta conclusión hace falta un análisis en términos de clases sociales, de oligarquía, de relaciones sociales de producción, o por conjurar el delito de hablar en jerga, de explotados y explotadores, de trabajadores que no llegan a fin de mes y empresarios sin escrúpulos.
La palabra «casta», en el uso político que le da Podemos, tiene más que ver con la designación agonística de un enemigo, à la Carl Schmitt, que con la descripción de un contenido concreto. Pablo Iglesias ha condensado su sentido en un acto de investidura radical, por emplear los términos de Laclau, en torno a los políticos que nos han gobernado, una excrecencia parasitaria y corrupta que ha utilizado al PP y el PSOE como su base de operaciones. Casta, a veces, son también los banqueros, pero al parecer, no siempre, ya que algunos, como la familia Botín del Banco Santander, «contribuyen al bienestar social». Casta, en definitiva, son los partidos del régimen, así que podemos volver a preguntar: ¿es Ciudadanos realmente un partido de la casta? Porque una persona corriente podría pensar que, al fin y al cabo, Ciudadanos todavía no ha gobernado, se muestra muy crítico con los partidos que son claramente de la casta, apela a un voto transversal y apuesta sin ambages por la regeneración democrática, primarias incluidas.
Yo tengo muy claras las diferencias entre Podemos y Ciudadanos. Lo único que espero es que dentro de unos meses el resto de los electores tenga tan claras estas diferencias como las tengo yo. De lo contrario, podemos (nunca mejor dicho) hacer un pan como una torta.
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