No es difícil que en una organización aluvional, como Estado Islámico, donde convergen miles de hombres, atraídos en muchísimos casos por la Fe, pero en otros muchos, por la oportunidad de ganar en pocos meses de «servicio» lo que no ganarían en una vida de trabajo. Bajo las negras banderas de Estado Islámico miembros de […]
No es difícil que en una organización aluvional, como Estado Islámico, donde convergen miles de hombres, atraídos en muchísimos casos por la Fe, pero en otros muchos, por la oportunidad de ganar en pocos meses de «servicio» lo que no ganarían en una vida de trabajo. Bajo las negras banderas de Estado Islámico miembros de más de setenta naciones, desde Francia a Malasia desde Mozambique a Suecia, participan de combates donde la única regla es aniquilar al enemigo, y todo está admitido por una devoción errada como el wahabismo o salafismo, hecha a la medida de los verdaderos enemigos del Islam. Habría que preguntarse por qué razón ni Estado Islámico, ni al-Qaeda, nunca ha atacado intereses israelíes. Por qué jamás han colaborado con Palestina. Por qué motivo ha asesinado a muchísimos más musulmanes que personas de otras religiones. Habría que preguntarse en una organización tan heterogénea, cómo se eligen sus líderes y como se los sustituyen.
Desde semanas atrás corría el rumor, cada vez más intenso, que el líder y fundador del Estado Islámico el Califa Ibrahim (Abú Bakr al-Bagdadí), habría recibió heridas graves que comprometerían seriamente su capacidad motriz, que se los podrían haber provocado, uno de los tantos bombardeos de la coalición internacional encabezada por los Estados Unidos.
Según algunas fuentes el Califa habría sido sorprendido por el ataque el 18 de marzo en la localidad de al-Baaj, a unos ciento treinta kilómetros al oeste de Mosul en el norte de Irak, segunda ciudad del país, tomada por el Estado Islámico desde junio pasado, que la ha convertido en algo así como la capital del califato.
Al-Bagdadí, de quien se creyó en un primer momento había muerto, junto a sus tres acompañantes, estaría recibiendo intensos cuidados médicos no lejos de lugar del ataque. El tenor de las heridas lo habrían quitado del tablero de la organización sin posibilidades de continuar a la cabeza del califato. Aunque al-Bagdadí seguirá siendo el jefe «espiritual» del movimiento y se le consultarán las decisiones más importantes.
Será sustituido por Abdelrahman Mustafá al-Qurdashi, más conocido por su alias Abú Alaa al-Afri o Abú Hasan, exprofesor de física y antiguo miembro del gobierno de Sadam Hussein. Al-Qurdashi fue designado como segundo del Califa Ibrahim en 2014, después de haberse constituido como su principal lugarteniente, tras vencer en la carrera hacia el poder a un rival tan hábil como a Abu Ali al-Anbari, ex miembro de la inteligencia de Hussein.
El Departamento de Estado norteamericano había reconocido, en su momento, haber realizado el bombardeo, aunque no supo confirmar si al-Bagdadí, estaba entre las víctimas del ataque.
Solo un muy pequeño grupo de la cúpula del Estado islámico conoce la verdadera intensidad de sus heridas, dónde y quiénes lo asisten, Aunque su mal estado ha trascendido a las filas de sus combatientes, que han jurado venganza, por el mayor golpe que hasta ahora habían sufrido.
Abu Bakr al-Bagdadí se había hecho cargo de la organización en abril del 2010, cuando todavía fungía como Daesh o Estado Islámico para Irak y el Levante (EIIL) después de que su predecesor, Abu Omar al-Bagdadí, muriera en un ataque conjunto de los Estados Unidos e Irak en la ciudad de Tikrit, cuna de Sadam Hussein.
Con el nuevo líder, Abu Bakr, Daesh o EIIL, ingresa a Siria, para combatir contra el presidente Bashar al-Assad, una serie de enfrentamientos entre el entonces Daesh y EIIL con el Jabhat al-Nusra, (Frente de la Victoria) y el grupo Jorasán (un acróstico de términos arcaicos árabes que describe a la región de Pakistán, Afganistán e Irán).
A pesar de que las tres organizaciones eran tributaría de al-Qaeda Global, no fueron pocas las disputas y hasta los combates entre ellas, algunas han dejado más de cuatrocientos muertos. La situación obligó al líder supremo y heredero de Osama Bin Laden, Aymán al-Zawahiri, en enero de 2013, a ordenar el repliegue de Daesh a Irak, lo que provocó que los hombres de Abu Bakr se agruparan en las ciudades iraquíes de Faluya y Ramadi, durante seis meses, y después de abjurar de al-Qaeda emerger como Estado Islámico.
Pero Abu Bakr al-Bagdadí, no ha sido la única gran baja por estos días del Estado Islámico, el hombre clave de la estrategia militar de los salafista, un ex general de Saddam Hussein, que fuera vicepresidente en el Consejo Supremo Militar de Irak, Izzat Ibrahim al-Douri, murió en abril último.
El antiguo general debió inmolarse, junto a varios hombres que lo escoltaban en la provincia iraquí de Saladino, el 17 de abril cuándo fue detectado por una multitud, que les impidió el paso. Tras un tiroteo, tres de los salafistas se inmolaron y el resto fue abatido por los pobladores. El general fue reconocido por su característica barba roja.
Las autoridades de la provincia de Saladino califican a al-Douri como el «cerebro del Estado Islámico en Irak».
Antes de la aparición de Estado Islámico, Izzat al-Douri, estaba considerado como el líder de la lucha clandestina iraquí, además de ser el Secretario General del proscripto Partido Baaz Árabe Socialista, que operó de sustento político a la larga dictadura de Sadam Hussein.
Tras el ajusticiamiento de Hussein, al-Douri llamó a resistir a las fuerzas estadounidenses y británicas en el país y fundó entonces el Frente Islámico para la Resistencia Iraquí que encabezó, hasta ser absorbido por las fuerza del Califa Ibrahim.
El nuevo hombre
Nunca hubo mucha información acerca de las cuestiones internas de Estado Islámico o de al-Qaeda, sus líderes aparecen como un designio divino, y allí permanecen hasta que una bala impía o un misil de poca fe dispone otra cosa.
Sin duda de que los conceptos de sumisión en estas organizaciones, tras un monumental lavado de cerebro, deben ser inéditas a esta altura de la civilización.
Para ellos uno de sus grandes secretos consiste en mostrarse monolíticos, dando una imagen de gran familia, donde la cabeza sabía todo y lo dispone inapelablemente.
Poco o nada se ha conocido al respecto, más allá de los enfrentamientos a finales del 2013 en Siria que llevó al primer gran desgarro de al-Qaeda, dando a luz a Estado Islámico, como citamos más arriba. O la conocida batalla en Afganistán, librada con tanques, donde dos jefes talibanes se disputaban el amor de un adolecente. Pero en realidad poco y nada se supo hasta ahora acerca de los desacuerdos internos y las maneras de resolverlos de las bandas takfiristas.
En febrero último, tras la ejecución del piloto jordano Muz Kasasbeh , que fue quemado vivo, el clérigo Abu Musab al-Jazrawi, en Alepo, criticó el hecho por lo que fue destituido y dejado a la espera de un juicio.
Se ha hablado de disputas internas por el reparto de botines de guerra, mujeres o salarios entre los combatientes, según al país que pertenezcan. Algunas fuentes registran el creciente aumento de desertores a la hora de ser elegidos para ataque suicidas.
Se informa también que en Raqqa (Siria), el responsable de la policía religiosa que tiene que velar por el cumplimiento de la sharia, escapó junto a varios de sus hombres tras fracasar en un intento de golpe dentro del Estado Islámico. Se habla también que en estos últimos meses se ha incrementado el número de oficiales fusilados, decapitados o crucificados al igual que decenas de combatientes extranjeros que pretendían retornar a sus países. Existen también diferentes posturas entre los capitanes sobre la suerte de los prisioneros.
Es en esta situación que un antiguo profesor de física, en la ciudad de Tal Afar (provincia de Nínive, al norte de Irak) debe convertirse, por lo menos desde las sobras, en el nuevo líder del Estado Islámico.
Abú Alaa al-Afri ha tomado el mando, en un momento muy particular del Estado Islámico, nadie en Occidente podría confirmar seriamente si fue por las heridas de al-Bagdadí o un golpe palaciego que dejó al Califa sin califato.
De todos modos el nuevo líder, de quien se sospecha haberse incorporado a al-Qaeda en Afganistán en 1998. De aproximadamente unos cincuenta años, ex funcionario de Sadam Hussein, y prisionero, al igual que su antecesor al-Bagdadí, de las fuerzas norteamericanas tras la invasión de 2003, es un hombre con condiciones y posibilidades de profundizar el camino violento de Estados Islámico.
Distintas fuentes de inteligencia lo tenían signado como el elegido de bin Laden, para convertirse en emir de la red en Irak, tras la muerte de Abu Omar al-Baghdadí y Abu Ayyub al-Masri.
Algunos expertos colocan a Abú Alaa al-Afri como la máxima autoridad para la aplicación de la sharia en el norte de Irak, lo que marcaría claramente su rigurosidad religiosa.
Quienes lo han visto lo definen como un gran orador, de fuerte personalidad. Sus hombres lo consideran un verdadero sabio, y cuenta con liderazgo y una gran experiencia.
Al-Afri, en estos últimos meses había sido algo así como de canciller de Estado Islámico y coordinó las acciones del califato con los emires de las diferentes provincias o wilayat. A este respecto no son pocas las obligaciones por atender del nuevo califa, si al fin llegara a ser nombrado con ese título: La recién fundada célula de Estado Islámico en Yemen, instalar hombres en el Sahara Occidental, restructurar a Boko Haram en Nigeria, que en estas últimas semanas ha recibido golpes importantes, seguir afianzando su poder en Libia, donde se han hecho con el control monopólico del tráfico de personas rumbo a Europa; lograr convencer a los hombres de al-Shabab, el al-Qaeda somalí, que le jure lealtad, reconfirmar la lealtad de los líderes de Estado Islámico en Afganistán, Pakistán e India, y finalmente alcanzar a las bandas independientes que operan en Filipinas y Malasia como Abu Sayyaf o Ansharul Jilafa.
Pero su mayor reto se encuentra en Siria, donde los últimos avances de Estado Islámico están haciendo trastabillar las defensas de los hombres de Bashar al-Assad, la caída de Damasco, pondría a Siria al borde del colapso, y ya solo quedaría por elegir entre un Estado Islámico o un Estado Fallido.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Colabora con «Revista Hamartia», Rebelión: http://www.rebelion.org/; «El Correo de la Diáspora argentina: http://www.elcorreo.eu.org; y América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/
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