Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Parte I – Algunos Antecedentes históricos
Desde la década de 1920 hasta la del 1990, los sionistas controlaban la historia de Occidente en el conflicto entre Israel y Palestina. Esto significaba que su versión de la historia era la única versión que la mayoría de la gente en Occidente conocía. Consecuentemente, tenían un campo en los medios de comunicación sin oposición para etiquetar a los palestinos y sus partidarios de «terroristas». La acusación de antisemitismo aún no estaba ampliamente utilizada. Además, como consecuencia de su monopolio, los sionistas no se molestaron en participar en el debate público.
En los últimos veinte años los sionistas perdieron lentamente su monopolio. En parte esto se debió al hecho de que en 1993 la OLP reconoció el derecho de Israel a existir y renunció al terrorismo, y en los siguientes años muchos de los estados árabes hicieron u ofrecieron la paz. Sin embargo los israelíes no respondieron favorablemente. En particular no respondieron de una manera justa y equitativa a los esfuerzos de paz patrocinados por Estados Unidos.
¿Porque?
La respuesta a por qué los israelíes no respondieron a esas ofertas, de buena fe, ni respondieron a las múltiples oportunidades históricas para hacer la paz con los palestinos, reside en la naturaleza misma del movimiento sionista.
Desde sus inicios, y ciertamente desde el establecimiento del Estado de Israel, el sionismo ha sido impulsado por los sueños de expansión colonial y la exclusividad religiosa. Cada uno de estos objetivos es visto como parte de la misión dada por Dios al sionismo y que todavía prevalecen. El profesor David Schulman, de la Universidad Hebrea, que escribió en el New York Review of Books (23 de abril de 2015), describe las consecuencias de esta situación, «el electorado israelí sigue dominado por las figuras ultranacionalistas, en algunos casos casi fascistas. No es un camino inclinado a hacer la paz. Se ha dado un mandato claro para las políticas… que profundizará aún más la aventura colonial de Israel». En consecuencia, la credibilidad de Israel en un número creciente de personas en Occidente se ha visto erosionada.
Esta erosión llevó un período relativamente corto de tiempo, en la década de 2000, cuando los sionistas intentaron contrarrestar la situación mediante la participación de sus críticos en el debate público. Sin embargo perdieron el tiempo. El bárbaro comportamiento de Israel en el terreno, combinado con el hecho de que su versión histórica de los acontecimientos ha demostrado estar llena de agujeros, le condenó a una posición defensiva cada vez más débil. Esto resultó intolerable para los sionistas, por lo que se retiraron del campo de debate. Y entonces comenzaron a apuntar hacia acusaciones de antisemitismo contra sus críticos, incluso hacia los judíos. Estas acusaciones de la peor clase de racismo han estado entre nosotros desde entonces, algo realmente irónico, porque la mayor parte de las críticas hacia Israel son por su propio racismo, la naturaleza del apartheid.
Este fue un importante cambio en las tácticas de Israel, ya que abrió el camino al mal uso de las leyes occidentales en su propio beneficio. Al igual que la acusación de terrorismo a menudo ha sido mal utilizado de una manera amplia y radical (por ejemplo acusar a los integrantes de organizaciones propalestinas no violentas), de manera tal que la acusación de antisemitismo potencialmente puede ser utilizada de una manera casi ilimitada por entes occidentales prosionistas, contra cualquier crítico de la conducta de Israel.
Parte II – El Movimiento de Boicot
En Occidente gran parte de la crítica organizada hacia Israel ahora viene de las campañas dirigidas a promover el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) al Estado sionista. El movimiento BDS creció tan fuertemente que Gilad Erdan, recién nombrado ministro de Seguridad Pública, Asuntos Estratégicos y Diplomacia Pública de Israel, lo ha descrito como uno de los «problemas urgentes» que enfrenta Israel. El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha descrito el creciente boicot académico, que solo es una parte del BDS, como una «amenaza estratégica de primer orden».
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu ha fijado tono de la lucha contra el ataque del BDS a Israel. Ha declarado que existe una «campaña internacional para difamar el nombre de Israel» y alega que no está motivada por las políticas de Israel hacia los palestinos, sino que busca «deslegitimar a Israel… y negar nuestro derecho a vivir aquí». En otras palabras, afirma que la actual crítica a Israel es realmente un ataque a su existencia y no a su comportamiento. Para Netanyahu esto tiene que ser una forma de antisemitismo. Como Hanan Ashrawi, miembro del comité ejecutivo de la OLP, describe el argumento de Netanyahu, «Si me criticas eres antisemita… Si aceptas cualquier tipo de medida punitiva o sanciones contra Israel, quieres destruir a Israel». Así es como el primer ministro evita enfrentar los hechos.
Tan malo como es esto, se pone aún peor. Declarar que la meta del movimiento BDS es la eliminación de Israel, permite a los sionistas usar su influencia con los legisladores occidentales para que la cooperación con el boicot esté sujeta a sanciones. En Estados Unidos el AIPAC, el más poderoso de los lobbies sionistas, está trabajando en una legislación similar a la utilizada contra Irán y el boicot árabe a Israel en la década de 1970. Esta legislación penalizaría a las empresas, tanto en casa como en el extranjero, que respondan favorablemente a las peticiones de boicot. Si esto funciona podemos esperar que los sionistas vayan más allá y traten de subvertir la libertad de expresión garantizada en las disposiciones de la Constitución de Estados Unidos y luego vayan tras las personas, así como con las empresas. En este sentido, los esfuerzos también están en marcha en Canadá y Francia.
Parte III – Mágico dinero
Por último, existe la presunción de que el dinero puede destruir a los críticos de Israel. Esta es una creencia especial de Sheldon Adelson, el multimillonario magnate de casinos y entusiasta apoyo de Netanyahu. Adelson ha apuntado a la actividad crítica de Israel en los campus universitarios de Estados Unidos. En la primera semana de junio de 2015 él y sus partidarios convocaron una «Cumbre Macabea del Campus» cuyo objetivo era «desarrollar el marco conceptual para el plan de acción contra el BDS [en los campus universitarios], asignar funciones y responsabilidades a las organizaciones pro-Israel y crear el sistema de mando y control adecuado para ponerlo en práctica». Cincuenta organizaciones sionistas activistas asistieron a la conferencia, al igual que veinte donantes, cada uno de los cuales se comprometió a donar un millón de dólares a la causa en los próximos dos años.
Parte IV – Conclusión
El primer ministro Netanyahu encarna el problema del pensamiento sionista. Es totalmente egocéntrico y, aparentemente, incapaz de reconocer, mucho menos de asumir, la responsabilidad del comportamiento racista de Israel. De esta manera, con los sionistas que se han pasado los últimos 100 años planeando y luego haciendo lo que fuera necesario para negar que tantos no judíos como fuera posible no tuvieran el «real derecho de vivir en» Palestina, Netanyahu ahora acusa a otros de hacerle lo mismo a él y a su gente y etiqueta esto de acto criminal.
La verdad es que la mayoría de los críticos occidentales, incluyendo a los partidarios del BDS, no están tratando de patear a los judíos de Israel. Están tratando de hacer la máxima presión sobre el Gobierno israelí para detener las expulsiones de los no judíos que se están llevando a cabo, detener la expansión territorial en violación del derecho internacional y comenzar a actuar como el Estado democrático tan cuestionable que dice ser.
Hablando sinceramente conmigo mismo, no creo que ninguno de estos objetivos sea posible a menos que el sionismo sea, de hecho, expulsado de lo que hoy es Israel. Es decir, la ideología que impulsa el racismo israelí y la expansión colonial debe ser destruida, de la misma manera que el apartheid fue derribado en Sudáfrica. La situación en Sudáfrica no se resolvió ni destruyendo el país ni con los sudafricanos blancos siendo deportados. Se resolvió con la creación de una democracia. El mismo escenario es necesario para Israel.
Sin duda para muchos israelíes y sus partidarios este objetivo -la extirpación del sionismo- equivaldría a la promoción de un nuevo Holocausto. Esto no es así, pero el miedo es suficiente para etiquetar de antisemita el esfuerzo de traer una democracia real a Israel y para tratar de conseguir que ese esfuerzo se declare ilegal en Occidente.
Por último, además del grito público de antisemita, los sionistas están trabajando a puerta cerrada -puertas cerradas de las legislaturas estatales y federales estadounidenses y salas de juntas universitarias- para no tener que afrontar un debate serio. Esta podría resultar la más peligrosa de sus maniobras. Detrás de la puerta cerrada el monopolio sionista resurge y la verdad es lo más fácil de reprimir.