El mundo conoce sobradamente el drama que viene sufriendo el pueblo sirio por la guerra que enfrenta desde marzo de 2011: más de 350 mil muertos, cerca de 8 millones de desplazados internos, casi 5 millones de refugiados en campamento de Turquía, Jordania, Líbano y Egipto, más algunos cientos de miles en Europa; decenas de […]
El mundo conoce sobradamente el drama que viene sufriendo el pueblo sirio por la guerra que enfrenta desde marzo de 2011: más de 350 mil muertos, cerca de 8 millones de desplazados internos, casi 5 millones de refugiados en campamento de Turquía, Jordania, Líbano y Egipto, más algunos cientos de miles en Europa; decenas de ciudades y cientos de pueblos literalmente demolidos y su economía devastada. Sin mencionar los heridos, los millones de personas que sufrirán de por vida traumas psicológicos acarreados por las experiencias sufridas; el genocidio cultural y la crisis medio ambiental.
De muchas de estas experiencias tardarán décadas en reponerse, de otras muchas sin dudas jamás podrán recuperarse. Siria, que fue la nación árabe más pujante de Medio Oriente, hoy lucha denodadamente por permanecer unida y no convertirse en un Estado Fallido.
Tras reciente pedido del presidente sirio Bashar al- Assad al presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, para que colabore en la guerra que su país sostiene contra un enjambre de fuerzas paramilitares, compuesta en su inmensa mayoría por agentes extranjeros, los Estados Unidos y la Unión Europea parecieron recuperar rápidamente la memoria y desempolvaron al olvidado Ejército Libre Sirio (ELS), el ejército de los «moderados» como lo ha clasificado la prensa occidental y el Departamento de Estado.
Hoy la gran prensa del mundo occidental, en todos los foros mundiales que den lugar y en cada declaración de Jefes de Estados, ministros, diputados, senadores, políticos y cuánto tinterillo, tanto de Europa como Estados Unidos, se acerque a un micrófono, reclamará que la aviación rusa está centrando sus demoledores ataques contra un único objetivo, los «moderados» del Ejército Libre Sirio.
En el puerto de Tartus y la base aérea de Latakia, dos enclaves rusos en la costa Siria desde los tiempos soviéticos, que incluye 10 naves de guerra, artillería de campaña, misiles de largo alcance, un batallón, 1 000 infantes de élite, tanques de última generación varios tipos de cazabombarderos y helicópteros de ataque, se encuentran en máxima alerta y listo a entrar en acción.
El 30 de septiembre, tras el leve pero concreto guiño de Putin en su intervención en Naciones Unidas, se iniciaron los ataques aéreos contra posiciones takfiristas, a solicitud de Damasco, contemplado dentro del Derecho Internacional, en apoyo de las operaciones terrestres del Ejército Árabe Sirio.
Las más de 50 misiones de bombardeo ruso sobre bases y convoyes del Frente al-Nusra (el al-Qaeda sirio) y Daesh o Estado Islámico, y los 26 misiles que se lanzaron desde buques de guerra rusos de la flota del Caspio, han estructurado un panorama demoledor para la alianza anti al-Assad.
Por primeras vez desde 2012, en solo unos cuantos días, las bandas salafistas están dando señal de agotamiento. Lo que no logró la alianza liderada por Estados Unidos, una descarada farsa, que desde hace más de un año dicen atacar posiciones de Daesh y al-Nusra, pero en realidad atacan al Ejercito Árabe Sirio y han «bombardeado» con insumos militares y víveres posiciones salafistas.
Para que esta ecuación comience a cambiar y el terrorismo sunita pierda pie en el Levante es que Rusia, Irán, Irak y Siria, (estas tres últimas naciones mayoritariamente chiitas) han conformado en Bagdad un Centro de Información para coordinar acciones contra el Daesh y al-Qaeda, por lo que se dedicarán a recoger toda la información sobre los movimientos de las bandas salafistas tanto en Siria como en Irak. La coordinación está a cargo de los Estados Mayores de cada una de las cuatro naciones. Se estima que Egipto estaría próximo a incorporarse, ya que desde hace meses viene sufriendo el acoso del grupo terrorista Wilayat Sina (Provincia del Sinaí), tributarios de Daesh.
En cuestión de sumar miembros a la causa anti salafista, habría que nombrar a China, hoy aliado sustantivo de Rusia, y que tiene en la provincia de Xinjiang al noroeste de la capital, un grupo vinculado a al-Qaeda llamado Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (Mito) que ha realizado sangrientos atentados en diferentes ciudades chinas incluyendo Begin.
Según algunas versiones, hace días habrían atracado en el puerto de Tartus el portaaviones chino Liaoning (CV-16) y que en los próximos días llegarían 1000 marines, helicópteros antisubmarinos Z-18F y para transporte de tropas el modelo Z-18J, completando la dotación del Liaoning.
¿Dónde olvidamos al Ejercito Libre Sirio?
Exactamente eso es lo que Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía, Israel, las petro monarquías del golfo y los Hermanos Musulmanes se deben estar preguntando ahora que parece que la entente ruso-chiita empieza a rellenar el certificado de defunción del takfirismo en Siria, una idea impensable hace apenas un par de semanas.
El Ejército Sirio Libre (ELS), conocido también como Movimiento de Oficiales Libres, fue la primera organización armada que se detectó en los levantamientos alentados por los Hermanos Musulmanes, contra el gobierno del presidente Bashar al-Assad en marzo de 2011.
Constituido, según algunos informes fundamentalmente de occidente, por desertores de las fuerzas armadas encabezados por el ex coronel Riyad al-Asad y aliados a políticos de la oposición siria congregados en el Consejo Nacional de Siria, con sede en Londres, una verdadera caja recaudará para alentar la guerra.
Rápidamente, toda la oposición se congregó tras lo que se conoció como la Primavera Árabe, intentando disimular un mero golpe de estado.
El ELS fue acompañado desde un primer momento por mercenarios de empresas norteamericanas, como la antigua Blackwater, denunciada en muchos países por crímenes de lesa humanidad, por ejemplo responsables en Irak de la matanza de Falulla. Debido a innumerables demandas en su contra ha debido cambiar de nombre varias veces e incluso sus actividades en los últimos dos años han sido muy poco promocionadas.
En algún momento del 2012, cuando diferentes bandas salafistas, se estima entre 30 y 50, empezaron a llevar el peso de la guerra contra Bashar al-Assad, el ejercito de los «moderados» como se le adjetivó al ELS, comenzó a perder presencia en los cables de noticias. Dicha desaparición no responde a otra cuestión que sus miembros fueron incorporándose a las bandas takfiristas, con las que sin duda estuvieron vinculados desde siempre.
Una prueba incontrastable de la vinculación entre moderados y extremistas es que juntamente en 2012, cuándo la sublevación Tuareg en el norte de Mali, fue contaminada por elementos vinculados a al-Qaeda, estos últimos portaban fusiles FAMAS ( Fusil d’ Assaut de la Manufacture d’Armes de St-Étienne) y otros armamentos, que la inteligencia francesa había entregado en Siria al ELS. Para entender lo complejo de esa operación es bueno tener en cuenta que el desplazamiento por carretera de Siria a Mali, son aproximadamente 10 mil Km hacia el sudoeste.
Tras la caída y martirio del Coronel Mohammed Gadaffi, asesinado por una turba a las afueras de su ciudad natal Sirte, el 20 de octubre de 2011, muchos de los hombres que actuaron a favor del Consejo Nacional de Transición Libio (CNC), la organización que comenzó el golpe, fueron reclutados para marchar contra Siria. De todos estos movimientos no es ajeno el poderoso príncipe saudita Bandar al-Sultán, por entonces jefe de la inteligencia de su país.
Los combatientes del ELS han recibido instrucción en campos de entrenamiento clandestino en Turquía, por consejeros de la C.I.A y el MOSSAD Israelí. Económicamente, las organizaciones que luchan contra Bashar al-Assad han sido provistas de fondos por Arabia Saudita, Kuwait, Qatar y Jordania. Turquía, quien cuenta con una frontera terrestre con Siria de más de 800 km, ha permitido pasar un constante flujo de combatientes salafistas, que llegaban de Europa, se cree que más de 9 mil en todos estos años, e incalculable la cifra de magrebíes, uzbecos, tayikos, georgianos, chechenos y daguestanos entre otros ciudadanos de las repúblicas musulmanas de la ex Unión Soviética.
En el transcurso de la guerra, las autoridades sirias han encontrado miles de documentos personales, archivos y pasaportes de combatientes extranjeros, que demuestran claramente que han llegado ciudadanos de cerca de 80 países tan distantes como Colombia o Filipinas.
¿Siria, otro Afganistán?
Nadie podrá evitar la asociación de la actual guerra en que se está involucrando Rusia, con la guerra de Afganistán. Los paralelos son innegables: un gobierno jaqueado que llama a su aliado Bashar al-Assad/ Mohammad Najibulá, para que se intervenga en una guerra contra un enemigo altamente entrenado, con años de combate y como aliados los mismos viejos enemigos de Moscú: Occidente, las monarquías del Golfo, e Israel.
La pesadilla de las tropas y la aviación rusas en Afganistán fueron los misiles aportados por la CIA, Stinger, bien ahora podrían ser los misiles antitanque guiado TOW, también de fabricación estadounidense, que ya venían usando los salafistas en Siria y que sin duda a medida que los ataques rusos se prolonguen, comenzarán a llegar en grandes cantidades.
Aunque también son notorias las diferencias en el caso de Siria, la geografía, a comparación con Afganistán, juega a favor de los rusos, el desierto no va a permitir a estos combatientes lo que permitieron los cordones montañosos afganos a los muyahidines. Tampoco en la guerra afgana Rusia contaban con aliados tan poderosos y próximos como hoy lo son China, Irán, Irak, y la organización libanesa Hezbollah.
La decisión rusa de tomar parte activa en la guerra siria está fundamentada en dos puntos: necesita contener el avance de los salafistas chechenos, del comandante Tarkhan Batirashvili, el mayor contingente de extranjeros en las filas de Daesh que sin duda intentarán abrir una vez más un frente en Rusia, que cuenta nada menos que con 20 millones de musulmanes; y por otra parte Moscú necesita terminar el robo de petróleo en Irak y Siria, que sin duda coadyuva a la sensible baja de precios mundial que está sufriendo el hidrocarburo, una de las más importantes exportaciones rusas.
Por otro lado, el espectral gobierno del presidente norteamericano Barack Obama, ya ridiculizado por la oposición republicana, a un año de terminar su segundo y definitivo mandato, no querrá entrar a la historia con el desprestigio que lo hicieron Richard Nixon por Vietnam y Watergate y Jimmy Carter por el asunto de los rehenes de la embajada norteamericana de Teherán. Por lo que de una u otra manera deberá intervenir, si bien no a favor de los salafistas, evitar que Putin, tal como lo hizo en agosto de 2013, con el caso de las armas tóxicas en el barrio damasceno de al-Ghutta, vuelva a ganarle la partida.
Exigirle a Rusia que no ataque las posiciones de los «moderados» es un profundo acto de hipocresía. El mundo sabe que quienes han sido los responsable de su creación son responsables absolutos del drama sirio en toda su extensión, ya que el Ejercito Libre Sirio ha sido la gran tapadera para la creación de organizaciones como al-Nusra y Daesh.
El Ejército Libre Sirio no es ejército, sino una banda criminal, que no es libre ya que depende de la voluntad de sus patrocinadores, ni mucho menos sirio por ser los responsables directos de la más espantosa tragedia de los sirios a lo largo de su historia.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino . Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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