¿Resta margen para las políticas de izquierda en el marco de la Unión Europea? ¿Representa la moneda única un corsé insoportable, que hay que romper, o tienen que ser otras las prioridades? ¿Qué retos debería considerar en su «agenda» el sindicalismo alternativo, en una sociedad cambiante cuyo sujeto para la emancipación ya no es el […]
¿Resta margen para las políticas de izquierda en el marco de la Unión Europea? ¿Representa la moneda única un corsé insoportable, que hay que romper, o tienen que ser otras las prioridades? ¿Qué retos debería considerar en su «agenda» el sindicalismo alternativo, en una sociedad cambiante cuyo sujeto para la emancipación ya no es el obrero de la fábrica fordista? En un debate organizado por Intersindical Valenciana, sindicatos alternativos de Francia, Grecia y Euskal herria han aportado elementos de reflexión. La mesa redonda tiene lugar el mismo día en que comienza en el estado español la campaña electoral para los comicios del 20 de diciembre. Los ponentes han intercambiado ideas de enjundia frente al «circo» audiovisual de los debates y la proliferación de encuestas abiertamente contradictorias.
«Solidaires» es una organización sindical francesa con más de 110.000 afiliados en los sectores público y privado de la economía. Defiende unas organizaciones obreras de carácter autónomo en relación con los poderes del estado y los partidos políticos, «sin que ello suponga que seamos apolíticos», apunta Nara Cladera, maestra, militante en el área educativa de «Solidaires» (SUD Education) y responsable de las Relaciones Internacionales del sindicato. Una de las ideas fuerza de la organización es la voluntad de ruptura con el capitalismo. «La Unión Europea no es conciliable con nuestro modelo de sociedad, pues responde a las necesidades del sistema capitalista y de las patronales». Cuando en «Solidaires» se plantea la autonomía sindical, se plantea respecto a los partidos, pero también en relación con los movimientos sociales. «Delegar como sindicalistas sería un error, es preciso que articulemos acciones con los sin papeles, los sin derechos, los precarios y los refugiados». Con estas prioridades, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) no es nuestro modelo, pues está integrada en la institución de la UE». Según Nara Cladera, la CES nunca trató de organizar una reacción frente a las políticas de austeridad y los ataques de la patronal y los gobiernos.
Los sindicatos integrados en la CES -los mayoritarios en España, los principales italianos o los griegos que defendieron el «sí» en el referéndum del 5 de julio sobre las condiciones del «rescate»- «han sido cómplices de la austeridad». Pero la sindicalista explica que dentro de las organizaciones de la CES también hay corrientes que desarrollan una línea combativa. Una alternativa a la Confederación Europea de Sindicatos la constituye la Red Sindical Internacional de Solidaridad y Lucha, constituida en marzo de 2013, y de la que forma parte «Solidaires». Sobre el debate de la moneda única, Nara Cladera explica que para la gran mayoría de los trabajadores el problema no es si los pagos se realizan en euros, francos o pesetas, sino el hecho de recibir un salario digno para vivir dignamente. La gran cuestión sería ¿por qué hay que pagar por las necesidades básicas para la vida? «Plantear el debate sobre la moneda única entre especialistas, sin cuestionar las relaciones de poder en la empresa, no tendría utilidad sindical».
Ainhoa Etxaide, secretaria general de LAB, sindicato que cuenta con 4.200 delegados entre el País Vasco y Navarra, y es mayoritario en el sector público de los dos territorios, señala que la cuestión nacional es decisiva para esta organización, «pero vinculada a lo social; con la independencia sólo viviremos mejor si ésta implica la transformación de nuestras sociedades». Ainhoa Etxaide sostiene que ciertamente la UE ha impuesto los recortes y las políticas neoliberales, pero ello no exime de responsabilidad a los estados español o francés. Contar con un nuevo estado no implica «per se» la introducción de alternativas a la Troika, «pero tampoco vemos cómo estas se pueden desarrollar sin estructuras propias». Las reivindicaciones para Euskadi y Navarra de LAB tienen entre sus puntos básicos el «Marco propio de relaciones laborales». «Fuera del euro existe vida y también alternativas», afirma Ainhoa Etxaide, quien destaca algunas de las propuestas esenciales del sindicato: el reparto del trabajo y de la riqueza, el reconocimiento del valor de los cuidados, un sector público que pueda planificar la economía y se sitúe por encima de lo privado y la participación directa de la sociedad en la política económica, entre otras. «Todo esto lo prohíbe la Unión Europea».
En torno al rol de los sindicatos, la secretaria general de la organización abertzale explica que actualmente «nos hallamos inmersos en un nuevo ciclo capitalista, que nos obliga a repensarnos». La política ya no la determinan como antaño las instituciones, sino los lobbies y los poderes económicos. ¿En qué modelo han operado las organizaciones sindicales? «Las instituciones decidían, pero ahora nos han robado los instrumentos con los que contábamos para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora». Por ejemplo, después de la última reforma laboral (2012) el estado se ha «retirado» de la negociación colectiva. Las relaciones laborales quedan, por tanto, en manos de la patronal (que cuenta con una gran ventaja) y los sindicatos. «La negociación colectiva es un instrumento que ha perdido gran parte de su función». En ese contexto, LAB sostiene que una de las prioridades ha de ser la lucha contra la precariedad, pero sin que ésta dependa de los convenios colectivos, sino de los procesos de transformación social en la calle. Aunque «esto no significa que se tengan que abandonar las instituciones».
La sindicalista, miembro de Izquierda Obrera Internacionalista (DEA) y de Unidad Popular, Katerina Giannoulia, considera que Grecia es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando se plantea un combate entre un gobierno «de izquierdas» y el capital internacional. Recuerda que el 3 de diciembre tuvo lugar en el país heleno la segunda huelga general tras la victoria de Syriza en las elecciones del 20 de septiembre. Dos meses y medio después de la victoria de este gobierno «de izquierdas», apunta la sindicalista, «el movimiento obrero vuelve a ocupar un lugar central en la política griega, y hace desaparecer una ilusión con la que vivía el gobierno de Tsipras: que el movimiento sindical se resignaría ante el Tercer Memorando».
Opina que el sindicalismo alternativo en Grecia tiene un camino difícil por delante, pues en la población conviven la fatiga, la decepción, la cólera y la indignación con un gobierno, el de Tsipras, «que la gente consideraba como suyo y se había comprometido a darle la vuelta al memorando y la austeridad». El Tercer Memorando aprobado por Syriza (con la excepción de 39 diputados que actualmente están en la Unidad Popular) y Anel incluye medidas, muchas de ellas transformadas en ley, que golpean a las mayorías sociales. «No es cierto que no hubiera alternativas, como nos dice el actual gobierno, lo que ocurre es que no se trataron de poner en práctica antes de las elecciones del pasado 20 de septiembre», explica Katerina Giannoulia.
La firma del Tratado de Maastricht (1992) y la entrada en circulación del euro (2002) han configurado unas jerarquías de poder entre los países del Centro de la UE -sobre todo Alemania, Holanda y Finlandia-, que protegen su crecimiento económico (principalmente las exportaciones) a costa de los países de la Unión Europea, que caminan en una transición hacia el subdesarrollo. Ésta es la idea central que traslada el portavoz de la Mesa Estatal del Frente Cívico e inspector de Trabajo y de la Seguridad Social, Héctor Illueca. «La razón por la que Alemania aceptó entrar en la moneda única fue alterar un sistema de precarios equilibrios, basado en que ante el excedente comercial germano respecto a países como España o Italia, estos podían devaluar sus monedas; Maastricht y el euro lo cambiaron todo, pues se impedían las devaluaciones competitivas frente a la gran potencia exportadora, Alemania». Además, la actual UE mantiene grandes similitudes con el gran espacio económico europeo que en su día idearon, también con una moneda común, los nazis, y cuya huella puede rastrearse en toda la geopolítica alemana de los siglos XIX y XX.
Planteada la jerarquía de poder entre el Centro y la Periferia de Europa, ¿qué alternativa les queda a los países del Sur? «No resta ningún espacio para los derechos sociales», señala Héctor Illueca. Modificar los estatutos del Banco Central Europeo para que esta institución pueda prestarle dinero a los estados, crear Eurobonos y mecanismos de mutualización de la deuda, todo ello «es una quimera», apunta el activista del Frente Cívico-Valencia. «En Europa no hay un estado ni lo habrá porque Alemania no quiere, además, cualquier reforma pasa por respetar la jerarquía alemana y la de los países centrales». Opina Illueca que cualquier estrategia para romper con el neoliberalismo o siquiera reformarlo, «pasa por abandonar la moneda única y enfrentarse a la UE». Puede que resulte muy aventurado plantear abiertamente estas ideas en campaña electoral, admite el inspector de Trabajo, «pero no hay que perder de vista el objetivo de mostrarle al pueblo la realidad: el euro, como decía el economista Martín Seco, es una ratonera», concluye.
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