Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
A pesar de que el gobierno tiende a detenerlos, los estudiantes universitarios británicos seguirán luchando por el boicot, desinversiones y sanciones contra Israel
Una mujer palestina se encuentra con un niño en un callejón junto a la reproducción de un mural del artista de las calles británico Banksy, pintado originalmente en el muro de Cisjordania, en Belén, en al-Aroub, campo de refugiados palestinos, al norte de la ciudad cisjordana de Hebrón el 11 de febrero 2016 (AFP).
Ayer por la mañana me desperté -al igual que muchos defensores de los derechos humanos palestinos- con ira y frustración, ya que una vez más nuestro Gobierno, un Gobierno conservador, ha salido en ayuda de la ocupación y el apartheid.
El lunes, The Independent salió con una historia de portada afirmando que el Gobierno del Reino Unido está avanzando con planes para prohibir a los organismos públicos boicotear a las empresas «no éticas». Más específicamente, las cómplices de la ocupación y la anexión de Palestina.
El Gobierno está tomando medidas enérgicas contra los intentos de los ayuntamientos y otros organismos públicos de despojar a las organizaciones que son cómplices de los crímenes que se cometen contra el pueblo palestino, alegando que tales decisiones traen divisiones y polarización.
Mientras que el movimiento para prohibir boicots no ha hecho más que dividir y polarizar, el ministro del Gabinete del Gobierno británico, Matthew Hancook, ha llamado a las políticas de boicot, desinversión y sanciones «campo político» y afirma que los movimientos van a minar nuestra seguridad internacional.
Estos planes fueron discutidos por primera vez en octubre de 2015 en la conferencia del Partido Conservador y se espera que estas nuevas regulaciones sean anunciadas en una visita de Hancock a Israel, esta semana.
Todo esto parece ser una reacción al éxito a gran escala del movimiento BDS en el Reino Unido, y en particular su progreso dentro de las universidades y los sindicatos de estudiantes. Durante los últimos dos años hemos visto un impulso en la campaña de solidaridad con Palestina, con más de 25 sindicatos estudiantiles que aprobaron democráticamente una política de apoyo al BDS.
Esto fue seguido rápidamente por la Unión Nacional de Estudiantes, que también votó democráticamente a favor de la política de apoyo al boicot.
Dentro de las consecuencias de la «Operación margen protector» -que llevó a la muerte de miles de palestinos, muchos de los cuales eran civiles- estudiantes de todo el país comenzaron a tomar medidas. Estas acciones han tenido mucho éxito con las inversiones extranjeras en Israel que han caído en un 46 % y muchas organizaciones que fueron objetivos del movimiento BDS deshicieron sus contratos.
Las acciones y el éxito del BDS no se limitan simplemente al Reino Unido. También hemos visto que la Universidad de Johannesburgo cortó lazos con universidades israelíes, estudiantes de Estados Unidos y Canadá votaron a favor de la desinversión y miles de artistas en Irlanda y Suiza se unen al llamado a un boicot cultural.
Lo que comenzó en la sociedad civil palestina parece haber alcanzado el mundo. El movimiento se inició como último recurso de personas con muy poco poder que se juntaron e hicieron lo que estaba a su alcance para cambiar las cosas.
Esto se debe a que los estudiantes con frecuencia han sido percibidos como líderes del ejercicio moral y, por mucho tiempo, hemos sostenido la creencia de que nuestras escuelas deben ser el epicentro de la ética y los derechos humanos. Esta creencia ha llevado a los activistas estudiantiles al deseo de cambiar el mundo. Hemos luchado contra la guerra de Vietnam, el apartheid en Sudáfrica y el racismo aquí, en casa. Hicimos campaña sobre estos temas a costa de nuestra libertad de palabra y expresión.
Y ganamos.
Ganamos porque ninguno de estos cambios puede pasar por su propia voluntad. Cambios sociales o humanitarios importantes nunca han surgido del vacío. Cada uno de ellos requiere un cambio de actitud de los poderosos. Este cambio de actitud a menudo se inspira en la juventud y en los estudiantes que exigen desafiar el orden existente.
La medida propuesta por el Gobierno para prohibir el boicot y aplastar la disidencia política no es más que un ataque a nuestras libertades democráticas y a nuestra libertad de expresión. El Gobierno habla de retirar el derecho a la financiación de las instituciones financiadas con fondos públicos y con consejos elegidos democráticamente.
Estamos enojados y frustrados. Y no debería sorprendernos. Recordemos que fue el Gobierno conservador de Margaret Thatcher, que se opuso a las sanciones contra el apartheid en Sudáfrica y el propio David Cameron ha sido reportado como alguien que «aceptó un viaje con todos los gastos pagados a la Sudáfrica del apartheid, mientras Nelson Mandela todavía estaba en prisión».
Esto sólo sirve para recordar a los sindicatos de estudiantes y activistas estudiantiles por qué nuestro trabajo es tan importante. Una reacción de esta escala es una señal de que estamos ganando.
La realidad es que los estudiantes seguirán luchando contra la ocupación y el apartheid. Vamos a continuar nuestros esfuerzos contra los crímenes cometidos por el Estado de Israel y de los cuales no somos responsables. Somos responsables de nuestra propia conciencia y de nuestras comunidades.
Ali Milani es el Presidente de la Junta Directiva de la Unión de Estudiantes de Brunel, en el Reino Unido. Ali ha estado haciendo campaña sobre cuestiones pertinentes a los estudiantes, así como la liberación palestina; trabaja con organizaciones como Amnistía Internacional y Amigos de Al Aqsa.
Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Middle East Eye.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y a Rebelión como fuente de la traducción.