Dentro de IU y de la izquierda en general, existe ese típico debate sobre sí visibilizar el anagrama y las siglas proporciona más votantes. El debate está ahí, o al menos, ha estado ahí en el último año en IU; ¿cómo vamos a ir a estas elecciones?. En no pocas ocasiones daba la sensación de […]
Dentro de IU y de la izquierda en general, existe ese típico debate sobre sí visibilizar el anagrama y las siglas proporciona más votantes. El debate está ahí, o al menos, ha estado ahí en el último año en IU; ¿cómo vamos a ir a estas elecciones?. En no pocas ocasiones daba la sensación de que lo realmente importante era si la «sigla» o el dibujito de su partido aparecía o no en la papeleta.
Las últimas elecciones generales del 20D han demostrado, con los resultados en la mano, que el hecho de que aparezcan unas siglas y anagramas no sea tan transcendente. Lo transcendente puede ser la temporalización con la que se dé a conocer una marca, la promoción que te den los mass media (recordemos la censura a Alberto Garzón y en cambio la promoción a los emergentes), cómo hagas la campaña pero no el cambio de marca en sí. Lo hemos visto con UP. Se cae así el mito táctico de la marca para entrar en otro terreno, el de las estructuras de poder. Vamos a analizar esta mitología de la sigla desde la experiencia de Castilla y León de las últimas elecciones generales a modo de ejemplo. En Castilla y León, dentro de las combinaciones existentes; IU-UP o UP sola, los anagramas variaban de una provincia a otra, por lo que a la hora de que el votante o la votante buscara a «IU» dependía de la provincia. Finalmente, y los datos están ahí, que fuera el anagrama de IU en la papeleta no fue decisivo, no fue tan crucial para decir que hubo diferencias entre los resultados provinciales.
Otro argumento para derribar el dichoso mito de las siglas, que en realidad es el del anagrama, es la cuestión de Zamora. IU en las elecciones municipales de 2015 obtuvo unos resultados magníficos. Resultados muy distantes respecto al proceso autonómico de ese mismo día. Y en estas generales, IU-UP obtuvo unos resultados similares al resto de sus 8 provincias hermanas de CyL. Los motivos por los que los zamoranos y zamoranas votaron en su capital a IU, mientras que en las autonómicas prefirieron otras opciones, son harina de otro costal.
Como vemos, que el anagrama de IU fuera en la papeleta, finalmente, no fue tan transcendental y queda desmontado ese falso debate que si bien pudo tener algo de táctico al afrontar una campaña electoral, ahora después del 20D ya se debe más a una mera cuestión identitaria que roza el «yihaidismo de sigla». Este aferramiento tan radical, tan firme a un anagrama y a esta especie de nacionalismo extremo de formación puede venir dado fundamentalmente por dos cuestiones: por un lado a un apego emocional de compañeros y compañeras a unas siglas y anagrama agudizado en cierta medida por la irrupción de Podemos y su mecanismo defensivo pertinente, y por otro a un aferramiento de cierta estructura de mi organización a la burocracia, el «stablishment» interno, el mantenimiento de cuotas de poder, la rutina organizativa de control por parte de cuadros medios y por qué no decirlo, a seguir haciendo de IU una fuerza de izquierdas subalterna al PSOE (y al Régimen) esperando a que «la tormenta Podemos» pase.
IU no es un anagrama, no es una sigla. IU son valores. La mayor parte de la militancia de IU se encuentra entre esa encrucijada que le han marcado esas tesis identitarias y esa otra parte de la organización ensimismada y ensoñada con Podemos. Y no es justo que la militancia de IU, la mayor parte de ella, se encuentre en medio de una tenaza donde en un lado están aquellos que quieren guardar la pureza de anagrama hasta las últimas consecuencias aferrados a sus cuotas de poder interno, y por otro aquellos para los cuales desde la irrupción de Podemos toda política gira en torno a cómo «confluir» con el partido del círculo; cediendo en discurso, programa, acción y valores. Porque al fin y al cabo hay intereses. A las tradicionales familias y estructuras internas de IU, se le añaden ahora la de aquellos que a toda costa quieren formar parte de las familias internas de Podemos. Suena duro, pero es así. Alguno y alguna viviendo de IU hasta hace pocos meses. Podría citar aquí mismo nombres y apellidos de excompañeros y excompañeras de IU que vendiendo la moto primero en IU sobre confluencias y unidades populares, ahora están en Podemos, pero es tan larga la lista que llevaría párrafos. Curiosamente no se fueron a Podemos a los círculos de base, a sus barrios o pueblos desde abajo, colaborando con aquella gente de Podemos que sí accedieron a la política por valores nobles y honestos. Ahora están en Podemos con nómina desempeñando varios cargos. Y mucho me temo que un fenómeno parecido se empieza a atisbar en las llamadas confluencias. Ojalá me equivoque.
En Podemos se dio, sobre anagramas y siglas, una reacción mayoritaria pero que también daba buena cuenta de lo que supone una marca para el mantenimiento de estructuras de poder interno. En este caso, sobre todo futuribles. Cuando irrumpe Podemos en el escenario político estatal, fueron muchos y muchas las que no fueron cautivadas por el discurso o el proyecto político en sí. Simplemente eran las ansias de poder. Sólo poder. Por eso aderezado con ciertas dosis de estrategia política para invisibilizar a IU, (de ahí el falso debate por unos y otros del «partido instrumental»), nunca se barajeó la tan despectivamente tratada «sopa de siglas». La sopa de siglas suponía que en un tú a tú, en igualdad de condiciones, esos adanes y ambiciosos de la política, nada tenían que hacer contra la militancia de IU y el activismo social más curtida y fogueada en el ámbito institucional y combativo. Así por ejemplo, en unas primarias limpias sin dedazos, recién llegados de Podemos no tenían nada que hacer con la militancia de IU. Por eso nunca quisieron confluencia. Otra parte morada, más honesta, no lo consideró simplemente por cuestiones ideológicas, y siempre será mejor esto último que al menos es ir de cara.
Curiosamente, paradójicamente, lamentablemente los guardianes de los anagramas y las siglas tanto en Podemos como en IU son los que mejor representan un encasillamiento en la vieja política, en el prejuicio a otros/as, y el afán por el control interno de lo que se cuece así como cierta proyección de egos. No va a ser con aquellos que mudan de piel para obtener mejores sustentos, aferrados a espacios de poder o visibilización pública sobre los que va a pivotar la realización de política de clase y de ruptura. Eso tengámoslo claro. Cuídense de aquellos/as que enarbolan con vehemencia la bandera de su partido porque o son peones, o son alfiles, pero protegen al rey.
Iván Fradejas de la Vega, Coordinador Provincial IUCyL en Palencia
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