Recomiendo:
0

Alepo es nuestro Guernica y algunos aplauden a la Luftwaffe

Fuentes: Medium.co

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

Estos falsos humanistas e hipócritas aún no se han enterado de que lo que consideran una disidencia valiente es en realidad la política oficial de Estados Unidos […] Desde el principio, la Administración mantuvo un respaldo significativo a la oposición siria pero ahora se ha adherido explícitamente a un plan de Rusia para preservar a al Assad. Y al Assad está ganando.

Imagínense Guernica. El 26 de abril de 1937, durante la Guerra Civil española, la ciudad vasca fue bombardeada durante tres horas por la Luftwaffe de Hitler [fuerza aérea alemana del régimen nazi] en apoyo del régimen fascista de Francisco Franco, dejando más de 1.600 muertos. Picasso inmortalizó el episodio en una famosa pintura, Neruda escribió poemas sobre él, y la ciudad se convirtió en una metáfora del sufrimiento de las personas en tiempo de guerra.

Ahora imagínense una reacción diferente a la que produjo Guernica. Imagínense a gente que aplaude los bombardeos, que culpa a las víctimas y difama a los testigos. Si pueden imaginárselo, es que conocen Alepo.

Alepo, uno de los últimos grandes bastiones rebeldes, está al borde del colapso. Con el respaldo de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI), del Hezbolá libanés, y de las milicias iraquíes armadas por Estados Unidos, el ejército del régimen sirio avanza desde el sur; desde el este, Daesh arrasa cuanto alcanza; y, reventando las escasas defensas rebeldes, el kurdo YPG se mueve furtivamente desde el norte. Todos ellos han recibido la asistencia directa o indirecta del desgaste incesante que producen las bombas rusas.

Pero a medida que el conflicto se mueve hacia un desenlace sombrío, el aumento de los costes ha provocado una respuesta curiosa. Muchos occidentales, incluidos reconocidos liberales, han recurrido a la lógica de asumir el menor de los males y han acabado por saludar este desenlace. Aunque para sostener su argumento hayan tenido que afrontar la tenaz resistencia de los hechos:

El saldo de atrocidades no puede ser más nítido. Evalúense estos hechos:

– De acuerdo con las estimaciones más recientes del Centro Sirio de Investigaciones Políticas (SCPR en sus siglas en inglés), casi 470.000 personas han muerto en el conflicto. La Red Siria de Derechos Humanos (SRHR) estima que el régimen y Rusia son responsables de más del 95% de las muertes de civiles.

La Comisión de Naciones Unidas para la Investigación de la Guerra en Siria ha acusado al régimen de «crímenes contra la humanidad por exterminio; asesinato; violación u otras formas de violencia sexual; tortura; prisión; desaparición forzada y otros actos inhumanos». El principal aliado del régimen, Rusia, ha sido acusado por Amnistía Internacional de «graves» delitos de guerra, incluidos los ataques deliberados contra civiles y trabajadores humanitarios .

– La Comisión de Investigación de la ONU ha acusado asimismo al régimen de utilizar la hambruna como arma de guerra y de la «destrucción deliberada de infraestructuras de atención de la salud«. Médicos Sin Fronteras (MSF) ha informado de 94 ataques en 63 de sus instalaciones médicas y, a finales del año pasado, Médicos por los Derechos Humanos, calculó que el régimen y sus aliados fueron responsables de 287 de los 346 ataques a instalaciones médicas, y de 667 muertes de las 705 producidas contra personal sanitario.

– Un desertor militar sirio ha documentado con pruebas fotográficas que al menos 6.786 detenidos han muerto bajo tortura del régimen.

– El régimen ha utilizado la violación como política sistematizada.

– Una encuesta a refugiados del Centro de Ciencias Sociales de Berlín muestra que la violencia del régimen es la causa principal de su éxodo.

La ONU ha dejado de contar los muertos en Siria. Pero incluso antes del ataque del régimen con armas químicas en agosto de 2013, en el que murieron más de 1.400 civiles, Paulo Sérgio Pinheiro, investigador especial para el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, había hallado que el régimen era responsable de ocho de las nueve masacres perpetradas hasta entonces; un año más tarde, incluso después del ascenso de Daesh, la ecuación se mantuvo sin cambios. A pesar de la extrema violencia de Daesh, Pineheiro señaló que el régimen «sigue siendo responsable de la mayoría de las bajas civiles, de matar y mutilar a decenas de civiles a diario». Desde su entrada en la guerra, Rusia ha superado la tasa de destrucción del régimen; ha contribuido asimismo a expandir el territorio de Daesh al atacar a los rebeldes que luchan contra éste.

Pero si el saldo de atrocidades es evidente, sus implicaciones morales no han sido tan nítidamente sentidas. Se debe en parte a la manera confusa con que se informa. El domingo pasado, cuando una de las figuras más políticamente activas y humanas de Hollywood condenaba a los medios de comunicación por «engañar a la opinión pública sobre Siria», no pudimos sino acoger su intervención. Salvo que Mark Ruffalo, el actor nominado al Oscar por Spotlight, no acusó a los medios de comunicación por traicionar al pueblo de Siria; los condenó por no ser lo suficientemente comprensivos con el régimen y con Rusia. Recomendó a sus 2,23 millones de seguidores de Twitter un artículo del columnista del Boston Globe, Stephen Kinzer, en el que sostiene que la «prensa estadounidense está informando lo contrario de lo que realmente está sucediendo»; que describe injustamente todo lo que Rusia e Irán hacen como «negativo y desestabilizador»; y que falla en informar que con el asalto del régimen de Assad y de Rusia contra Alepo, sus habitantes están «viendo por fin destellos de esperanza».¿En qué se basa Kinzer para pronunciar tales afirmaciones? En un comentario «en las redes sociales» y en la opinión de un «analista con sede en Beirut» (en realidad, una activista partidario de Hezbolá que colabora con la cadena de noticias rusa RT y con la web personal de noticias del líder supremo de Irán).

Para compensar su déficit de pruebas, Kinzer rocía generosamente su artículo con hombres de paja. Afirma que los periodistas engañan a la opinión pública cuando caracterizan a los miembros de Yabhat al-Nusra como «moderados», no como «la franquicia local de al Qaeda». Lo cierto es que nadie se refiere a al Nusra como «moderados», y una búsqueda en los principales periódicos revela que prácticamente ningún artículo se refiere a esta organización sin mencionar su afiliación a al Qaeda.

El mencionado artículo es la continuación de otro publicado tres días después de que Rusia comenzase una serie de ataques a hospitales gestionados por MSF, que fue audazmente titulado: «Sobre Siria: ¡Gracias, Rusia!». En él, Kinzer prescribe que «debemos hacer nuestra la política de Rusia: impedir que caiga el gobierno de Bashar al Assad, crear un nuevo régimen que incluya a éste o a sus partidarios, y luego trabajar para un alto el fuego». Por el contrario, acceder a la exigencia de la oposición de un alto el fuego, insistía, sería «garantizar la continuidad de guerra». En una posterior entrevista en televisión, Kinzer alabó la sabiduría de Donald Trump en política exterior. (Sentimientos similares también los ha expresado su homólogo irlandés, Patrick Cockburn en The Independent).

 

Ruffalo no ha sido el único que ha promocionado este disparate. Más allá del agorafóbico mundo de los conspiradores de Internet, también ha sido muy bien recibido por autores de best-sellers, por los productores del Dayly Show, académicos liberales, ganadores del Premio   Pulitzer y analistas.

¿Por qué liberales bien pensant como Ruffalo se creen esa basura?, ¿ceguera ideológica? ¿O es que a la disidencia solo le preocupa ahora la estética? Parece que en un momento dado mantener una postura controvertida sea más importante que comprometerse de manera sustancial con un problema. ¿Por qué molestarse con los detalles cuando uno puede extrapolarlos a partir de principios generales? Si la realidad de un asunto contradice alguna de las ideas preconcebidas, entonces es que la propia realidad debe ser puesta en duda. Matar al mensajero es siempre una opción fiable. Pero disfrazada de crítica a «los medios de comunicación», «al sistema», o a «Washington», hasta una defensa sin fisuras del fascismo adquiere la apariencia de una verdad dicha sin miedo.

Hay pocas cosas son más lugar común que la arrogancia edípica para con el gobierno propio. En esa visión ensimismada del mundo, uno no tiene necesidad de comprender la dinámica de una crisis externa; la puede deducir de forma remota. Si se abomina del gobierno propio, aquellos con los que está enfrentado, un Putin o un Assad, se convierten en aliados.

Por el contrario, si en alguna parte la gente se levanta en contra de sus regímenes represivos, basta con que el gobierno propio se refiera a ello con atención para que su causa se contamine. Y ni una sola imagen de la agonía provoca dolor si la emite un «medio de comunicación» al que detestamos. Se reprocha a las víctimas que erosionen las certezas ideológicas por entrometerse en nuestra conciencia con su espectacular sufrimiento. (Kinzer, como era de esperar, se ofende por la «obsesión por el sufrimiento cotidiano» de los medios.) Los valerosos periodistas que arriesgan sus vidas para informar sobre el horror general se convierten en un mero inconveniente. Los equipos de emergencia cuyos vídeos documentan a diario esta tragedia se ignoran por completo.

Atrapados en el vértice de sus fantasías paranoides, estos falsos humanistas e hipócritas aún no se han enterado de que lo que consideran una disidencia valiente es en realidad la política oficial de Estados Unidos. Dos de los ex asesores de Obama sobre Siria – Philip Gordon y Steven Simon – ya aportaron indicios del pensamiento de la Administración sobre el asunto. Ambos han escrito artículos de opinión en los que muestran su preferencia por al Assad. Los documentos de la Administración Obama así lo confirman. Desde el principio, la Administración mantuvo un respaldo significativo a la oposición siria pero ahora se ha adherido explícitamente a un plan de Rusia para preservar a al Assad. Y al Assad está ganando.

El valor solía significar la capacidad de alzarse en defensa de algo sin importar las consecuencias. Ahora significa renunciar a los principios y dejar que otros sufran las consecuencias de las decisiones «difíciles» que uno toma.

Alepo es nuestro Guernica… y hay muchos que aplauden a la Luftwaffe.

Idris Ahmed, sirio, es profesor de Periodismo Digital de la Universidad de Stirling.

 Fuente: https://medium.com/news-politics/aleppo-is-our-guernica-and-some-are-cheering-on-the-luftwaffe-ceb10b18a1ca