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Entrevista a Sandrine Mansour, historiadora especializada en la región

La identidad palestina a principios del siglo XX

Fuentes: Plataforme des ONG Françaises pour la Palestine

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Lejos de ser un desierto, como afirmará más tarde el sionismo, la Palestina anterior a la Declaración Balfour de 1917 es una encrucijada de culturas muy rica. A principios del siglo XX esta tierra empieza a afirmar su identidad, árabe y después palestina, frente a la férula otomana. Sandrine Mansour, historiadora especializada en la región, ha respondido a nuestras preguntas sobre la población palestina y sus reivindicaciones en aquel momento.

-¿Puede describirnos a la población que vivía en Palestina en el periodo anterior a la Declaración Balfour, es decir, a principios del siglo XX?

-Sandrine Mansour: Según diferentes censos de la época, se calcula que 1914 hay 750.000 habitantes en Palestina. En el seno de esta población mayoritariamente musulmana hay un 11 % de cristianos y aproximadamente un 5 % de judíos. Se trata de una población árabe, de todas las religiones, bastante típica de Oriente Próximo, que cuenta con un 60 % de agricultores. Las ciudades principales, que concentran a las elites y la actividad económica y periodística, son Haifa, Jerusalén y su puerto, Jaffa.

Junto a esta mayoría árabe también viven extranjeros, sobre todo griegos e iraníes. La sociedad es bastante cosmopolita porque entonces no hay fronteras: el imperio Otomano es muy vasto y está dividido en regiones administrativas pero sin separaciones estrictas. Por consiguiente, Oriente Próximo, y en particular Levante, constituye una verdadera encrucijada para el comercio y los intercambios con muchos pasos. Por ejemplo, Gaza es un puerto que permite acceder a otras regiones y a principios del siglo XX, en 1901, llega a Haifa el ferrocarril. También hay intercambios culturales, intelectuales y políticos.

Muchos de los extranjeros que viven en Palestina son comerciantes que se han instalado ahí por el comercio. Algunos proceden del norte de África al peregrinar a Jerusalén, donde crean el barrio de los magrebíes. También se encuentran fieles del bahaísmo, una religión perseguida en Persia, que encuentran refugio ahí. Por consiguiente, paralelamente a las razones económicas a veces hay razones religiosas. También hay europeos que residen en Palestina. Hay familias francesas que se han instalado ahí para desarrollar el comercio de materiales de construcción. En efecto, Francia, una gran potencia católica, posee propiedades religiosas en Palestina: hospitales, escuelas, orfanatos, etc. Pero también hay ingleses e italianos. Esta dimensión cosmopolita es muy importante para comprender la situación en este periodo, sobre todo frente a la imagen que ofreció después el sionismo.

A partir de la reforma de los tanzimat, la «reorganización» de mediados del siglo XIX, los otomanos delegan el poder a las elites locales. Por consiguiente, son los palestinos quienes gestionan la administración bajo la vigilancia de la Sublime Puerta. Por supuesto, hay militares turcos, sobre todo en este periodo de fuertes tensiones con Europa. Por otra parte, los aliados, sobre todo franceses e ingleses, quieren entonces vérselas con el imperio Otomano, en parte para recuperar Palestina.

Junto a una mayoría de población campesina, los fellahs, existe una elite burguesa de grandes propietarios de tierras y una elite ciudadana. Esta última se beneficia del desarrollo que los otomanos dan a las escuelas, pero también de las escuelas fundadas por extranjeros que les permiten adquirir el dominio de varias lenguas y en ocasiones ir a la Sorbona o a Inglaterra a estudiar. Una vez convertidos en periodistas, médicos o abogados, forman una elite intelectual y política que todavía no está organizada pero que se empieza a instalar con reivindicaciones contra el poder otomano. Estas ideas se mezclan con la idea más amplia de una independencia árabe que encontramos en la literatura del movimiento nahda, «renacimiento» en árabe. Esta idea de independencia también integra las reivindicaciones de la lengua, de volver a utilizar el árabe en todos los documentos administrativos y una relectura del islam en función del mundo árabe y no del turco.

Les elites son musulmanas pero también cristianas. Por lo que se refiere a los judíos, en aquel momento son a menudo pobres y con poca educación. Antes del sionismo la primera idea de las elites de la diáspora judía, como los Rothschild, será construir escuelas en Palestina para igualar el nivel educativo de los judíos. Al principio no funcionará porque los judíos preferirán mantener sus métodos tradicionales.

-¿Existen ya en esta época tensiones entre las diferentes comunidades religiosas de Palestina?

-Las tensiones solo aparecen con la llegada de los judíos europeos, sobre todo después de la Declaración Balfour. Pero a partir de 1917 los palestinos son conscientes de estar bajo dos espadas de Damocles. De la misma manera que Francia e Inglaterra codician a las regiones vecinas por sus recursos y su mano de obra barata (y estas lo saben), los sionistas también codician Palestina.

En realidad, al principio los sionistas estaban interesados por Argentina y Uganda, pero aquello no cuajó. Sin embargo, no creían que los británicos les fueran a dejar una parte de la tarta otomana. Por consiguiente, los británicos se servirán del sionismo para obtener Palestina frente a Francia, que también la codicia. Se trata de un auténtico juego de relaciones de fuerza en el que las grandes potencias van a utilizar las piezas presentes en el tablero de ajedrez.

A partir de finales del siglo XIX, cuando el movimiento sionista elabora su proyecto sobre Palestina, los palestinos se inquietan y acuden al sultán otomano, el cual se dirige a Théodore Herzl. Este le responde que se trata solamente de proyectos de cooperación para el desarrollo con la población local, pero en realidad la idea es recuperar el territorio.

Las colonias judías aparecen durante la primera Alyah [palabra hebrea para emigración a Tierra Santa. N. de la t.] a finales del siglo XIX pero no cuajan. En efecto, los judíos se vuelven a marchar porque son ciudadanos europeos y no agricultores, y soportan mal las condiciones climáticas, con lo que prefieren ir a Estados Unidos o a otros países. Por lo tanto, estas primeras colonias no serán problemáticas.

Las verdaderas tensiones aparecen a partir de la Declaración Balfour, periodo durante el cual los palestinos empiezan a reivindicar su derecho a la autodeterminación tal como la defiende el presidente estadounidense Wilson. Durante la década de 1920 asistimos a los primeros choques ya que los palestinos se dan cuenta de que los judíos están ahí para recuperar tierras y en algunas cartas de los años 1919-1920 se puede leer esta inquietud ante la sustitución de la población. Las elites son verdaderamente conscientes de la situación y eso se aprecia en los periódicos, los principales de los cuales son Falastin de Jaffa y Al-Karmil de Haifa, que hacen un auténtico trabajo de análisis y traducen la prensa occidental y en hebreo.

Antes de esto no hay tensiones en absoluto entre las diferentes comunidades que cohabitan pacíficamente ahí. Nunca ha planteado problemas y en las escuelas conviven las tres religiones, un modelo que encontramos en el conjunto del mundo árabe. La única diferencia es la aplicada por la administración otomana, que divide a la población entre musulmanes y dhimmis, «protegidos», es decir, las personas del Libro. El denominador común de esta población es la lengua árabe.

-¿Cuándo se pude datar la emergencia de una identidad palestina reivindicada por la población local?

-La identidad existe desde hace mucho porque los palestinos saben que no son otomanos, es una reivindicación antigua. Sin embargo, se puede decir que se concretiza hacia 1899-1900. Pero esta reivindicación se refiere primero al hecho de ser árabe y después al de ser o bien palestino o sirio. Es, además, la época de la idea de una Gran Siria, Bilad el-Cham, en la que también están integrados los libaneses y los palestinos.

Poco a poco la reivindicación va a acentuar el lado palestino, porque los regionalismos tiene sentidos: la gente se da cuenta de las tradiciones específicas de cada región a pesar de las muchas similitudes con los libaneses o sirios en la alimentación o el folclore. Hacia 1912-1915, justo antes de la Declaración Balfour, la reivindicación se vuelve palestina. Esta se afirma a continuación frente a la Conferencia de Paz de París en 1919, que pretende decidir la identidad de los pueblos de la región.

Pero esta reivindicación es en primer lugar fruto de las elites musulmanas, cristianas y judías de Palestina. Además, las elites judías también se oponen a la llegada de judíos europeos sionistas, los cuales sienten respecto a ellos un desprecio heredado del racismo colonial frente a los árabes. Para los judíos locales el proyecto sionista carece de sentido porque tienen otra relación con la tierra, se sienten palestinos. Aunque la religión siga siendo una referencia como en el conjunto de Oriente Próximo, su identidad es árabe. También hay que recordar que Palestina, como cuna de las tres religiones monoteístas, siempre ha conocido a los judíos y nunca se podría pensar de otra manera.

La Declaración Balfour sera un catalizador para la reivindicación de la identidad, sobre todo frente al colonizador británico. Pero durante la década de 1920 perdurará el debate sobre este tema para saber si esta identidad es palestina o siria; en aquel momento encontramos cartas que reivindican ambas. A continuación la idea palestina se impondrá frente a la historia siria que, a su vez, es colonizada por Francia y separada de Líbano.

Sandrine Mansour es una historiadora especializada en la historia del mundo árabe, en particular sobre Palestina, e investigadora del Centro de Investigación en Historia Internacional y Atlántica (CRHIA, por sus siglas en francés) de la Universidad de Nantes.

Fuente: httpa://www.plateforme-palestine.org/Entretien-L-identite-palestinienne-au-debut-du-XXeme-siecle

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.