Traducido del inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
Hombres y mujeres posan con sus certificados tras completar un curso de capacitación con el grupo de la sociedad civil Baytna Siria, en el este de Alepo (foto cortesía de Baytna Siria).
Los únicos objetos que se llevó Abdel Radman el-Khedr al abandonar su casa en Alepo fueron una cámara de fotos y su teléfono móvil. Las fuerzas del gobierno sirio estaban a punto de retomar el este de Alepo y él era uno de los últimos activistas civiles atrapados en la ciudad.
Cuando salió no le sobresaltaron los bombardeos aéreos ni los de artillería pues estaba acostumbrado a los sonidos de la guerra.
«Filmé toda la destrucción», declaró a Middle East Eye (MEE) en Azaz, ciudad siria a tan solo 32 km al norte de Alepo. «Los misiles [rusos y del gobierno sirio] buscan destruir los refugios subterráneos. Quería mostrar al mundo a los responsables de esa atrocidad».
Khedr es miembro del consejo municipal de Alepo, constituido para compensar la ausencia de servicios estatales. Durante gran parte del sitio de Alepo, molió trigo para suministrar harina a las panaderías con el fin de que los civiles no murieran de hambre. Para contribuir al apoyo de los ciudadanos más vulnerables, trabajó también en el Centro Creadores de Vida, que proporcionaba educación, guía psicológica y apoyo social a los niños del este de Alepo.
A pesar de que casi muere por una bomba de racimo durante la masacre del este de Alepo e incapaz de obtener auxilio médico para las heridas causadas por la metralla porque la mayor parte de los hospitales estaban destruidos, Khedr sigue aferrado a la esperanza de un mañana mejor. Ahora trabaja como activista informativo en Azaz mientras continúa formando parte del consejo municipal. «Intentamos proteger a la gente de las consecuencias de la guerra -afirma-. La mayor parte de nosotros carece de trabajo y los bombardeos continúan. Necesitamos estabilidad».
En diciembre, Khedr fue uno de los miles de civiles obligados a evacuar la ciudad a la que considera su hogar.
La caída de Alepo supuso un fuerte golpe para la sociedad civil siria, ya que la mayor parte de las organizaciones no pueden actuar libremente en las zonas controladas por el gobierno. Desde que el padre de Bashar al-Assad, Hafez, tomó el poder en 1970, los grupos de la sociedad civil han sido prohibidos o sometidos a un estricto control. No obstante, la rebelión siria actuó como un catalizador para el rápido crecimiento de estos grupos, que aumentaron más en seis años de conflicto que lo que habían hecho en cuatro décadas de gobierno de Assad. Existen más de cien grupos en la ciudad de Alepo, pero su flexibilidad es limitada. Las organizaciones deben obtener una autorización expresa para cualquier acción y no se les permite enfrentarse al gobierno. Tampoco se les permite que interactúen con los grupos religiosos de ayuda humanitaria, según diversos activistas que hablaron con MEE.
Ahora que las fuerzas gubernamentales y los grupos más duros controlan las principales ciudades, la sociedad civil se esfuerza por mantener su relevancia mientras aumenta el número de activistas que escapan de su país destruido por la guerra y otros trabajadores humanitarios han desaparecido. La Sociedad Médica Sirio-Americana (SAMS) afirma haber perdido contacto con 70 empleados después que las fuerzas leales a Assad tomaran control del este de Alepo. «Algunos [de nuestros empleados] huyeron a áreas del régimen y todavía no hemos tenido noticias suyas», dijo el Dr. Mohamed Katoub, un dentista que solía trabajar en Ghouta oriental y ahora es portavoz de la SAMS en Turquía.
Niños en clase en un centro de juventud en Deraa, Siria (foto cortesía de Baytna Siria)
Democracia y ayuda humanitaria
Espacio para la Esperanza, una organización que trabajaba en el este de Alepo durante el sitio, fue fundada por un grupo de estudiantes de la universidad de Alepo en la euforia de los primeros días de la revolución. Hiba Brais, coordinadora de protección de esta organización, declaró que una de sus primeras iniciativas fue la colecta de donaciones de sirios que vivían en el extranjero para ayudar a la población atrapada en la ciudad de Homs. Además, el grupo prestó apoyo a viudas que habían perdido a sus maridos en la guerra. Los activistas que componen el grupo han logrado desde entonces diversos fondos de donantes internacionales, incluidos Unicef y la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ), para gestionar con ellos centros de protección y escuelas en toda Siria.
«En 2012 no conocíamos la existencia del término `sociedad civil´. Simplemente tomamos la iniciativa. No sabíamos que debíamos constituir administraciones, escribir propuestas y buscar donantes», declaró Brais a MEE durante una conversación por skype desde su oficina en Gaziantep. «Solo intentábamos ayudar a la gente», afirmó.
Monter Etaky trabajó con Espacio para la Esperanza en el este de Alepo hasta octubre del pasado año. Para entonces, el sitio había paralizado la ciudad, y tuvo que salir de allí para ocuparse de su familia. «Seguí colaborando con Espacio para la Esperanza -continúa-. Me prestaron su apoyo para abrir un estudio de grabación subterráneo [para producir videos que documentaran las violaciones a los derechos humanos en Siria]. Abrí las puertas del estudio durante la ofensiva para que las familias pudieran refugiarse».
Al final, Etaky y su familia fueron evacuados a Idlib, donde permanecieron tres meses. Pero Etaky se resistía a realizar cualquier trabajo de asistencia allí porque estaban sometidos a constantes ataques aéreos. Hasta que hace dos semanas la situación se estabilizó y pudo sacar clandestinamente a su familia a Turquía.
Idlib está bajo control de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), grupo formado en enero cuando las milicias de Jabhat Fateh al-Sham absorbieron a otras facciones de línea dura de la ciudad. HTM ha intentando repetidamente imponer a la población su propio currículo de estudios y sus propias costumbres, socavando la influencia de los consejos civiles en la provincia.
Debido a cuestiones de seguridad, Espacio para la Esperanza sigue evaluando si puede o no continuar proporcionando servicios de educación en Idlib sin someter a los niños a creencias sectarias, políticas o religiosas.
Niñas jugando con cometas en el centro de juventud de Deraa, Siria (foto cortesía de Baytna Siria)
«En clase, no promovemos ninguna ideología ni religión -dijo Brais-. Creemos en la revolución, pero no podemos obligar a los niños a creer en nuestra causa».
Baytna Siria (Siria es nuestra casa) es otro grupo de la sociedad civil compuesto en su totalidad por sirios y con sede en la ciudad turca de Gaziantep, que financia y supervisa proyectos en el interior de Siria. Fue fundado en 2013 gracias al apoyo del gobierno danés.
El último proyecto que financiaron en el este de Alepo continuó con sus actividades hasta octubre de 2016, dos meses antes de que las fuerzas del régimen tomaran control de la zona. Ahora han trasladado sus operaciones a la campiña al norte y al sur de Alepo. «Estamos considerando abrir también proyectos en Idlib y Ghouta. Nuestro gran interrogante es el este de Ghouta, porque nos tememos que el régimen vaya a cometer allí su próxima carnicería», dijo a MEE Assad al-Achi, director ejecutivo de Baytna Siria.
El este de Ghouta es una de las 39 zonas que actualmente se encuentran bajo sitio, la inmensa mayoría por parte del ejército y las milicias que apoyan a Assad. Estas zonas sufren constantes bombardeos y los trabajadores de la sociedad civil se esfuerzan por mantener con vida a la población asediada.
Salah al-Ashkar, supervisor de Baytna Siria nos cuenta que la mayor parte de los proyectos tenían como objetivo proporcionar a los niños espacios tranquilos con clases educativas que empoderaran tanto a varones como a mujeres. «Teníamos un proyecto llamado Jóvenes Deportistas en el que enseñábamos artes marciales y les facilitamos un campo para jugar al fútbol -dice Ashkar, ahora residente en Gaziantep-. También financiábamos proyectos que daban clases de inglés y de informática a hombres, mujeres y niños». Al-Achi señaló que Baytna Siria no tenía oficina en el este de Alepo; se consideraba que era más seguro que su personal trabajara desde sus casas para evitar que les bombardearan.
«Siempre hemos sido muy cuidadosos respecto al lugar donde trabajamos, los programas que apoyamos y por cuánto tiempo», dijo Achi por skype desde su oficina de Gaziantep.
La huida de Alepo
El supervisor de Baytna Siria, Ashkar, a duras penas consiguió sobrevivir a la toma del este de Alepo. Cuando se enteró de que las tropas de Assad avanzaban hacia su barrio, guardó en una bolsa un puñado de pertenencias y huyó. Horas más tarde, su hogar fue bombardeado y sus vecinos murieron. Según él, fue una de las miles de personas que durmieron al raso durante días, hasta conseguir subir en un autobús que les evacuaría a Idlib. Estando allí se le ocurrió la idea de trabajar como fotógrafo para Baytna Siria, pues el grupo ya contaba con un supervisor en la ciudad. Pero lo pensó mejor y decidió que no era una buena idea y que sería preferible unirse a su antiguo personal en Gaziantep.
«Sabía que no disfrutaría del mismo grado de libertad en Idlib que en Alepo. Si intentaba trabajar como periodista tendría un montón de enfrentamientos y problemas con grupos armados», dijo.
Hombre recibiendo tratamiento por un fallo renal en Douma, Siria (foto cortesía de la Oficina Médica de Douma)
Un futuro incierto
A medida que las fuerzas y milicias de Assad refuerzan su posición en Siria, se hace evidente que las ideas fundadoras de la revolución están en peligro.
«Los grupos de la sociedad civil trabajan para lograr la paz, la estabilidad y un futuro democrático para Siria. Son la última línea de defensa para que nuestro país pueda cumplir esas tres misiones», dijo Achi. No está claro que la estabilidad sea suficiente para salvaguardar la sociedad civil, dado que las fuerzas de Assad parecen estar firmemente atrincheradas en el poder.
«Hoy en día los civiles solo piensan en sobrevivir», declaró Brais. Lo mismo puede afirmarse de la sociedad civil siria en su lucha continua contra las adversidades. «Mientras quede una franja de territorio liberado, no dejaremos de prestar servicios a nuestro pueblo -dijo Brais-. Apoyaremos a nuestro pueblo hasta el final».
Fuente: http://www.middleeasteye.net/in-depth/features/syrian-civil-society-1365236201
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