José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en […]
José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía «Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares». Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).
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Nos habíamos quedado aquí. Hablas en el libro de un sensible punto de inflexión en la actitud institucional hacia Palomares en 2004. ¿Qué pasó? ¿Cómo se explica ese punto de inflexión? ¿En qué se concretó?
JH.- Tal como te explicaba antes, el pistoletazo de salida fue la inclusión del Plan de Investigación en el último Consejo de Ministros de 2003. El siguiente año fue el del inicio de la ejecución, con los expedientes de expropiación de las parcelas afectadas y la caracterización radiológica intensiva y extensiva de las áreas más afectadas. Todo este trabajo ha supuesto un antes y después en más de medio siglo de las secuelas del accidente, lo que no quiere decir que a nivel individual o grupal no se hayan realizado anteriormente investigaciones relacionadas dignas o brillantes.
A pesar de que en los gobiernos de Aznar se levantaron los polvos que hoy nos anegan en forma de cieno, no hemos de perder en el análisis la ecuanimidad, que es el norte de la razón, para centrarnos en el mérito político. Hemos de recordar que todo aquello se planificó y ejecutó meritoriamente en medio de un plan generalizado de contención del gasto y déficit público.
Hablas bien de Teresa Mendizábal, Aracama ¿quién es? ¿Qué papel jugó?
JH.- Teresa Mendizábal es doctora en Física, autora de unas 100 publicaciones científicas. En las últimas décadas ha ostentado altos cargos cuando la igualdad y paridad de género ni se planteaba de una manera generalizada, lo que nos puede ayudar a hacernos una idea de su temple y valía. Ha sido directora de proyectos de investigación asociados a la desertificación y vicepresidenta del CSIC. En el CIEMAT fue Directora de Medioambiente (2004-08) y Secretaria General (2009-10). Mi percepción personal fue el de una gran gestora, partidaria de la transparencia en un organismo que tradicionalmente había sido tan claro como la tinta del calamar y fiel ejemplo del oscurantismo público en democracia. A la luz de lo que le tocó vivir con el Plan de Investigación y Rehabilitación (PIEM-VR y PRP) tanto ella como el equipo (Rubio, Sancho Llerandi, Espinosa, Antón Mateos, Sáez Vergara,….) tuvieron que lidiar con numerosos problemas; lo que coloquialmente denominamos un rosario de marrones de variadas dimensiones y tonalidades, que precisaron no solamente un alto nivel de profesionalidad, sino también de imaginación y casi creatividad
¿Cómo fue la actitud general del primer gobierno Zapatero y de él mismo?
JH.- Cuando llegó se encontró con la maquinaria del Proyecto de Investigación que acababa de ponerse en marcha. Los cambios de ministros, directores generales y otros altos cargos suponían un riesgo para la marcha diligente del proyecto. Había nuevamente que convencerlos de la necesidad de ejecutar y desarrollar el Plan.
A pesar de su supuesto cambio de talante, se opuso en 2008 a la filtración a la opinión pública del hallazgo de los dos enterramientos secretos con 4.000 m3 de residuos que dejaron los norteamericanos, a pesar de constituir el mascarón de proa del abyecto comportamiento del Gob. de los EEUU en la parcial descontaminación en Palomares; de su extrema falta de lealtad y gratitud a la población que intentó siempre ayudarles.
Hemos de recordar cómo su ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, blindó de manera amoral y antidemocrática todos y cada uno de los documentos del Ministerio, como si fuera su cortijo, para privarlos del conocimiento de la ciudadanía, que es a la que representa (teóricamente) y la que le paga a él y al Ministerio.
Haces referencia a un proceso de expropiación iniciado en 2005. ¿Por qué ese proceso? ¿A quién y qué se expropió?
JH.- Se conocía bien que aproximadamente 10 hectáreas rebasaban ampliamente los criterios de restricción totales. También se sabía que la contaminación no estaba mayoritariamente en la superficie, por lo tanto había que realizar sondeos y una serie de intervenciones en el terreno que justificaba sobradamente la expropiación. Los afectados eran en su mayoría minifundistas locales. El conflicto estaba asegurado, una fracción significativa de los terrenos pertenecían al término de Vera y eran urbanizables.
La Zona 2, junto al cementerio y las dos grandes balsas, se halla en medio de los términos municipales de Cuevas y Vera que los cruza en diagonal. Todo lo que pertenece a Vera estaba clasificado como urbano, pero según los propietarios, en las expropiaciones apenas hubo diferencia en el justiprecio. En el mapa radiométrico vemos los límites de las expropiaciones de 2005 en ese paraje y su ampliación tres años más tarde. (CIEMAT)
¿Nos explicas los casos de Juan Zamora y Pascual Soler?
JH.- Los casos de estos dos propietarios es arquetípica del quebranto que han sufrido los palomareños con la estafa que sufrieron en 1966. Ambos eran propietarios de parcelas en la zona más contaminada, clasificadas en parte como urbanas. Según versión de los afectados, en el proceso de expropiación, el justiprecio no distinguió e hizo tabla rasa con una valoración muy inferior. A ambos les habían prohibido oralmente, sin justificación y fuera de toda legalidad, cultivar desde 1998. Cuando Juan Zamora, cartero y con varios hijos, precisó poner en labor su tierra para buscar unos ingresos adicionales y plantó unas miles de lechugas a inicios del milenio, un helicóptero adaptado las quemó fumigándolas con herbicida. Cuando fue expropiado con un precio muy inferior, exigió que se le compensara mínimamente por los años de prohibición en barbecho, pero aquellos que le prohibieron cultivar ahora se lavaban las manos. Intentaron buscar un buen abogado, pero al sentirse desamparados desistieron. Desde el accidente los vecinos siempre han pagado las tropelías de los dos Gobiernos implicados.
Lo dejamos aquí si te parece. Seguimos en breve. Finalizamos antes del verano
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